Corinna Schumacher rompe su silencio en un documental que rinde tributo al expiloto alemán
Hace poco se estrenó ‘Schumacher’, el documental de Netflix que pone en un pedestal al expiloto alemán, pero desvela poco sobre su misterioso estado actual
Cabía esperar que tarde o temprano una leyenda del deporte como Michael Schumacher contase con su propio documental. Hace unas semanas, y para deleite de sus fans, aterrizó en la plataforma Netflix, Schumacher, un producto audiovisual que rinde homenaje al expiloto de Fórmula 1, recurriendo para ello a grabaciones privadas de su familia, imágenes de sus carreras más emblemáticas y numerosas entrevistas con familiares, amigos y rivales del campeón alemán.
Dirigido por Hanns-Bruno Kammertöns, Vanessa Nöcker y Michael Wech, el documental hace un recorrido por la vida de Schumacher, que desde los cuatro años heredó de su padre Rolf el amor por los deportes de motor. «A mi padre siempre le gustó trabajar con motocicletas y vehículos pequeños», comentaría una vez el de Hürth-Hermühlheim. «Teníamos una vieja motocicleta que no pasaba de 40 kilómetros por hora, y la convirtió en un kart para niños. Me gustó desde el principio. Siempre me ha gustado mucho. Recuerdo que, cuando tenía seis o siete años, mi padre ya había empezado a alquilar karts para el club. Siempre estaba con él mientras trabajaba en los karts, para ayudarlo y para probarlos. Cuando terminaba uno, iba corriendo a probarlo».
Según relata Gerhard Noack, empresario que descubrió al expiloto alemán, los Schumacher hicieron grandes sacrificios para que su hijo pudiera probar suerte en el mundo de la competición: «Al principio, la familia Schumacher tenía una furgoneta de comida, y más tarde tuvo un restaurante. Financieramente, las cosas eran complicadas para la familia en esos tiempos. Rolf seguía haciendo chimeneas, y hubo un momento en el que seguía trabajando como capataz de obra, y Elisabeth se quedaba atendiendo a los clientes hasta que cerraban». Algo corroborado por Ralf Schumacher, hermano del excampeón, que asegura en el documental que sus progenitores «tenían que trabajar mucho para darnos lo básico, pero… ¿qué significa ser rico? Muchos niños ricos son pobres, porque sus padres no tienen tiempo para ellos. Pero nuestros padres siempre estaban ahí. Y teníamos la pista de karts, que era una enorme zona de juegos».
«Muchos niños ricos son pobres, porque sus padres no tienen tiempo para ellos. Pero nuestros padres siempre estaban ahí»
Michael Schumacher debutó con quince años en el campeonato alemán de karts y logró ser campeón, aunque nunca dejó de soñar con dar el salto a la Fórmula 1. Ya a finales de los ochenta, Willi Weber (exmánager de los hermanos Schumacher) se fijó en la forma de conducir del alemán, y decidió contactar con él para pedirle que corriera en su equipo. «Weber nos llamó. Nos dijo: ‘Venid esta tarde. El chico tendrá un contrato de cinco años. Tendrá un coche y tendrá un salario de dos mil marcos al mes. Todo era increíble», recuerda Rolf.
En 1991, el piloto titular de Jordan se cayó y la escudería decidió apostar por el atrevido y despiadado Schumacher, que debutó como reserva en el Gran Premio de Bélgica de Fórmula Uno. Su profesionalidad y perfeccionismo deslumbraron enseguida al director de Benetton (Flavio Briatore), que lo fichó para la siguiente carrera. Los primeros patrocinadores no tardaron en llamar a la puerta de Schumacher, que al año siguiente ganaría su primera carrera en Bélgica, en 1994 (el mismo año de la muerte del brasileño Ayrton Senna) se coronaría rey del motor tras vencer en ocho grandes premios, y en 1996 cerraría su fichaje por Ferrari. El resto es ya historia del automovilismo: el alemán conquistó siete campeonatos mundiales y ganó alrededor de 840 millones de euros a lo largo de su carrera deportiva (según Forbes).
Schumacher cuenta con la colaboración directa de la mujer del expiloto. A pesar de ser bastante celosa de su intimidad, Corinna Schumacher proporcionó a los directores del documental imágenes privadas de momentos personales como el día de su boda con Michael, celebrada en verano de 1995. Aunque también aprovechó la ocasión para describirlo como un hombre de familia cariñoso, para asegurar que se enamoró «por lo que vi en él, porque era una gran persona», y para relatar anécdotas como la grata sorpresa que se llevó aquel día en el que estaba «cocinando para un cumpleaños» y, cuando empezó a recoger, el alemán «fue el único que vino a la cocina y me ayudó a fregar los platos. Pensé ‘¡vaya! Este realmente es un buen tipo’».
