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Cultura

Claudia Durastanti: «La patria es la tierra de nunca jamás»

La escritora italo-estadounidense conversa en el festival Kosmopolis sobre su última novela ‘La extranjera’ y esas formas de crear lenguajes a través de cada mudanza

Claudia Durastanti: «La patria es la tierra de nunca jamás»

Miquel Taverna | CCCB

¿Cómo una niña crece en una casa con padres sordos? ¿Cómo habla con ellos? ¿Cómo dos sordos se enamoran sin creerse sordos? ¿Cómo aprenden una lengua pero deciden migrar a otro país y aprender otra? Sobre estas cuestiones se plantea el último libro de Claudia Durastanti, La extranjera (Anagrama), publicado en 2020 durante los meses duros de confinamiento y que ahora puede promocionar durante el festival Kosmopolis en Barcelona.

La extranjera es un libro con muchísimas lecturas afirma su editora Silvia Sesé, quien admite que a pesar de la juventud de Durastanti, la escritora posee una experiencia asentada después de varios libros y premios. A la autora la investigación de esta novela le llevó dos años de indagaciones familiares, que la hacían transitar por conceptos y significados, por cada una de las experiencias de sus padres y cómo ellos fueron creando un lenguaje particular que los hiciera sentir cómodos a pesar de que una limitación auditiva signaba su biografía.

A partir de esta novela, la autora creó un puente para entenderse a ella y a sus padres. Un enlace psicológico y lingüístico para entender que tenemos diferentes versiones, hologramas -como le gusta decir a Durastanti-, de nosotros mismos. Quiénes eran sus padres en Italia y cómo eran cuando emigraron a Estados Unidos. En definitiva, «¿cuáles son las posibilidades que tenemos de ser otras personas?» es la gran pregunta que Durastanti se hace con La extranjera.

Claudia Durastanti y las otras formas de entender el lenguaje familiar

La familia, la patria y las formas de lenguaje

La sordera es un guiño para la trama de su falsa autobiografía, como bien afirma la autora. La verdadera extranjera era su madre y ella pudo escribir este libro a partir de sus diarios, de ficcionalizar parte de la realidad sin quitarle veracidad. Además, afirma que su propósito no era hablar de una lingüística sentimental sino de los lenguajes cerrados que crea cada familia y qué jerga modulaba la relación con sus padres.

«Muchos años creí que mi madre era un alienígena» comenta la autora. De pequeña su hermano se lo decía y no fue, sino hasta años después, que entendió que su familia era salida de la ciencia ficción. En esas idas y venidas en las reflexiones acerca de su familia, sobre el lenguaje interior y cómo cambiamos con las migraciones, entendió que la ciencia ficción -esa a la que se refería su hermano- estaba en el sentimiento de pertenencia al territorio. «La patria es la tierra de nunca jamás, en cierto modo» afirma Durastanti. A partir de esa premisa, la autora complejiza el término de no lugar, entiende que podemos ser esporas en los lugares que habitamos, más que ser raíces.

A la escritora le importaba conocer la historia o la versión real de las memorias ficcionadas por el lenguaje de sus padres, esos que «vivían como personajes de una novela», a pesar de las penurias que pasaban por ser discapacitados. Las palabras mal pronunciadas, muy típicas de aprender un idioma, eran para Claudia Durastanti una posibilidad de complejidad en la ficción. Su madre era «esa mujer que en lugar de decir ‘máquina de planchar’ decía ‘plancha de maquinar’  y allí había una posibilidad más interesante en sus errores de sintaxis, porque mejoraron su osadía al hablar».

«Muchos años creí que mi madre era un alienígena»

En La extranjera no se tiende a romantizar las limitaciones de sus padres ya que ella no hace consciente la discapacidad auditiva de sus ellos sino hasta cumplir los 20 años. Entiende que el lenguaje de señas signa y vulnera, hace visible la limitación, los condena a pesar de que sea un vehículo comunicante. “¿Cómo se va por la vida diciendo que no son sordos? ¿Cómo se regala un walkman a un sordo?” Estas preguntas son respondidas en la novela entendiendo que las supuestas imposibilidades suceden en una mitología maternal que Durastanti revisita y expone, entendiendo de esta forma que “una madre es una lengua en sí misma” y, por lo tanto, el libro es un homenaje a su madre.

Claudia Durastanti y las otras formas de entender el lenguaje familiar 1
Claudia Durastanti durante su conversación con Stefanie Kremser sobre ‘Ser d’arreu o d’enlloc’ durante Kosmopolis 2021 | Foto: Miquel Taverna.

La extranjera también es una forma de entender esa categorización entre escritores y  escritoras: «¿por qué no nos han dicho nunca que En la carretera, de Kerouac es biográfico mientras que insisten en explicar lo biográfica que es Sylvia Plath?» se pregunta la autora. Durastanti comenta que, escribiendo, evidenciaba que no hay tal afirmación de que las autobiografías son para los hombres y las memorias para las mujeres. Por eso sus escritoras referentes para escribir La extranjera fueron Vivian Gornick y Annie Ernaux, que miran más allá de la etiqueta para evocar nuevas reflexiones, así como Durastanti lo hace a través de la complejidad de la vida de sus padres o las críticas acerca de ciertos cambios en la geografía norteamericana, inglesa o italiana.

Esa visión migrante que ha llevado a la autora desde su natal Estados Unidos, a Italia y a vivir durante unos años en Londres, es lo que ha hecho que sus múltiples hologramas y versiones de sí misma sean más comprensivos. “Encontré la generosidad al convertirme en una extranjera”, afirma al final de su sesión en Kosmopolis.

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