10 actores que se toman demasiado en serio su trabajo... y no termina bien
Seguro que te tomas en serio tu trabajo, lo que no es seguro es que te lo tomes tan serio como estos actores que llevan a extremos lo de entrenarse o meterse en un rol
En la nueva película de Jane Campion, El poder del perro, Benedict Cumberbatch interpreta a un ranchero en la Montana de 1920, que fuma como carretero. Eso no debería ser un problema, el alcohol y el tabaco tienden a ser zumos y cigarrillos de hierbas cuando se trata de la ficción audiovisual. Pero Cumberbatch decidió que no, que sus cigarrillos serían de los reales… y, bueno, no le fue muy bien. Su compromiso con el papel era tal que se envenenó con nicotina tres veces durante el rodaje.
Y como si eso no fuese ya bastante, el actor británico replicó también el habito de su personaje de no bañarse. Aprendió a modelar madera, a hacer herraduras y a liar el tabaco con una sola mano. Y además dejó de responder a su nombre. Durante todo el rodaje se mantuvo en personaje. Benedict se adentró en el hall de la fama de los actores que llevan su oficio a extremos insospechados.
No está solo, claro. Hay ejemplos famosos de obsesión con ‘el método’. También los hay menos, como Shia Labeouf haciendo ácido en cámara, Natalie Portman aprendiendo ballet o Kate Winslet hablando con acento alemán hasta en su casa. Y lo cierto es que hay más… porque si hay gente que se toma en serio su trabajo son los actores… y tanto.
Robert De Niro en Cabo de miedo
El actor es famoso por sumergirse en una preparación intensa para sus papeles (o lo era, últimamente la mayoría de sus películas parecen la misma). Para Taxi Driver se sacó una licencia de taxi y condujo por Nueva York en turnos de 12 horas al día, durante un mes. En Toro salvaje, aprendió a boxear, aumentó unos 15 kilos de músculo gracias a sesiones intensas de ejercicio y luego aumentó en muy poco tiempo más de 20 de peso para interpretar su personaje años después. Pero con Cabo de miedo el actor llevó su compromiso a otro nivel. Para asumir el rol del violador Max Cady, De Niro pagó 5.000 dólares para afilarse los dientes y parecer más amenazador. También, es obvio por su musculatura en la película, se sometió a horas de ejercicio diario que lo dejaron con solo 4% de grasa corporal.
Daniel Day Lewis en Las brujas de Salem
Las historias son muchas. En cada rodaje en que participa, Day Lewis hace cosas extremas… sin excepción. En El último de los mohicanos vivió en el bosque y aprendió a cazar y desollar animales, en Mi pie izquierdo vivió todo el rodaje en una silla de ruedas, en El boxeador se entrenó durante 3 años en este deporte… Pero en Las brujas de Salem se metió tanto en la piel de John Proctor que se mudó a la réplica del pueblo del siglo XVII en que se desarrolla la historia de la histeria colectiva que sumerge a un pueblo en una descabellada cacería de brujas. No sólo eso. Vivió durante todo el rodaje sin agua corriente o electricidad, trabajó el campo solo con herramientas de la época y lo más descabellado de todo… construyó la casa de su propio personaje.
Jared Leto en Suicide Squad
Leto se ha convertido en alguien de quien se espera lo intenso. Hay quien lo ve como compromiso, hay quien lo ve como excesiva ridiculez. Para interpretar a Mark Chapman en Chapter 27 aumentó 30 kilos en tiempo récord comiendo helado derretido con soja y aceite. Su colesterol se disparó. Y en Requiem por un sueño rebajó tanto que al final se desmayaba en el set. Y es que Leto no solo se mete de lleno en sus personajes, sino que llega a niveles que no hacen felices a sus compañeros de reparto. ¿Un ejemplo? Durante el rodaje de Suicide Squad el actor envió regalos como cuentas anales y condones usados a sus compañeros de reparto. Posteriormente, Leto ha negado hacerlo, aunque la información saliese de su propia boca en una alfombra roja. Otros regalos incluyeron un cerdo muerto y una rata negra viva a Margot Robbie, su novia en la pantalla.
