Las mujeres: ¿ganan terreno en la política?
La estrepitosa caída de la candidata Marina Silva impidió que dos mujeres se disputaran la presidencia de Brasil. Una experiencia de la que sólo Chile puede presumir y que destaca la regla: los hombres siguen al mando
Dilma o Marina, son los nombres de dos mujeres que durante varias semanas estuvieron disputándose la posibilidad de dirigir hasta el año 2018 el destino de 196 millones de personas. ¿Su objetivo? La presidencia de Brasil, un país reconocido en el mundo por ser una potencia del deporte masculino por antonomasia: el fútbol. ¿Una demostración del progreso de las mujeres en la política? Los números dicen que sí, al menos en América.
Con seis jefas de Estado o de Gobierno, “América es la región con el mayor número de mujeres en el nivel político más alto”. La estadística se observa en el “Mapa 2014 de las Mujeres en Política”, que realizó la Unión Interparlamentaria (UIP) y ONU Mujeres. El nuevo continente también lidera la “Liga” en porcentaje de ministras (22,9%). Le sigue África (20,4 %), Europa (18,2 %), el Pacífico (12,4 %), Asia (8,7%) y el mundo árabe (8,3%).
Significativo si se revisan los antecedentes: Isabel Martínez de Perón en Argentina (1974-1976), Lidia Gueiler en Bolivia (1979-1980), Violeta Chamorro en Nicaragua (1990-1997), Rosalia Arteaga en Ecuador (tres días en 1997) y Janet Rosemberg Jagan en Guyana (1997-1999).
En 2010, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), consiguió un gol de portería a portería al convertirse en la primera presidente mujer, al derrotar a José Serra del partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB). La economista de 62 años, que fue guerillera y estuvo en prisión entre 1970 y 1973, lo logró con una propuesta sencilla: continuar con las políticas de Luis Inacio Lula Da Silva para desarrollar “un Brasil con alma y corazón de mujer”.
Lula, que cerró su periodo presidencial respaldado por el 83% de los brasileños, basó su política en la justicia social y la reducción de la pobreza. Cuando se hizo oficial la victoria de su mano derecha, declaró que Serra “hizo una campaña agresiva contra Dilma, que fue víctima del prejuicio contra la mujer”.
“Más mujeres están ahora en la política e influyen en la agenda política en los niveles altos. Eso está claro. Pero no en el nivel más alto”, explica Anders B. Johnsson, Secretario General de la UIP al departamento de prensa de ONU Mujeres. “Algunos líderes han roto el techo de cristal para las mujeres a través de su propia visión personal y voluntad política. Ellos han demostrado la importancia crítica del liderazgo político para producir el cambio. Ahora necesitamos más líderes que muestren el mismo coraje político”.
La politóloga Merike Blofield, investigadora asociada al Centro de Estudios Latinoamericanos de Miami, explicaba a El País de España: “Si vemos las cuatro presidentas (de esta década), todas han sido sucesoras de presidentes hombres muy populares y candidatas de las mismas coaliciones de partidos. Su primera elección era segura, pues representaban la continuidad del Gobierno en funciones. Bachelet recibió el poder de manos de Ricardo Lagos (en 2006); Rousseff de Lula Da Silva; Laura Chinchilla (en 2010), de Óscar Arias y Cristina Fernández de su esposo (en 2007)”.
Marina Silva, que nació en la aldea amazónica de Breu Velho, una zona reconocida por ser productora de caucho y donde contrajo cinco veces malaria, esperaba obligar a Rousseff a una segunda vuelta sin ese apoyo. “No soy hija de un político tradicional ni de un empresario”, suele responder la candidata de 56 años cuando se le pregunta por su lento ascenso en la política. De hecho, si impedía la reelección de su contrincante, la sorpresa hubiera sido mayor que el 7-1 de Alemania al scratch de Felipao en la semifinal del Mundial.
“Cada elección es una oportunidad crítica para avanzar hacia una mayor participación de las mujeres como votantes y candidatas”, reflexiona el Director Ejecutivo Adjunto de ONU Mujeres, John Hendra, al explicar la utilidad de medir en un mapa el comportamiento político del género femenino. “Es una gran herramienta para realizar un análisis comparativo del progreso y para garantizar la rendición de cuentas”.
Cuentas que muestran avances, sí, pero también la resistencia al cambio. Al comenzar 2014, 36 países tenían 30% o más de ministras, 10 más que hace dos años. Los que encabezan este departamento son: Nicaragua, Suecia, Finlandia, Francia, Cabo Verde y Noruega. También hay crecimiento, aunque no muy pronunciado, en los países árabes, Europa y el Pacífico. El porcentaje de mujeres parlamentarias se incrementó en 2014: 21,8 a nivel mundial. La tendencia, pues, está marcada.
Y no se trata solo de cantidad, sino también de relevancia. Siguiendo las estadísticas de la ONU, el número de mujeres al frente de un Ministerio de Defensa se ha duplicado (de 7 a 14 desde 2012), al igual que el de mujeres a cargo de asuntos exteriores y la cooperación internacional.
