Descaro, música petarda y reapropiación del insulto como resistencia queer: bienvenidos al universo de Samantha Hudson
Samantha Hudson nació como una inocente tarea de instituto, se convirtió en un icono de Instagram, y hoy día es ya un fenómeno capaz de inspirar a muchos con su mera existencia
Hay artistas que buscan su hueco en el mundo de la farándula a través de contactos personales, interminables castings o costosas escuelas de música e interpretación. Y luego está Samantha Hudson, una travesti mallorquina que nació como una inocente tarea de instituto. Dieciséis años tenía Hudson (alter ego artístico de Iván González) cuando su profesora de Cultura Audiovisual les pidió a sus alumnos que elaborasen un videoclip sobre un tema libre. De forma espontánea, ella escribió y grabó una canción cuya letra criticaba a la Iglesia católica por su postura oficial respecto al colectivo LGTBI. Titulada Soy maricón, el tema reivindicaba de forma provocativa el derecho a ser gay y participar de la Iglesia, sin que esta le discrimine por razón de su orientación sexual.
La profesora de turno calificó con sobresaliente aquel atrevido trabajo audiovisual donde Hudson aparece ligera de ropa, riéndose de aquellos que le insultan y proclamando su homosexualidad. Pero el profesor de Religión de su instituto localizó la canción en You Tube y se quejó a la Junta de Profesores, que le ignoró por completo. El hombre se dirigió entonces al obispo de Mallorca, que acusó a la adolescente de blasfema, pidió la intervención del Defensor del Menor de Baleares y promovió una campaña para pedir que tanto la profesora como su pupila fuesen sancionadas.
Del instituto a Instagram
La sangre no llegó nunca al río, aunque el vídeo de Soy maricón se hizo viral rápidamente, y lo cierto es que la polémica favoreció el inicio de la carrera artística de Hudson, que pronto pasó de icono de instituto a icono de Instagram. «En aquel momento, era una adolescente empeñada en ser una gran superestrella. O en que, por lo menos, la gente se enterara, porque yo siempre me lo he considerado», comenta a The Objective Hudson, que con apenas dieciocho años se fue a probar suerte a Barcelona.
Esperanzada en convertirse «en una vedette de éxito», la mallorquina solo consiguió hacer tres bolos aunque, después de que una fan se le acercase un día y le comentara que tenía un amigo videógrafo, logró protagonizar Samantha Hudson, una historia de fe, sexo y electroqueer (2018), un documental que plasma muy bien su actitud desvergonzada y su temor a acabar convirtiéndose en una persona mediocre.
«Mis padres me apoyaron con el beneplácito del silencio y luego, cuando ya supieron de qué iba la movida, se posicionaron a favor, lógicamente»
La propia Hudson comenta que su familia ha estado siempre a su lado. De hecho, fueron sus padres quienes costearon aquella breve etapa de experimentación y vida loca en la ciudad condal. «Mis padres no me apoyaron de una forma convencional. En realidad, hicieron algo bastante inteligente, que fue mantenerse al margen ante una circunstancia que no manejaban, o que no sabían cómo controlar (el que su hijo fuese travesti, se llamara Samantha y subiera un vídeo que enfureció a la ultraderecha y a la Iglesia católica). Ellos me apoyaron con el beneplácito del silencio y luego, cuando ya supieron de qué iba la movida, se posicionaron a favor, lógicamente».
Pero sus comprensivos progenitores decidieron cortarle el grifo el día que Hudson tuvo la ocurrencia de tirarse por un balcón borracha. «Me obligaron a volver a Mallorca, aunque yo ya había tomado la iniciativa y me había dicho a mí misma: ‘Ok, nena, para el carro’. Así que me volví a casa, empecé a trabajar, ahorré cuatro mil euros y ya me vine a Madrid», recuerda ahora la artista, que se define como la Miranda Makaroff de los pobres, y sin duda encontró en la capital española la ciudad de las oportunidades.
Para poder costear su estilo de vida, Hudson pasó una temporada trabajando como camarera. Aunque lo cierto es que también sacaba tiempo para componer música, escribir letras descaradas, salir de fiesta y pasearse por Gran Vía con tacones de dos tallas por debajo de la suya. Pero algo cambió en su carrera el día que su proyecto musical (que juega con los paradigmas del género, el sexo y la libertad de expresión) llamó la atención de la discográfica Subterfuge Records, que tuvo a bien ficharla en diciembre de 2019.
Vivir en los márgenes
«Samantha, ya de por sí, es un huracán», comenta Gema del Valle, cofundadora del sello y actual representante de Hudson. «Nosotros la conocíamos de las redes sociales, y éramos muy fans de su discurso. Desde el principio se ve que tiene un carisma arrollador, y que es una estrella que viene a revolucionar el panorama. Pero, si te soy sincera, por mucho personaje que haya, si su música no es buena, no ficha con el sello. Ella nos mandó Hazme el favor, y nos pareció un temazo. Personalmente, me parece que Samantha tiene un talento brutal como letrista y como autora de melodías. Si a ese talento le añades que todo eso lo está representando un personaje tan arrollador, es una bomba».
Del Valle opina que «si tú coges las letras de Samantha y se las pones, en otra versión, a otra cantante que sea muy normativa, serían el típico temazo-himno». Algo con lo que también coincide su representada, quien lamenta que los prejuicios clasistas y los estereotipos sigan tan presentes en el mundo del espectáculo: «La mal llamada música petarda está muy desprestigiada. Da la sensación de que, si haces una letra gamberra, ya se piensan que eres tonta y que no vales un duro. En España ocurre que, cuando hay algo que no es la típica letra cursiloide, sentimental, o que cumple los estándares de lo que la gente considera serio, ya eres música petarda, que es lo que ocurre con Yurena, Leticia Sabater y toda esta gente. No se paran a pensar que el absurdo es una cara muy importante de esa moneda que es la realidad».
