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Fernanda Trías: «La escritura es un trabajo artesanal, no una producción industrial»

‘No soñarás flores’ es el nuevo libro de la escritora uruguaya

Fernanda Trías: «La escritura es un trabajo artesanal, no una producción industrial»

Fernanda Montoro | Editorial Tránsito

La subversión que parte de la mirada de la mujer sobre el mundo es un tema recurrente en la obra de Fernanda Trías (Montevideo, 1976), quien luego de publicar su novela debut, La azotea, vuelve a España de la mano de Tránsito editorial con su libro de cuentos No soñaras flores.

En esta compilación de relatos la autora se apega a la vida cotidiana y los lugares donde fracasamos y las cicatrices que generan. Los cuentos de No soñaras flores pueden narrar desde cómo un trío de amantes termina por “echar” a la tercera participante hasta cómo una pareja se pelea tocando el máximo de la violencia. Los relatos van pasando por atmósferas enrarecidas donde la autoreferencialidad va de la mano con temáticas como la soledad, el viaje y la violencia de género.

Los relatos de este libro juegan con ejercicios metaliterarios, eventos inenarrables, pero sobre todo, va visibilizando -aunque la autora afirme que lo hizo con pudor- el dolor con el que navegan la vida las mujeres protagonistas de estos cuentos.

Fernanda Trías nos atiende desde la soleada ciudad de Los Ángeles, en plena pandemia, entre correos que van y vienen para desenmarañar con ellos la literatura por la que apuesta la autora a través de las siguientes preguntas.

Este libro fue originalmente publicado en Latinoamérica en 2016. ¿Cambiaste algo para su publicación en España? ¿Qué diferencias encuentras a día de hoy al hablar de estos cuentos?

Para la edición española no cambié nada, pero anteriormente había cambiado el orden de los cuentos. Primero se editó en Colombia, luego en Chile, y ya para la siguiente edición, que fue en Bolivia y luego Uruguay, me atreví a cambiar el orden de los relatos, ya que me pareció que el orden original no funcionaba tan bien. Encontrar el orden adecuado para los relatos dentro de un libro es una tarea bastante difícil. Si bien hay lectores que no respetan el orden y leen los cuentos de manera saltada, que es parte del encanto, yo entiendo la secuencia en que se presentan los relatos como una propuesta del autor, una guía de lectura en la que el autor propone un recorrido por algún motivo, y ese recorrido se convierte en parte de la experiencia lectora. En este caso, el libro comienza de manera más liviana, con un poco más de humor y emociones más sutiles que permiten intuir una oscuridad y una amenaza que no se termina de configurar pero que ya inquieta, o siembra la sombra de una inquietud, y luego en la medida en que se avanza en los cuentos ese lado oscuro comienza a emerger y se manifiesta de maneras más densas, tal vez más potentes.

Hace unos días volví a leer el libro para revisar las pruebas de la edición que va a salir en Argentina, y fue una experiencia extraña. Me siento levemente alejada de estos temas ahora. Ya he pensado y escrito bastante sobre la identidad, el ser extranjero, y algunos tipos de violencia, sobre todo dentro de la pareja. En los últimos años he ido virando más hacia la ficción pura y dura, o más bien regresando a ella, porque lo que estoy escribiendo actualmente se emparenta más con La azotea. Es curioso todas las vueltas que se pueden dar para llegar nuevamente al punto de partida. También me he ido alejando un poco del realismo para merodear unas atmósferas más fantasmagóricas, aún realistas pero en ese borde impreciso, como en el último cuento, No soñarás flores, donde el límite se desdibuja con la aparición de las esculturas. Lo que sí siento es que, cuando escribí los borradores de estos cuentos, entre 2009 y 2011, se escribía mucho menos sobre la violencia contra las mujeres y sobre algunos otros temas que aparecen en el libro, y recuerdo haberlos transitado con cierto pudor, siendo consciente de que me movía en una línea muy fina. Quería abordarlos con sutileza, sin caer en el exhibicionismo, trabajando toda la gama de grises que son las emociones. Ahora siento que las escritoras trabajan mucho con estos temas, y se ha vuelto algo de lo que se habla con más facilidad. Pero hasta hace pocos años, no eran temas que se consideraran literarios, y ahí estaba el riesgo para mí como escritora. ¿Cómo hacer algo literario con estos temas que eran considerados temas de mujeres?

