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Mia Couto y José Eduardo Agualusa: soñar, recordar, inventar

El escritor mozambiqueño Mia Couto conversó con el autor angoleño José Eduardo Agualusa en el espacio moderado por la periodista Tania Adam que llevaba por título ‘Los traductores de sueños’

Mia Couto y José Eduardo Agualusa: soñar, recordar, inventar

Kosmopolis

La celebración de Kosmopolis ha significado el regreso de la literatura en vivo y en directo a la ciudad de Barcelona. Un regreso tan esperado como necesario después de meses en que todo sucedía a través de la pantalla. Y con el retorno de Kosmopolis volvieron también las conversaciones entre escritores, momentos para el diálogo y el debate a través de voces literarias de aquí y de fuera con distintos imaginarios. El sábado fue el turno del escritor mozambiqueño en lengua portuguesa Mia Couto, que fue invitado a participar junto al autor angoleño, también de lengua portuguesa, José Eduardo Agualusa en una conversación moderada por la periodista Tania Adam y que llevaba por título Los traductores de sueños. 

Y hablando precisamente de sueños, recordaba el mozambiqueño que, durante un periodo, cada mañana sus hijas y su mujer, nada más levantarse, se contaban los sueños que habían tenido la noche anterior. «Yo nunca recordaba qué había soñado. Me sentía un poco extraño por ello, así que decidí que me inventaría los sueños». De esta manera, cada mañana, Couto tenía una historia por relatar, qué importa si realmente había soñado lo que estaba contando o no. Además, remarcó el propio escritor, también su mujer y sus hijas podrían estar inventándose sus propios sueños. Al final, lo importante no era cuán verdadero fuera el relato cuanto la manera en que este fuera percibido. Lo mismo pasa con la literatura. Y es que, como bien nos recuerda Rodrigo Fresán en La parte soñada, el sueño forma parte del proceso de escritura. Soñar, recordar e inventar constituyen el acto creativo. 

Mia Couto y José Eduardo Agualusa: soñar, recordar, inventar
José Eduardo Agualusa. | Foto vía Kosmopolis.

«Como escritor», intervino Agualusa, «el sueño es muy importante», reconociendo que, a veces, se despierta llorando por lo que acaba de soñar. Es consciente de que no es real, pero no importa, porque lo que sí es real «son mis sentimientos». De la misma manera que «los sueños forman parte de la realidad» también la ficción es inherente a ella, pues es precisamente a través de la ficción -y el sueño no deja de ser una forma de ficción- que comprendemos cuanto nos rodea, comprendemos al otro y nos comprendemos a nosotros mismos. De ahí que tanto para Couto como para Agualusa la novela haya sido el género principal para indagar en sus países, en su pasado y en su presente, pero, como dice Agualusa, también para observar la historia desde una perspectiva africana. «Esto es lo que me movió desde que empecé mi carrera como escritor», sobre todo a partir de escribir Conjura, novela con la que se adentró en el género histórico, al que regresaría años después, primero con Nación Criolla y, más recientemente, con La Reina Ginga. A través de esta última obra, el angoleño retrocedió hasta el siglo XVII, donde estás «los orígenes de Angola como país tal y como existe hoy», mientras que con Nación Criolla se interesó por el XIX, siglo que también ocupa un lugar destacable en la obra de Couto que, como la de su compañero de conversación, ha prestado particular atención al pasado colonial de su país. 

«Los vencidos y los vencedores son, muchas veces, los mismos»

De hecho, con esa «mirada africana» que defendía Agualusa, los dos autores no solo se han convertido en dos de las principales figuras de las letras africanas actuales, sino también de la llamada literatura postcolonial. Y es que ambos han narrado el pasado colonial -la ocupación, los conflictos internos, las luchas por las independencia- desde dentro, a través de la mirada y, añade Agualusa, el pensamiento de sus países. Y no lo han hecho de forma maniquea, todo lo contrario: han mostrado los aspectos más contradictorios de su historia, huyendo de la lógica del bueno y del malo, de la víctima y el victimario. «Los vencidos y los vencedores son, muchas veces, los mismos», apuntó el autor de Trilogía de Mozambique, recordando algo que ya ponía de relieve en su novela: «En la guerra colonial, por ejemplo, el ejército portugués contaba con 6.000 mozambiqueños. Es decir, había más mozambiqueños que portugueses». Por tanto, «cuando de lo que se trata es de asumir la culpa, es muy difícil marcar una línea clara que separe quien está en un lado y quien en el otro». Pero ¿cómo hacer frente a esta culpa? «A través del olvido», contesta Couto.

