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Leila Guerriero: «Se debe escribir con el cuerpo propio, no con el cuerpo de otro»

La cronista argentina publica una edición ampliada de su libro ‘Frutos extraños’

Leila Guerriero: «Se debe escribir con el cuerpo propio, no con el cuerpo de otro»

Richard Hirano | AP Images

Desde la publicación en 2009 de Frutos extraños de Leila Guerriero hasta hoy, han pasado muchas cosas en el mundo editorial con respecto a la crónica. No es de extrañar entonces que converse ahora con la gran cronista latinoamericana por la reedición de este libro por parte de su casa editorial, Alfaguara.

Conectadas bajo un Zoom en pleno año pandémico, Guerriero me comenta cómo ha vivido este año en el que la pandemia nos ha mermado las salidas a conseguir historias. «Hay mucha menos producción de temas largos, así que escribo conferencias y sigo teniendo mis artículos en El País pero he ido dejando perfiles apartados porque no sé si sea el momento indicado, porque lo que se ve afectado con el Covid[contexto id=»460724″] es la experiencia de trabajo en el territorio. Ahora es un momento de pausa y si no cambia la situación, cambiaremos, pero no vamos a dejar de ser periodistas por eso», dice segura.

La publicación de esta reedición la hace ver al pasado y confirma que la no ficción no existía para las editoriales hace 10 años. «En aquel momento, ninguna editorial tenía una colección de crónica propia, excepto Anagrama», dice. La crónica y la no ficción se adueñaron del mundo editorial en el transcurso de la siguiente década, comenzando por la editora Pilar Reyes, quien comenzó a publicar individualmente libros como el de Guy Talese o el de Alberto Salcedo Ramos. «Ella siempre tuvo la convicción por la no ficción y de ahí salió Frutos extraños, pero en aquel momento no existía Libros del KO, no había una colección de crónica en Tusquets, era un mundo un poco a la intemperie para la crónica», afirma Guerriero.

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Edición ampliada de Frutos extraños (2020) | Imagen vía editorial Alfaguara

El periodismo literario creció y en 2020 podemos leer El ladrón de orquídeas de Susan Orlean, que antes pasaban un «tanto desapercibidos» pero a diferencia de hace diez años hoy hay colecciones de no ficción y crónica en sellos como Debate, Tusquets, Libros del KO, Anagrama con la colección Cuadernos, con temáticas más urgentes o más cortas, hasta editoriales pequeñas que están rescatando a cronistas antiguos.

Para Guerriero la crónica es una expresión de la actualidad. Que su libro Frutos extraños, que originalmente era un compilado de crónicas realizadas entre 2001 y 2009 pase a ser reeditado y ampliado en 2020, indica que su propósito como escritora sigue vigente. «Traer del pasado un libro es darle una nueva vida, persiste, pervive y se actualiza». Esta nueva edición de Frutos extraños es para la autora una especie de manifiesto: «acá estamos, acá seguimos».

Internet y la crónica

La crónica es un fenómeno de nicho. Internet ha explorado ir hacia lo mínimo, hacia lo corto, el hashtag, el tweet, la noticias como listas, sin embargo, la crónica se resiste. Para Guerriero, los libros de crónica que se publican «no son libros que venden fortunas o bestsellers, salvo algunas honorabilísimas excepciones»; aun así cree que hay algunos espacios digitales que siguen apostando por ella.

Hace unos meses, El País Semanal, en su versión de papel, le publicaba una crónica de catorce páginas sobre las Malvinas pero en la web salió una versión mucho más larga. «Mi experiencia en los últimos años es que he entregado para el papel una versión más acotada y luego los editores están dispuestos a publicar el texto expandido en la versión web». Es extraño, comentamos ambas, ya que los índices de permanencia en web por página vista son bastante bajos en la actualidad. Para los que trabajamos en digital es una lucha por la tensión narrativa para que el lector se quede. «Las estadísticas con la nota de las Malvinas habían sido increíblemente altas. Unos siete minutos comparado con el promedio que es uno. No quiero decir esto para vanagloriarme pero me sorprende lo poco que se queda la gente en un texto», afirma Guerriero.

Es normal que ella, que escribe lo que escribe, nunca se fije en cuánto mide un texto cuando entra a una web, pero está consciente de que la «gente es muy saltarina» en internet. De todas formas, a este punto triste de la falta de atención en la actualidad, ella le da la vuelta y propone un punto de vista más irónico con respecto a los artículos o a las crónicas largas. «Hay una añoranza por un pasado dorado que sabes que creo que nunca estuvo. Nunca estuvo ese pasado dorado con el que se sueña. Siempre costó publicar un texto largo, incluso cuando no había internet; la lucha por el espacio siempre estaba ahí», afirma.

No solo por el espacio; el tiempo también era una lucha. Quizás como lo es ahora con la inmediatez generada por lo digital. «La lucha por el tiempo y que te dejarán hacer un reportaje más largo estaba ahí y tenías que convencer a tu editor», al que había que venderle artículos alternativos mientras ibas investigando para ese texto largo.

