De un argentino tímido a la ‘Calasso terapia’: así fue el Prix Formentor 2021
Tres días alrededor de la literatura afirman que las Conversaciones Formentor y el Prix Formentor son un lugar para la resistencia cultural en España y Europa
El avión se retrasa en salir una hora. Al despegar un hombre canta flamenco durante el vuelo, es la antesala al sitio que llegaremos: Sevilla. Mientras, releo en el móvil Pura Pasión, de Annie Ernaux, la ganadora del Premio Formentor de 2018, galardón que me trae a esta ciudad.
La tradición literaria del premio, creada en el Mediterráneo en un cabo de la isla de Mallorca, ha pasado este año de la isla balear a Túnez y, de ese mismo punto de África, a Sevilla. Esa itinerancia de localizaciones es la que busca el mecenazgo de la familia Barceló y la familia Buadas para que el premio siga vivo este 2021, iniciando así una nueva etapa a pesar de las pandemias, porque la apuesta por la literatura, la reflexión y el debate, es lo principal.
El Prix Formentor este año se ha entregado a César Aira, ese autor del que hablamos la primera noche al llegar al hotel Barceló los editores, traductores y periodistas que estamos presentes para cubrir o reflexionar sobre literatura. La cena se torna amable y termina entre copas y conversando sobre la obra del ganador de este año. ¿Qué tiene César Aira de particular? ¿Qué hace que sea un hombre tímido? ¿Será su timidez un reflejo de su fragmentaria literatura? También hay cotilleo, porque cómo no, así de aburridos somos cuando dejamos de maravillarnos con la literatura.
Entre esas copas se encuentra el agente de César Aira, Michael Gaeb, quien relata que fue desde una cabina telefónica en la FIL de Guadalajara que llamó al escritor argentino para decirle que quería ser su agente y que si estaría interesado en tenerlo como representante. Aira le respondió sí, sin ningún aspaviento. Desde entonces la carrera de Aira es llevada por él. Sus más de cien novelas se han traducido a 32 lenguas en el mundo y su producción es tan rápida como una actualización tecnológica de Apple, es por eso que al llevarse a cabo la conversación Formentor entre sus editores Aleksi Siltala, Miguel Aguilar, Clément Ribes y su agente Michael Gaeb, el chiste sigue siendo el mismo «¿Has visto la última novela de César?»
La entrega del premio al narrador argentino es solemne y elegante. Basilio Baltasar, batuta de la Fundación Formentor y quien entrega el premio en compañía de las personas que ayudan a llevar a cabo el evento, los mecenas Simón Pedro Barceló y Marta Buadas. Al leer el acta del jurado Baltasar afirma que la obra de César Aira es «una constelación laberíntica», «un simulacro estilístico de su conciencia literaria» que «hace del humor un séptimo sentido».
El discurso del escritor de Prins o Váramo es un tributo a la educación sin estructuras, a las conexiones y a las constelaciones literarias de las que ha bebido a lo largo de la vida y que estructuran un pensamiento. César Aira ha titulado su discurso Una educación defectuosa y al leerlo, casi de forma performática, al casi esconderse detrás del atril para no mostrar su timidez, quejándose de su propia narrativa – «esto es un desastre» – y de la pesadez que implica la atención causada por un premio, hace parecer que detrás de esa voz tímida, más bien hay un lloro emocionado o consternado, ese que quizás ocurre, al darse cuenta, de que esa biografía prodigiosa, es la suya.
De la amistad a la ‘Calasso terapia’
Esa educación defectuosa de la que hablaba Aira implicó muchos déficits en su vida, sin embargo, la resistencia –a pesar de que lo niegue- con una gran red de afectos fue superior. Durante la rueda de prensa, el autor de El congreso de literatura, ha comentado que tuvo «la mala idea» de autoeducarse. «Quedé mal preparado para enfrentar el mundo. Tuve la suerte de poder preservar mi torre de marfil, mi familia, mis hijos, salvo un breve período que pasé en la cárcel, todo fue un cuento de hadas».
Lo de la cárcel es una menudencia, nada importante, afirma, ese no entender las consecuencias de sus actos durante unos años tan difíciles como lo fueron la década de los 70 en Argentina. Sin embargo, esa conexión, ese apoyo familiar que signó la felicidad de su vida también incluyó la amistad que, a su vez, lo llevó a escribir. «Me hice escritor de chico con mi amigo Arturo Carrera; nos dividimos los campos: a él le dejé la poesía, yo me quedé con el relato».
