Decelera o cómo conseguir que una startup crezca haciéndola frenar
Entramos en el primer movimiento de deceleración del mundo para responder a una pregunta: ¿cómo es posible hacer crecer empresas e ideas sin obligarlas a correr?
Cae el primer sol de junio en el Mediterráneo y Martin Varsavsky, en sudadera gris, pelo a juego y botas de cordones, se sube a un escalón de piedra para dar la bienvenida a su finca cerca de Son Bou, al sur de Menorca. Rodeado de tres de sus siete hijos, de su mujer y amigos, cuenta que los más pequeños preguntan que quién es esa gente que ha entrado de sopetón, toda de golpe, en su casa de muros blancos y encalados.
Son decenas de hombres y mujeres —sobre todo hombres— ansiosos de beberse una copa de vino y las palabras de aquel que creó Jazztel, y otras seis compañías. Cuenta Varsavsky que les ha dicho que son personas que transforman ideas en empresas. La misma definición que utiliza para sí mismo.
El encuentro en la casa del argentino forma parte del final del programa de Decelera, que es el primer movimiento de deceleración del mundo. Decelera es lo contrario a una aceleradora de startups, pero persigue el mismo objetivo: que el talento se gestione de manera eficaz para que haga crecer las ideas y las empresas.
La principal innovación de Decelera está en la forma. Reúnen en Menorca durante dos semanas a una veintena de startups de todo el mundo a las que aíslan del día a día para que hagan lo más difícil: dejar lo urgente y comenzar con lo importante.
George Anson, fundador de HarbourVest Partners y uno de los cuatro hombres que creyó —e invirtió— en Decelera desde el principio, nos lo resume así: “Se trata de que es mejor ir más despacio que más rápido. Se trata de parar y pensar y poder ser creativo sobre lo que tu compañía, tu negocio y los mercados están haciendo. Y eso lleva tiempo. Cuando vas muy rápido te dejas cosas”.
Las compañías elegidas para entrar en el programa comparten un rasgo en común: están alineadas con uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. «Nuestro leitmotiv es que queremos estar con la próxima startup que su producto o servicio genere una disrupción seria en favor de un mundo mejor», explica Marcos Martín, el orgulloso creador de toda esta locura.
Lo que parecía una utopía va ya por su quinta edición y continúa avalada por los números: desde 2014, un 43% de las 90 startups que han participado en Decelera han levantado financiación. La suma total de inversión es de más de 81 millones de euros. Eso sin contar lo que salga de este año.
“Esto es un evento de networking, hablad, aprovechad y hablad”, dice Martín a un jardín lleno de emprendedores e inversores. Porque ahora, en los días finales, es cuando han llegado los fondos de inversión de Europa y Estados Unidos para conocer los proyectos, valorar, dar feedback y, en variadas y valientes ocasiones, apostar por las startups.
En los corrillos sobre el césped—formados casi todos por hombres blancos que charlan con otros hombres blancos— sobrevuela la expectativa de hacer despegar o escalar esa empresa que nace y que quita tantas horas de sueño.
Unas horas antes, todos estaban subidos en una bicicleta rodando por los antiguos caminos de caballos, de tierra arcillosa y pedruscos, que recorren Son Parc, al norte de la isla. Unas horas antes, todos seguían a Varsavsky —que presume de las salidas diarias en bici que hacían en Jazztel— hasta una cala minúscula y privada. Allí, después del esfuerzo, se sientan sobre la arena y las algas secas para escuchar al hombre que parece tener un ojo infalible para poner en marcha compañías. “Si pudierais viajar 1.000 años atrás, ¿qué enseñaríais a la gente?”.
“Para mí, el tema es que las mejores ideas no se te ocurren en la oficina y que desconectar puede ser una buena manera para volver a conectar mejor”, nos cuenta Varsavsky después de la charla y antes de volver a montarse apresurado en la bici. Un último consejo para toda esa audiencia: “Que las ideas más exitosas requieren una increíble tenacidad y que si no pruebas consistentemente y por bastante tiempo seguro que fracasas”.