«Siempre fueron malos tiempos para el periodismo narrativo»

«Siempre fueron malos tiempos para el periodismo narrativo», dice y al hacerlo, duda: «No sé si ahora son tan peores». La crónica ha crecido a pesar de los listados y la competitividad por el posicionamiento web. Ahora hay premios a la crónica, con jurados internacionales, «también está el premio Gabo; se abre ahora en Libros del Asteroide un premio al proyecto de No Ficción; está el premio Anagrama de crónica y es muy probable que en el futuro haya un premio al libro de periodismo desde la Fundación –Gabo-. Entonces no creo que podamos decir que estamos tanto peor a como estábamos en el pasado».

En cuanto a la dispersión y la falta de atención que convive con nosotros en la actualidad, la cronista cree que nos pasa a todos y más ahora en la situación de pandemia. De botón en botón, podríamos pasar de un Zoom con Leila Guerriero a la web del New Yorker y de ahí a Netflix o al e-book que estamos leyendo, así como Alicia en el País de las Maravillas, vamos abriendo puertas. «Esa dispersión enorme, ese trabajo que tiene que hacer uno para concentrarse, no solo sucede con la lectura, sucede con todo. Hace falta un híper esfuerzo para escribir, para leer; quizás esta instancia, la entrevista, es diferente. Uno está completamente ahí, estás concentrado preguntando y escuchando, pero cuando estás solo, esa dispersión se altera». La escritora no sabe cómo mutará esto, no tiene herramientas para poder explicar y dar una respuesta certera, solo puede hablar de su experiencia: hay momentos en que su «lectura musculosa» ante la ansiedad y la distracción está a la distancia de un botón.

La crónica en las nuevas narrativas

«El rato que le dedicaba a la lectura, me dedico a ver Succession, que es una gran serie y que es otra forma narrativa. Para mí no hay mucha diferencia entre ver una gran serie y leer un libro, o ver un documental o leer una crónica. Pero una cosa es eso y otra la dispersión permanente a la que nos exponemos los que somos muy lectores. Cómo no va a afectar a una persona que no está muy habituada a la lectura y quiere suspender el mundo».

Sin embargo, no cree que las otras formas narrativas como el podcast o el documental sirvan para perder el tiempo y dispersarse más bien son espacios donde narrar y donde hay que tener un talento narrativo. «Muchas veces lo hace bien gente que solo había escrito y yo noto un enorme interés por esos nuevos formatos, sobre todo el podcast que está en un punto tan precámbrico, y este ha generado algo impactante en términos de demanda».

Aunque las plataformas como Netflix usan el Bingewatching como estrategia para enganchar nuestra atención, al final, un buen narrador, enganchará en cualquier plataforma y no importa si un prescriptor se engancha ahí fuera del papel, porque la no ficción puede estar en cualquier formato.

Imitar al maestro: ¿Cuándo el escritor no se convierte en copia?

El primer texto de Frutos extraños se titula «Mi diablo», un texto para la conferencia inaugural del Ciclo de las Letras del Centro Cultural San Martín en Buenos Aires. En él, Guerriero afirma que escribe como si boxeara. Ahí explica sus influencias, de qué profesores aprendió, cuáles le exigieron más, qué autores imitó para lograr ser quien es hoy. Una perfecta conferencia inaugural para emocionar estudiantes de periodismo.

«Uno empieza a escribir y estaba muy influida por Cortázar, Bradbury, García Márquez entonces escribía a la manera de y era una copia horrible, como de un outlet y uno se da cuenta de lo que está haciendo», dice la autora. «Estarías en un viaje de morfina para no darte cuenta de que estás escribiendo como tal», que se está imitando.

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Primera edición de Frutos extraños (2009) | Imagen vía editorial Alfaguara

De todas formas cree que existen posibilidades, extrañezas y choques de intercambio con otros universos narrativos. Ella fue impactada por diferentes influencias y es consciente de esas influencias. Entre el año 2001 y 2002 asegura que fue impactada «de frente por un objeto identificado que se llama Lorrie Moore y desde ahí mi prosa dio un vuelto de astringencia y se convirtió en una prosa muy seca pero barroca». Comenta que sus frases más cortas y más despejadas también la hicieron darse cuenta de que «estaba siendo demasiado barroca» y que si «todo te influye, estabas necesitando impactar con eso». Sin embargo, para Guerriero todo pasa por un matiz, nunca es una copia.

Otro de sus encuentros feroces con objetos identificados fue con David Foster Wallace. «Uno deja que eso entre a tu prosa y se tamiza con su propia prosa y con otras influencias», afirma. Todo es un caldo de influencias y una posiblemente no tenga que ver con la otra, pero el caso de Guerriero es interesante porque los autores citados no tienen nada que ver el uno con el otro, pero en la prosa de la cronista argentina ese caldo funciona.

«Se debe escribir con el cuerpo propio, no con el cuerpo de otro»

«Primero hay que estar muy consciente de que eso pasa y de que esas influencias y esos choques se quedan. También hay un trabajo de pudor en preguntarse hasta dónde me estoy quedando pegado con esto y a partir de dónde lo estoy usando para buscar una voz propia o si me estoy apropiando del método Foster Wallace o del método Lorrie Moore». No hay una fórmula para no perder la voz propia. «Se debe escribir con el cuerpo propio, no con el cuerpo de otro», sentencia.

