Era el 2002, cuando el escritor chileno Rafael Gumucio visitó por primera vez Las Cruces para conocer al poeta Nicanor Parra. Ese fue su primer encuentro, que, como suele suceder, no fue tal y como Gumucio esperaba. Parra no solo estaba más interesado por las columnas periodísticas que por los libros del joven escritor, sino que recitaba una de ellas a memoria, cuan poema en prosa.
Tras aquel primer encuentro vinieron muchos más y nació una amistad que perduró hasta el fallecimiento del poeta, en 2019. Pero, sobre todo, tras aquel primer encuentro, Gumucio comenzó a pensar en escribir Nicanor Parra, rey y mendigo (Literatura Random House) un libro en torno a Parra, no tanto en una biografía al uso, cuanto un libro en torno a su figura, una especie de diálogo en diferido y continuado entre ambos, un libro en el que recorrer la vida del poeta significara también recorrer la historia de Chile.
“¿Cómo resumir todo lo que sé de Parra y todo lo que no sé, lo que nadie sabe, lo que él mismo ya se olvidó?”. Esta pregunta se repite a lo largo del todo el libro, recordándonos que Rey y mendigo no es una verdadera biografía. ¿Tuviste desde el inicio claro que querías hacer otra cosa que no fuera una biografía canónica?
Sabía desde el comienzo mis límites y los de Nicanor. A él no le interesaba una biografía periodística y yo tampoco me sentía capaz de hacerla. Pensé que la mejor manera de hacerle justicia a Nicanor era plantear el libro como un diálogo entre dos escritores completamente distintos en todos que van descubriendo sus semejanzas. También quise escribir una historia pequeña de la poesía chilena que es la gran aventura intelectual que ha emprendido un país de pocos pintores y algunos músicos y escasos novelistas.
He leído que te defines como “biógrafo no consciente”.
Diría al revés que soy un biógrafo demasiado consciente y que ese exceso de confianza es parte del libro. Por tanto, diría que la biografía es el resultado de este exceso de confianza y de los escrúpulos del biografiado, que le dan otra mirada al texto.
“Él cambia el cuento según a quien le esté hablando” dice Adán Méndez de Parra. ¿Hay muchas versiones en torno a la vida de Parra?
Sí, él construía y deconstruía todo el tiempo su mito. Todas las versiones contaban una parte de la verdad, pero en todas ellas había algo de exageración e, incluso, de mentira. Por eso las puse todas. El libro se iba llamar Posibilidades de Parra y creo que guarda ese espíritu que le confería ese primer y provisional título. Lo importante que quería poner de relieve en el libro es el sentido y el significado de los mitos que contaba. Qué quería decir con ello, qué otra historia contaba a través de ellos. quería decir con los mitos que inventaba. En cuantos a los hechos duros los expongo en el libro, como por ejemplo su supuesta imposibilidad de habla, los presento como una posibilidad más, no como la verdad definitiva en gran parte porque no creo, ni menos Nicanor, en las verdades definitivas.
¿Qué representaba Neruda para Parra, sobre todo para el joven Parra?
Es el hermano mayor y es el poeta mayor. Es la poesía misma, viviendo a escasas cuadra de su casa. Luego, por esto mismo, Neruda es también el enemigo, la fuerza contra la que midió sus propias fuerzas. Nunca dejo de admirarlo y quererlo, pero supo en algún momento que había que decidir: o Neruda o él.
La primera vez que conociste a Parra te sorprendió que lo que más le interesaba de ti eran tus columnas. Esto me lleva a preguntarte sobre su sobre su voluntad de acercarla a la palabra hablada e, incluso, a la crónica periodística.
Esa era la esencia del pensamiento de Parra. Para él, todo es poesía menos lo que se escribe conscientemente como tal. Para Nicanor la poesía no es una forma de escribir sino una forma de leer. El entendía el panfleto, el libelo y la caricatura como una alta escuela literaria porque todos ellos, cada uno en su género, están obligados a llegar al lector e impactarlo. Y precisamente por esto, Parra desarrolla en alto grados todas las estrategias de la retórica. En The Clinic hacía eso, decía una cosa y su contrario y “arrasaba con todo”, que era lo que Parra quería hacer en literatura.
“Has recorrido toda la comarca/Desenterrando cántaros de greda/y liberando pájaros cautivos/Entre las ramas”, dijo de su hermana Violeta, cuya labor de recuperación de la cultura musical chilena aplaudió. ¿Cuál era la relación entre ambos?
Violeta y él eran una sola cosa en dos cuerpos. Una sola energía creadora; la parte crítica en Nicanor, la creadora pura en Violeta. Pero su búsqueda y sus logros fueron comunes.
“Una frase bastaba para justificar tu entrada en su reino”. ¿Visitar y conocer a Parra se convirtió casi en un rito de paso para todo joven escritor chileno?
Por lo menos para el grupo que pululaba en torno a The Clinic y la UDP. Parra era una prueba a que ningún escritor dejaba de enfrentarse, pero no todos aguantaban los juegos del viejo.
¿Cuán clave fue Roberto Bolaño para la “mundialización” de Parra y su poesía, pero también para su reivindicación a nivel nacional?
Esencial. Roberto Bolaño puso a Parra en órbita de nuevo. El Premio Cervantes no lo habría ganado de no ser por Bolaño.
Desde el punto de vista político, ¿Parra fue alguien difícil de catalogar? Pienso en su compromiso contra la dictadura y, al mismo tiempo, en su relación con Nixon, tan criticada por esa misma izquierda con la que ya había tenido desencuentros.
Por un lado, la izquierda dogmática y militante se desconcertaba con su intento de cuestionarlo todo. Por otro lado, Parra también era un hombre de orden y método y la revolución le podía gustar sólo de modo teórico.
¿Cuál es su legado en la poesía y, más en general, en la literatura chilena actual?
Pensar y repensar la posibilidad de hacer poesía, reflexionar sobre las fronteras del lenguaje, pero siempre al ritmo de la cueca, un baile popular chileno, una mezcla de música africana y jota aragonesa.