'No le des más whisky a la perrita': vida, obra y milagros de Raúl del Pozo
Cela y los burritos de Rute, Lola Flores en el bingo, Paco Rabal y un viaje a Roma con pecaminosas intenciones, el caso Bárcenas, o el “ciruelo” del emérito, se deslizan por un libro delicioso, cuyo anecdotario es historia viva de nuestro país
Raúl del Pozo es el último pistolero del periodismo canalla, el superviviente de aquellas redacciones en las que se respiraba humo de tabaco, se bebía y se escribía, o se jugaba a las cartas, bajo un Vietnam de máquinas de escribir que nunca callaban. Manuel Alcántara, que sabía mucho de esos lugares, lo dejó bien claro: “No es sólo el mejor de los que quedan, sino el mejor de los que hubo”.
Una de esas redacciones era la del diario Pueblo, en la que el falangista Emilio Romero reunió a jóvenes talentosos a los que solo exigía escribir bien: Pérez Reverte, Carmen Rigalt o José María García coincidirían allí con un Raúl que, tras meterse en las cloacas para hacer un reportaje sobre las ratas, dejaría definitivamente su oficio de maestro de escuela para dedicarse por entero a su pasión, el reporterismo.
Se zambulló sin salvavidas en un Madrid golfo en el que todo ocurría dentro del triángulo que formaban el Café Gijón, Oliver y Boccacio, probando los placeres y los fangos de una España que se abría a la libertad. Antes había vivido la bohemia parisina, como un Charles Aznavour de Cuenca, para luego ser corresponsal en Moscú, Londres o Lisboa, sin saber más idioma que el de la calle.
Poco queda ya de ese periodismo literario en el que la vida y la obra de uno eran la misma cosa, en el que abrir portada, costase lo que costase, era lo más importante. El día y la noche se fundían y Raúl bebía, jugaba y ligaba con la misma intensidad con la que escribía a diario en Pueblo, Mundo Obrero, Interviú, Diario 16 o El Mundo.
Conocer su trayectoria es hacer un buen repaso a parte de la historia del periodismo español, por eso, con buen tino, La Esfera de los libros encargó a dos periodistas que escribiesen una biografía del reportero metido, en los últimos tiempos, a columnista.
Lo que no esperaban, ni Jesús Fernández Úbeda ni Julio Valdeón, autores de, No le des más whisky a la perrita, era que Raúl intentase, por puro pudor, sabotearles el proyecto. Así, cuando Úbeda se acercaba cándidamente con un listado de preguntas a la casa del investigado, acababa irremediablemente acariciando a la perrita de este, Dana, mientras el anfitrión intentaba emborracharlo con whisky u oporto, según el día.
Al final, los periodistas acabaron por armar un retrato del personaje entrevistando a sus amigos: Manuel Vicent, Jesús Quintero, Javier Rioyo, Jiménez Losantos, Antonio Lucas, Pérez Reverte o Carmen Rigalt, que ayudan a los investigadores a montar una obra que no es un libro de entrevistas, ni una biografía al uso, sino, como ha señalado algún crítico, un caos maravilloso que acaba por dibujarnos un retrato fiel, ameno y entrañable de Raúl del Pozo.
Cela y los burritos de Rute, Umbral, que le dio su primer trabajo, y luego le legó su espacio en el periódico, Lola Flores en el bingo, Paco Rabal y un viaje a Roma con pecaminosas intenciones, un romance que no fue con la Duquesa de Alba, la sombra de Ruano en el Teide, el día que se cagó en la madre de Carrillo, la novia que le quitó a Jesús Quintero, un incidente diplomático con Japón, el caso Bárcenas, o el “ciruelo” del emérito, se deslizan por un libro delicioso, cuyo anecdotario, aunque el protagonista odie a los que cuentan batallitas, es historia viva de nuestro país.
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