«Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros»
Las mujeres somos más de la mitad, pero muy pocas son en posiciones de decisión. ¿Por qué?

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Una leyenda urbana le atribuye esa frase a Groucho Marx, pero parece que en realidad no la dijo. No importa, me sirve para ilustrar lo que quiero contar. Y es lo que están haciendo algunas empresas a la zaga de Trump que, en sus primeros días de mandato, se ha cargado los planes de diversidad, equidad e inclusión para «restaurar la dignidad, el trabajo duro y la excelencia». Grandes empresas, que eran faros en sus prácticas de diversidad, han cancelado estos programas inmediatamente, tan rápido que parece que todo hubiera sido impostado, fingido. Me siento engañada, me hicieron pensar que se lo creían.
Un programa de diversidad tiene precisamente la vocación de perseguir la meritocracia, garantizar procesos libres de sesgos para que llegue quien sea mejor. Por eso me tengo que pellizcar para creerme que esto está ocurriendo de verdad, que lo ganado se desvanece. La igualdad de oportunidades no es política, es justicia. Las mujeres somos más de la mitad de la población, pero son muy pocas en posiciones de decisión. ¿Por qué? ¿Por qué somos menos ambiciosas? Anda ya.
Nadie se levanta por la mañana con la malsana intención de discriminar. Somos víctimas de sesgos inconscientes. Tomamos atajos basados en la experiencia que impiden analizar con óptica racional. Hasta la persona más lista lo hace. Cuanta más sofisticación cognitiva, más susceptible es alguien de tomar atajos. Lo dice Daniel Kahneman, psicólogo premio Nobel de Economía.
La diversidad es incómoda porque implica enfrentarte a lo diferente, pero es interesante escuchar otro punto de vista. Es inteligente y rentable tener personas diferentes en los equipos porque la sociedad lo es. Nos ayuda a tomar mejores decisiones y genera debates más ricos y provechosos.
Lamentablemente, esta corriente anti-diversidad afirma que la excelencia se alcanza con perfiles más masculinos, más blancos y más hetero. Son personas parecidas a quienes toman decisiones, lo que lleva a elegir la opción más cómoda. Trabajar con alguien diferente es menos cómodo, pero ofrece puntos de vista más diversos.
Hay hombres que se sienten víctimas de la discriminación positiva y preguntan: «¿Qué plan de acción positiva hay para los señores blancos, de más de 50 años y heterosexuales?» Como dice Michael Kimmel, los hombres blancos han sido beneficiarios del mayor plan de acción positiva de la historia: la historia del mundo.
Por suerte no todo está perdido. Harvard se convirtió recientemente en la primera gran universidad estadounidense en rechazar las exigencias anti-diversidad de la administración Trump. Acusa a la Casa Blanca de intentar controlar su comunidad académica. Trump congeló más de 2.000 millones de dólares en fondos federales como respuesta.
Confiemos en que esto sea solo un pequeño paso atrás, menor que los dos que ya hemos dado hacia delante.