«Yo soy maricón porque la norma es ser heterosexual y a mí es lo que me han dejado. Y yo soy una travesti porque la norma es ser binaria y a mí es lo que me han dejado. Yo vivo en los márgenes porque no me queda más remedio»
La artista de 22 años es ya toda una experta en eso de emplear el humor como herramienta subversiva de desactivación a los ataques homófobos de las nuevas olas conservadoras. «Es la opción más inteligente, y también la más sencilla», asegura sin titubeos. «Aunque esto también depende mucho de la persona. Mis circunstancias han sido bastante favorables y yo, quizás, me he podido permitir el privilegio de relativizarlo todo. No hay que intentar evitar que te llamen maricón sino que tienes que concienciarte de que ser maricón no tiene nada de malo y que, por supuesto, no es tu culpa. Yo soy maricón porque la norma es ser heterosexual y a mí es lo que me han dejado. Y yo soy una travesti porque la norma es ser binaria y a mí es lo que me han dejado. Yo vivo en los márgenes porque no me queda más remedio».
La pandemia arruinó los planes de muchos artistas aunque, en el caso de Hudson, supuso también una oportunidad para pensar en nuevos proyectos, ganar notoriedad mediática y seguir acumulando seguidores en redes sociales —solo en Instagram ronda ya los 200 mil—. En lo que va de año, a Hudson le ha dado tiempo de actuar en varias ciudades con un original espectáculo a medio camino entre el concierto y el stand-up, participar en la sexta temporada del popular MasterChef Celebrity (donde fue la segunda eliminada), rodar un cameo para la próxima película de Paco León (Rainbow), y conducir el podcast de Netflix ¿Sigues ahí? con Jordi Cruz.
Por España
Estos días, Hudson anda ultimando los detalles de su nuevo disco, que saldrá a la venta a finales de noviembre. Pero, para ir abriendo boca y para celebrar el 12 de octubre, comenta emocionada que acaba de estrenar en You Tube el videoclip de un himno antifascista en clave de humor (Por España), donde ella aparece rodeada de imaginería falangista y ondeando la bandera republicana después de fusilar al dictador Franco. «La escribió y compuso Adrià Arbona, de Papa Topo, pero él no se atrevía a ser el intérprete. Yo me apunto a un bombardeo, así que me he convertido en la persona que la canta, y también decidí ir un paso más allá y hacer el videoclip junto a Fran Granada, que ya se ha convertido en mi director habitual. Creo que el vídeo tiene un montón de potencial. Me dije ‘O vas fuerte, o te vas pa’ tu casa’. Y creo que hemos sido bastante fuertes».
La de Palma de Mallorca es consciente de que no puedes caer bien a todo el mundo. Como también sabe que, en cierto modo, pintan bastos para las personas LGTBI en España. «Estoy expuesta per se a violencia», comenta. «Pero yo prefiero caer redonda y que me apalicen unos neonazis yendo con mis modelitos y estando segura de haberme permitido el lujo (que no debería ser un lujo) de ser quien yo quiero ser, a sentirme cohibida por el temor a que me pueda pasar algo. Lógicamente, siempre tienes miedo, y eso que yo estoy en una situación privilegiada, porque vivo en el centro de Madrid. Antes daba la sensación de que esas cosas ocurrían en otros entornos, y ahora están cada vez más presentes en espacios mainstream, o que se presuponían más seguros. Pero bueno, es lo que pasa cuando se permite que partidos de ultraderecha como Vox accedan a las instituciones».
Hablando con Hudson uno tiene la sensación de que se encuentra frente a una mocatriz (modelo, cantante y actriz) mucho más inteligente de lo que algunos puedan pensar, con las ideas muy claras y la cabeza bien amueblada de realismo —«Mi caso particular no define para nada la norma. Soy una persona que está viviendo una fantasía total, soy como la pantomima de la meritocracia hecha persona»—. Pero también frente a alguien que ha ido desarrollado una mayor confianza en sí misma —superando determinados complejos físicos (como las marcas de acné o los dientes torcidos)—, y una gran capacidad de reírse de sí misma, pilar fundamental de eso que llaman resiliencia. «No sé maquillarme, no sé peinarme, jamás me he comprado pegamento para pelucas, mis looks son un desastre, y tampoco hago nunca lip sync. No cumplo el esquema tradicional de la travesti, pero es que yo tampoco pretendo cumplir los esquemas tradicionales así que, en ese sentido, soy bastante exitosa».
Nadie que esté siguiendo sus pasos podrá negar que Samantha Hudson se ha convertido en un fenómeno capaz de inspirar a muchos niños y adolescentes con su mera existencia. Ni tampoco que el buen rollo que transmite la mallorquina le ha valido para erigirse en uno de los mayores iconos de la Generación Z. «Estoy muy contenta y abrumada pero, sobre todo, muy agradecida por el hecho de que la reciprocidad que recibo sea tan honesta y tan mona. Aunque también creo que uno atrae lo que evoca. Hay gente que me sigue y que no entiende mi rollo, pero la mayoría de los que muestran interés por lo que hago tienen una determinada manera de funcionar o de analizar su entorno y la realidad. En ese sentido, creo que una tía maja atrae a otra tía maja. O, como en este caso, a doscientas mil [risas]. Al final, no importa la relevancia que tengas, ni lo que digas o hagas, sino cómo haces sentir a la gente».