Ignacio Peyró: «Desde pequeño el periodismo me parecía tan divertido como importante»
Luego de «Comimos y bebimos» el director de opinión de The Objective vuelve con «Ya sentarás cabeza»
Si algo podemos decir de Ignacio Peyró es que es un observador con mirada antigua sobre el presente. Su nuevo proyecto editorial se titula Ya sentarás cabeza (Libros del Asteroide, 2020), una serie de diarios que relatan su vida y que posan esa mirada como acto reflexivo, no solo sobre su vida sino sobre el ejercicio del periodismo.
La primera parte de los diarios Ya sentarás cabeza es Cuando fuimos periodistas (2006-2011), un compendio de reflexiones que abarcan desde episodios en su niñez y adolescencia hasta los días como periodista y jefe de redacción. Peyró, aunque con 40 años recién cumplidos, tiene mucho que contar no solo por las vivencias de calle o su experiencia como redactor de los discursos de un partido político, sino también porque esa mirada antigua sobre el presente elimina cualquier cuestionamiento sobre a qué edad se deben escribir unos diarios como memorias.
Ya sentarás cabeza. Cuando fuimos periodistas (2006-2011) no reflexiona desde la mirada del ego, va más allá en temas universales porque al final un diario es eso, una reflexión sobre todas las universalidades que nos atraviesan. Peyró no solo desvela su vida, también revisa con humor y sarcasmo grandezas y pesadeces de la vida del periodista, como las relaciones entre redactor y editor hasta ruedas de prensa que pueden ser una verdadera pérdida de tiempo que llegan a dormirte.
Aunque la escritura de estos diarios puede resultar íntima, no es íntima en la cantidad de personajes que aparecen en él: gran parte de España pasa por sus ojos. Al igual que en su anterior libro, Comimos y bebimos, aquí no faltan las locaciones ni personajes desde la barra de un bar a un restaurante o al campo en la meseta hasta escritores, periodistas, filósofos, políticos y empresarios que sin ser madrileños llegan a la ciudad como destino, descubriendo la ciudad natal del escritor como espacio neurálgico para la narración y la madurez.
Si en Ya sentarás cabeza se revela a un joven que desea involucrarse y pertenecer a un gremio periodístico y a un mundo literario, también se vislumbra la capacidad de espera para la escritura. Escribir, para Peyró, “te acostumbra a la disciplina de estar sentado”, y si algo hemos aprendido este año, tanto el periodismo como los periodistas es a esperar sentado, a buscar los reportajes sentados cogiendo el teléfono y llamando o realizando entrevistas que ya no son cara a cara, sino pixeladas, por Zoom o por correo, como ocurre a continuación.
Me cuesta no pensar en ti como un personaje decimonónico al leerte, así que lo primero que se me ocurre preguntarte es si estos diarios se escribieron a mano en una libreta o son notas en el móvil. ¿Cómo empezaste a escribirlos?
Desde muy joven escribía, para que no se me olvidaran las frases o versos, Dios santo, que se me ocurrían. La evolución fue natural. Tomo notas y, por la noche, caigo en ese bucle posmoderno y melancólico de mandarme emails a mí mismo. A veces, simplemente, me arranco a escribir de lo que me apetece.
En uno de los pasajes afirmas que no dejas de escribir por si te acostumbras a no hacerlo. ¿Te ha costado mantener la constancia diarista?
Cierto personaje, con las 1100 páginas de Pompa y circunstancia en la mano, me dijo: “es ud. un hombre aplicado”. Pues eso, intento serlo.
En Ya sentarás cabeza se dejan fuera muy pocos nombres del periodismo o de la política española, inclusive tu propia familia es exhibida. ¿Te resultó difícil no herir intimidades de las personas que conoces? ¿El uso de las iniciales te ayudó narrativamente a mantener el suspenso a la vez que se mantenía el anonimato?
No busco herir a nadie ni creo que nadie se sienta herido. No me interesa nada el escándalo. Pongo el nombre completo de personajes públicos y el nombre de pila de la gente de mi entorno: no veo por qué me voy a referir como MC a Mario Conde cuando es obvio y, a la vez, ¿quién demonios sabe quién es mi amigo Tochy?
Esta primera parte de tus diarios es un tributo a tus días como periodista. ¿Se nace con el veneno del periodismo o para ser periodista hay que ilusionarse por aportar algo al mundo?
A mí, desde pequeño, el periodismo me parecía tan divertido como importante. Me atraía. No digo que no hubiera sido mejor ser atraído hacia pasiones más rentables. “Aportar al mundo” es un propósito tan arrogante como, me temo, natural.
Este libro me recuerda en aire a Comimos y bebimos. De bares a restaurantes hasta llegar al Tony 2 en Madrid. ¿Se puede ser hedonista siendo conservador?
El conservadurismo, parafraseando a Sartre, es un hedonismo.
