Violeta Serrano: «Aprender de los migrantes, quienes nos llevan ventaja a la hora de adaptarse a situaciones inesperadas, puede ser una gran idea»
De la humildad de la experiencia, de la conciencia de estar a caballo entre dos países (España y Argentina) surge este libro, ‘Poder migrante’ (Ariel, 2020), donde Violeta Serrano nos invita, desde la figura de las actuales migraciones, a repensar las nuevas identidades del S.XXI
Migrantes somos. Migrante soy
Tras la crisis de 2008, sin expectativas en España, a pesar de su amplia formación, Violeta Serrano, como muchos otros jóvenes, decidió marcharse fuera del país. Y recaló en la Argentina, donde habría de quedarse diez años. Y ahí comenzó todo un proceso, pues «a pesar de que tengamos una cultura similar en muchas cosas, hay muchas otras que no y que solo lo ves realmente cuando vives allí y no de visita», cuenta por teléfono la escritora a The Objective. En ese momento comenzó a sufrir el duelo migratorio. Con mucho dolor al principio, pero luego consiguió establecer más conexiones con España, se vino incluso a vivir un año, y ahora vive entre ambos países. Entre idas y vueltas, Violeta Serrano comenzó a pensar entonces sobre la cuestión migrante, sobre la dualidad de pertenecer a dos espacios, a dos culturas, a dos sensibilidades. Y se dio cuenta de que ya no se podía seguir hablando de la inmigración como se había estado hablando hasta ahora. «Vivimos en un mundo hiperconectado y eso hace que no puedas irte y realmente dejar todo atrás», nos dice.
Y ésta es la clave de Poder migrante, la idea de que vivir entre dos culturas implica una traducción constante, que fuerza al individuo a debatirse en una ambivalencia tenaz. Violeta Serrano se dio cuenta de que pasar del plano teórico a la práctica, de que sentir el miedo físicamente, ejerce sobre ti un cambio irreversible. El tomar conciencia de esa fragilidad cambió su forma de concebir el mundo. Así, escribe en su libro que «la estrategia de reacción es a veces un límite entre la adaptación o el caos». De eso va precisamente Poder migrante, de entender que «somos pájaros y agua al mismo tiempo», como escribe de forma poética. Dicho de otra manera: que somos identidades en tránsito constante, de que la extranjerización de nuestra realidad no es una posibilidad, sino un hecho. Porque el desplazamiento se ha incorporado a nuestras vidas como una rutina habitual y extraño es «quien no se mueve de la tierra que lo crió», escribe Serrano.
Así, con este ensayo que mezcla el viaje, la crónica personal y el testimonio, Serrano nos invita a tomar conciencia de nuestra condición migrante, a fuerza de generar entendimiento y no nuevos odios. Pues, calibrada ahora la cuestión, bajo el prisma de la pandemia, «si te pones a pensar qué sentimientos tenemos ahora todo, son muy similares a los que siente una persona migrante cuando se va», nos dice. Y añade: «sentimos que dejamos todo lo sólido atrás, que toda nuestra zona de confort se cae y que nos estamos metiendo en un mundo que desconocemos y al que vamos a tener que adaptarnos para salir adelante». Para ello, nada mejor que la solidaridad. Porque ningún ser humano puede ser sin los demás. Nos queda nada más que la cooperación, y la solidaridad. El entendimiento mutuo.
Subvertir los populismos
Comenzamos a sentir que vivimos en un lugar que ya no reconocemos como propio. Que navegamos sin redes de contención. Se torna urgente establecer estrategias de supervivencia. Necesitamos reconstruir una suerte de nueva fe y tomar al migrante como nuestro aliado. Escribe Violeta Serrano que «aprender de los migrantes, quienes nos llevan ventaja a la hora de adaptarse a situaciones inesperadas, puede ser una gran idea».
