Pueblos contra la despoblación: así es la lucha por mantener el cartel de "abierto"
Alrededor del 50% de los municipios españoles está en riesgo de desaparición
Colegios, bares y tiendas que cierran, esa es la realidad de la ‘España vaciada’. El éxodo rural, el abandono de los pueblos por las grandes ciudades y capitales de provincia, ha creado auténticos desiertos demográficos en la zona interior de la península. Provincias como Soria y Teruel son las que más sufren los efectos de la despoblación, pero la deserción de los vecinos se extiende también a otras zonas.
España se ha convertido en un país en que el que alrededor del 50% de los municipios están en riesgo de desaparición. Concretamente, 3.938 de los 8.125 municipios existentes viven bajo la amenaza de desaparecer, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) recogidos por la Comisión de Despoblación. En un país donde siete de cada 10 personas viven en las ciudades, pueblos de todas la comunidades autónomas han puesto en marcha iniciativas para que el mundo rural no muera.
Mantener con vida el mundo rural es la principal reivindicación de ‘La Revuelta de la España Vaciada’. Miles de personas, 50.000 según la Delegación del Gobierno y 100.000 según los organizadores, se manifestaron el 31 de marzo por el centro de Madrid para pedir un gran pacto de Estado que permita regenerar las zonas rurales.
Las consecuencias de la despoblación van más allá de la desaparición del característico estilo de vida de pueblo. La pérdida de biodiversidad, la erosión y el aumento del número de incendios, son solo algunos de los daños colaterales del abandono de las zonas rurales.
Olivos para crear empleo
Es precisamente la preservación del medio ambiente uno de los motores que mueve a la asociación Apadrina un Olivo. Una iniciativa que comenzó hace cinco años en Oliete, un pueblo amenazado en la provincia de Teruel, una de las más despobladas de España.
La base de Apadrina un olivo, como su propio nombre indica, son los olivos, el recurso natural endógeno de Oliete. Padrinos de toda España eligen un árbol, lo bautizan y son testigos de su proceso de recuperación. Hasta el momento, se han rehabilitado 7.200 olivos. Los proyectos de la asociación no solo han conseguido atraer visitantes a la zona, sino que han logrado también solventar uno de los factores que más contribuyen a la despoblación: la falta de empleo.
“Está generando desarrollo rural, está generando trabajo. Empleamos a personas con discapacidad intelectual, personas en exclusión social-laboral, personas que no quieren irse de su pueblo y se tienen que ir porque no hay opciones de trabajo. Y estamos creando sinergias e implicando a muchos actores. Lo que hacemos es que el movimiento inicial genera economía circular y da trabajo a otras personas, con lo cual se están manteniendo las casas rurales, los comercios, etcétera”, explica a The Objective el cofundador de Apadrina un Olivo, Alberto Alfonso Pordomingo.
De esta forma, Oliete ha logrado que su colegio siga abierto y que la cifra del padrón, de 365 personas, no disminuya. Mantener el número de vecinos supone una gran victoria para los pueblos pequeños. Con una población muy envejecida, que la cifra de habitantes no disminuya significa una cosa: ha llegado gente nueva al pueblo.
La unión hace la fuerza
Otra localidad que ha logrado frenar el descenso del número de vecinos es Sierra, una pequeña pedanía albaceteña en la que la despoblación provocó el cierre de su colegio.
La localidad alcanzó un punto crítico en el que cerraron todos los comercios, salvo una tienda que cumple la función de estanco, panadería y supermercado. La falta de vida puso en movimiento a sus vecinos y en 2003 decidieron asociarse para evitar la muerte de su hogar. Desde entonces, la Asociación de Vecinos de Sierra ha emprendido todo tipo de iniciativas: jornadas de convivencia, rutas, conciertos e incluso su particular versión del anuncio de la lotería de Navidad, para revertir la situación.
Las iniciativas promovidas por los vecinos han logrado insuflar vida a Sierra, atraer a gente joven y que el bar se vuelva a abrir. Sin embargo, con un padrón de tan solo 140 personas, la pedanía sigue en riesgo de desaparición y depende de aquellas personas que tienen una segunda vivienda en el pueblo.
