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Economía colaborativa: ¿oportunidad o amenaza?

Fenómenos como Uber y AirBnb son la cara más visible de la forma cómo la tecnología está abriendo nuevas oportunidades económicas a los ciudadanos comunes para actuar tanto como proveedores como consumidores de servicios, obviando a las empresas tradicionales. Algunos economistas advierten, sin embargo, que no se trata más que de una respuesta a una economía cada vez más precaria

Economía colaborativa: ¿oportunidad o amenaza?

Los sueldos no alcanzan. Cada día más son los trabajadores -profesionales o no- que deben buscar soluciones creativas ante este fenómeno de alcance mundial.

El problema ya no es sólo el desempleo, sino además la precariedad de los puestos de trabajo disponibles lo que obliga a que cada vez más personas deban redoblar sus esfuerzos para sobrevivir el día a día.

En medio de esta crisis, la economía colaborativa o compartida ha abierto espacio para nuevos mercados.

Los académicos debaten sobre el fenómeno. Arun Sundararajan, profesor de Economía de la Universidad de Nueva York, afirma que esta ampliación del esquema capitalista estimula la producción, la economía y las finanzas, y llegó para quedarse. Otros economistas como James Parrott, del Instituto de Política Fiscal –una organización no gubernamental encargada de monitorear la economía en los cinco distritos de la ciudad de Nueva York–, consideran que estas propuestas lejos de activar la economía pone en jaque a sectores y empresas que por años han mantenido el control en sus respectivas áreas y simplemente desestabiliza el status quo.

“La economía colaborativa no excluye a ningún segmento que desee participar en ella, además busca la inclusión de todos los sectores sean privados o gobiernos”, explica Sundararajan y añade que lo novedoso del sistema, además del uso de numerosos programas o aplicaciones informáticas para satisfacer las necesidades básicas y no tan básicas, es que las transacciones son más directas. “Al eliminarse el intermediario, se abaratan los costos, lo que le resulta atractivo a los potenciales clientes y de una ganancia más neta para el prestador de servicio”, explica.

En sus palabras no se trata de un nuevo modelo económico o de un cambio de paradigma social, sino de una ampliación de un sistema conocido. “La economía colaborativa viene para aumentar un modelo capitalista que por 60 años ha permanecido intacto. Antes, las personas preferían tener un coche como símbolo de poder, que les permitía desplazarse y llegar adonde necesitaba ir; ahora se compran una tableta o un teléfono inteligente que les permite hacer lo mismo y más”.

Para Parrot, sin embargo, la situación no es más que la consecuencia de un modesto ingreso familiar que ahora tiene una capacidad adquisitiva menor, en comparación, con la que tenía hace tres décadas. En sus palabras menores ingresos implican una menor capacidad de compra y un letargo de la economía.

“Lo que vemos hoy en Estados Unidos y en el mundo, es la recuperación económica más lenta desde la gran crisis de 1929 y la recuperación de 1935. En el caso estadounidense, la red de seguridad social no es como la europea por lo que si en 6 meses aún no tienes trabajo debes recurrir a otras iniciativas”, señala.

¿Es esta la razón para el surgimiento de un modelo de economía compartida? “Absolutamente sí –considera Parrott– es una forma, para los individuos, de obtener una fuente adicional de ingreso, por su vivienda, en casos de empresas de hospedaje como AirBnB y transporte, como Uber, sin tener que dejar de lado su fuente principal de ingreso que es su trabajo”.

Sin embargo, estas iniciativas de emprendedores, que un ciudadano común puede ver como una forma de buscarse la vida y hacer más dinero, hechas a gran escala amenazan a sectores económicos enteros, erosionan los sueldos y han causado reacciones contra esas empresas que toman por asalto el mercado.

Empresas como AirBnB han crecido exponencialmente  y ya han logrado tener más de 10 millones de usuarios. Esta compañía presume de ir de la mano de sus clientes, mientras que las patronales como la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos muestran su descontento ante la falta de regulaciones que existen en el país, en el caso de alojamientos mal llevados  y que evidentemente podrían afectar los estándares que ofrecen servicios de hotelería formales como hospedaje, limpieza, comodidad y ubicación. Esto impacta fuertemente en el turismo que representa 12% del Producto Interior Bruto español

El caso de Airbnb afecta, en especial, a grandes urbes como Nueva York, donde entre 2012 y 2013 se redujo la ocupación hotelera en más de un millón de habitaciones, lo que significa una importante caída de impuestos y dinero que traen los turistas en la ciudad.