Con ello, uno de los temas centrales del libro es la instrumentalización que hacen los populismos de la idea del otro, del extranjero. Toda esa construcción de un discurso del miedo. Del «ellos» contra «nosotros». «¿Por qué ciertas narrativas políticas utilizan la figura del migrante para generar odio como algo desconocido?», se pregunta en alto Violeta Serrano, al otro lado de la línea telefónica. «Es fácil, se trata de una figura vulnerable a la que podemos utilizar de chivo expiatorio», contesta. Sin embargo, es optimista. Nos cuenta que si las nuevas generaciones comienzan a mirarse en el espejo y a entender que migrantes somos todos, entonces las narrativas populistas de la confrontación y el miedo se desvanecerán. Porque los conflictos se apaciguan «siempre que haya respeto y entendimiento, en lugar de confrontación y falta de diálogo», escribe Serrano. Tenemos que darle más importancia a lo que nos une, y tratar de superar el automatismo del prejuicio. Debemos entender que ese mito, que trae argumento añejo y estructura de cuento clásico, el mito populista del miedo al extranjero (que, además, culturalmente no encaja con la sociedad española, una sociedad abierta, generosa y acogedora), debe entenderse precisamente como eso: como una ficción, y no como la realidad incuestionable que tratan los políticos de inocular en la ciudadanía. Siendo conscientes de que se han convertido hechos aislados en grandes relatos épicos ganaremos la partida.
Afinidades electivas y el poder de la literatura
La cultura y, en consecuencia, la identidad, se genera hoy por afinidades electivas. Somos menos de espacios o lugares que de temas e intereses compartidos. En el mundo en el que vivimos, dice Serrano: «eres lo que eres originalmente y lo que eres en el país de llegada. Y esto es bueno y es malo». Bueno porque amplia el horizonte personal. Malo porque puede generar conflictos de adaptación (y, con ello, destrozar la expectativa de un horizonte colectivo).
La clave es que las sociedades de acogida habrían de preocuparse por crear ambivalencia y reciprocidad cultural. Dicho de otra forma, que sean capaces de que los espacios fluidos que hoy habitamos tengan una traslación referencial en la cultura.
Sobre este punto, Serrano, aunque confiesa que no posee la solución a semejante reto, confía en el poder de la literatura; una literatura ampliada que incluye las creaciones audiovisuales. Una literatura que sirva para vehicular la esencia de una cultura a través de su propio relato, pero que nos sirva también «para destrabar en qué sentido los políticos nos están contando un cuento sobre la migración y la identidad», nos dice. En palabras de la politóloga María Esperanza Casullo: «una narrativa potente tiene un efecto político porque genera entusiasmo y un sentido de identidad». Por ello, reconstruir el relato es urgente. Tenemos que cambiar el sistema desde dentro, para devolverles a las instituciones su legitimidad social perdida.
Nómadas del S.XXI
Un caso paradigmático de migrante contemporáneo que no se mueve de un país a otro, sino entre los diferentes estados del oeste de Norteamérica, son aquellos americanos arruinados cuya única posesión es la movilidad. Se trata de un grupo de personas que hacen gala de esa afinidad electiva a la que se refiere Violeta Serrano en su libro. Lo cuenta la periodista Jessica Bruder en País Nómada, Supervivientes del siglo XXI (Capitan Swing, 2020). Escribe Bruder: «la divergencia entre el nivel de los salarios y el coste de la vivienda ha llegado a ser tan espectacular que, para un número creciente de estadounidenses, una vida de clase media ha pasado de ser una aspiración difícil de alcanzar a convertirse en un imposible».
Se trata de una subcultura en expansión formada por ciudadanos nómadas de ambos sexos que viven de manera permanente sobre ruedas. Lo que les une es más un lenguaje común, una afinidad, que una procedencia geográfica, que un territorio compartido, unos valores o un credo. Son supervivientes de un capitalismo fallido que encuentran la esperanza de un futuro posible en su vivienda sobre ruedas, en la carretera. En su deambular por el país se van encontrando y estableciendo complicidades, ayudas y redes de solidaridad, amistad y afecto y, a partir del azar de esos encuentros, comienzan a formar tribus. Un claro ejemplo, pues, de lo que dice Violeta Serrano en su libro, al escribir que «la cooperación es la base de nuestras verdaderas victorias».