El refugio en el glitch: la estética vaporwave en el videojuego
¿Sueñan las distopías con mundos vaporwave?
En el artículo publicado en El correo titulado Futuros que dan miedo: ¿nos seguirán gustando las distopías después de todo esto?, el escritor Ricard Ruiz Garzón reflexiona sobre la imposibilidad de vivir en una distopía. Esta es, por definición, un evento futuro: a través de ella imaginamos un mañana que será, necesariamente, peor que el momento en el que vivimos. Pero cuando ese terror se convierte en actualidad lo llamamos realismo social. Y sí, sucede constantemente, sin que nos demos cuenta. No obstante, nuestra capacidad para seguir anticipándonos y elucubrando sobre posibles desastres parece inagotable. Ruiz Garzón considera que se trata de una válvula de escape. «Al sentir una conexión más estrecha entre los relatos distópicos y la realidad, es posible que nos veamos ante la necesidad de seguir desplegando futuros alternativos aún más espantosos, quizá para que sirvan, al menos, de consuelo».
La distopía no es, sin embargo, la única proyección futura que sobrevive sin perder fuelle en el imaginario cultural. También permanece una visión que podríamos considerar antagónica: la de esos futuros prometedores, donde los problemas más acuciantes del ser humano –la enfermedad, la mortalidad– se hallan, si no eliminados, al menos minimizados. La Humanidad sigue teniendo otros quebraderos de cabeza, pero en general se trata de lugares donde nos gustaría vivir: entre coches voladores, grandes hologramas que se dirigen a nosotros con familiaridad y luces de neón brillantes e inspiradoras. Una estética que, contra todo pronóstico, ha pervivido más allá de la ingenuidad de aquellas obras de ciencia ficción temprana. Y el mundo del videojuego, como no podía ser de otro modo, la adoptó en su momento y sigue custodiándola con orgullo.
Demasiado a menudo, no obstante, este futuro ciberpunk de luces de neón pierde su parte -punk y se convierte en escenario. Vacío del contenido original, pero con independencia expresiva. Un concepto que entronca con otra concepción estética que supone un signo de los tiempos recientes: el vaporwave. Resulta difícil definirlo en pocas palabras, aunque es algo que todos podemos identificar: el arte vaporwave se compone de esas imágenes, lugares y sonidos que parecen comunes a cualquier manifestación tecnológica contemporánea hasta el punto de que resultan indistinguibles entre sí. La música de ascensor, el sonido de un programa de ordenador. Lo retro como espacio de memoria común, los píxeles y los glitches. El concepto de no-lugar convertido en un refugio reconocible a través de las referencias.
Esos enormes edificios siempre envueltos en la oscuridad de una lluvia perpetua. Los anuncios, los neones, los coches voladores, las autopistas inacabables. Y la música ochentera, por supuesto. Todo ello conforma la imagen de un futuro idílico que nunca fue, que probablemente nunca será, y en el que todos podemos sentirnos seguros. El vaporwave fusionado con los ecos del ciberpunk se ha convertido en un escenario que muchos desarrolladores de videojuegos aprovechan para ofrecernos experiencias tranquilizadoras, relajantes; de nuevo, en el extremo opuesto con respecto a esa distopía angustiosa que sigue siendo el leit motiv de tantas y tantas historias. Vaporwave Drift se define como un juego de coches rápido, fácil… y repetitivo. ¿Quién querría vender su trabajo con un adjetivo tan peyorativo como ese?
No es el único juego que su desarrollador, Meng Games, describe de esa manera. También dice lo mismo de Cyber Driver, un juego en el que manejamos un coche volador. Ambos nos proponen viajar por una autopista sin final aparente, sin metas, siempre en dirección a un ocaso que jamás podemos alcanzar. Vaciar la mente como vacío está ese futuro que ha quedado atrapado en un no-tiempo.
La página en Steam de Meng Games es toda una declaración de intenciones y un buen ejemplo de continuidad narrativa. El reciente Synth Retro Vapor Wave explora la misma idea que los mencionados anteriormente, ampliando el número de coches disponible y con la posibilidad de añadir nuestras pistas de música. Vaporwave World es, quizás, el ejemplo más meta de todo esto: un juego de construcción sencillo que nos permite crear nuestro propio mundo vaporwave, y en el que no falta una música ambiental estilo chiptune que parece parodiarse a sí misma. Podemos colocar distintos elementos aleatorios que ejemplifican dicha estética: monitores de ordenador de tubo, máquinas arcade, cámaras de fotos analógicas; e incluso jugar con la iluminación para conseguir ese efecto crepuscular inconfundible.
Lo vaporwave nos remite al concepto de no-lugar, ya lo hemos dicho, e inevitablemente esto trae consigo la sensación de soledad. Puede ser una soledad agridulce: esa relajación que nos propone Meng Games solo se consigue si tenemos un universo para nosotros solos. Myshkin Entertainment explora esta idea yendo un paso más allá. Su Isolationist Nightclub Simulator es un título que quizás podría haber sido lanzado en algún momento pre-pandemia, pero que sin duda adquiere un significado mucho más potente debido a esta. Nos sitúa en el interior de un club nocturno, reconocible como el de cualquier gran ciudad, con su música, su escenario, su iluminación. Sin embargo, somos el único alma de la fiesta, literalmente, y podemos disponer de ella como queramos.
Es una experiencia de ocio nocturno virtual pensada para tiempos de aislamiento. Un videojuego-juguete que nos propone pasear por el escenario del club, toquetearlo todo, componer nuestra propia música; cruzar puertas, adentrarnos por pasillos laberínticos, y descubrir universos hasta que nos vemos envueltos en una atmósfera surrealista e hipnótica.
Y si este paseo por el club nocturno para solitarios nos convence, podemos dar el salto a su Neon Cyborg Cat Club. Otro club, metafórico esta vez: el de los gatos mecánicos que habitan una ciudad de estética vaporwave completamente desierta de seres humanos. Podemos elegir entre limitarnos a pasear por ella, perdernos en su noche perpetua y recorrer sus escenarios sonoros, o explorar el misterio que la envuelve. Algo sucedió a finales del siglo XXI para que los seres humanos no solo erradicaran toda la vida natural sobre la Tierra sino también a ellos mismos, y la ciudad tiene las pistas que necesitamos para descubrirlo. No sabemos si estos gatos sueñan con ovejas o humanos eléctricos, pero lo que está claro es que, de algún modo, las distopías sueñan con mundos vaporwave.