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Ainhoa Rodríguez arrebata al Festival de Róterdam con sus estampas femeninas de la Extremadura rural

La directora abre la Sección Oficial a concurso con su ópera prima ‘Destello bravío’

Ainhoa Rodríguez arrebata al Festival de Róterdam con sus estampas femeninas de la Extremadura rural

Escena de 'Destello bravío'

La directora extremeña Ainhoa Rodríguez compara el trabajo con no actores a la confección de un traje a medida. Mientras que un profesional se adapta al diseño del vestuario que el realizador le propone, a las vecinas de Puebla de la Reina que protagonizan su ópera prima, Destello bravío, les fue ajustando sus papeles como si de un guante se tratara.

«Ha sido un trabajo muy meticuloso, de nueve meses, en los que les iba quitando de un lado, metiendo de otro, hasta lograr que se encontraran a gusto en el rodaje y que sintieran propio ese vestido para defenderlo como parte de ellas mismas, tanto en la forma como en el pensamiento», se explaya la cineasta debutante en su metáfora.

Su película ha inaugurado la Sección Oficial a concurso del 50 Festival de Róterdam (IFFR), donde del 1 al 7 de febrero, compiten 16 propuestas de todo el mundo.

La representante española es una rara avis tan sugerente como enigmática, tan telúrica como mágica. Entre el drama y la comedia negra, entre la ficción y el documental, Destello bravío profundiza en las querencias reprimidas de las mujeres de un pequeño pueblo de la España abandonada.

Es una propuesta que se ha ido cociendo a fuego lento. La chispa prendió en los laboratorios de cine y miradas no normativas que Rodríguez imparte entre mujeres de áreas rurales y en los que hace hincapié en la importancia del séptimo arte para crear nuevas feminidades.

La directora se trasladó a vivir de su Madrid natal a la comarca de Los Barros para gestar su proyecto. Una vez instalada allí fue labrándose la confianza de sus habitantes a través de uno de sus talleres. A ese grupo inicial las llama cariñosamente, «mis bravías». Sus alumnas la han acompañado en todo este largo proceso artístico, tanto en la búsqueda de localizaciones como en los procelosos casting.

«He vivido sus cotidianeidades y contradicciones, sus momentos de surrealismo maravilloso y de aburrimiento absoluto», detalla la cineasta.

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Ainhoa Rodríguez. | Foto: Miguel Guardiola.

El lustroso origen de su nombre

«Siempre me ha interesado la necesidad de fabulación de los pueblos para trascender y para encontrarse un sentido», apunta la directora.

De ahí que la película abordes esas encrucijadas tan humanas en las zonas rurales, entre lo esotérico agnóstico y lo católico dogmático.

Antes de instalarse en la comarca extremeña, a Ainhoa le rondaba una idea existencial que quería abordar en su puesta de largo cinematográfica, era la convicción por parte de los habitantes de un pueblo de que un destello poderoso iba a surcar los cielos haciéndoles desaparecer y borrando para siempre su memoria.

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Joaquina, una de las protagonistas de ‘Destello bravío’.

Ese planteamiento ha dado nombre a la película, que se apellida bravío, porque le pareció una palabra «folklórica», que integraba la dualidad de la película, «por un lado, la reinvención de la realidad, y por otro el naturalismo y la idiosincrasia extremeñas».

Así, sus protagonistas igual portan en andas a la virgen en procesión que comparten emocionadas sus evocaciones de mundos fantásticos. La devota Angelita detalla su visión de un dragón sobre cuyo lomo se alejan volando del pueblo; la hastiada Cita, un mundo llamado Alilu, donde dos lunas mean caramelos de colores.

«Son paraísos que tiene que ver con la liberación de la mujer, porque es la que sostiene las mayores consecuencias negativas de las herencias patriarcales», ahonda Rodríguez.

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Carmen, otra de los personajes protagonistas de ‘Destello bravío’.

Sexo indómito

Sus protagonistas temen, sufren, rezan, lloran, cuchichean, fantasean y también gozan. En una escena coral de comadreo, emerge, felizmente, la invisibilizada sensualidad femenina en la vejez.

«Sobre nosotras siempre se ha impuesto la mirada canónica del hombre heterosexual, de modo que a partir de cierta edad, las mujeres no tienen sexualidad, ni sienten ni padecen. Desaparecemos en los medios. Nos volvemos un tabú», denuncia Rodríguez, que ha reivindicado el deseo femenino como una fuerza «indómita y liberadora».

La naturalidad de sus actrices frente a la cámara sólo fue posible gracias a la intimidad que la directora logró durante su estancia en el pueblo pacense a base de tiempo y de cariño. «Sentía que lo íbamos a conseguir, pero que había complejidades en el proceso», reconoce.

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Imagen de ‘Destello bravío’.

Las tramas dispares se intercalan con una sucesión de puestas de sol y planos nocturnos que le dan al conjunto un aura fantasmagórica y de nuevo, de contraste. «La película retrata un pueblo menguante y cómo se está deshaciendo la cultura tradicional que entraña. Es una población que está enferma, así que usamos el tono verdoso del alumbrado público. Para el atardecer, en cambio, optamos por el magenta, porque es mágico y sensorial. Los ocasos extremeños son a veces de ese color, porque los cielos de meseta de interior resultan a menudo extraordinarios».

Tanto el responsable de fotografía, Willy Jáuregui, como la directora de arte, Laura García Serrano, ayudaron a Ainhoa Rodríguez a plasmar en imágenes todo el sustrato del lugar con un trabajo minucioso de preproducción. El trío transitó las localizaciones de la película una y otra vez, «así que pensamos mil veces dónde colocar la cámara y cómo componer la puesta en escena», explica la cineasta.

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Filmación de ‘Destello bravío’ | Foto cedida.

Jotas de ayer y de hoy

La música que acompaña las postales de vida de este grupo de mujeres (y también de hombres, aunque su participación es accesoria) conecta con la infancia de la realizadora. Ainhoa Rodríguez bailaba de niña, «y con mucho salero», en el Grupo de Coros y Danzas de Almendralejo. De ahí que la banda sonora de Destello bravío combine la psicodelia y la electrónica con jotas reinventadas.

«Me apetecía rescatar esos lugares comunes, grabado en mí a fuego, porque me parece muy interesante recuperar lo extremeño, que lo local se haga universal», argumenta.

El trabajo de los compositores Paloma Peñarrubio y Alejandro Levar, que no esquivan el machismo y el ideal romántico de las letras originales, sirve de contraste irónico e incluso dota a las secuencias de humor negro.

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