La creadora de 'La casa de papel', Esther Martínez Lobato, estrena 'Sky Rojo', «un cañonazo para los sentidos»
Coincidiendo con el estreno el próximo 19 de marzo de su nueva serie en Netflix, la adrenalínica ‘Sky Rojo’, conversamos con la exitosa guionista, productora y showrunner
Aunque es una de las creadoras más importantes de la industria televisiva española, da la impresión de que Esther Martínez Lobato se prodiga poco en los medios. Cocreadora junto a Álex Pina de la celebérrima Casa de papel, esta guionista, productora y showrunner también se encuentra detrás de exitosas ficciones patrias Vis a Vis o El embarcadero. El 19 de marzo Netflix estrena su última revolución, Sky Rojo, un «pulp latino» cargado de acción donde tres prostitutas huyen del burdel en el que trabajan en busca de la libertad. Y Martínez Lobato nos habla de todo esto.
Hace dos décadas Esther Martínez Lobato (Soria, 1976) comenzó a trabajar como guionista en icónicas series españolas como ¡Ala… Dina! o Los hombres de Paco y hoy es una de las creadoras más importantes de la industria española gracias a éxitos como Vis a Vis, La casa de papel o El embarcadero. Coincidiendo con el estreno el próximo 19 de marzo de su nueva serie en Netflix, la adrenalínica Sky Rojo, la guionista, productora y showrunner cuenta a The Objective por qué esta ficción aborda la trata de personas y lo normalizada que está la prostitución en España, cómo han logrado envolver esta problemática en una adictiva serie de acción y por qué reinventarse tras la omnipresente La casa de papel. Además, repasa la transformación que ha vivido la televisión en este tiempo, cómo los personajes femeninos han ido ganando protagonismo en la ficción y su trabajo con Álex Pina, su pareja en lo personal y lo profesional.
¿Cómo nace la historia de Sky Rojo y por qué quisieron colocar en el centro de una serie de acción a tres mujeres prostitutas, interpretadas por la española Verónica Sánchez, la argentina Lali Espósito y la cubana Yany Prado, que huyen del burdel en el que trabajan?
Más allá de la prostitución, esta es una historia sobre la trata de mujeres, cómo las secuestran, las engañan y las obligan a mantener relaciones sexuales, de manera que el desgaste emocional y las consecuencias psicológicas son irreversibles. España es el tercer país del mundo en consumo de prostitución, el primero de Europa y 10.000 personas se han acostado con una mujer en condición de trata. Que un proxeneta es un delincuente el espectador ya la sabe y lo entiende, pero la obligación del creativo es proponer nuevas vías para contar esa realidad. Dentro de todo este mundo, nos hemos encontrado con historias desgarradoras que pertenecen casi al género de la ciencia ficción, que se están produciendo ante nuestra mirada y con una especie de silencio social que prefiere no preguntar si esas mujeres están en esos clubs de manera voluntaria o de dónde han venido. Con toda esta amalgama emocional tan dolorosa tenemos unos argumentos muy valiosos para generar ficción.
Partiendo de esta realidad, ¿qué historia queríais contar?
Nosotros creemos que casi todas las historias importantes de ficción que se cuentan tienen que tener un poso de dolor y de verdad. Pero en este caso nos encontramos con un inconveniente muy grande y es que nosotros nos dedicamos vocacionalmente al entretenimiento. Entonces amalgamar todo ese contenido no una serie de contenido social o documental, sino de entretenimiento, era muy complicado porque a cada secuencia que escribías te parecía que estabas banalizando o trivializando. Todas las herramientas con las que habíamos hecho comedia toda la vida no valían. Entonces hubo que inventarse una serie nueva, una manera de contar el drama y el horror en el que viven estas mujeres envuelto en una bala de cañón de entretenimiento y hacerlo como una especie de caballo de Troya. Así, cuando el espectador se esté divirtiendo, con la guardia baja, soltamos esas bombas que son las perlas emocionales que describen cómo se sienten las mujeres protagonistas de nuestra historia. El resto del envoltorio es una carrera frenética, súper pulp, exagerada, llena de acción y de cinética que te agarra del cuello de la camisa y no puedes dejar de ver con estos capítulos de 25 minutos que hemos hecho.