La crónica y el exotismo

Entre las múltiples partes del libro, entre perfiles de artistas argentinos como Fito Páez o Palito Ortega, Leila comenta que no se debe escribir para sino sobre el artista, pero acota que también lo ideal es que no todos los temas o artistas que te gusten pueden ser entrevistables. «A mí no me gusta el bolero pero si me dicen que le haga una entrevista a Luis Miguel, se la hago».

De esa variedad de selección también está la visibilidad de temas que deben ser abordados por la crónica. No es igual entrevistar a un personaje famoso que hacer un tema sobre la pobreza en África. ¿La crónica ha caído en ese recurso donde se usa la desigualdad como exotismo?, pregunto. Para la cronista es necesario seguir indagando en desigualdades y temas invisibles, sin embargo, «lo que sí me parece alarmante es que solo haya mirada para eso porque hay otra cantidad de historias, que no tienen que ver con historias con final feliz, tiene que ver con abrir la mirada a algo más amplio».

«Latinoamérica es vista como un universo folclórico, donde todos andamos por la calle con polleras de colores y bailando samba, y claro, eso es así en algunos lugares, pero eso no pasa todo el tiempo»

Guerriero cree que hay muchas instancias que no han sido explotadas por el universo narrativo, como la ciencia, la salud mental, la educación e incluso la cultura. «Cuando uno revisa las crónicas que llegan al final de camino en los premios, lo que llega prácticamente es conflicto, violencia, muertos y es una representación de lo que quedó por el camino. Hay una mirada muy puesta en el margen, en la violencia y tiene un punto de exotismo. En todo conflicto hay mucha materia narrativa y en los otros temas hay que buscar un poco más para encontrar el interés».

Las respuestas de Guerriero confirman lo que sucede hoy en día cuando alguien se gana el Nobel y es un desconocido: «todos corremos a Google a buscar información sobre ese personaje porque no tenemos ni idea. De alguna forma lo más alarmante es que colaboramos en la construcción de un cliché al no buscar temas o desmitificar otros. Por ejemplo, Latinoamérica es vista como un universo folclórico, donde todos andamos por la calle con polleras de colores y bailando samba, y claro, eso es así en algunos lugares, pero eso no pasa todo el tiempo».

El feminismo y Leila Guerriero

En Frutos extraños, la autora escribe una historia en primera persona donde relata que en su ciudad natal, Junín, solo había dos opciones: ser santa o ser puta. «Junín era una ciudad pequeña y no tenía las opciones de Buenos Aires, allí había más», contextualiza porque no desea generalizar a todo el territorio y confirma que hoy las cosas han cambiado; «no tantas como quisiéramos» porque hay muchas más intenciones que cambios, «pero hay».

No es de extrañar que Guerriero haya escrito sobre el sexismo publicitario con respecto a los productos de limpieza del hogar o los pañales que usan los bebés, sin embargo, ahora está alucinada: «no quedan tipos en las publicidades de jabón, son todos varones con barba y me parece genial». La autora se ríe a carcajadas y continúa: «es un reflejo marketiniano, se dieron cuenta de que tenían que hacer algo para beneficio de ellos, pero algo ha cambiado».

Es optimista y cree que las nuevas generaciones están mucho más cómodas que las generaciones anteriores. «Ahora se puede elegir, hay un mundo menos prejuiciado en algunas cosas; me parece que es un mundo muy difícil para la gente trans y sigue habiendo prejuicios ahí y no creo que en las ciudades chicas se hayan depuesto tan rápidamente de todos los prejuicios que había en ellas». De todas formas, matiza: «creo que una mujer que se vea –digo esto entre muchas comillas– excesivamente libre puede ser catalogada, si le pasa algo se piensa que se lo merece. Sigue habiendo esa mirada prejuiciosa sobre el ‘buen comportamiento femenino’», pero confirma que los cambios son procesos largos y la figura del hombre proveedor está instalada en muchas capas de la sociedad. «No en las capas de la clase media, pero sí en las capas más altas o las más populares».

De igual forma cree que hay un exceso de corrección política con todo lo que se puede o se debe decir, «y me parece que eso tiene un efecto peligroso que es lo contrario a lo que buscamos, porque es como barrer cosas debajo de la alfombra, como si no decir las cosas fuera hacer que las cosas no ocurrieran cuando siguen ocurriendo cosas terribles y complejas».

Para la cronista lo importante del movimiento actual va más allá de lo que podemos ver en el debate público; lo importante está en educar en fortaleza, en la ausencia de prejuicios, en la independencia y en la exigencia fuerte de la igualdad y para todo esto «no podemos estar fragilizadas, aunque sabemos que hay mujeres que no están en esa condición de fortaleza», así que lo importante es tratar de ir a ese mundo en el que todas podamos «enseñar a defendernos nosotras y no estar temerosamente resguardadas y creando escudos para que no nos ataquen; ser nosotras las que generemos la defensa».

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