No sentimos nada: ¿es el fin del amor?
Dos libros exploran cómo se generan los vínculos amorosos en el siglo XXI, desde las expectativas hasta las altas dosis de sexo sin ataduras.
Pregúntate cuántos de tus amigos tienen pareja, una pareja de años, comprometida con su relación, más allá del debemos estar juntos. Si tienes 20, 30 o 40 años pregúntate cuántas citas a través de una aplicación has tenido o cuántas veces has pensado que es fácil cambiar de pareja, o mejor aún, revisa este TikTok si sigues soltero aunque quieras pareja. Luego piensa en Leonardo Di Caprio y en las numerosas novias modelos cada una más joven que la otra y pregúntate si al cambiar de pareja consecutivamente, Leo es capaz de a) ¿enamorarse?, b) ¿sentir algo?
La ensayista gráfica Liv Strömquist (Suecia, 1978) es experta en lo que le pasa a Leo. No sé si en desamores o en cambiar de pareja pero sí en criticar y ahondar en la historia política y cultural del amor, el cuerpo y el sexo femenino. Es por ello que este año la autora vuelve con No siento nada (Reservoir Books) un nuevo ensayo gráfico que comienza con la vida de Leo, nuestro Leo, el de Titanic, ese que no entró en la balsa con Rose. ¿Sería su historia con Rose un presagio de la vida real de Leo?
No estamos bromeando, aunque Strömquist utiliza todo el sarcasmo posible para explicar por qué el amor no consigue transformar a Leo, o a nosotros en la actualidad, la dibujante sueca se vale de varios ensayos, mitos e historias de la cultura popular para poder interpretar qué es lo que nos pasa en el siglo XXI: por qué, posiblemente, estamos tan absortos en nosotros mismos que no podemos vernos en los otros o, quizás, nos da demasiado miedo ver qué hay allí o, sencillamente, debemos esperar, como dice Hilda Doolittle a que el mar vuelva a girar en nuestros riscos y el amor nos vuelva a bendecir.
Strömquist repite varias veces otra referencia, un ensayo complejo sobre el amor en la actualidad: El fin del amor. Una sociología de las relaciones negativas (Katz, 2020) de la socióloga francomarroquí Eva Illouz, ese otro libro del que quiero hablarles. «El rollo, la follada de una sola noche, la orgía y el polvo sin ataduras se definen como relaciones sin expectativas en las que cada actor se embarca legítimamente en la búsqueda de su propio placer egoísta, sin ninguna expectativa de reciprocidad emocional o relacional ni proyección de futuro», así explica Illouz cómo el sexo se ha convertido, en el fondo, en una acumulación de placer que confiere estatus pero no generación de vínculos. ¿Acaso nos dan un bono de la lotería mientras mas follamos?
Entrevistando a Liv Strömquist durante una rueda de prensa, ella apuntaba hacia lo mismo que Illouz, y quizás por eso es su gran referente en No siento nada: que vivimos en una época en la que vemos una relación como un objeto de consumo, especialmente con la llegada de la tecnología al campo erótico amoroso. «Leí a una mujer mayor que explicaba sus experiencias en los sitios de búsqueda de pareja, y afirmaba que sentía que caminaba por una tienda donde todo es muy barato, como una tienda de gangas, donde puedes conseguir diez piezas, por ejemplo, toda la pasta de dientes por el precio de una. La cantidad en exceso está haciendo que la gente se sienta menos valiosa» afirma Strömquist.
No siento nada también apunta a que cada día necesitamos controlar más las relaciones y observarlas como una meta. Desde conseguir el prototipo de pareja soñado hasta lo que debe suceder en misma relación puede ser visto desde inflexibilización hasta causar frustraciones, debido a cómo hemos encausado las formas de control en la sociedad actual. «Creo que ahora el evento de enamorarse puede ser algo bastante difícil de entender, porque es un evento inesperado que sucede fuera de nuestra vigilancia, fuera del alcance de la ciencia y fuera del alcance del conocimiento intelectual. Con el amor es como si ocurriera lo mismo con la muerte, que puede ocurrir como algo completamente inesperado que lo cambia todo y no se puede calcular nada y, en nuestro tiempo, esto es un gran choque para nosotros» explica Strömquist.