Fernanda Trías: “La escritura es un trabajo artesanal, no una producción industrial” 2

Desde los tríos en Anatomía de un cuento a las reflexiones de una mujer mientras su amante tiene pesadillas en Caza nocturna o las peleas de pareja en La medida del amor. ¿Podría decirse que No sonarás flores es un libro que narra cómo ha cambiado el concepto de amor en la contemporaneidad?

No sé si el cambio, pero tal vez la necesidad de ese cambio. En varios de los cuentos se pone de manifiesto la crisis en la que nos encontramos con el amor romántico, tal como tradicionalmente se ha entendido, con las violencias, con la posesividad, con la competencia dentro de los vínculos afectivos. Y ese esquema ya no funciona, pero es muy difícil establecer otro, al menos mientras siga existiendo el patriarcado. Al final, para mí escribir no es acerca de encontrar respuestas sino de hacerse preguntas o poner de manifiesto los conflictos humanos, aunque no surja de esa reflexión una respuesta evidente. Entonces siento que hay algo de eso. En varios de estos cuentos las protagonistas mujeres intentan hacerse cargo de su vida de una manera u otra, y casi siempre eso implica abrazar una soledad. Esa soledad a veces es la de la creadora, la escritora, la artista. Creo que para escribir o crear, siendo mujer, todavía hay que pagar un precio muy alto. En general, para vivir plenamente, en todo tu potencial, siendo una mujer en este momento, se necesita pagar un precio alto. Al menos en América Latina. Y a algunas de las protagonistas de estos cuentos les pasa algo que yo también he sentido: que es difícil existir cabalmente al lado de un hombre, y deben lanzarse al vacío de algún modo.

Creo que para escribir o crear, siendo mujer, todavía hay que pagar un precio muy alto.

¿Ves este libro de cuentos como una exploración más disgregada de las relaciones?

Me interesa mucho explorar a fondo los vínculos afectivos. De todo tipo: la amistad, los vínculos filiales o familiares, y las relaciones de pareja. Y los vínculos suelen ser conflictivos. En los cuentos de No soñarás flores yo tenía muy presente dos emociones: el fracaso y el miedo. El fracaso de las relaciones, el fracaso en la creación, como en Anatomía de un cuento o en La muñeca de papel, y el miedo a la pérdida, pues el duelo y la muerte también son temas importante. Pero al final la pérdida es inevitable, y lo que exploro en los cuentos muchas veces es ese límite, el límite exacto en que el quiebre se produce y habrá que seguir adelante. ¿Cómo se sigue?, es la pregunta. Y en algunos cuentos la respuesta puede intuirse más esperanzadora que en otros, porque tal vez lleguemos a la conclusión de que no se puede seguir, o de que no se quiere seguir, que es aún más interesante. ¿Tengo derecho a no querer seguir, a rendirme, a fracasar en la empresa vital?

Las mujeres siempre son las receptoras de la violencia en estos cuentos y en tu obra en general. ¿Por qué crees que es importante la visibilidad de la violencia hacia la mujer en las historias?

¿Sabes?, no creo que sea importante, ni tampoco que sea la función de nosotras las escritoras o los escritores en general visibilizar la violencia, ni ninguna otra denuncia específica. La literatura es otra cosa, no es denuncia, no la entiendo de esa manera, aunque muchas veces pueda leerse de ese modo. Hace poco, escuchando una charla entre Diamela Eltit y Rita Segato en la Universidad de Princeton, Diamela Eltit decía que el feminismo no le sirve a ella para escribir. Y esa afirmación hoy es bastante escabrosa y a su vez honesta. Al final, la literatura es una lucha con la palabra, con ese material. Pero es evidente que cada una escribe sobre lo que la atraviesa, sobre lo que la interpela, y ahí sí aparecen estas historias de violencias y demás, porque por fuera del libro yo soy un cuerpo de mujer que escribe, y no puedo separarme de mis experiencias. La manera en que he estado en el mundo es desde mi ser mujer, y he sufrido muchos tipos de violencia, entonces es natural que eso se cuele en mi escritura, porque escribo sobre lo que me duele, sobre lo que me incomoda. Yo viví una relación de pareja con un hombre violento, que incluso llegó a instancias judiciales, entonces conozco muy de cerca estos abusos y es natural que quiera escribir sobre ellos, pero no me lo planteo como un acto político.

La literatura es una lucha con la palabra

¿Tanta violencia no nos hace difícil de romper con el estigma de víctima?