«No me gusta hablar de mis virtudes porque no quiero parecer arrogante. Ni hablar de mis fracasos, porque detectarlos es vuestro trabajo»
Tanto Corinna como los colegas de Schumacher hablan del alemán como un hombre sencillo y discreto, al que nunca le gustó demasiado la prensa, ni tampoco la atención mediática. «No me gusta hablar de mis virtudes porque no quiero parecer arrogante. Ni hablar de mis fracasos, porque detectarlos es vuestro trabajo», señalaría una vez el propio deportista. Su amigo Jean Todt, presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), asegura que «Lo único que él quería era una vida normal, y no alcanzaba a comprender por qué era absolutamente imposible tenerla. Es cierto que, a veces, parecía antipático, pero es que recibía tantas peticiones que, a veces, le sobrepasaban».
La aparente frialdad de Schumacher, su obsesión por ganar y las maniobras intimidatorias hacia sus rivales le llevaron a protagonizar algunas polémicas y, de paso, le convirtieron en un personaje amado y odiado por igual. De hecho, más de uno celebró que, a finales de 2006, Schumacher anunciase su retirada de la Fórmula 1. Aunque, apenas cuatro años más tarde, el alemán sintió el gusanillo de volver, y su participación en el Mundial de 2010 fue bastante comentada. El alemán no conseguía superar a su compañero de equipo, Nico Rosberg, y algunos periodistas deportivos aseguraban que ese Michael «ya no era el mismo» —aun así, él seguiría a lo suyo, pasando totalmente de los comentarios, y hasta regalaría algún nuevo podio a sus seguidores—.
Por desgracia, el excampeón alemán sufrió un durísimo revés el 29 de diciembre de 2013, mientras esquiaba en la estación de Méribel, en los Alpes franceses. Aquel día por la mañana, Schumacher perdió el control de sus esquís y chocó contra una piedra cuando descendía por una ladera, lo que le provocó una caída que desembocó en importantes daños cerebrales y le mantuvo ocho meses en el hospital. Después de que su familia tuviera a bien comunicar que el alemán había salido del coma, el misterio en torno a su salud y el silencio más absoluto pasaron a rodear su figura por deseo de su esposa y sus hijos, Gina-Maria y Nick (a los que el propio Schumacher dejó dicho que «lo privado es privado»).
Desde entonces, pocos datos sobre su estado se han filtrado a la prensa. Se sabe que la villa familiar que tienen en Gland (Suiza) se convirtió en una especie de clínica de rehabilitación privada, o que sus costes médicos podrían rondar los dieciséis millones de euros al año. También trascendió que, hace tres años, los Schumacher compraron una mansión en Mallorca, y que el alemán vivió la pandemia en aquella villa con vistas al mar. Algunos colegas se fueron igualmente de la lengua. En septiembre de 2020, la modelo Elisabetta Gregoraci (exmujer de Briattore) aseguró en un programa de televisión italiano que Schumacher «no habla, se comunica con los ojos. Solo tres personas pueden visitarlo y yo sé quienes son». Dos meses después, Jean Todt se convirtió en la comidilla del sector tras afirmar en un periódico holandés que era uno de los pocos amigos que mantenían contacto con el alemán. «Su lucha continúa, junto a su familia y sus médicos. Yo voy a verlo con regularidad y vemos la televisión juntos», apuntó al diario. Eso sí, que nadie espere encontrar en el documental imágenes actuales del expiloto, o datos concretos sobre su verdadero estado de salud. De lo contrario, se llevaran una pequeña decepción.
Lo que sí verán es a su hijo Nick, actual piloto de la escudería Haas F1 Team, confesando frente a la cámara lo mucho que echa de menos los buenos ratos familiares de antaño. «Por supuesto, desde que ocurrió el accidente estas experiencias, estos momentos que supongo que mucha gente tiene con sus padres, ya no están ahí, o están mucho menos. Creo que es un poco injusto. Creo que papá y yo nos entenderíamos de otra manera ahora, aunque solo fuera porque hablaríamos el mismo lenguaje: el lenguaje del motor y del deporte». También le asalta la congoja a la hermética Corinna, que se limita a señalar que «todo el mundo echa de menos a Michael, pero Michael está aquí. Es distinto, pero él está aquí, y creo que eso nos da fuerzas a todos».
«Todavía me muestra lo fuerte que es, todos los días», apostilla la activista alemana. «Estamos juntos. Vivimos todos en casa. Hacemos sus tratamientos. Hacemos todo lo que podemos para que Michael se sienta mejor y esté cómodo. Para que también él pueda sentir nuestros lazos familiares. Y, pase lo que pase, yo haré todo lo que pueda. Todos lo haremos». Y esta es la misteriosa y cruda realidad de un hombre controlador e independiente que, de golpe y porrazo, en el momento más tranquilo de su vida personal, se ha visto condenado a vivir a expensas de una silla de ruedas.