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Juan Francisco Polo y aquel Madrid de los años setenta

El autor madrileño debuta en la novela con ‘Unas cuantas calles’, que retrata una juventud que fue la suya en los últimos tiempos del franquismo

Juan Francisco Polo y aquel Madrid de los años setenta

AP

Como tantos, Juan Francisco Polo tiene esta maldita (o bendita) afición: escribir. «Durante el año me cuesta mucho, por el trabajo; así que soy escritor de verano», dice. «Hay gente que dedica su tiempo por las tardes a jugar al golf o a montar en barco, pero de cuatro a siete o de cuatro a ocho me pongo a escribir». Así que no es eso: no es que haya comenzado a escribir pasados los sesenta, no es que se haya caído del caballo de camino a Damasco. Más bien encontró la razón para publicar una de las tres novelas que tenía en el cajón –ahora quedan otras dos–; la tenía a punto «desde hace dos o tres años» y se llama Unas cuantas calles.

Polo relata la vida de unos muchachos en «un barrio muy barrio» de Madrid. Todo sucede en un día, a principios de los setenta, cuando la democracia era todavía una promesa. El autor recobra la vida de una vida que fue la suya. «En aquella época, y eso ya no ocurre tanto, se hacía mucha vida de calle, para jugar al balón o a las chapas; y, si eras un poco más mayor, ibas a los billares y te metías en algunos líos».

Eran los tiempos en que la revolución (o el cambio) estaba en el aire. «Había todo este ambiente macarra, porque Madrid es muy macarra, pero también había bastante inquietud, por ejemplo, por estar al tanto de las novedades literarias, una enorme inquietud por la política –muchos de los personajes tienen su vinculación con grupos antifranquistas–, una enorme inquietud por el mundo musical, por el rock», sonríe. «Ahí estábamos enfrentados los sinfónicos con los guitarreros».

Juan Francisco Polo y aquel Madrid de los años setenta

La novela suena a Pink Floyd y Santana, a Samba pa ti, y rezuma una energía que nos conduce inequívocamente hacia la esencia de la libertad. «Había una conciencia de que España iba a cambiar, de que otra España era posible, más abierta y más moderna». Y continúa: «De nosotros, los chicos del barrio, ninguno había salido de la azotea, pero todos sabíamos que había ciudades como Londres o París donde había una juventud que vivía de una manera más fresca, más libre, más atrevida. Sabíamos que, de una manera u otra, el franquismo iba a fenecer y, modestamente, cada uno empujaba desde el compromiso político o viviendo de una manera que era alternativa para lo que se veía en las casas y las escuelas».

Se puede ver que en este libro hay mucho de biografía, el resultado de tantos recuerdos acumulados –«a veces no son de mi barrio, sino de personajes que he conocido dentro y fuera de él»–, y un homenaje que son dos: el homenaje a aquella década irrepetible –«la vida en el Madrid de los setenta tenía muchos atractivos novelescos»– y el homenaje a aquel libro inconmensurable: El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. «Me parece una de las joyas de la novelística española, al menos de la segunda parte del XX, y he tratado de basarme en la estructura narrativa que él tenía, fundamentalmente coral, donde todo se desarrolla prácticamente en un día».

El camino hacia la primera novela ha sido largo y nada sencillo. Polo acarició la idea de enviar el manuscrito a editoriales, tanteó a un agente; terminó por no darle más vueltas: contactó con Caligrama para la autopublicación y aquí está, al teléfono, satisfecho. ¿Qué hará más adelante? Bueno: ahí están sus dos novelas, en el cajón, con sus teclas distintas a Unas cuantas calles, a la espera de nuevos lectores.

Paco Polo. | Fotografía concedida por el autor.
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