Ahí está el desafío literario. Cómo trabajar esas sutilezas para no caer en la victimización burda, y tampoco en la contracara, por supuesto, en la que se culpabiliza a la mujer. La violencia dentro de las relaciones de pareja es algo muy complejo, que deja secuelas no solo físicas sino psicológicas muy fuertes, que requieren mucho tiempo para sanar, si es que alguna vez sanan del todo. Pero eso es justamente lo que a mí me interesa de la escritura, poder bucear en las profundidades psicológicas. Me gusta construir personajes complejos que se encuentran en ese límite en que todo está a punto de derrumbarse, pero por eso mismo, también todo está por construirse. La reconstrucción de los escombros, podríamos decir.

¿Crees que nos faltan historias de superación femenina o de empoderamiento femenino?

No lo pienso de ese modo, por lo que te mencionaba más arriba. Creo que las escritoras debemos sentirnos en la libertad absoluta de escribir sobre el mundo entero. Cuando al poeta chileno Carlos Cociña le preguntaron algo sobre lo que ocurría “en su época”, él respondió: “Esta es mi época”. Me gustó esa respuesta, porque somos contemporáneos mientras estemos vivos, y también me hizo pensar. Mis temas como escritora, son todos los temas. Mi tema es el mundo entero, incluidos los hombres, del mismo modo en que históricamente ellos nos han narrado a nosotras. Entonces, no creo que haga falta escribir sobre eso, lo que hace falta es apropiarnos del mundo.

Mis temas como escritora, son todos los temas

No soñaras flores cuenta muchas historias sobre el fracaso. ¿Debe reivindicarse el derecho de fracasar ante una sociedad que solo refleja éxitos?

Me parece interesante lo que dices, porque, sí, esta sociedad te exige muchas cosas. Ser exitosa en todo, buena madre, buena esposa, buena trabajadora, etcétera, y estar en producción constante. Esa presión yo la he sentido como escritora. Me han preguntado por qué tardo tanto en terminar un libro. En el mundo literario pareciera que se le da más importancia a la cantidad que a la calidad. Se asume que un autor que tiene muchos libros es mejor que otro que tiene pocos, sin siquiera haberlos leído. Pero la escritura es un trabajo artesanal, no una producción industrial. Y pienso también en John Lennon. Te acordarás de la canción Watching the Wheels, cuando él dejó la música y se dedicó a cuidar a su hijo. Eso resultaba inaceptable para un hombre, un escándalo, y en esa canción relata algunas de las cosas que le decían. Es bastante llamativo que, si un hombre deja el arte para criar a su hijo, está perdiendo el tiempo o es perezoso, pero si una mujer lo hace, es una buena madre, ¿no? Entonces, sí, en cuanto al fracaso y el éxito, creo que existe una pulsión de liberación bastante fuerte que consiste en arrojarse directamente al fracaso, o a lo que los otros consideran como un fracaso. He fantaseado mucho con eso, y creo que se refleja en varios de los cuentos. A veces me pregunto si no hay una gran valentía en soltar toda esta ilusión de productividad.

En Anatomía de un cuento se confronta el ejercicio de la escritura. La autora sabe que no va a terminar el cuento y, al final, ella termina viviendo ese cuento que está escribiendo. ¿Las ficciones atraviesan a los autores?

En este cuento quería plantear un juego en el que aparentemente se “revela” el mecanismo de la escritura, cómo las vivencias se procesan, se modifican, y se terminan convirtiendo en relato, una especie de Frankenstein de la propia vida. Todo es y no es autobiográfico. Y a su vez quería mostrar la lucha con la escritura, en un ejercicio metaliterario de reflexión sobre la construcción de los cuentos. De este modo, el lector puede acceder al “detrás de cámaras”.

¿Cómo ha atravesado este 2020 tu escritura?

Quién sabe qué saldrá de todas estas experiencias. Yo ya he escrito mucho sobre el encierro, tanto en La azotea como en mi nueva novela Mugre rosa, pero no sé de qué otra manera se terminará plasmando el horror que estamos viviendo con la pandemia, las desigualdades terribles que la pandemia ha desnudado. Yo soy bastante lenta para digerir las experiencias y lograr transmutarlas en la escritura. Creo que hay que confiar en el proceso, no forzarlo, y darle su tiempo. Así como existe el movimiento slow-food, podríamos fundar el de slow-writing.

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No soñaras flores llega tarde pero seguro al mercado español abriéndole camino a su próxima novela Mugre Rosa que será publicada en España de la mano de Literatura Random House en 2021.

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