¿Os preocupaba romantizar la prostitución? Porque habláis de la explotación que sufren, de cómo muchas ejercen contra su voluntad, pero todo está ambientado en un club espectacular donde las chicas son hermosísimas.
El paradigma de la belleza y los cánones estéticos es algo que no queremos perder de la mano nunca. Otros géneros como el documental o incluso los informativos cada día nos someten a un goteo de información constante sobre este tema que nos abre las carnes. Vemos cómo se desmantela una red de trata, chicas secuestradas, palizas, e interiorizamos toda esa información de una manera racional. Pero la ficción te ofrece vivir una experiencia emocional. Si las tres voces que te llevan por esta aventura son tres mujeres que te divierten, a las que amas y entiendes, yo creo que quizá podemos llegar a más lugares o a más corazones, entrar en las barriadas o los suburbios donde estas mujeres son engañadas.
¿Qué mensaje le gustaría dejar en la audiencia con esta serie?
Tanto los señores secuestradores como el silencio social en el que vivimos por no posicionarnos te hacen pensar que tú, víctima de un secuestro o una red de trata, debes tener vergüenza de estar allí. El estigma de la prostituta que ha sido sometida a esas vejaciones es surrealista. Así que queríamos abrir el melón y hablar no solo de la prostitución sino de la trata, que es mucho más grave y está sucediendo en nuestras narices, al otro lado de la carretera, con esos grandes carteles luminosos que te invitan a pasar a un lugar de ensueño donde tus fantasías pueden hacerse realidad. A ver si podemos mirar detrás de esos locales y comprobar si tienen rejas en las ventanas.
En el año 2000 comenzó su carrera como guionista de ¡Ala… Dina! y poco después entró en el equipo de Los hombres de Paco, donde terminó trabajando como coproductora ejecutiva. ¿Cómo ha cambiado la televisión en estas dos décadas?
El mayor cambio lo hemos vivido desde que han entrado las plataformas no ya en nuestras televisiones, sino en nuestra vida y en nuestro día a día. El hecho de que se consuman series en autobuses, metros, bancos del parque o la consulta del dentista es una revolución en el consumo de ficción y en los propios espectadores. Hemos pasado de ser un género menor a ser el mayor foco de historias donde todo el mundo se asoma en su tiempo de recreo.
¿Y cómo se han transformado las series españolas en este camino?
Hemos pasado de un panorama donde teníamos que ser políticamente correctos y cuidar y velar por la integridad y la salud mental del espectador y de toda la familia, no agredir a nadie y no echar a nadie en ese marco que era la televisión, a tener una pantalla llena de minipantallas donde puedes elegir constantemente con el mando y tener un panorama inmenso e infinito. Entonces puedes hablar de lo que quieras y no dirigirte a quien no quieras, mientras que antes estabas obligado o esclavizado casi a hacer una ficción que se viera en familia. También la narrativa. Hemos destruido la tiranía de los pilotos donde estabas obligado a presentar un universo propio, ese segundo acto donde se desarrollaban los conflictos hasta que llegaba el tercer acto y todo saltaba por los aires. Pues en Sky Rojo el tercer acto llega en el minuto 6 y no para.
¿Poder hacer capítulos de menos de 70 u 80 minutos imagino que también os habrá dado libertad?
En Sky Rojo hemos comprimido la acción en capítulos de 25 minutos, con lo cual no tenemos hueco para conversaciones de transición, todo tiene que ser importante, todo está arriba y todo es un fogonazo de atención. La gente consume en bits muy pequeños de información la ficción. En Instagram se ven vídeos de 30 segundos, como mucho de un minuto y medio, y estamos acostumbrados ya a que nos cuenten de esa manera, así que los impulsos narrativos tienen que ser tan pequeños como eso, tienes que ganarte al espectador en un bombardeo total. Lo más importante, para mí, es que en todo este proceso ha cambiado el espectador: si entonces veían con devoción lo que nos enseñaban, ahora demandan creatividad e inteligencia.
