Consumismo programado: la triste historia de los dispositivos móviles
¿Por qué nuestros móviles duran tan poco tiempo? Cada vez se hacen más y mejores dispositivos derivados del avance tecnológico, y sin embargo su durabilidad no aumenta. Vivimos inmersos en un círculo vicioso que refleja el consumismo más lucrativo: comprar, usar y tirar. Esta cadena que siguen los fabricantes de dispositivos móviles se beneficia de nuestra actitud consumista.
¿Por qué nuestros móviles duran tan poco tiempo? Cada vez se hacen más y mejores dispositivos derivados del avance tecnológico y, sin embargo, su durabilidad no aumenta. Vivimos inmersos en un círculo vicioso que refleja el consumismo más lucrativo: comprar, usar y tirar. Esta cadena que siguen los fabricantes de dispositivos móviles se beneficia de nuestra actitud consumista.
El marketing y el diseño de nuestros teléfonos inteligentes forman parte de decisiones empresariales responsables de que, tal como cuentan diferentes profesionales a The Objective, nuestros móviles no tengan una larga durabilidad. Los consumidores somos cómplices y picamos el anzuelo: generamos la necesidad de adquirir otro producto. Por tanto la reparación, cada vez más inaccesible, queda relegada a un segundo plano.
Durabilidad
En efecto, la relación entre innovación y durabilidad no es directamente proporcional, tal como explica a The Objective Jorge Burrueco, administrador de HTCMania, uno de los portales digitales más famosos de habla hispana sobre dispositivos móviles. Por ejemplo, hacer procesadores más rápidos puede degradar más rápidamente la batería. También puede ser perjudicial para otros componentes emplear las actuales cargas rápidas.
¿Establecen directa o indirectamente los fabricantes la duración de los dispositivos para que el consumidor tenga que comprar uno nuevo? ¿Existe realmente la obsolescencia programada?
En este panorama es fácil acudir al polémico concepto de la obsolescencia programada. ¿Establecen directa o indirectamente los fabricantes la duración de los dispositivos para que el consumidor tenga que comprar uno nuevo? ¿Existe realmente esta práctica?
“Lo cierto es que no podemos saberlo a ciencia cierta”, cuenta a The Objective David Bolaños, director de contenidos del Grupo ADSLZone, una popular página web española sobre ADSL, informática y móviles, entre otros. Burrueco, por su parte, comenta que cualquier producto tecnológico tiene una fecha de caducidad próxima. Ambos especialistas en dispositivos móviles señalan el conocido caso de Apple, que redujo el rendimiento de los procesadores de sus iPhones antiguos para mantener, supuestamente, la autonomía de las baterías.
Greenpeace sí reconoce la existencia de la obsolescencia programada en su informe ‘Guide to Greener Electronics’ de 2017. Esta decisión empresarial promueve la cultura de la sustitución de productos frente a la de la reparación, lo que “agota los recursos naturales y genera toneladas de residuos peligrosos”, informa la organización ecologista.
Fabian Hühne, responsable de prensa de Fairphone, la compañía que presume de producir móviles modulares sostenibles y reparables, asume ante The Objective la existencia de la obsolescencia programada y la atribuye a un mal diseño por parte de los fabricantes. Intencionado o no, esto hace que sea más difícil reparar nuestros móviles.
Jorge Burrueco asegura que en el pasado también había una “fecha de caducidad”, pero era más duradera. La razón que esgrime es que si los fabricantes quieren mantener ese frenético ritmo de producción deben crear una necesidad en los consumidores. Y esta se consigue de dos maneras: por una parte, fabricando teléfonos más potentes y, por otra, haciendo que estos no rindan tan bien como cuando los compramos. “Esto hace que el consumidor, ante un flamante lanzamiento, crea que es buena idea adquirirlo, incluso si las mejoras no son tan importantes”, apunta.
David Bolaños también está de acuerdo con que el peso del marketing decanta más la balanza que la ingeniería. Cree que en muchas ocasiones no cambiamos de móvil por fallos de hardware (o componentes físicos), sino por el “interés que genera el smartphone como complemento y elemento de moda”. Y añade que la vida útil de nuestros móviles ha aumentado desde que los operadores españoles empezaron a poner fin a las subvenciones de dispositivos en 2012 porque ya no eran sostenibles.
Fabian Hühne señala que el principal problema al que se enfrentan los fabricantes es que apenas se diferencian entre sí. “La tecnología avanza, pero la mayoría de los teléfonos son muy similares. No aportan realmente un cambio, pero el marketing nos hace ver que son cada vez mejores”, remarca.