A pesar de que vivimos un año donde la pandemia nos hizo encerrarnos con nosotros mismos y entender la inevitabilidad del destino y el miedo a la inestabilidad, la autora sueca cree que se está «haciendo cada vez más difícil abrirse a eventos inesperados que pueden cambiarnos fuera de nuestro control. Como si no estuviéramos realmente preparados para eso. Estamos más metidos en la idea de controlar y entender el mundo todo el tiempo. Y eso, creo, puede ser un poco difícil con el sentimiento de amor, que, en cierto modo, tiene que ver con entregarte a ti mismo».
Por su parte la socióloga Eva Illouz en su ensayo El fin del amor afirma que continúa observando la influencia delicada del capitalismo en nuestras relaciones emocionales. Para Illouz esta es una relación negativa profundamente contemporánea, que puede encarnarse en el gesto altamente institucionalizado del divorcio o, en el otro extremo, en el fenómeno más sutil pero rabioso, el del fantasma -el famoso ghosting– que consiste en romper toda relación íntima sin dar explicación alguna. Si alguna vez los mitos griegos nos hicieron creer en el amor de Penélope y Ulises, ¿dónde están nuestros héroes amorosos de la actualidad? ¿Cómo dejamos de amar hoy? ¿Cómo evitas enamorarte? ¿Y cómo entender esta nueva forma de no sociabilidad? se pregunta la socióloga.
El origen de esta ruptura emocional, asume Illouz, radica en la liberación de las costumbres y creencias que se produjeron en los años 60 y 70. La revolución sexual fue parte de un desafío al orden patriarcal, reivindicando el acceso a los anticonceptivos y el derecho al aborto como libertades. Pero este cambio de paradigma ha ido mucho más lejos. Se ha alineado con el consumo masivo, así que el amor y la sexualidad han llegado a convertirse en los modos de expresión más exitosos. Una relación ahora se juega, o no, con un simple clic en Internet: Tinder, Bumble, mensajes directos de Twitter, Instagram o pare usted de contar. El amor se vive tanto como se consume.
Para Illouz es también el fin del amor como lo viven los actores, de manera fenomenológica: la separación, el fin de las relaciones, pero también el rechazo a iniciar una, a su multiplicación (el poliamor o la infidelidad) o a la práctica de la elección nueva más o menos frecuente. No es extraño que Strömquist use el caso de un actor de cine en la vida real como a Leonardo Di Caprio para dar el hilo de continuidad a su ensayo.
Otro aspecto relevante para entender el amor en el siglo XXI, además del abuso de control y la mercantilización de la pareja y la sexualidad, es el sobre análisis de la psique. Strömquist cuenta en su ensayo gráfico el caso del mito griego de Teseo y Ariadna. Se ha divulgado abiertamente y se ha perpetuado el abandono de Ariadna en el mito, culpando a Teseo de aprovecharse de ella para salir del laberinto, sin embargo, para la autora sueca es posible que alguien te deje sin que tengas que hacer un tratado psicológico del por qué esa persona lo ha hecho. «Hace 150 años, diríamos que esta conducta estaba causada por un mal carácter, una persona sin un sentido del deber adecuado. Lo interpretaríamos como el resultado de la falta de fe, el karma, algún tipo de interferencia de los dioses o algo más. Creo que uno de los aspectos negativos de la forma que fuertemente psicoanalizamos todo lo que está en torno al «amor» y cómo le damos valor a esto. Tener una pareja o el amor recíproco como un aire de logro – tener una relación feliz o ser una persona soltera saludable, es un ‘logro’ de la misma manera que logras un título de abogado o pierdes peso – con lo que también, la ‘mala suerte’ en el amor, en cierto modo es tu propia culpa» afirma la ensayista sueca.
Tanto para Strömquist como Illouz desean construir una sociología de las «relaciones negativas», de lo que no sucede o de lo que sí, para eliminar el velo sobre la mercantilización del amor y cuestionarlo. Para ambas autoras, la realización amorosa está en el compromiso en dejarse llevar por lo que se siente, más allá de la posesión o la racionalización. Y tú, ¿cómo vives el amor? ¿Eres como Leo en la vida real o como Jack en Titanic?