El sistema de cuotas y el ejemplo de los países nórdicos
“No es posible abordar el problema de la representación femenina únicamente por medio de un sistema de cuotas. Los partidos políticos, ONG, los sindicatos, la Iglesia: todos deben asumir su responsabilidad dentro de sus propias organizaciones para promover de forma sistemática la participación femenina desde los niveles inferiores hasta los más altos. Esto no ocurrirá de la noche a la mañana, ni en uno ni en cinco años: tomará una o dos generaciones lograr un cambio significativo. Es en esto en lo que trabajamos actualmente en Suecia. Nosotros no comenzamos con un sistema de cuotas. Primero sentamos las bases para facilitar el acceso de las mujeres a la política; las preparamos para garantizar que fueran competentes cuando ocuparan sus cargos; y preparamos el sistema, lo cual hizo que fuera un poco menos vergonzoso para los hombres hacerse a un lado. Fue posteriormente cuando utilizamos las cuotas como instrumento en segmentos e instituciones donde necesitábamos un avance significativo”, ha explicado Brigitta Dahl, quien fue presidenta del Parlamento de Suecia entre 1994 y 2002.
Ana Balletbo, ex diputada del Partido de los Socialistas de Cataluña (1979 – 2000), también ha advertido sobre los riesgos del sistema de cuotas: “Son un arma de doble filo. Por un lado, obligan a los hombres a pensar en incluir a las mujeres en el proceso de toma de decisiones, por lo que deben crear espacios para ellas. Por otra parte, puesto que son los hombres quienes abren estos espacios, buscarán mujeres a quienes puedan manejar: mujeres que acepten más fácilmente la hegemonía masculina”.
Drude Dahlerup es profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Estocolmo y una autoridad en el análisis de la representación política de la mujer. En su ensayo “El uso de cuotas para incrementar la representación política de la mujer”, explica: “La idea central de los sistemas de cuotas es seleccionar mujeres para puestos en las instituciones del gobierno y garantizar que estas no queden marginadas de la vida política o tengan una presencia meramente decorativa”.
Aplicadas en principio en los países nórdicos, hoy se reconoce su aporte para avanzar en el concepto de paridad, si bien su base filosófica sigue en discusión. Las estadísticas hablan por sí solas: en 1995, Suecia alcanzaba el 41% de representación de mujeres en política. Le seguían: Finlandia (con 35,5%), los Países Bajos (33,3) y Dinamarca (32,9). Todos superaban ampliamente al promedio, que se situaba entre 16 y 19,3 por ciento. Actualmente, en Suecia hay más mujeres a cargo de ministerios (13), que hombres (10) y en Finlandia la paridad es absoluta: 9 por género.
¿Tal representatividad derivó en leyes que mejoraron la calidad de vida de la mujer? Esta puede ser la partida para otro tema de investigación, pero ciertamente el modelo económico es reconocido por su impacto positivo en la sociedad. Que las mujeres casadas consiguieran derechos independientes de sus esposos, es un ejemplo. La asistencia a embarazadas y, en general, los beneficios sociales son consecuencias de acuerdos entre partidos de derecha y de izquierda, en los que las mujeres han sido clave.
¿Y España? Logró importantes avances en la última década, desde que en 1999 se nombró a la primera mujer Presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, y en 2000 a la primera Presidenta del Congreso de Diputados, Luisa Fernanda Rudi. Ayudó que durante el primer mandato de José Luis Rodríguez Zapatero se aprobara la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que limitaba la presencia de candidatos de un mismo sexo en una lista política. Sin embargo, aún cuando hay mayor visibilidad, todavía no hay paridad.
“El número en altos cargos de los gobiernos central, autonómicos y locales es manifiestamente inferior al de hombres. También en el Congreso de los Diputados, donde las distancias se acortan mandato tras mandato. Sin embargo, no puede afirmarse que su papel tenga un segundo plano en la actualidad”, analiza el diario El Imparcial, que hizo una “radiografía” del actual gobierno de Mariano Rajoy.
El debate por la igualdad de genero logró gran visibilidad en el Parlamento Europeo, cuando la eurodiputada italiana Licia Ronzulli, comenzó a asistir a las sesiones llevando a su pequeña hija que entonces tenía apenas seis semanas de nacida. La parlamentaria se mostró sorprendida por el impacto que tuvo su acción pero aclaró que se trataba, en primer lugar, de un gesto maternal y, en segundo lugar, de una forma de recordar que muchas madres no tienen la oportunidad de seguir junto a sus hijos cuando asisten al trabajo.
Los números afirman que en casi todo el mundo se avanza lento pero seguro. Como los primeros equipos de Pep Guardiola, antes de partir a Alemania. Y decimos casi porque debemos dejar claro que representatividad no es sinónimo de igualdad. Y, peor aún, porque aún hay países que no tienen mujeres en el gobierno o cuya presencia es testimonial. Pertenecen a esa lista Arabia Saudita, Brunei Darussalam, Líbano, las Islas Salomón y Vanuatu. Ellos juegan en otra liga.
Jován Pulgarín