Después de conquistar el primer Emmy Internacional español con La casa de papel, por no hablar del fenómeno alrededor de la serie y sus millones de espectadores en todo el mundo, ¿cada nuevo proyecto sigue siendo un reto?
No hay que pecar nunca en esta profesión de saber hacerlo porque la ficción cambia tanto y tan deprisa que como creas que sabes hacer la serie del millón estás perdido. Por eso, a la hora de hacer Sky Rojo nos planteamos una ficción que hemos calificado de pulp latino por la parte emocional. Sky Rojo es un cañonazo para los sentidos y la manera más bestia de entrar en ella era con ese pulp, esa exageración de absolutamente todo. Aquí la violencia es más violencia, los coches no circulan, derrapan, está todo comprimido y te da la sensación de estar en tensión o en ese tercer acto constante que era la narrativa que queríamos alcanzar.
Después del #MeToo parte de la conversación televisiva también se ha centrado en cómo y cuánto se representan los personajes femeninos. Pero lo cierto es que en 2015 conseguisteis que una serie como Vis a Vis, un drama carcelario protagonizado por mujeres, viera la luz en una televisión en abierto. ¿También fuisteis unos pioneros en este tema?
Antena 3 fue muy valiente tanto en Vis a Vis como en La casa de papel porque tienen mucho amor a la ficción y son muy coherentes en sus apuestas. Pero yo diría que ya lo habíamos hemos hecho en Los hombres de paco. En el último tramo de la serie Pepa y Silvia son dos lesbianas que tenían una historia de amor muy lírica dentro de una serie de acción. Y nos llegaban un montón de mensajes de las chicas Pepsi. En Vis a vis fue más radical porque era un elenco absoluto de mujeres, había un par de personajes masculinos, uno positivo y otro negativo. Y además era sorprendente lo variopinto del elenco porque también estábamos en una época en la que había que ser guapo para salir en la tele y allí había mujeres de todos los colores, tamaños, edades y sin concesiones. Nos decían que quién la iba a ver y después descubrimos que la serie la consumían a la par hombres y mujeres.
A pesar de los prejuicios que podían existir contra las «series de mujeres», ¿por qué cree que la audiencia está respondiendo?
Reflexionando creo que tiene mucho que ver con que la historia fuera interesante. Tal vez habría que pensar si los personajes femeninos que se habían colocado en la series en el pasado tenían cosas interesantes que contar o eran simples acompañantes de hombres que tenían cosas interesantes que contar. Yo creo que el espectador no distingue en que el foco sea una mujer o un hombre, sino que le interese o no. Y ahí es donde yo creo que cambia radicalmente el concepto. Y en que ahora la ficción está llena de mujeres narradoras. Nos pasó lo mismo con El embarcadero, que además de tener dos mujeres como protagonistas tiene una temática romántica en el centro, y finalmente la vio todo el mundo. El prejuicio cada vez está más lejos.
A pesar de ser guionista, productora, creadora y showrunner de muchas de las series que antes hemos mencionado, Álex Pina suele ser el nombre que más destaca en estas producciones. ¿Crees que el trabajo de las mujeres en la televisión está menos visibilizado?
Yo nunca me he sentido apartada de la promoción ni de la firma de los proyectos que he hecho. Al revés, Álex es una persona que en cuanto puede se quita y pone a los demás. Yo en todos los proyectos que he participado he sentido que he estado acompañándole y ya, si me piden entrevistas, depende del entrevistador (ríe).
¿Cómo es trabajar con tu pareja?
Cada guionista tiene su visión del mundo y en este sentido lo que proponga cualquier persona del equipo te sorprende porque es algo que tú no harías. Para mí la escritura y todo lo relacionado con la ficción es una manera de vida, de manera que la separación entre lo profesional y lo personal es muy fina.
Para terminar, ¿qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Poder entrar en personalidades a las que, en una vida normal, no podrías acceder. A mí me apasiona entrar en psicologías complejas y fascinantes y crear personajes vivos de verdad que se nos han ocurrido escribiendo en la pantalla del ordenador pero luego la gente se enamora de ellos, forman parte de su vida y lloran cuando mueren o tienen un problema.