Kelly Reichardt, premiada en Róterdam, olvidada en los Globos de Oro
La directora estadounidense ha sido premiada con el galardón Robby Müller, que reconoce a voces únicas del cine
La misma semana que la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood ha dejado, contra todo pronóstico, la película First Cow fuera de las nominaciones a los Globos de Oro, su directora, Kelly Reichardt ha sido reconocida con el premio Robby Müller en el Festival de Róterdam «por poseer un lenguaje visual auténtico y apasionante».
La circunstancia abre un interrogante a su candidatura a los Óscar, a pesar de que tanto la revista Time, como el Círculo de Críticos de Cine de Nueva York hayan elegido First Cow como la mejor película del aciago 2020.
A Reichardt ese ninguneo no le viene de nuevas. En sus 26 años de carrera se ha convertido en una de las directoras más aclamadas por la crítica, pero no por el establishment.
En marzo, ponía de manifiesto en declaraciones a la publicación estadounidense The Daily Beast que el menosprecio es mutuo: «Los Oscar no me importan una mierda. Sencillamente no puedo verlos. Me resultan un poco vergonzosos con su pavoneo de dinero».
Hollywood meets Oregon
Han pasado 15 años desde que la cineasta estadounidense viera reconocida su segunda película, Old Joy (2006), con el Tigre de Oro en Róterdam. Aquel proyecto la devolvió a la gran pantalla después de un hiato de más de una década. Su ópera prima, River of Grass (1994), había sido nominada al Premio del Jurado en Sundance y considerada entre las mejores películas por la crítica, pero Reichardt necesitó un tiempo de prueba, ensayo y error para su reválida.
«Estuve rodando y practicando edición, fracasando privadamente en un largo proceso de aprendizaje hasta tener la oportunidad de hacer un nuevo largo», comparte la directora desde su casa en Portland, desde donde ha dado una larga entrevista en el contexto del festival holandés.
La guionista y directora filmó Old Joy en dos semanas con un grupo de amigos. Su intención era sacar adelante un proyecto artístico. «No pensaba que fuera a trascender ni aspiraba a enseñarlo, así que fue bonito comprobar que resonaba», agradece.
Róterdam funcionó como la plataforma de voces emergentes en la que se ha constituido durante su medio siglo de existencia. Desde su reconocimiento allí, la estadounidense se ha convertido en una habitual del circuito de festivales y su estilo minimalista, donde enfatiza emociones y atmósferas, no sólo ha cautivado a la prensa cinematográfica, sino también a un surtido grupo de estrellas de Hollywood con ánimo de experimentación, como Paul Dano y Zoe Kazan, junto a los que trabajó en 2010 en El atajo de Meek; Jesse Eisenberg, Peter Sarsgaard y Dakota Fanning, protagonistas de Night Moves (2013); Kristen Stewart y Laura Dern, que participaron en Vidas de mujer en 2016; y la reincidente Michelle Williams, con quien ha compartido Wendy y Lucy (2008), El atajo de Meek, Vidas de mujeres y ahora prepara un nuevo proyecto, Showing Up, que como todos los anteriores, a excepción de su debut, se ambientará en el Estado de Oregón.
El reverso sensible de América
El jurado del premio Robby Müller (en honor al fallecido director de fotografía, habitual en la nómina de Wim Wenders, Jim Jarmusch, Peter Bognadovich y Lars Von Trier) ha destacado su capacidad para «revelar el paisaje americano en su infinita variedad y representar a las personas con la mayor sutileza y sensibilidad».
Su nueva película, también premiada en Deauville y en la última edición del Festival de Gijón, reconecta con Old Joy, porque en First Cow vuelve a relatar la amistad entre dos hombres. La significativa diferencia es que en esta ocasión, el vínculo se forja en una época poco dada, al menos en el audiovisual, a la vulnerabilidad masculina: el salvaje Oeste.
No es la primera vez que Reichardt subvierte el género del western. En El atajo de Meek daba protagonismo a las mujeres en el encuentro en 1845 de un grupo de colonos con un indio americano.
Para ambos casos, se ha servido del formato 4:3, un encuadre que valora «por la fuerza que imprime a los primeros planos». En la película de 2010 le permitía «crear suspense, porque no dejaba ver más allá del encuadre», en coherencia con las caperuzas que cubrían la cabeza de sus protagonistas femeninas. En First Cow le ayuda a plasmar «la verticalidad presente en los bosques» donde ha filmado.
First Cow es una adaptación intimista de la primera novela de su guionista de cabecera, Jon Raymond, The Half-Life. La trama original le permite abordar la incursión en lo que hoy es Oregón de las primeras empresas comerciales de pieles, «su impacto en los nativos americanos y en el medio ambiente».
A partir de lo general, la realizadora se centra en el meollo del día a día a través de la relación entre dos soñadores: un cocinero que trabaja para una expedición de tramperos y un inmigrante chino al que socorre. Ambos intentan labrarse una vida mejor a partir de un negocio de galletas hechas con leche robada a la primera vaca que arriba a esas tierras.
«Para mí tiene una relevancia contemporánea dar el protagonismo a estos dos tipos que no acumulan puntos por ir por ahí asesinando, sino por crear algo. Frente a esa tontería del duro liderazgo masculino en EEUU, es agradable hacer una película humana, sobre gente haciendo cosas», defiende la realizadora.
Consiga o no al fin el respaldo de la Academia este próximo mes de abril, el aplauso unánime recibido en los festivales internacionales de cine parece asegurarle a Kelly Reichardt seguir cumpliendo su principal aspiración, continuar contando con calma y detalle la cara B de la historia americana.