Antonio Basanta, el madrileño que tiene más de 4.000 belenes
Antonio Basanta, un madrileño de 67 años, colecciona belenes desde 1976 y tiene 4.000 conjuntos y más de 25.000 figuras
Cuando llega la Navidad se mezclan muchos sentimientos. Mientras que para algunos significa la alegría y felicidad de reencontrarse, para otros, especialmente en este 2020, es la tristeza de ver que falta gente en la mesa. La Navidad es hogar, familia y tradición y es precisamente ese sentimiento el que llevó a Antonio Basanta a empezar su colección. «Realmente lo que me llevó a coleccionar belenes fue el recuerdo de una tradición familiar, en mi casa se realizaba todos los años el montaje de un belén simple y doméstico», cuenta a The Objective.
Este madrileño de 67 años es doctor en Literatura Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y hace más de 50 años que empezó a coleccionar belenes. «Empecé la colección en el año 1976 con ayuda de mi esposa y actualmente tenemos 4.000 conjuntos y más de 25.000 figuras que representan prácticamente a la totalidad de países del mundo», explica.
«Por mi profesión tuve que viajar mucho alrededor del mundo y me di cuenta que el belén ante lo que yo inicialmente creía que era puramente propio de España, Italia o Francia estaba implantado en todo el mundo y tenía una diversidad extraordinaria», cuenta el doctor en Literatura Hispánica.
Cada uno de los nacimientos cuenta una historia diferente, tienen un significado único y un valor indescriptible. Y todos los que forman parte de la colección han sido elegidos de manera muy minuciosa. «Antes de comprar cualquier belén tiene que cumplir dos requisitos fundamentales, que procedan de escultores y artesanos en vida, de modo que demuestren que el belén no es un fenómeno en regresión o en extinción, y que cumplan ciertos cánones de diversidad y calidad artística», afirma el madrileño.
Esta tradición viene desde hace muchos años. Mientras que algunos en la infancia coleccionaban revistas, pegatinas o canicas, Antonio empezó a adquirir las figuras que formarían su colección en un futuro. «El primer belén lo compré cuando tenía 10 años y lo sigo conservando, es muy simple, proviene de un taller murciano y tiene una tipología que en el argot belenista se llama ‘belén del huevo frito’ porque la aureola que rodea al niño Jesús parece un huevo frito. Lo compré en la Plaza Mayor de Madrid hace 57 años y le tengo un especial cariño», cuenta Basanta.
Y lo que empezó siendo una pasión compartida con su mujer fue aumentando el reclamo de la gente de su alrededor, poco a poco amigos, compañeros de trabajo o conocidos le pedían ver su colección. «Hubo un momento en el que nos dimos cuenta de que no tenía demasiado sentido que fuera simplemente un disfrute personal, familiar o como mucho para compartir con los amigos, y fue cuando decidimos desde la colección generar diferentes exposiciones que recorrieran España», dice el coleccionista.
Ahora, lo que era el sueño de un niño en la Plaza Mayor de Madrid se ha convertido en un sueño compartido con cientos de miles de personas. «Por una parte, seguimos deseando compartir y exhibir con cuantas personas quieren la colección y, por otra, la colección sigue viva, por lo que siguen entrando anualmente piezas que selectivamente introducimos para completar el discurso de la colección», afirma Basanta.
La voz de Antonio mientras habla de su colección es de alegría pero también de orgullo, y es que adquirir 4.000 belenes y más de 25.000 figuras no es nada fácil. «Por motivos laborales he viajado mucho alrededor del mundo y en mis viajes entraba en contacto con determinados artesanos y hacía la adquisición o el encargo de las diferentes piezas, pero ha sido muy complicado», cuenta el doctor en Literatura Hispánica.
Pero con la llegada de internet todo cambió. «A partir del año 1996 y 1997 empecé a utilizar internet, la capacidad que uno tiene de a través de esta tecnología de llegar a muchísimos rincones que antes no eran accesibles es lo que ha permitido que la colección siga creciendo».
El año 2020 ha sido muy difícil y ha afectado a todos los sectores, hemos visto como han cerrado restaurantes, grandes y pequeñas empresas, miles de personas en cola para pedir ayuda. Y es que esta pandemia ha afectado a todos, y los pequeños artesanos se han visto muy perjudicados. «Hace relativamente poco, un escultor peruano del que tenemos varias piezas me solicitaba con toda cortesía y con toda confianza si le podía hacer un envío a cuenta de algo que existía en su momento para poder comprar el barro porque no tenía dinero. Detrás muchas veces de este tráfico de adquisición hay también un ejercicio de solidaridad, de ayuda a comunidades artesanas y de apoyo a que no se pierdan determinadas formas artesanas y determinadas tradiciones», afirma con una voz temblorosa Antonio.
Predecir el futuro en estos momentos es difícil. Por ahora, los planes a corto plazo de Antonio y su mujer son poder seguir mostrando su obra por todos los rincones del mundo y, por supuesto, seguir ampliando la colección.