Con los cascos puestos y arrastrando la bicicleta por las empinadas cuestas de Son Parc, hablamos con Isaac de la Peña, que ha creado Conexo Ventures, un fondo de inversión en Silicon Valley que busca startups españolas para lanzarlas al sueño americano: “Un entorno como Decelera permite a los emprendedores tomarse el tiempo para reflexionar si están en la senda correcta y, si no, encontrar una ruta mejor. ¡Hacer menos, y conseguir más! En mi experiencia trabajando con startups lo peor que le puede pasar a un emprendedor es quemarse al querer abarcar demasiado. Por mucho que se busque el hipercrecimiento, esto es una maratón de fondo, con obstáculos, y no una carrera de cien metros”.
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El 2 de enero de 2017, Christian Costa se subía por primera vez en su vida a un camión. No era camionero, ni lo pretendía. Dejaba su curro y su familia en Menorca durante seis meses tras una llamada de su hermano, que quería revolucionar la forma de distribuir paquetes en las grandes ciudades. David Costa estaba convencido, tras un año probando un software de reparto por Barcelona, de que había que empezar a hacer las cosas de forma distinta.
La teoría: el reparto de última milla es ineficaz porque los camiones no llevan el máximo de carga, mueven mucho aire, y pierden la mayor parte del tiempo parando de portal en portal. Su idea: tres repartidores, dos motos y un solo camión. «Llamé a mi hermano, lo monté seis meses en un camión, yo en una moto y un colega, que ahora es jefe de operaciones, en la otra».
Durante medio año, con métricas y estadísticas, diseñaron una coreografía perfectamente sincronizada. Una moto a los pares y otra a los impares que se encuentran con el camión a medida que avanzan en la calle. Se reducen los márgenes de espera. Los resultados: «Cuando las flotas normales necesitan 10 camiones para hacer algo, nosotros utilizamos cinco. No movemos aire. Los camiones van llenos». Los resultados para el planeta: «Reducimos al 50% la huella de carbono«.
Christian y David Costa fundaron, junto a Álex Tortras, Kiwi Last Mile en julio de 2017. Ya trabajan con el supermercado online Ulabox y con Danone y su programa Fontvella en casa. Son seis personas en la oficina y 30 repartidores «contratados y respetando la jornada laboral». En 12 meses pretenden desplegarse también en Madrid. Seguramente esa es la tenacidad de la que hablaba Varsavsky.
Este año fueron una de las seis startups españolas elegidas para participar en Decelera. ¿Es útil estar en un programa que te aleja de acelerar? «Te da la oportunidad de dejar de lado lo urgente. Te da ese espacio que necesitas para que se den los debates que son imprescindibles para llegar a la meta final«, asegura David Costa. Han salido de Decelera con las cosas claras a nivel de mercado, conociendo las debilidades de la compañía, pero también las fortalezas. Han salido haciéndose las preguntas adecuadas: «A veces la gente se piensa que viene a encontrar las respuestas y a veces lo más interesante son las preguntas».
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Las jornadas en la isla empiezan a las 07:45 con deporte en la arena, desayuno, mindfulness. El yoga se deja para última hora de la tarde. En la primera fase, llamada Breathe, se empieza a frenar: talleres de storytelling, charlas de pensamiento creativo y pruebas de presentación de las startups.
El foco protagoniza la segunda fase: paneles de blockchain, más charlas sobre cómo gestionar el caos, o preguntas y respuestas con emprendedores de éxito como José Manuel Villanueva, uno de los creadores de Privalia. Esta charla fue una de las más útiles, según los participantes: “La vida es demasiado corta para perder el tiempo. Si el líder es un trabajador duro y cercano a su equipo, el proyecto funcionará”.
Ahí empiezan las primeras sesiones individuales con los llamados business angels (particulares que invierten pequeñas cantidades de dinero en proyectos que están empezando) y con los experience makers (expertos de diversos campos que asesoran sobre estrategias, ideas de venta o contando simplemente los obstáculos que han tenido que saltar ellos).
Los últimos días son el sprint final, el momento para crecer. Los encuentros con inversores lo protagonizan prácticamente todo. Cada startup tiene 30 minutos para hacer su presentación individual a un par de decenas fondos. Esa es la oportunidad oficial, la otra es la que cada emprendedor busque. Las actividades con los inversores van desde hacer juntos una paella, paddle surf o plogging, y las startups creen que todavía hacen falta más por su papel clave.