Mia Couto y de José Eduardo Agualusa: soñar, recordar, inventar 2
Mia Couto. | Foto vía Kosmopolis.

A la hora de reconstruir la historia de sus países, ambos autores han tenido que lidiar con el olvido y, por tanto, con el silencio que envuelve sobre todo el pasado más reciente. «A veces pensamos que el olvido es una ausencia, un vacío, un lapso; pero también es una construcción y una elección», señaló el mozanbiqueño. Ese fue el caso de un país como Mozambique: tuvo que olvidar para poderse como constituir como país, pero sobre todo para poder construir una identidad y un sentimiento nacional, sin dejar nadie atrás. De ahí que, como recordaba el pasado sábado Couto, apenas parece haber recuerdo de la esclavitud, ni tan siquiera en el litoral norte del país, una zona donde «la gente vendió esclavos, fue cómplice de los europeos y de los árabes», ni tampoco de la reciente guerra civil, si bien duró dieciséis años y provocó más de un millón de muertos.

«Cuando escribí Trilogía de Mozambique, me di cuenta de que la gente solo estaba dispuesta a hablar de forma clandestina, en casa, a escondidas», recordó Couto que como Agualusa han hecho de la indagación histórica una forma de subsanar el silencio colectivo: Mientras que Agualusa recurría a la prensa local para reconstruir la Angola del XIX, un país en el que ya había un fuerte deseo de independencia, Couto viajaba hasta Portugal para visitar archivos y rastrear la época colonial. Paralelamente a este trabajo archivístico, los autores se han preocupado también por rescatar la tradición oral, puesto que parte de ese pasado del que no se habla ha quedado, sin embargo, inscrito en canciones y leyendas que se han transmitido de generación en generación. 

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Imagen vía Kosmopolis.

«Luanda es una ciudad mucho más antigua de cualquier ciudad norteamericana. Recibió mucha población proveniente del campo, que trajo consigo una serie de creencias, una mitología, que sigue estando muy presente», apuntó Agualusa, para quien la recuperación de la tradición oral va de la mano de la reivindicación de esa mitología y de esas creencias que definen una mirada sobre la realidad que, para algunos, puede resultar arcaica, pero que, sin embargo, tiene que ver con una consideración mucho más respetuosa el entorno. «Toda la medicina que construimos en occidente se basa en una visión militarista de la pureza», afirmó Couto, quien formó parte del comité médico asesor de Mozambique durante la pandemia y para quien es imprescindible repensar la medicina y, sin renegar de los avances, concebirla como la búsqueda de la armonía y del equilibrio. Es decir, es necesario desprenderse de esta «visión colonialista que nos hace creer que somos superiores a otras entidades vivas, con las que creemos que no hay diálogo posible porque las consideramos carentes de inteligencia. Tenemos que comenzar a pensar que todo ser vivo es una forma de inteligencia». 

Leer a Agualusa y a Couto es recorrer Angola y Mozambique, penetrar en su cultura para ver el mundo y la realidad a través de otros ojos, desde otra perspectiva. Asimismo, leer a estos dos autores es adentrarse en la historia de estos dos países. Sus novelas son una invitación no solo a levantar el velo del silencio, sino a replantearse la historia a través de otras miradas y otros testimonios, siendo consciente de que el nuestro no es el único relato posible. «No hay una verdad única, por esto no pretendo que mis historias sean verdaderas», defendió Couto que, como Agualusa, reivindican la ficción como acercamiento a una verdad que es tan inasible como múltiple. «Los sueños», sostiene el escritor angoleño, «nos preparan para la realidad». Sucede con las novelas de Mia Couto y de José Eduardo Agualusa, con toda la gran literatura, hecha se invención, memoria y sueños. 

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