Frances Ryan: «Las personas discapacitadas no somos intrínsecamente vulnerables»
Para Frances Ryan defender los derechos de las personas con discapacidad es una cuestión de justicia. ¿Qué sucede cuando vives en un país como el Reino Unido que lleva más de una década recortando en políticas sociales? Ryan ha convertido su respuesta en un libro
Frances Ryan es una periodista y activista inglesa. Entre sus quehaceres laborales se encuentra escribir una columna semanal en The Guardian. Ryan tiene también una discapacidad.
Capitán Swing acaba de publicar en español su libro Tullidos. Austeridad y Demonización. Después de seis años de entrevistas con las personas con discapacidad que protagonizan este libro, Ryan lo escribió en 2018. La autora recoge las historias personales que hay detrás de los recortes que lleva más de una década practicando el Gobierno británico y que afectan a muchas personas con discapacidad. El libro es también una recopilación de cifras, estudios, informes que muestran realidades como esta: «En 2017 Naciones Unidas hizo público un dictamen que aseguraba que las condiciones para las personas discapacitadas en Gran Bretaña eran equiparables a una catástrofe humana. El Estado británico está faltando a sus deberes para con los ciudadanos discapacitados en todo lo relativo a cuestiones de vivienda y empleo, así como en educación y seguridad social».
Ryan tiene un compromiso abiertamente político y confía en que esta situación se puede revertir también de manera política. «Este libro es un grito de guerra contra la reducción del estado de bienestar y las adversidades que la agenda de la austeridad está haciendo sufrir a las personas discapacitadas».
¿Por qué has elegido la palabra tullidos para el título?
El título es un juego de palabras que se entiende con el subtítulo: Tullidos. Austeridad y demonización. En inglés lisiado significa ‘dañar gravemente algo’ y también es una descripción anticuada y prejuiciosa de las personas discapacitadas. El libro es un llamada a desafiar la creencia de que las personas discapacitadas estamos intrínsecamente lisiadas por nuestros cuerpos y a entender que es la desigualdad estructural, acrecentada por la austeridad, la que lisia la vida de las personas discapacitadas.
Efectivamente las dos palabras que has elegido para el subtítulo son clave para entender tu denuncia.
Austeridad es una palabra que se ha vuelto prolífica en los medios de comunicación del Reino Unido durante la última década. Se usa para describir la apuesta ideológica del Partido Conservador por recortar los fondos públicos y reducir el Estado. La demonización surgió de esto: para justificar los recortes, los ministros y la prensa de derechas arrojaron dudas sobre si las personas con discapacidad realmente necesitaban el apoyo que estaban recibiendo.
¿Por qué no debemos veros como personas vulnerables?
La palabra vulnerable se usa mucho para describir a las personas discapacitadas, incluso en publicaciones de izquierda. Esto refuerza el prejuicio cultural de que las personas con discapacidad somos infantiles y débiles, nos deshumanizan quitando la responsabilidad a la sociedad al hacer de cualquier vulnerabilidad un problema individual, una especie de trágico resultado inevitable de nuestras discapacidades. Lo que sostengo en el libro es que debemos cambiar esta narrativa: las personas discapacitadas no somos intrínsecamente vulnerables, sino que somos así cuando los gobiernos deciden retirar el apoyo del que dependemos para vivir una vida digna, autónoma y segura.
En el libro haces referencia al mito de la igualdad. ¿Qué es para ti este mito?
¡Menuda pregunta! Quizás el mito central del libro es cómo a las minorías, como las personas discapacitadas, se nos dice a menudo que tenemos igualdad. Esto se nos dice de manera casi agresiva, que deberíamos estar agradecidos por lo que se nos da, cuando sabemos por nuestras propias experiencias que no es verdad. Este mito se utiliza a menudo como una especie de cortina de humo para evitar avances o excusar la reducción de derechos. Lo vimos con el primer ministro David Cameron quien orgullosamente dijo al mundo durante los Juegos Paralímpicos de 2012 que Gran Bretaña era un líder mundial en derechos de las personas con discapacidad, aunque se preparaba para recortar miles de millones de libras de los servicios para personas con discapacidad.
A ti se te considera una de las personas con discapacidad más influyentes del Reino Unido, ¿sientes que gracias a este reconocimiento tu trabajo produce cambios en la sociedad?
Me enorgullece que mi periodismo haya producido cambios tangibles en algunas de las personas discapacitadas que aparecen en el libro: desde la mejora de los paquetes de atención social hasta el restablecimiento de los beneficios. Y espero que de alguna manera haya contribuido a mejorar la comprensión del público de la discapacidad y la igualdad. Necesitamos que más personas de la clase trabajadora y discapacitadas tengan una plataforma en los medios de comunicación del Reino Unido y que las voces de las personas marginadas se escuchen. No tendrías que tener una columna en un periódico para ser escuchado.
En relación a lo que acabas de decir, en el libro defiendes que lo mínimo que merecen las personas que están sufriendo es que se conozca el sufrimiento porque es la única forma de que quienes ostentan el poder se vean obligados a hacer algo para cambiar la situación. ¿Crees que basta con conocer las historias o que es necesario hacer algo más para cambiar las cosas?
Creo que el conocimiento es el primer impulso para el cambio: saber realmente lo que está sucediendo. Pero creo que una cosa que a menudo pasamos por alto en la izquierda es que simplemente decirle a la gente lo mal que están las cosas no es suficiente para inspirar el cambio. Las investigaciones muestran que describir excesivamente los problemas de la sociedad provoca lo contrario y desalienta a las personas a buscar cambios a medida que se fatigan y se desesperan. Para que ocurra el cambio la gente necesita creer que el cambio es posible, que existe una alternativa, que una vida mejor puede ser una realidad y que la política es un vehículo en el que pueden confiar para lograrlo.