Así como Aira celebró su amistad con Carrera durante la rueda de prensa, una de las mesas del Formentor celebró la amistad y estrecha relación que el Prix Formentor mantuvo con el desaparecido escritor y editor italiano, Roberto Calasso.
En la mesa Tributo a Roberto Calasso. La edición, una de las Bellas Artes, el editor francés Antoine Gallimard y, el editor y fundador de editorial Anagrama, Jorge Herralde, afirmaron la importancia de Calasso como persona y editor, no solo como especialista en los mitos griegos. «Calasso edita y medita» dice Antoine Gallimard. Por su parte, Herrade afirma «conocí a Calasso en Frankfurt y acababa de fundar Anagrama y hemos tenido una fantástica relación durante 50 años compartiendo en ferias, fiestas, cócteles».
«Una característica de Calasso era publicar premios Nobel – en su editorial Adelphi-. Tenía una relación muy estrecha con los agentes y llegaba a chismes potencialmente útiles. Joseph Brodsky una vez le relató quienes eran los posibles ganadores» afirma el editor del sello barcelonés.
Entre las anécdotas contadas en honor a Calasso está la de aquella vez que el editor propuso a Herralde de escribir sobre el ego de escritores, una propuesta interesante y casi de periodismo de exclusiva y en anonimato. Lastimosamente, como afirmó Herralde la búsqueda terminó únicamente en cotilleos.
Para Basilio Baltasar, quien premió a Calasso con el Prix Formentor en 2016, los grandes debates fútiles de la actualidad se resolverían leyendo al autor, dándole un poco de ‘Calasso terapia’ a los lectores, para recuperar así la inspiración original de mantenernos vivos.
Náufragos, peregrinos y, sobre todo, argonautas
En las conversaciones que se realizan en el Prix Formentor, más allá del premio que se concede, en esta edición del evento se propuso reflexionar sobre una cosmogonía de lecturas alrededor del naufragio, la peregrinación y la ruta heroica del argonauta.
Posiblemente esta última, una conversación alrededor de lecturas sobre argonautas, fue la más acogedora por ser la más dinámica y, porque, en ella misma se encontraban, en gran parte, las otras dos temáticas. Para ser un argonauta debes tener miedo a naufragar pero, antes, es necesario salir a peregrinar.
La mesa más madrugadora de toda la cita estaba conformada por especialistas de la literatura de viajes como la escritora Patricia Almarcegui, la editora y escritora Pilar Rubio Remiro, la escritora María Belmonte y el director adjunto de La Vanguardia, Miquel Molina.
Para Patricia Almarcegui el libro de viajes con que inicia la sesión es Los errantes de la Premio Nobel, Olga Tokarczuk, ya que considera que en éste las metáforas de movimiento son una constante y los movimientos de los argonautas a través de sus miradas, una constatación de la experiencia. Quizás, es por esa necesidad de experiencia que la editora del sello La línea del horizonte, Pilar Rubio Remiro, afirma que hasta la Segunda Guerra Mundial el viaje era una experiencia heroica, en la actualidad ya no es así. Sin embargo, se necesita de eso, de la interpelación del viaje porque «es lo que interesa del viaje», más allá de la constatación del estar en el lugar.
Por su parte, la gran narradora de Grecia, María Belmonte, desvela la vida de los hermanos Durell en Corfú y, sobre todo, cómo ellos «encontrarían su vellocino de oro» en la figura del griego Theodorus Stephanilis, que muchos han conocido gracias a la divertida serie de Filmin sobre la familia Durell. Para Belmonte, lo más interesante es la trayectoria de Larry Durell, quien luego de hacer el camino del héroe en su proceso literario, terminó encontrando su Ítaca al escribir La biblioteca de Alejandría. Para rematar la mesa, Miquel Molina, ese hombre bíblico entre todas las mujeres –de la mesa- reverbera algo que él sabe muy bien al ser director de un medio, enaltecer la figura de la condesa de Blessington como entrevistadora, ese perfil periodístico que es tan heroico por llevar en él intrínseco, un movimiento argonáutico entre la pregunta y la respuesta.
El final del evento llega con la sesión Peregrinos, integrada por Basilio Baltasar, el escritor Philippe Claudel, el catedrático Jean-François Botrel, la Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2020, Lídia Jorge, y un César Aira más relajado como escritor más que como premiado, que nos citó a Baudelaire para hacernos entender lo que siempre la literatura y la vida están ahí para recordarnos: «A los ojos del recuerdo, qué pequeño es el mundo».