Hay algo muy claro: en casi 600 páginas se necesita ser un poco bebedor para poder llevar la vida de periodista. ¿Qué tanto se necesita exorcizar bebiendo?
Yo nunca he bebido para exorcizar nada. He bebido porque me gusta beber. Tendré mis demonios, como los tiene el dueño de un taller mecánico, pero no salen frotando con alcohol.
Más allá del alcohol, el libro también aporta varias reflexiones sobre compartir cigarrillos con algo de nostalgia. Muchos fumadores odian compartir un cigarrillo. ¿Por qué para ti es un placer o era un placer en compartir?
El tabaco ha estado siempre asociado, cuando no a hábitos de cortejo sino a cierta sensualidad. Obviamente nadie defiende el tabaco, todos los detestamos pero tenía sus dulzuras y tuvo su importancia en el mundo del gusto en el siglo XX. Estaba asociado a muchas cosas positivas y una de las cosas positivas a las que estaba asociado, no ya culturalmente sino por la propia vida, era a esa dulzura del compartir un cigarrillo.
¿Con quién compartirías un cigarrillo si volvieses a fumar?
Lo tendría que pensar.
Desde Comimos y bebimos siempre te están asociando a Josep Pla. ¿Cómo te llevas con este halago? ¿Te sientes heredero de esa tradición?
Obviamente que al hablar de tus libros hablen de los libros de Pla es muy halagador. No me siento para nada incómodo. Todo lo contrario, es un honor. Si el debate es si Pla sí o Pla no, pues estoy muy cómodo ahí realmente porque es uno de los grandes de la prosa del siglo XX. Pero por otra parte que uno lea a un autor no significa que se parezca a él. También el establecimiento de genealogías y parecidos es algo que tiene cierto sentido para la gente que se dedica a esas cosas pero al lector no sé qué le dice, lo cierto es que hay una familia de autores a la que te sientes más cercano.
¿Al final sí es un referente?
Pla es un referente no ya para mí, Pla es un referente para casi todo el mundo que agarre una pluma, ya sea en castellano o en catalán.
El libro nunca da la sensación de la precariedad por la que pasa el periodismo durante los años que relatas en los diarios. ¿A qué se debe?
Yo me he negado siempre a ser un desesperado de cualquier causa y del periodismo, o de la degradación o del final o de la crisis del periodismo; desde luego también milito en contra de esos agonismos. pero obviamente fue muy difícil no sentir un declive, una ruina, en torno a 2010, 2012 en el mundo del periodismo. Una enorme catedral que se iba desmoronando; por suerte luego ha vuelto a ver un cierto acelerón o una cierta sensación de que el deterioro no ha avanzado tan rápido.
Usas una metáfora con el efecto de la escritura en el alma, lo asemejas a una manta que no abriga por completo, ¿por qué es algo precario?
Todo lo que se suele decir, todo lo que se suele poetizar, la escritura, la literatura y la lectura, está para salvarnos ni es un asidero para la supervivencia; me parece que son pequeñas cuquerías morales que se suelen decir, porque al final es algo mucho más desnudo o despojado.
Aunque no son unos diarios cursis, son melancólicos. De los primeros Vips a ciertos bares y restaurantes que dejaron de tener esencia para terminar convirtiéndose en un síntoma más de la globalización. También a ciertas épocas dentro de una redacción, a la alegría de ser periodista. Aunque no es un libro contestatario, ¿podría serlo a tu manera? ¿Qué recuperarías de hace 10 años hoy?
A mí ser contestatario me parece irrelevante. La cosa es que algo esté bien o no por sí mismo. Es como quien dice “el conservadurismo (o la calceta) es el nuevo punk”. No entiendo el porqué o, peor, sí lo entiendo y no me gusta. Qué recuperaría de hace diez o quince años: me daría un paseo por ese Madrid y luego por el Madrid de hoy. Las diferencias no serán tantas pero por eso mismo sería más interesante como ejercicio. Cuando nos cambian la ciudad, nos reordenan la vida.
De los periódicos pasaste a la asesoría política, específicamente a escribirle discursos a Rajoy. ¿De qué lado es mejor estar? ¿Dónde se consigue una exclusiva o donde se le susurra al personaje de poder?
Pensé, con algo de ingenuidad pero también con algo de verdad, que conocer el otro lado me añadiría un conocimiento muy importante. Y ya digo que con algo de verdad: desde Moncloa se ve todo el Estado, es como el cuadro de mandos del Estado, y eso alguna impresión deja.
En un pasaje del año 2010 dices: «De pronto, me veo en diez años: gordo, mal vestido, cínico, embrutecido, egoísta, abandonado de mí mismo, inseparable de las copas…». Diez años después de eso, qué escribirías, ¿cómo se ve Ignacio Peyró en este extraño 2020?
¡Bien vestido! Y más consciente de la mortalidad.