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Madrid

Primavera para Madrid: un cómic sobre las cloacas de la corrupción madrileña

Hay obras que nos permiten acceder a la trastienda del poder; ese lugar donde los pudientes vigorosos dan rienda suelta a sus fantasías, convirtiendo el mundo en un lugar mejor para ellos a costa de la amargura del resto. ‘Primavera para Madrid’ es una de ellas

Primavera para Madrid: un cómic sobre las cloacas de la corrupción madrileña

«Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España? No es de nadie porque es de todos». Cuando Isabel Diaz Ayuso pronunció estas palabras, no pude evitar pensar en Calderón De la Barca, porque cuando el domador de la candileja dramatúrgica escribió: «¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son», parece que únicamente exhibía una premonición, bajo palabra de Segismundo -algo toxicómano, cabría asegurar-, sobre el futuro de su ciudad natal. Más concretamente, al escuchar las palabras de Ayuso, uno puede pensar que si el pillaje y la chabacanería política es cosa de España, Madrid, que es lo más España que hay, es el reflejo, el antojadizo sueño donde muchos se han creído príncipes vacíos de responsabilidad, así nos lo demuestran todos los casos de corrupción que han salido a la luz, e invulnerables a la justicia de pagar por sus perrerías en una cija con poca luz. 

Resumiendo, en Madrid se hicieron promesas, se forjaron amistades, se dio rienda suelta al amor, el dinero y la salud, y todo ello fue arrastrado por una vorágine de puñaladas traperas, acosos, derribos y juicios de soga hambrienta que Diego Corbalán, Magius, quien sin duda tiene algo de vidente y de Segismundo, ha decidido presentar al mundo en forma de cómic. 

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Imagen vía Autsider Cómics.

Primavera para Madrid, no sólo parece un pesado bloque de oro macizo, siendo su edición una innegable preciosidad aurea a cargo de Autsaider Cómics, sino que su interior también alberga doradas pepitas enterradas.

A priori, el relato nos traslada a un Madrid dominado por un oscuro sol, un orbe que recuerda al Black Hole Sun de Soundgarden, ciñéndose temerosamente a la metrópolis financiera de la cuidad. Una hostia consagrada, en manos de un obispo, acaba con la incógnita sobre la naturaleza de ese peculiar OVNI; una torre en Madrid ha sido bendecida con el sagrado pan de las tinieblas y, un hombre, que recuerda peligrosamente e Juan Miguel Villar y nos acompañará como narrador a lo largo de la aventura, reza su mantra particular: «Yo era pobre cuando empecé…».

A partir de entonces, todas las caras serigrafiadas en el dorado papel de Primavera para Madrid nos resultan familiares. Es como si hubiésemos dormido con ellas más de una noche, pero a cada velada nos hubiesen cambiado el vino por cloroformo, impidiéndonos así asegurar que ocurrió concretamente. ¡Sh!, pero que quede claro desde el principio, así nos lo indica Magius: «Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia», y ante eso, teniendo en cuenta las bizarradas que se narran, uno se queda más tranquilo… porque si no fuese todo una ficción, significaría que este país está más cerca de un safari de cocodrilos financiero, que de un Estado de derecho democrático.

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Imagen vía Autsider Cómics.

A pesar de todo, uno no puede evitar identificar algún que otro parecido razonable, no sé, tal vez a Javier López Madrid en esa figurita vibrante de quien se nos presenta como Lobo Madrid, alguien a quien el bueno de Leonardo DiCaprio se las habría visto más canutas para interpretar que su lobeznillo de Wall Street, o algunas caras reales; reyes, reinas y princesas del cuento de hadas de la quijotesca colmena de fantasía que es España… También alguna mariposa, una noble crisálida, con alto cargo de condesa, que no hace mucho remendó su pasión por ser el centro de atención en un programilla famoso de la tele… qué lejos quedaron los atropellos… Un cierto comisario no deja tampoco de hacer su aparición. ¡Ah!, pero qué primavera la mía, de ninguna manera se debe olvidar a quien encarna la orla de este cosmos de la fantasiosa jet-set madrileña; un chico, ratonil y pijoaparte que, haciendo prueba de cómo en el reino español no medra quien no quiere, logró sobarle la mano a la reina, ser 007 por un día y hasta vacilar a las eléctricas que, seamos sinceros, sí son las verdaderas dueñas de Españistan… digo, España. 

