El reto de alimentar a 70.000 personas al mes en la frontera entre Colombia y Venezuela
Cuando la venezolana Gabriela Sigala visitó Cúcuta –la frontera colombo-venezolana– sintió que tenía que hacer algo para mejorar las condiciones de las personas que atraviesan diariamente los puentes que unen a ambos países latinoamericanos.
Es la materialización de una ilusión. Un comedor que alimenta a 70.000 personas al mes en una ciudad llena de desamparo, hambre, desempleo, pobreza y prostitución. Cuando la venezolana María Gabriela Sigala visitó Cúcuta –ciudad colombiana fronteriza con Venezuela– sintió que tenía que hacer algo para mejorar las condiciones de las personas que atraviesan diariamente los puentes que unen a ambos países latinoamericanos, y lo logró.
La emprendedora social –junto a su primo, Julián Graterón, y la Arquidiócesis de Cúcuta– ha concretado la creación del Comedor Divina Misericordia en el que se alimentan tres mil personas al día, el 90% son venezolanos que cruzan la frontera para alimentarse en Colombia. También ha contado con el apoyo de donaciones hechas a través de un gofundme que se continúa activo para más aportes para esta causa. La iniciativa se materializó el 5 de agosto de 2017 sobre un terreno de 1.300 metros cuadrados del municipio de Villa del Rosario del departamento Norte de Santander, específicamente en el sector fronterizo de La Parada, en el área metropolitana de Cúcuta.
El Comedor Divina Misericordia, en el que trabajan 27 mujeres venezolanas, es uno de los que maneja la Arquidiócesis de Cúcuta. Un total de 10 parroquias, distribuidas en varios sectores residenciales, ofrecen un plato de comida para cerca de 8.000 venezolanos que se encuentran deambulando en las calles de la ciudad fronteriza cada día.
Entre 35 y 50 mil personas llegan de Venezuela al departamento colombiano Norte de Santander, según su gobernador y la ONU. El puente Simón Bolívar es uno de los más transitados. Se ha convertido en el principal testigo del éxodo masivo de venezolanos que huyen del país por la crisis política, económica y social que atraviesa la nación. También de aquellos que cruzan diariamente para “buscarse la vida”, es un pequeño resquicio para conseguir alimentos, medicinas y para algunos es la posibilidad de hacer vida en Colombia o subterfugio y atajo para partir a otros países.
A pesar de que este comedor es un sueño hecho realidad para la venezolana, insiste en que “queda mucho por hacer” para mejorar las condiciones de la frontera. ¿Qué asuntos hay que atender con más urgencia? El trabajo sexual como medio de supervivencia para las mujeres que viven por la zona le preocupa de manera especial. “Llegan niñas maquilladas y ofrecen sus servicios en la calle. Es muy duro”. También menciona la educación. Apunta que urge algún espacio para que los niños que atraviesan la frontera puedan hacer actividades que incentiven el aprendizaje. María Gabriela espera que su emprendimiento inspire a otros, a muchos, para seguir construyendo.