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Al Qaeda y el Estado Islámico luchan por el liderazgo del yihadismo global

A pesar de coincidir en el objetivo establecer un califato, ambas organizaciones manejan estrategias diferentes. Su pugna por el liderazgo del movimiento podrían ocasionar una escalada terrorista que pretenda causar el mayor daño en Occidente

Al Qaeda y el Estado Islámico luchan por el liderazgo del yihadismo global

Los atentados perpetrados en París en enero de 2015 contra la revista Charlie Hebdo y contra un supermercado kosher de la capital francesa fueron reivindicados por Al Qaeda en la Península Arábica (AQPA) y por el Estado Islámico, respectivamente. Era la primera vez que organizaciones yihadistas diferentes atentan de manera casi simultánea en la misma ciudad, lo que encendió todas las alarmas.

 “Lo hicieron de forma coordinada alcanzando el triste honor de ser la primera manifestación de un nuevo terrorismo islamista polimorfo, con una bicefalia internamente competitiva por su liderazgo y que ahora dispone de territorios convertidos en campos de entrenamiento y de unas nuevas tecnologías que les permite reclutar adeptos en cualquier parte del planeta”, alerta la especialista Rosa Ruiz, en la Revista Española de Defensa.

Esta puja por el liderazgo puede llevar a una escalada terrorista para ver cuál grupo comete el atentado más espectacular en Occidente y produce un efecto llamada, tal y como advirtió el secretario de Estado español de Seguridad, Francisco Martínez.

Mismo origen, diferentes tácticas

Los grupos terroristas Al Qaeda y el Estado Islámico (EI) tienen raíces comunes y comparten la idea de restaurar un califato e imponer el islam radical pero difieren en los métodos que emplean para alcanzarlo. Ambos compiten por encabezar el movimiento yihadista, intentando captar el mayor número de seguidores –incluyendo financistas- mediante acciones que consigan el mayor impacto mediático.

El enemigo principal de Al Qaeda es Estados Unidos, al que ve como el origen de los problemas de Oriente Medio. Su objetivo último es echar a los “regímenes apóstatas” que, en su lógica están apoyados por Washington, y reemplazarlos con gobiernos verdaderamente islámicos, regidos por las revelaciones del Corán, libro sagrado, y la Sunnah, que remite a las enseñanzas y atributos del profeta Mahoma.

Busca restablecer un califato de fieles convencidos del legado de Osama Bin Laden. Su centro está en Pakistán y Afganistán y sus ramificaciones alcanzan la Península Arábiga, África occidental, Siria, el Magreb y el subcontinente Indio.

El Estado Islámico también pretende crear un califato  pero en áreas de Irak, Siria, Jordania, Israel, Palestina, Líbano, Chipre y parte del sur de Turquía. Su estrategia se basa en ir tomando el control de esos territorios y expandir su visión fundamentalista del islam.

Para ello se han concentrado en enemigos regionales, representados en regímenes -como los de Siria e Irak-, a los que consideran apóstatas, así como en contra de minorías religiosas –incluyendo a los chiíes- y de grupos yihadistas locales, que no comulgan íntegramente con su severa interpretación del islam.

Sus métodos violentos incluyen decapitaciones, fusilamientos masivos, violaciones, que son exhibidos a través de las redes sociales y que han logrado atraer a simpatizantes a luchar en Siria e Irak, donde se extiende la acción del autoproclamado califa Ibrahim, Abu Bark al-Baghdadi.

Hasta la primavera de 2014, el Estado Islámico formaba parte de Al Qaeda, como su brazo ejecutor en Irak, hasta que desacató las órdenes de Al Zawahiri de abandonar su intervención en Siria. En la actualidad, cuenta con más de 30 mil hombres armados, proyectando su amenaza además hacia otros países de Oriente Próximo y África.

Se trata de dos grupos que si bien comparten sus fines y la ideología del salafismo yihadista, discrepan en las tácticas, señala el investigador principal en terrorismo internacional del Instituto Elcano, Fernando Reinares.

Pugna mediática

Mientras Al Qaeda es más moderado con la población en general y hacia otros grupos sectarios, el EI justamente utiliza el terror sin concesiones para ejercer el control sobre cualquiera que no comparta su interpretación del islam. Lo emplea como herramienta de sumisión y también propagandística.

