Blanca Miró y Gala González lo llevan: el éxito del suéter de 'cashmere' creado por dos jóvenes en Mongolia
Los hermanos Andrea y Edouard Leret han diseñado una prenda unisex «de lujo» que apuesta por un nuevo modelo de moda sostenible
Cuentan los viajeros que en las estepas de Mongolia el cielo es de un color distinto. Ese azul y sus nubes es lo único que te rodea en un lugar donde no hay alrededores. Desde la primera vez que se vio ahí debajo, la diseñadora Andrea Leret supo que iba a llevarse un pedacito. El resultado: el suéter inspirado en ese horizonte ha sido el más vendido de la primera edición de Leret Leret, la marca de cashmere que ha fundado con su hermano, Edouard.
Lanzaron este proyecto, en el que trabajan desde enero, el 1 de octubre. Ambos están emocionados con la respuesta que han recibido: la marca ha salido ya en The New York Times, Vogue o Elle. «Cada artículo es un premio», cuenta la creadora a The Objective.
Estamos en The Feathered, el espacio creado por la empresaria y experta en moda Sharon Drijanski en Polanco, en Ciudad de México, donde durante dos días se han expuesto los diseños de estos hermanos, que nacieron en París, pasaron la infancia en Caracas y estudiaron en Nueva York.
Afuera quedan el ruido y el tráfico; aquí se entremezclan las prendas francesas y neoyorquinas, las chaquetas geométricas y camisetas de Free the nipple, con los suéteres de cashmere que han conquistado a creadoras de tendencias como Blanca Miró y Gala González, a la editora de moda de Vogue México, o al presentador estadounidense Andy Cohen.
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Los Leret son claros en su apuesta: un suéter de cashmere unisex de cuello redondo y disponible en un único corte —Relax fit—. “Queríamos algo para todas las generaciones, para todos los géneros. Perfeccionamos mucho el corte, no queríamos que apretara, por eso es muy relajado. Queríamos que fuera algo fácil de ponerse, algo clásico, pero con un toque moderno”, explica la creadora, de 26 años, que estudió Diseño de Moda en Parsons, la exclusiva escuela de arte de Nueva York.
La personalidad a la prenda se la imprime el gráfico y el color elegido: hay 12 versiones del mismo suéter. «Cada diseño viene de un lugar superpersonal, ya sea mío o de Edouard. Muchos exploran nuestra dualidad».
Cada uno tiene una historia, pero todas parten del mismo lugar: Ulán Bator.
«Cuando mi padre nos presentó a Edouard y a mí el proyecto del cashmere yo ni siquiera sabía que la mayoría de la materia prima venía de Mongolia. Yo estaba en un momento de mi vida como freelance y mi hermano, que había hecho Fashion Marketing, llevaba dos años con una marca en Nueva York pero estaba abierto a nuevas rutas. Pensamos en montar algo los dos. No es fácil al principio, pero no hay nada mejor que trabajar con la familia. Así que decidimos irnos a Mongolia a ver todo el proceso».
En mayo se fueron allí 10 días. Estuvieron en las estepas que rodean la capital mongola —a unas cuatro horas en coche— con los nómadas que crían las cabras y en la fábrica de la capital donde se convierte el bruto en lujo.
«Durante todo el año, Mongolia sufre cambios muy bruscos de temperatura: veranos en ebullición e inviernos helados. Para sobrevivir a estas duras transiciones, a las cabras hircus, conocidas por su excepcional fibra, les crece una capa interna de cerdas notablemente finas que conforma una especie de edredón suave enmascarado bajo una capa de pelo más áspera. Durante los días más templados de la primavera, generaciones de pastores peinan hábilmente a las cabras para cortar cuidadosamente la capa inferior a mano«. El relato de esta tradición regional es una pieza clave de la presentación de la marca en su cuidadísima página web.
