Javier Giner, entender la toxicomanía desde un relato en primera persona
‘Yo, adicto’ de Javier Giner es un libro para «romper ciertos estereotipos y para recalcar que es una enfermedad muy transversal»
Dice el escritor y director de cine Javier Giner que a día de hoy se encuentra muy bien. Que tiene problemas como cualquier persona, pero que ya no se siente despegado de la realidad, que ha aprendido a autogestionarse y a conocerse bien para poder sobrellevar la vida.
Unas confesiones que descontextualizadas pueden parecer vanas, pero que en su caso suponen honestidad y valentía. Y es que Javier Giner, como cuenta en su libro Yo adicto, tuvo que estar ingresado en una clínica hace más de 10 años para desengancharse de la cocaína y el alcohol. Un duro viaje que narra en la obra y que sirve además para entender la adicción y contribuir a romper con ciertos estereotipos que la rodean.
Cualquier tipo de actividad adictiva, ya sean las drogas, el alcohol o las compras compulsivas, no es más que una respuesta adaptativa a un malestar. Algo que sucede, como cuenta el escritor, «porque el toxicómano se niega a contactar con sentimientos difíciles como el dolor, la pérdida o la frustración, los cuales son condimentos de la vida de cualquiera». Por ello, dejar las sustancias es el primer paso de un largo viaje que acaba en el dominio exitoso de la gestión emocional. O como sostiene Javier Giner, «en aprender a tolerar esos malestares que son partes de la propia vida».
La toxicomanía, una enfermedad desconocida
Aunque todos hayamos escuchado hablar de esta enfermedad, o incluso tengamos seres cercanos que la padecen, la toxicomanía es una gran desconocida en nuestra sociedad. Un hecho que se debe a que alrededor de ella se han construido estereotipos que no son reales. «Es común pensar que el toxicómano es el yonqui de los 80 con la jeringuilla en la mano. Y evidentemente lo es, pero no el único», apunta el escritor.
Unos estereotipos que encuentran su otro extremo en la glamurización de las adicciones. Durante mucho tiempo se ha puesto en valor la autodestrucción que llevan aparejadas las drogas. Una autodestrucción que tiene su reflejo directo en los rockeros y los famosos que, como Lou Reed, paseaban por el lado salvaje de la vida. «Yo también participaba de estos estereotipos», sostiene Javier Giner. «Por ello, cuando entré en la clínica esperaba encontrarme con famosos y, sin embargo, allí únicamente hay gente anónima con trabajos normales».
Un hecho que es normal que suceda ya que, cuando la sociedad tiene acceso a información sobre la toxicomanía, es a través de relatos de revistas del corazón. «Si lo piensas, cuando recibimos noticias de desintoxicaciones, siempre van unidas a las de un famoso. Pero por cada Kate Moss, hay mil mujeres que no son famosas de las que no se habla. Por eso siempre digo que este libro sirve para romper ciertos estereotipos y para recalcar que es una enfermedad muy transversal», resume.
Y es tan transversal porque la adicción está en el ADN de nuestra sociedad, porque participamos todos los días de ella. «Somos una sociedad adicta a las tecnologías, a la inmediatez, a la superficialidad… a millones de cosas», sostiene. «A día de hoy, yo me sigo sorprendiendo a mí mismo cuando un domingo por la tarde me paso cinco horas en Twitter. Eso es un comportamiento adictivo».
O, cuando ante una ruptura emocional, la solución es pillarse una borrachera. «Ese mecanismo, es el mismo del de un toxicómano. La única diferencia es que el toxicómano lo lleva hasta las últimas consecuencias. Por eso es una enfermedad emocional: no la puedes separar de la realidad en la que vivimos». Y, por ello también, el toxicómano que se rehabilita debe desaprender muchos de los mensajes que están aceptados en nuestro día a día.
Además de todo esto, sobre la toxicomanía también existe la idea de que si se sufre, es porque se quiere. Que el que no quiere dejar su adicción es porque desea seguir enganchado. «Hay enfermedades que se padecen y otras que se buscan. Como en los 80 existía la epidemia del VIH», ejemplifica Javier Giner.
El autoconocimiento como medio de superación de la adicción
A lo largo de las páginas del libro, Javier Giner se expone completamente ante el lector. Se muestra como toxicómano y comparte la evolución que experimenta hasta que abandona la clínica. Un proceso que le lleva a reflexionar sobre todo lo que envuelve esta enfermedad, pero también a conocerse a sí mismo. Un tiempo que fue duro y bonito a la vez, y que explica así: «Te voy a contestar de forma que lo pueda entender todo el mundo. El año pasado, cuando nos encerraron en casa, todos sufrimos un proceso muy similar a lo que ocurre en una clínica de desintoxicación. Pero en esta última ese procedimiento es más radical. Ahí nos encierran, hacemos terapia todo el día y además nos extirpan todos los estímulos externos».
Siguiendo con su símil, cuando nos confinaron a todos por la Covid, tuvimos tiempo para mirarnos a nosotros mismos. Algo que hizo que los niveles de ansiedad se multiplicaran. Y es que, muy pocos realizamos este ejercicio de introspección en nuestro día a día, ya que muchas veces es muy difícil confrontarnos de manera honesta.
Las drogas y el alcohol funcionaron durante mucho tiempo para Javier Giner como una escapatoria de sí mismo. Por ello, cuando entró en la clínica y empezó a llevar a cabo ejercicios de autoconocimiento, fue una de las etapas más duras de su vida. «Te preguntas cómo te has convertido en eso, descubres pensamientos, ideas, que ni siquiera sabías que existían y que estaban condicionando tu vida. Ese es un momento desgarrador para la persona. Pero es un desgarro desde el que se puede empezar a reconstruir. Yo lo digo en el libro: en la clínica aprendo que el olvido jamás es una forma de supervivencia».
Por ello, para poder seguir viviendo, Javier Giner tuvo que perdonarse a sí mismo. «Yo al final del libro lo digo, que he tenido que aprender a vivir con ello. Y que necesité del abismo para ser quien soy hoy», sostiene. Perdonarse a sí mismo, pero también aprender a quererse. «Ese es el gran aprendizaje de salir de la toxicomanía: primero tienes que perdonarte y, al mismo tiempo, quererte a ti mismo. Quererte desde la aceptación, ya que soy consciente de que hay cosas que no me gustan de mí. Es una cosa como de Perogrullo, pero aprendes que no eres perfecto, que vas a cometer errores. Incluso cuando crees que vas a hacer algo bueno, puedes fallar. Que vas a tener subidones y bajones. Eres una persona que vive su vida con lo que tiene y como mejor puede», finaliza.