Boti García Rodrigo: «La ultraderecha y cierta parte de la derecha ofrecen una visión de la libertad totalmente restringida»
‘Mayo del cuarenta y cinco’ (Editorial Dos Bigotes, 2021) son las memorias de infancia de la activista Boti García Rodrigo
Boti García Rodrigo se define como una madrileña enamorada de Madrid, maleante, peligrosa social y orgullosa y pertinaz activista por los derechos de las personas LGTBI. «Una activista tardía, pero muy intensa», comenta. Nada fuera de lo común, teniendo en cuenta que estamos ante todo un ejemplo de compromiso y solidaridad. A lo largo de sus 76 años, Boti ha presidido COGAM y la Federación Estatal de Lesbianas Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB), ha recibido la Medalla de Oro de Madrid, ha sido profesora, funcionaria de Justicia, jubilada y, desde el pasado año, es la directora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI en el Ministerio de Igualdad.
Con la dosis justa de vanidad, Boti evita siempre ponerse como ejemplo de nada, y hace unas semanas publicaba Mayo del cuarenta y cinco (Dos Bigotes), un ensayo prologado por el escritor Eduardo Mendicutti donde relata con humor y honestidad los entresijos de sus primeros trece años de vida. «[Boti] sigue siendo, después de una vida colmada de lucha y conquistas en favor del colectivo LGTBI, aquella chiquilla de expresión traviesa, casi pícara, bajo la que cualquiera puede adivinar un carácter poderoso y una capacidad fuera de lo común para aunar e impulsar voluntades y organizar escaramuzas de combate», comenta Mendicutti de una mujer que amenaza con seguir al pie del cañón «hasta que se sequen las lágrimas» de su colectivo.
Cuentas en tus memorias de infancia que fuiste la hija única de unos padres mayores, y que te educaste en el nacional-catolicismo, tan dado a inculcar la culpa y el miedo a la gente. ¿Cuál es tu mejor recuerdo multicolor de aquella época tan gris?
¡Me lo pones muy difícil! Yo creo que mi mejor recuerdo es la manera especial que tenía de evadirme de aquellas cosas que eran tan grises. Me llegué a montar mi propio mundo, algo que es muy de hija única. Yo vivía y jugaba a mi manera. Me asomaba al balcón, miraba siempre a aquella glorieta de Atocha y a la estación, y pensaba que por allí se tenía que ir a sitios muy diferentes, lo que me llamaba poderosamente la atención. Pero yo no sufrí en mi infancia. Entonces, no tenía conciencia de ser lesbiana, ni muchísimo menos. Tenía conciencia, eso sí, de que era una niña rarita, porque mis tías se encargaban de recordármelo, aunque a mí no me importaba demasiado.
Siempre fuiste poco estudiosa, pero te licenciaste en Filosofía y Letras, y hasta ejerciste como profesora en los años setenta…
Yo era la típica niña que gastaba las bromas en la clase. Las compañeras se reían conmigo y las profesoras y las monjas me estaban llamando siempre al orden. Recuerdo que luego, en la carrera, los profesores se metían conmigo, porque yo iba un poco a mi aire. Saqué la carrera de Filosofía y Letras y dediqué el primer periodo de mi vida profesional a la enseñanza. Tengo grandísimos recuerdos de ello.
¿Usaste alguna vez tus clases para hacer pedagogía de la diversidad?
No, para nada. Pero sí que las utilicé para hacer pedagogía de la libertad. Me acuerdo que otra compañera de la misma promoción que yo y yo misma éramos las dos más jóvenes del conjunto de las profesoras, y que nosotras dábamos las clases de una manera diferente. En 1975, en las clases de Literatura, con el dictador aún vivo, yo ponía los discos de Serrat con las poesías de Miguel Hernández y Machado, y comentaba y analizaba sus poemas, explicando a las alumnas lo que era la libertad. Esto era algo potente para la época.
Bueno, hoy día tampoco te habrían permitido hacer cierto tipo de pedagogía esos partidos afanados en permitir que los padres LGTBfobos puedan negarse a que sus hijos asistan a charlas educativas sobre diversidad….
Imagínate cómo estamos… En muchas cosas, hemos retrocedido a las peores épocas de la represión. Ahora mismo tenemos a la ultraderecha, e incluso a cierta parte de la derecha, reproduciendo unos esquemas absolutamente represores, esquemas que ofrecen una visión de la libertad totalmente restringida. No solo lo vemos en el tema del pin parental, sino también en el aumento de la violencia hacia las personas LGTBI, con episodios terribles como el asesinato de Samuel Luiz, que no es más que la consecuencia de los discursos de odio que están en boca de estos partidos que son los que encienden la mecha de los delitos de odio. Eso no se puede olvidar. Hay ciertos discursos de ciertos partidos que están provocando un crecimiento de los crímenes de odio, así como también hay medios de comunicación que no ponen freno, o que no califican como acciones claras de LGTBIfobia las agresiones que se están produciendo.
Volviendo a tu trayectoria, dejaste la docencia por amor y terminaste convirtiéndote en funcionaria en los años ochenta. Menudo cambio, ¿no?
Cuando yo llegué destinada al Registro Civil de Madrid, fui por todos los despachos de aquel edificio tan grande saludando, presentándome y diciendo: «Por cierto, soy lesbiana, vivo con mi pareja y lo digo de una manera clara para que todo el mundo se quede tranquilo y deje la curiosidad fuera, pues yo no tengo nada que ocultar. Y, además, soy activista por los derechos de las personas LGTBI». Fíjate, yo soy muy pudorosa, pero, como activista, estoy totalmente a favor de una absoluta visibilidad de la realidad de lo que somos, para poder luchar y así conseguir nuestro lugar en el mundo.