En @decelera_com ya conocen lo que es el #plogging: el #running ecosostenible ideado por el sueco @ErikAhlstrom 🏃♀️🏃♂️ ¿Qué es? Hacer deporte y a la vez mejorar el planeta recogiendo la basura que encuentras en el recorrido para tirarla después #deceleramenorca19 continúa… 😊 pic.twitter.com/7xryEc8DdC
— Trescom (@trescom_agencia) 29 de mayo de 2019
«Esto nos permite llegar a otro nivel de relación con los inversores. Una idea o un proyecto es como una comida, necesita digestión. Ir a un inversor y contarle tu idea a puerta fría y pretender que lo entienda todo es complicado. Decelera ha conseguido que puedas contarle la idea al inversor, que lo vuelvas a ver después en la playa y termines de explicarle. Encontrártelo a los tres días y que te diga, como me ha pasado a mí: ‘He pensado en tu idea, has hablado también con uno de mis chicos, y me gusta mucho’. Al final son tres días construyendo su versión de lo que es tu proyecto. Eso permite un entendimiento y una conexión”, explica Alejandro Turell, CEO de LastBasic, una plataforma que permite transformar ideas en prototipos reales gracias a la economía circular y una red de expertos.
Esta impresión, que repiten todas las startups con las que The Objective ha hablado, no se queda solo en los emprendedores. A orillas de la playa están Guillem Oliva, inversor de Lánzame Capital, un fondo de dos millones con sede en Barcelona que invierte en startups españolas, y Mario Brassesco, de Encomenda Smart Capital, también un fondo en la capital catalana de 24 millones centrado en startups digitales en fase seed (la fase inicial de crecimiento de las startups).
«En la mayoría de los eventos es un ambiente muy formal y los one to one son muy cortos, ves a 50 personas en cuestión de pocas horas, acabas saturado y no tienes realmente tiempo más allá de la idea principal. Aquí estás en un ambiente mucho más distendido con tiempo para conocer la idea, el equipo, las motivaciones y las capacidades de los emprendedores”, dice Oliva. «Estar en un entorno tan relacional, con la calma que da Menorca, permite tener incluso una actitud más abierta hacia el emprendedor y dar un feedback mucho más constructivo. Además te permite ver si hay una conexión de la filosofía y los valores del fondo con la del emprendedor», apunta Brassesco.
Azita Yazdani es la CEO de Exergy, una empresa centrada en la reutilización del agua de las fábricas, y una de las mujeres elegidas para el programa de Decelera. Ellas son cuatro, ellos 16. «Es genial que al menos el 20% de las fundadoras seamos mujeres, pero no es suficiente. Necesitamos que haya más mujeres emprendedoras y más mujeres fundadoras», reflexiona con una sonrisa. No se lo tenemos que explicar a ella: está acostumbrada a ser la única mujer en una sala llena de hombres.
Originaria de Irán, llegó a Estados Unidos después de la revolución iraní —»sigo siendo una inmigrante»—, estudió ingeniería mecánica, se centró en investigar cómo reducir y prevenir la contaminación, empezó a ejercer como consultora para empresas, se dio cuenta de que para muchas fábricas no tenía la solución adecuada, porque no existía, y decidió crearla ella.
Ahora ha creado una tecnología de hardware que permite reciclar el agua que las fábricas de productos de alta tecnología utilizan en sus procesos. «Es un segmento muy especializado, porque es el agua más cara y son grandes volúmenes. Lo que ocurría es que la mayoría de nuestros clientes la usaban y la tiraban». Con su solución, basada en tecnologías avanzadas de membrana para purificar el agua y los productos químicos, se ha pasado de desperdiciar el 90% de este agua a reciclarla y bajar los costes un 70%.
«Europa está mucho más abierta que Estados Unidos a las ideas sobre sostenibilidad. Aquí la receptividad es mucho mayor. Ha sido más fácil para mí conseguir tracción aquí con los inversores gracias al ambiente de Decelera. En EEUU no tenemos nada parecido: no tenemos fondos centrados en sostenibilidad, ni aceleradoras, ni desaceleradoras».
El día que nos vamos de la isla, en Decelera hay reuniones en torno a jarras de sangría. Es la recta final, pero el acompañamiento a las startups seguirá durante 18 meses más para ayudar a la escalabilidad y la inversión. El objetivo es que cuando el oasis termine a los emprendedores les quede una lección como brújula: la mejor manera de crecer pasa por dejar de correr.