Meryl Streep en La decisión de Sophie
Los hombres tienden a llevarse el oro en lo que respecta a métodos desquiciados de actuación. Pero Meryl puede competir con este ejemplos. No, no se mató de hambre o vivió meses en el bosque para interpretar a la traumatizada madre judía que elige entre la vida de sus dos hijos, pero sí aprendió polaco y luego alemán… que hablaba con acento polaco. Sí, aprendió un idioma entero, el de Sophie, y luego su idioma adoptivo, que obviamente (porque la seriedad era tal) debía hablar con el acento de su idioma original. ¿Exagerado? Tal vez. ¿Efectivo? Mucho.
Leonardo DiCaprio en El renacido
Leo ya había demostrado que su amor al arte era intenso cuando pasó meses haciendo amistad con mafiosos bostonianos para su papel en Infiltrados, pero nada se le parece a los extremos a los que llegó en el papel que por fin le ganó un Óscar. Y es que como Hugh Glassman en la película de Alejandro González Iñárritu, DiCaprio comió bisonte crudo, toleró temperaturas bajo cero durante horas y con kilos de pieles encima como única protección, se enfermó y trabajó enfermo durante varios días (su tos es real) y durmió dentro del cadáver de un animal.
Forrest Whitaker en El último rey de Escocia
Antes de interpretar a Idi Amin en esta película (volveremos a ello), Whitaker aprendió a tocar el saxofón y vivió solo en un mínimo apartamento para interpretar a Charlie Parker (aunque no era necesario que lo tocase). Y ahora con el papel con el que ganó un Óscar: para interpretar al dictador africano el actor se mudó a vivir a Uganda, aprendió Swahili, ganó peso y hasta pasó tiempo con la familia del dictador.
Hillary Swank en Million Dollar Baby
Ganó un Óscar por interpretar a una boxeadora en esta película de Clint Eastwood, pero la verdad es que podría agradecer más que eso el estar viva. ¿Por qué? Para su papel se dedicó a entrenar boxeo con tal ahínco que pasaba horas al día en el ring y ganó casi nueve kilos de músculo. Pero ¿lo que realmente fue desquiciado? Durante sus sesiones de entrenamiento y el rodaje se hizo una herida en la planta del pie, a la que ignoró tanto tiempo que cuando por fin la atendió un médico tenía una infección tan extendida que estaba a poco de llegarle al corazón.
Jamie Foxx en Ray
Otro que se llevó una estatuilla por sus esfuerzos fue Jamie Foxx. Para interpretar al famoso cantante de jazz, Ray Charles, no solo rebajó su musculoso cuerpo de peso sino que llevó al extremo el tema de meterse en personaje. Charles, como es biensabido, era ciego, así que Foxx optó por llevar párpados prostéticos pegados sobre los suyos y completamente cerrados. De esa manera el actor pasaba las 14 horas al día del rodaje sin poder ver… durante los primeros días de rodaje hasta llegó a sufrir ataques de pánico.
Christian Bale en El maquinista
Lo conocemos más por su musculoso papel de Batman, pero el actor británico es otro obsesionado de ‘el método’ que lleva a extremos insanos su compromiso con su trabajo. Para Vice engordó 30 kilos, para American Psycho se ejercitó tanto que llegó a porcentajes bajísimos de grasa corporal… pero en el caso de su papel como un insomne con serios problemas psicológicos, Bale optó por perder peso, mucho peso. En solo 4 meses perdió casi 30 kilos a base de alimentarse de café negro, una manzana y una lata de atún al día.
Halle Berry en Jungle Fever
No fumó crack, eso prefirió no hacerlo. Pero sí se entregó a otras características de la vida de Vivian, la drogadicta que interpreta en la película de Spike Lee. Visitó y pasó tiempo en espacios donde los drogadictos sin hogar iban a consumir y, lo peor para ella y los que la rodeaban, dejó de bañarse dos semanas antes de rodar y durante el rodaje. Fueron ocho semanas sin una ducha. Berry recuerda que era «asqueroso». Y no lo dudamos.