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Los Leret se quedaron maravillados con el proceso artesanal y aprobaron también el trabajo que se estaba haciendo en la fábrica —cuyo nombre es confidencial—. «Muchas empresas compran el cashmere en Mongolia pero se lo llevan a China para que los productos sean más económicos, nosotros decidimos quedarnos allí para apoyar a la comunidad y dar más trabajo. Aunque el producto terminara siendo un poquito más caro».
De vuelta a su estudio en Nueva York, terminaron el diseño de los gráficos. Andrea recalca que es un trabajo conjunto: ella es la que pinta, pero Edouard da ideas, pule detalles. Su feedback, dice, le ayuda a no olvidar la visión masculina necesaria en una marca unisex.
Cuando todo estuvo listo, lanzaron la edición. Los Leret no quieren hablar de colecciones, sino de algo exclusivo. Se trata de ediciones limitadas, hay 300 ejemplares de cada suéter y eso es todo. «Eso es lo que vamos a producir. Cuando se acabó, se acabó. Ya hay muchos que se han agotado en muchas tallas, cuando un modelo se agota, se agota, no queremos cantidades masivas», insiste.
Forma parte de su plan de mantener la marca como algo «chiquito» (solo van a sacar dos ediciones cada año) y de su compromiso con un tipo de moda más sostenible.
La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, después de la del petróleo, según la ONU. Confeccionar unos vaqueros requiere unos 7.500 litros de agua, el equivalente a lo que bebe una persona promedio en siete años. La producción de ropa se duplicó en el periodo de 2000 a 2014, y los expertos de la ONU ya han lanzado la voz de alarma contra el sector de la “moda rápida”, que alienta a comprar y desechar ropa frecuentemente.
«Preferir la calidad a la cantidad está muy marcado en el ADN de la marca. La moda ahora son cuatro colecciones al año más los extras. Nosotros queremos seguir trabajando y ayudando a la gente en Mongolia, pero que sea un proyecto de ediciones limitadas, dos al año».
Otro lema de Leret Leret, dice Andrea, es que la prenda dure para varias generaciones, por eso viene incluido «un cepillito para peinarlo, cuidarlo y quitarle las bolitas». «Este suéter lo compras y te va a durar para toda la vida. Para mí son piezas de arte. Son tesoritos».
Andrea Leret no esconde que se trata de un prenda de lujo: «Es una marca exclusiva». Cada suéter cuesta alrededor de 475 dólares. Aún así, la diseñadora insiste en que un jersey de cashmere es «un layer piece indispensable, algo que uno debería tener sin duda en su clóset».
El objetivo de la marca es «seguir creciendo internacionalmente, estar presentes en tiendas selectivas y bien curadas. De gotica a gotica». De momento, sus prendas se pueden encontrar en Madrid (La Marca), en Nueva York y Dallas (The Conservatory), en Boston y Palm Beach (Serenela), en los hoteles The Standard de NY y Los Ángeles, y en New Port Beach (California) en la tienda Amarees. «Es un sueño estar hoy ahí, crecimos yendo a esa tienda. La llevan tres hermanas y estuvimos con ellas en París en la Fashion Week y se volvieron locas con la marca», cuenta en referencia a este último espacio.
A partir de febrero, cuando saquen la nueva edición de cara al verano y a la primavera, estarán también presentes de forma permanente en The Feathered.
En la visita temporal en Ciudad de México sentaron una de las bases de la naturaleza de la marca: la colaboración con otros creadores, fotógrafos, diseñadores. Por ejemplo, la artista mexicana Beatriz Pawa estuvo durante esos días bordando detalles e iniciales en los suéteres de cashmere de Leret Leret.
«Me encantaría para la próxima edición colaborar con un artista para que intervenga en un suéter, ya sea arquitecto, músico, pintor… Para seguir sacando algo nuevo, distinto, diferente», cuenta Andrea Leret. Esa es finalmente una de las últimas esencias de este proyecto entre hermanos: «Explorar las distintas partes de la moda desde el arte».