El impacto de esta iniciativa en la industria hotelera ha llevado a su regulación en ciudades como San Francisco.

 

¿Positivo o negativo?

Aunque aún se desconocen las verdaderas implicaciones de la economía compartida o colaborativa, su modelo ha tenido especial desarrollo en los sectores de transporte y de alojamiento, en los que ya se ve la reducción de transacciones formales en la industria tradicional.

A pesar de los problemas que ha causado, Sandjuraran asevera que es positivo el surgimiento de este nuevo modelo para la economía ya que favorece la competencia y permite que muchos dejen de ser empleados y se conviertan en emprendedores y pequeños empresarios. Paradójicamente, los más afectados son los pequeños empresarios que tenían negocios antes de este boom: los dueños de taxis o de hostales modestos, pues usualmente el público que va a hoteles de tres estrellas y más busca mantener ese estatus de comodidad y servicio.

Sandjurararan cree que para que no haya problemas mayores con el surgimiento de estas iniciativas se debe educar y entrenar a los prestadores de servicios para reducir brechas y que haya mayor calidad, además de las regulaciones que tienen que darse desde los gobiernos, como ha sucedido en San Francisco, el hogar de Uber y Airbnb.

Y es que uno de los problemas reside en que este tipo de transacciones económicas es que son tan nuevas que aún no han podido ser reguladas en muchas ciudades.

Un ejemplo es lo sucedido con Uber y los taxistas. En Madrid incluso se han producido altercados que han puesto en peligro vidas, mientras que en Barcelona los conductores protestaron al ver peligrar sus trabajos. Sin embargo, la expansión vertiginosa de Uber por todo el país se vio limitada por la decisión de un juez de Madrid de cesar sus actividades en toda España.

La empresa también ha tenido problemas en la India, donde fue suspendido su funcionamiento después de que uno de sus conductores fue acusado por violar a una pasajera, lo que ha obligado a la compañía a buscar nuevas fórmulas para garantizar la seguridad de sus clientes.

James Parrott señala que si bien la economía colaborativa abre otro apartado del capitalismo, un nuevo impulso para el sistema que podría ofrecer algo a futuro, aún no ha llegado para cambiar nada y, más bien, si quiere funcionar deber ser un complemento y no un sustituto de lo establecido, porque lo que interesa es un modelo económico de pleno empleo y eso llevará a un menor interés en la economía colaborativa. En su opinión si las personas tienen suficiente dinero en los bolsillos, no deberán preocuparse en buscarse la vida en el día a día para sobrevivir.

“Sin duda el ‘enamoramiento’ actual por la tecnología también lleva a la búsqueda en estos campos ya que si una idea funciona producirá un rápido crecimiento y retorno de capital en poco tiempo. Eso crea el sueño de conseguir el próximo gran nicho de mercado que lleve a la idea del millón de dólares e impulsa a muchos a arriesgarse con cualquier posibilidad que le ofrezca grandes riquezas”, argumenta.

Aun no se sabe cuál es el siguiente paso para este modelo colaborativo. Algunos como Sandjuraran afirman que llegó para quedarse, otros como Parrott disienten. “Para mí, es una cosa amorfa ante la cual no soy optimista. Considero que la situación de pleno empleo de 1999 era mucho mejor y creo que para muchos, con el tiempo, esto puede ser una burbuja, tal como lo fue la de la Internet y la inmobiliaria”, asegura Parrot y añade que los gobiernos locales, al menos en Nueva York, prefieren trabajar con cooperativas porque son más fáciles de regular.

El sociólogo y también economista Jeremy Rifkin ha apuntado una tercera opción posible: que la era del capitalismo esté dando paso a un nuevo paradigma económico en el que -como señala en su libro La sociedad de costo marginal cero–  estas formas de colaboración transformen nuestro estilo de vida y marquen el surgimiento de una economía híbrida parte del mercado capitalista y de un sistema colaborativo común que muchas veces trabajen en conjunto y en otras ocasiones compitan, buscando la sinergia adecuada que beneficie a todos.

Manuel Tovar

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