Las páginas de Primavera para Madrid son un mosaico de manipulaciones, zorrerías y fuentes que despiden dinero como si soltasen concesiones para rotondas. Avanzando por su trama encontramos intimidades de estos falsos amigos -entiéndase esto en el ámbito lingüístico- de la élite Madrileña; conversaciones privadas, apaños sexuales, apretones de manos en los momentos justos y aspiraciones incontenibles, siempre más cercanas a España se droga de Siniestro Total que a ¡Viva el Papa! de Flos Mariae. 

Y es que, como dijo Truman Capote: «No dejes que la realidad te estropee una buena historia», por eso Magius, con quien hemos podido hablar, no está señalando a nadie con el dedo, sólo interpretando información, adaptando la realidad a sus gustos. De hecho, cuando le preguntamos respecto al origen de sus referencias, él asegura que: «Están al alcance de cualquier persona con acceso a internet», y que realmente su trabajo fue «ir recopilando mucho material de los casos y personajes que, sacados de la prensa, me interesaban para crear la historia. Poco a poco fui poniendo orden a ese galimatías y atando muchos cabos sueltos. Intentaba imaginarme cómo es aquella gente en la intimidad, y puesto que es realmente una obra de ficción, no hay problema con inventarse cosas».

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Imagen vía Autsider Cómics.

Lo dicho, Magius es un creador, no un periodista objetivo… pero ¿qué pasa cuando una ficción se acerca mucho más peligrosamente a la realidad que una supuesta verdad inevitablemente subjetiva? Resulta inquietante, y así se lo hago saber al artista, que puedan existir consecuencias de marcarse un baile tan arriesgado destapando, aunque sea de rebote, las miserias ocultas de las más dopadas ratas de la cloaca madrileña. Él, con talante tranquilo y cabal, asegura: «No he tenido ningún problema, ya que como es un «cómic» llama poco la atención. Si ese mismo contenido, y la forma de contarlo, lo hubiese llevado a otro formato más valorado socialmente, como el cine, la cosa hubiera sido distinta. Es el hándicap y la ventaja que tengo».

Una ventaja, sin duda, vivir y no acabar con los pies en alto destinando el flujo sanguíneo a morcillas de Burgos, pero es que Magius también tiene otra explicación, pues, según él: «Nadie se ve a sí mismo como un corrupto, aunque lo sea. La corrupción siempre se aprecia mejor en los demás». Una bonita frase, desde luego, que viene a recordar otra de Henry Miller, según quien «examinar la naturaleza y el significado de la obscenidad es casi tan difícil como hablar de Dios», y deduzco que los protagonistas de Primavera para Madrid, ensoñados en su principesco idilio, ni siquiera fueron conscientes hasta el final de su obscenidad. Un final que, como Magius dice «hoy todo el mundo ha olvidado», y a lo que suma: «Lo del Rey emérito también acabará por olvidarse. Es el síntoma inequívoco de que ya somos un país pobre».

En definitiva, nos enfrentamos a una obra provocadora, como toda verdad incómoda, en la que bucear, eso sí, sin complejos de pobre, que las élites se huelen rápido la madriguera de la que sale uno, y sino vayan a preguntarle a un tal Nicolás, que pudiendo ser pequeño, se ha hecho tan grande como su sonrisa y su descaro. 

Vayan a olfatear esa primavera, ese quién es quién del infecto poder, que aunque muchos ya se vean como mariposas lejos de sus viejas crisálidas de corrupción, nunca está de más recordarles que una vez, hinchadas y orgullosas, estuvieron en las cloacas del reino. 

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