¿Sacas pecho por tu contribución al hecho de que las personas trans fuesen mejor tratadas cuando acudían al Registro Civil para modificar sus documentos?
Sí, eso me honra. Parece que el destino traza caminos que ni sospechamos. Cuando saqué aquella oposición, pensaba que era un rollo estar allí sentada ocho horas al día. No me gustaba ser funcionaria, pero tuvo sentido que lo fuera. Cuando se aprobó la Ley de Identidad de Género en 2007, el negociado en el que yo trabajaba y yo misma (como responsable de aquel negociado) fuimos las personas que realizamos las primeras inscripciones en el Registro de los cambios de nombre y mención del sexo de las personas trans. Me siento muy orgullosa, porque al resto del equipo le expliqué con mucho detalle y cuidado lo que era una persona trans, cómo se sentían y cómo tenían que tratarlas. Pero no solamente eso. Cuando dos años antes se aprobó el matrimonio igualitario, yo también estaba en el Registro y recuerdo que me iba al departamento de matrimonios y veía a las parejas (de ellas con ellas, y de ellos con ellos) intentando buscar hora y día para hacer el expediente matrimonial. Yo me acercaba a ellos e intentaba ayudarles y tranquilizarles todo lo que podía, porque también tenían esa lógica inquietud y hasta pudor y vergüenza. Yo fui una funcionaria activista o, mejor aún, una activista funcionaria, y de eso estoy muy orgullosa.
¿Cómo aterrizaste realmente en el activismo?
A mediados de los noventa, yo necesitaba integrarme en una asociación. Necesitaba pasar a formar parte del activismo y me dirigí a la librería Berkana para buscar información. Recuerdo que entré allí y le pregunté a Mili [Hernández, dueña de Berkana] que dónde tenía que ir para encontrar ‘gente como yo’. Ella me dirigió a Cogam, y allí que me fui. En Cogam me integré en el activismo y aprendí todo lo que tuve que aprender de él. Ahí empecé a militar de una forma activa a favor de nuestros derechos.
¿Cuál dirías que es el logro del que te sientes más orgullosa?
Bueno, yo he formado parte de un equipo, no solamente en Cogam sino también posteriormente en la FELGTB. Lo que conseguimos fue luchar, primero, por el derecho a la igualdad legal. Luchamos activa y claramente por el derecho al matrimonio igualitario, y lo conseguimos. Que nadie piense que haber conseguido el matrimonio igualitario en el año 2005 fue una cosa de los políticos. Eso fue una exigencia del activismo, que trasladó a los partidos de izquierdas la necesidad de que se modificara el código civil para que las personas del mismo sexo pudiéramos tener derecho a la igualdad legal. Esto fue obra de un equipo de gente con determinación, fuerza, valor y una visión de futuro extraordinaria. Luego, el matrimonio igualitario empezó a trasladarse en Europa y también saltó a los países de Latinoamérica. Me acuerdo de haber ido junto a Beatriz Gimeno a un viaje por Argentina, Chile, Perú y otros países, dando al activismo de estos lugares las recetas y las orientaciones para la consecución del derecho al matrimonio igualitario. Y luego se consiguió también la Ley de Identidad de Género, que en aquel entonces fue un paso decisivo para que las personas trans pudieran cambiar la mención de sexo y el nombre. Pero, desde luego, esta ley se ha quedado corta y, por eso, debemos conseguir el paquete legislativo para la igualdad real, ahora, de las personas LGTBI.
En una ocasión, afirmaste que no quieres «imaginar que haya transfobia en el Gobierno». ¿Lo sigues pensando?
No quiero imaginar que haya transfobia en el Gobierno. Yo quiero pensar que se han puesto resistencias pero que, afortunadamente, conseguiremos finalmente tener la legislación que necesitan las personas trans.
Lo preguntaba por aquel argumentario interno del PSOE (firmado por varios de sus secretarios —Carmen Calvo entre ellos—) que negaba el principio de autodeterminación de género y justificaba la patologización de las identidades trans. ¿Consideras que la figura de Calvo ha sido en cierto modo un lastre para el avance de los derechos trans?
Yo lo único que creo es que se ha superado cualquier dificultad. Han sido unas negociaciones difíciles y duras, pero se han superado y vamos a conseguir la legislación que merecen las personas del colectivo LGTBI.
¿Crees que el PSOE ha sido justo y agradecido con alguien como Carla Antonelli, exdiputada de la Asamblea de Madrid, o entiendes que se haya podido sentir utilizada por su propio partido?
Carla Antonelli es una gran activista y una gran amiga mía que ha hecho, y que seguirá haciendo siempre, una labor impagable a favor de los derechos del colectivo trans. Ella fue la primera diputada trans de la Asamblea de Madrid y allí dejó su impronta. Verdaderamente, es una lástima haber perdido la presencia de Carla en un cargo como el que ostentaba.
Siempre haces hincapié en la necesidad de tener memoria y no olvidar a aquellos empecinados en recortar nuestros derechos. ¿Pintan bastos para las minorías sociales?
Siempre digo que tener memoria es recordar lo que ocurrió, pero también hay que tener memoria para saber quién fue quién en cada momento. Creo que son tiempos difíciles, pues están resurgiendo fascismos con unos tintes terribles, y no solamente de LGTBIfobia sino también de machismo y racismo. Pienso que una parte de eso se debe al patriarcado puro y duro, pero que también son resucitaciones de partidos y visiones políticas que creíamos ya superadas.