En 2018, cuando escribiste el libro, pensabas que la sociedad podía seguir por el camino de la desigualdad y el individualismo o girar hacia la igualdad y la solidaridad, lo que ayudaría a las personas con discapacidad a tener una vida digna. ¿Qué piensas hoy, en 2021?
No creo que ninguno de nosotros hubiera podido predecir lo que le ha sucedido al mundo durante el último año. La pandemia ha planteado nuevos desafíos pero también ha reforzado en gran medida lo que ya sabíamos: que la desigualdad es profundamente dañina para la sociedad y las personas con discapacidad y de bajos ingresos son las primeras en sufrir la peor parte de una crisis. Es cierto que nos enfrentamos a enormes desafíos como sociedad, ya sea un desempleo masivo o una pobreza creciente, pero estas son razones para hacer un cambio radical y no para huir de él. Un regreso a la normalidad de antes es un ideal falso.
En este contexto actual, ¿cómo ves de factible el fortalecimiento del estado de bienestar?
La pandemia nos ha enseñado que el desempleo o la mala salud pueden afectarnos a cualquiera de nosotros en cualquier momento y que una red de seguridad es vital para una sociedad en tiempos de necesidad. También ha roto la idea de que la seguridad social es para otras personas y ha llevado a muchos a experimentar los problemas del sistema: ya hemos visto a cientos de miles de personas en el Reino Unido solicitar la seguridad social, muchos profesionales de clase media que nunca antes habían entrado en el sistema, debido a la pérdida de empleos por la covid. Es importante que la izquierda no deje que estas lecciones se desvanezcan y que las incorpore a una narrativa para un estado de bienestar poscovid más fuerte para todos.
«Crecí en un Reino Unido que decía que la vida estaba llena de promesas para las personas discapacitadas como yo», escribes en tu libro. ¿Cómo ha cambiado la sociedad desde que eras niña?
Crecí en la década de los noventa y durante mi infancia entró en vigor la Ley de Discriminación por Discapacidad, nuestra primera legislación de derechos civiles de discapacidad, además se hizo una inversión a gran escala en el Estado debido a un gobierno laborista. No fue perfecto, por supuesto, pero lo sentimos como un momento prometedor para los derechos de las personas con discapacidad, particularmente cuando se compara con los años siguientes. Los recortes de la última década han hecho retroceder de muchas maneras muchos de los logros por los que lucharon generaciones de personas discapacitadas antes que yo. Como digo en el libro es desolador, pero si los ministros pueden optar por desmantelar los servicios para discapacitados significa que también pueden optar por reconstruirlos. Activistas, organizaciones de base, políticos de oposición y personas con discapacidad en todo el país continuarán luchando por el progreso.
Muchos de los protagonistas de tu libro han perdido las ayudas a las que tenían derecho. Tú misma has recibido ayudas a lo largo de tu vida, ¿qué han significado para ti estas ayudas?
Cuando era estudiante recibí una beca por discapacidad que me ayudó a comprar un ordenador portátil y a tener un asistente que llegara a los estantes de la biblioteca por mí. A lo largo de mi vida he recibido subsidio de subsistencia por discapacidad, ahora llamado pagos de independencia personal, que ayuda a pagar los costos adicionales de la discapacidad: como puede ser la calefacción adicional. Cuando era niña una organización benéfica me regaló una silla de ruedas porque no había una disponible en el servicio nacional de salud. He escrito sobre esto en mi columna de The Guardian porque espero que ayude a desestigmatizar y muestre una imagen de las diferentes líneas de apoyo de las que dependen las personas con discapacidad para llevar una vida plena. Discapacitados o no todos necesitamos y recibimos ayuda en algún momento, ya sea una educación estatal, una cita en el servicio nacional de salud o una pensión estatal, y una sociedad civilizada la proporciona. Eso es algo de lo que debemos estar orgullosos, no avergonzados.
Después de haber hablado con tantas personas con discapacidad, ¿cuál dirías que es el mensaje que más se repite?
Una de las cosas que enfatizo en el libro es que las personas con discapacidad no somos una masa homogénea: tenemos experiencias, antecedentes y opiniones tan variadas como cualquier otra persona. Espero que el lector los vea como lo que son: seres humanos como ellos. Pero ciertamente había sentimientos y temas comunes, quizás lo más sorprendente fue la sensación de haber sido abandonados o incluso traicionados por el Estado. Son personas que confiaban en que el país estaría allí para ellos en su momento de necesidad y pidieron ayuda, pero se vieron dados de lado de la manera más terrible.
En el libro se habla mucho de una vida digna. Parece algo obvio, pero es una obviedad que no se cumple en demasiadas ocasiones. ¿Qué entiendes tú por vida digna?
A menudo pienso que el eslogan bread and roses, que los trabajadores hicieron famoso, también es aplicable a los derechos de las personas con discapacidad. Cuando cientos de miles de personas discapacitadas luchan por acceder a la atención médica o al dinero nos vemos obligados a defender la más básica de las dignidades. Esto es muy real y necesario pero no podemos creer que ese es el límite de nuestras demandas. La vida no se trata solo de ir al baño y de comer con regularidad. Es sentir la luz del sol en tu rostro, desarrollar una carrera si lo deseas, tener relaciones amorosas. Una vida digna es todo esto y más. Y las personas discapacitadas merecen tener apoyos para tener una vida digna como cualquier otra persona.