El Estado Islámico, con líderes más jóvenes, considera que Al Qaeda se ha estancado, se ha alejado de los objetivos proclamados por Bin Laden en la consecución de un califato.

EI Estado Islámico ha utilizado hábilmente los medios para promocionar sus cruentos ataques, así como la visión de la “vida idílica” que viven en los territorios ocupados. Su estructura comunicacional parte de Al Hayat Media Center, donde se generan información y propaganda de alta factura.

Presentan periódicamente vídeos que se han viralizado en Internet y cuentan con una amplia difusión en redes sociales, así como videojuegos. Todos los contenidos son en inglés o están traducidos y subtitulados en inglés para lograr mayor alcance y así atraer mayor número de seguidores.

También publican una revista mensual Dabiq, en varios idiomas, donde exponen su ideario y victorias para reclutar occidentales a través de impactantes imágenes y gráficos.

Por su parte, Al Qaeda de la Península Arábiga tiene su propia  publicación, Inspire, en inglés, dirigida a motivar a individuos ya radicalizados a fin de movilizarlos. La facción Al Shabaab de Somalia tiene Gaidi Mtaani dirigida a captar kenianos.

Sin embargo, Al Qaeda no ha llegado a dominar el espectro de las nuevas redes sociales y se centra en plataformas más antiguas, como websites y foros on line.

El hábil manejo tecnológico del Estado Islámico le ha permitido captar tanto a suníes de otros países cercanos, así como de Europa, Asia y Occidente. Se calcula que ha logrado reclutar 31 mil combatientes para Siria e Irak, de los cuales alrededor de 15 mil son extranjeros. Según Interpol, entre 3 mil y 5 mil europeos se han enrolado en alguna de las facciones islamistas en los últimos 3 años.

Expansión del terror

La división del yihadismo ha traído como consecuencia simpatizantes locales que se afilian a cada grupo, desarrollándose un complejo mapa de interrelaciones y subdivisiones internas en cada país donde están presentes.

Desde que comenzó el conflicto en Siria, en 2011, la ex facción iraquí de Al Qaeda –ahora EI- ganó territorio y logró reavivar el movimiento yihadista, sin la dirección de Al Zawahiri.

El Estado Islámico enfiló sus baterías a Yemen –al borde de una guerra civil-, al que ahora considera como una provincia del califato, desafiando abiertamente a uno de los bastiones de Al Qaeda, pero igualmente lucha a su lado en contra de rebeldes hutíes –chiitas zaidíes-. También ha establecido vínculos con grupos yihadistas de Arabia Saudí.

“Asi?, en Egipto, Libia, Tu?nez y Argelia, en una campan?a orquestada por el propio Al Baghdadi, han emergido milicias islamistas aliadas con el Estado Isla?mico; mientras que Al Qaeda del Magreb Isla?mico (AQMI) –la filial africana ma?s importante para Al Zawahiri– reclama a ambos «dejar a un lado sus diferencias y frenar los enfrentamientos»”, reseña Jesús Díez Alcalde, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos.

Las aspiraciones del EI son continuar su expansión aprovechando la fragilidad de los estados y aliándose con milicias ya existentes, tal y como ha hecho con el sanguinario Boko Haram en Nigeria, seguidor de Al Qaeda pero que el pasado 7 de marzo se unió al EI.

Tal vez la incursión del EI en África que más preocupe a Europa sea Libia, cuya inestabilidad -tras las desaparición de Muamar Gaddafi- facilita la penetración del Estado Islámico al norte de África. Allí ya se han hecho con la ciudad de Derna, cercana a Egipto, así como con otras dos provincias.

Por su parte, Al Qaeda mantiene diferentes grupos –incluso varias facciones por país- afiliados en Argelia, Libia, Mauritania, Nigeria, Mali, Túnez, Somalia y Kenia. Su red de líderes globales -quienes han hecho un voto religioso de lealtad a Al Zawahiri- aparentemente no ha sido permeada por el EI.

La lucha entre el Al Qaeda y el Estado Islámico favorece a Occidente en su lucha contra el terrorismo, sin embargo, tanto la pugnacidad entre ellas, como una eventual cooperación son altamente peligrosas.

Claudia Delgado Barrios

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