Jorge Burrueco está convencido de que los fabricantes tienen muchas maneras de hacer que los móviles funcionen peor con el paso del tiempo, como las actualizaciones del sistema operativo. Para él no son completamente óptimas porque “incorporan multitud de aplicaciones y modificaciones del propio fabricante que, generalmente, repercuten negativamente en la velocidad del dispositivo”. David Bolaños señala que las actualizaciones de software (o programas y reglas informáticas), con funciones más complejas y sofisticadas, “exige un hardware más potente”.
El responsable de ADSLZone cree, a diferencia de Burrueco, que las actualizaciones “son siempre beneficiosas y necesarias, sobre todo desde el punto de vista de la seguridad”. El único aspecto negativo, que reconoce como una consecuencia lógica, es que las actualizaciones recortan funciones en los móviles más antiguos y, por tanto, son más lentos. Aun así, afirma que si no recibimos una actualización del sistema operativo, nuestros móviles pueden seguir recibiendo parches de seguridad.
Que el móvil se nos quede “desfasado” o desactualizado no justifica que tengamos que comprar otro. Podemos seguir usando un móvil con tres, cuatro e incluso cinco años y acceder a la mayoría de aplicaciones. Quizá haya necesitado un cambio de batería en ese tiempo, apunta David, pero es probable que el móvil no presente ningún problema.
¿Podemos reparar nuestros móviles?
¿Por qué cambiamos de móvil? Más allá del marketing, los fallos en la batería, la fragilidad de los materiales y los elevados costes de reparación, así como la imposibilidad técnica de llevarla a cabo, son fundamentales. El fallo más frecuente no provocado por los usuarios tiene que ver con las baterías de iones de litio. Esta se degrada con cada carga, sobre todo cuando se utiliza la carga rápida, comenta el administrador de HTCMania.
Bolaños afirma que “lo normal es que en aproximadamente dos años tengamos un 75 u 80% de la autonomía original, sobre todo en móviles de gama baja y media”. Por su parte, Burrueco opina que no es tan fácil que el resto de componentes pueda fallar, salvo que el usuario los rompa accidentalmente, como puede ser el caso de las grandes pantallas actuales de cinco y seis pulgadas o las pantallas curvas.
Pero parece que el principal problema de la reparación es el diseño. Greenpeace critica que el diseño de los nuevos móviles impide una fácil reparación de los componentes. «Muchos fabricantes están introduciendo cada vez menos productos que se pueden reparar», según la organización ecologista. De todos los móviles que analizó, solo el 30% de ellos podían ser reparados con relativa facilidad.
«Muchos fabricantes están introduciendo cada vez menos productos que se pueden reparar» – Greenpeace
“Los nuevos diseños con carcasas metálicas, de cristal templado o materiales cerámicos, así como la capacidad de sumersión o la carga inalámbrica, hacen que las baterías sean integradas y no extraíbles”, sostiene Bolaños. Por lo tanto, advierte de que si nos falla la batería y queremos repararla, seguramente tengamos que acudir al servicio técnico. Las enormes pantallas en terminales de reducidas dimensiones y los grosores de apenas siete y ocho milímetros también influyen en la difícil sustitución y reparación de las piezas, afirma el director de contenidos de ADSLZone. Y agrega: “Estas piezas suelen venir ya pegadas. No están atornilladas; precisamente para ahorrar el máximo espacio posible en el diseño”.
Los nuevos móviles modulares que están apareciendo en el mercado están luchando contra el modelo convencional. Son dispositivos que permiten, a través de un diseño flexible, elegir sus componentes (módulos) antes y durante su vida útil si fallan. De esta manera, incentivan la reparación por encima de la compra de un nuevo móvil. Para Fabian Hühne la durabilidad depende del diseño: “Si no puedes sustituir la batería sin romperlo (el móvil) es un claro ejemplo de que el diseño impone una fecha de caducidad”.
En una visita al taller de reparación solidario de todo tipo de objetos, el Repair Café de Madrid, Francisco Ortega, profesor infantil y uno de sus líderes, dice que muy pocos móviles llegan al taller para ser reparados. Para él, los principales culpables de la muerte de los dispositivos son los consumidores: “Queremos tener lo último. Si tengo algo que me vale, lo tiro y me compro uno nuevo”.
David Bolaños ve muy complicado que obtengamos el conocimiento y equipo necesarios para reparar un móvil en la actualidad, aunque iniciativas como iFixit nos inviten a ello.
No existen pruebas contrastadas de un comportamiento sistemático por parte de todos los grandes fabricantes de móviles en lo que a obsolescencia programada se refiere. Sí es irrefutable la vorágine de producción y consumo de terminales (no olvidemos que su negocio es vender móviles), lo que por una parte obliga a las empresas a innovar, pero por otra repercute negativamente en el medio ambiente. Ortega resta importancia a si existe o no la obsolescencia programada: “No tienen por qué forzar la obsolescencia programada porque ya nos encargamos nosotros de destrozarlos”.