“La diferencia entre invierno y verano es abismal. En invierno esto es muy triste, cada vez va a menos, y en verano cada vez va a más. Lo que pasa es que el verano se reduce a un mes o mes y medio, y el invierno es el resto del año. Quito los fines de semana porque la gente que tiene aquí su segunda vivienda viene y cuando llega el buen tiempo se anima un poco más. El resto es triste, muy triste”, confiesa a The Objective, Rosario Paterna, vecina de la localidad y miembro de la asociación.
Pueblos de fin de semana
Los inviernos de calles vacías son algo común a la mayoría de municipios en riesgo de desaparición. La concentración de la población en las ciudades ha creado pueblos de fin de semana, lugares para escapar del bullicio de la ciudad. Desde la Asociación contra la Despoblación Rural, que ayuda a reubicar a familias de ciudad en zonas rurales, buscan cambiar esa concepción del pueblo como un lugar de diversión por la de un lugar que genere actividad económica.
Ángel Escorihuela, secretario de la organización, incide en la importancia del factor económico para frenar la despoblación. La fórmula para devolver vida a los pueblos en riesgo de desaparición, explica a The Objective, reside en el emprendimiento, y en que las personas que decidan mudarse a un municipio pequeño entiendan que el estilo de vida de pueblo implica aportar algo a ese lugar.
Campo vs. ciudad
Para Escorihuela vivir en un pueblo pequeño supone formar parte de la comunidad, integrarse, y entender que las cosas no son iguales que en la ciudad, que si la carretera se queda cortada por un temporal, son las personas del pueblo las que trabajan juntas para reabrir el paso.
El acceso a los servicios es otro de los puntos que resalta el secretario. Para un habitante de cualquier ciudad, tener un servicio de urgencias las 24 horas del día es algo básico. Sin embargo, en pueblos tan pequeños como el de Escorihuela, Aranda de Moncayo, con solo 220 habitantes, el médico “pasa” un par de veces por semana.
Vivir lo que el secretario llama “la vida fácil” de la ciudad no es una opción en estas miles de localidades, donde la falta de servicios y oportunidades laborales se han convertido en la norma imperante. Esta gran desigualdad en materia de servicios no es algo nuevo, se remonta a los años 50. Los pueblos más pequeños “no tenían luz, ni agua, ni un camino de acceso en condiciones, el burro o andando era la única forma posible de llegar a muchos pueblos”, explica a The Objective, Faustino Calderón, creador de un blog sobre la despoblación que le ha llevado a recorrer más de 1000 pueblos abandonados en España.
Los últimos de su pueblo
En esos años, la agricultura y la ganadería perdieron en la batalla de la industrialización y comenzó así un proceso de despoblación que continúa hasta nuestros días. Más de 3.000 localidades españolas ya han desaparecido a pesar de la reticencia de sus últimos habitantes.
“En muchos casos una familia, un matrimonio o un hombre solo. Y en ocasiones viviendo más de veinte años en soledad desde que se fueron sus convecinos. Esos años en soledad, aferrados a su tierra, sin querer marchar, sin escuchar los cantos de sirena de las ciudades, me ha parecido admirable. Ellos, cuando también acabaron marchando, pusieron la fecha de defunción del pueblo”, comenta Calderón.
Tras la marcha de los últimos habitantes llega el expolio de lo poco que pudieran dejar atrás. Después el abandono, el vandalismo y el olvido. Ese es el escenario que todas estas iniciativas contra la despoblación quieren evitar, ya sea rehabilitando olivos, atrayendo a nuevos vecinos a través de la diversión o reubicando familias.
Los datos reflejan el avance imparable de la despoblación pero desde puntos de toda España, los vecinos de pueblos pequeños siguen buscando nuevas fórmulas de ganar la batalla. En palabras de Pordomingo, “si seguimos haciendo lo mismo de antes el resultado será igual pero si cambiamos, y utilizamos la tecnología y las herramientas a nuestro alcance, quizá podremos cambiar las cosas”.