Rebeca, ex esclava de Boko Haram: "Me atormenta saber que tengo un hijo con uno de ellos"
Rebeca, ex esclava de Boko Haram: «Me atormenta saber que tengo un hijo con uno de ellos».
Parece cansada, apoya la barbilla en sus dos manos. En una de ella lleva un rosario, asegura no separarse de él nunca. Con la mirada perdida me pregunta: «¿Cómo estás?». Le sonrío.
–»Yo emocionada y agradecida de estar aquí» –responde mirando ahora todo con detalle.
Rebeca Bitrus sólo tiene 29 años, y los últimos dos los cumplió en manos del grupo terrorista de carácter fundamentalista islámico, Boko Haram. Ahora, gracias a la organización española Ayuda a la Iglesia Necesitada, especializada en la denuncia de la persecución religiosa, se encuentra en España para relatar su calvario; el mismo que miles de víctimas llevan años sufriendo en Nigeria a manos de este grupo islamista.
Madre de dos hijos, estuvo dos años en garras de esta milicia activa en Nigeria, Camerún, Chad, Níger y Malí.
El secuestro
Era 21 de agosto de 2014 cuando Boko Haram asaltó su localidad, Baga, al noreste de Nigeria. Con mirada seria y un sentimiento de honda tristeza cuenta cómo junto a su marido, Bitrus, y sus dos hijos (Zacarías, de 3 años, y Jonatan, de uno) huyeron de su hogar. «Pensábamos que el objetivo principal era mi esposo porque a los hombres cristianos los mataban», cuenta visiblemente emocionada, «así que decidimos que él escapara y se escondiera dejándonos a nosotros atrás».
Bitrus pudo escapar de las garras de Boko Haram, pero Rebeca y sus pequeños no. Lo que ocurrió a partir de ese momento nunca lo olvidará. “Cuando los milicianos me encontraron, me dijeron: ‘Tú y tus hijos vais a trabajar para Alá’. Después me golpearon con un arma pesada y me sacaron de cuajo varios dientes”.
Ahí comenzó su pesadilla. Fue vendida varias veces a varios milicianos que la torturaban –»cada día me propinaban 98 golpes»– y usaban como esclava sexual. Rebeca cuenta cómo cada día se frotaba por su cuerpo las heces de sus hijos para mantener alejado a sus secuestradores. Fruto de una de esas violaciones quedó embarazada. Hoy día aún lucha por aceptar a ese «hijo de Boko Haram», como ella se refiere a él. «Me atormenta saber que tengo un hijo con un terrorista, ¿y si cuando sea mayor es como su padre?». Esa, asegura, es su mayor preocupación.
Dos años en manos de Boko Haram
Rebeca habla hausa, idioma oficial de Nigeria. Un intérprete nos acompaña durante toda la entrevista. Junto con más de 100 mujeres secuestradas, cuenta, lo primero que debían hacer antes de comenzar el día era hacer el rezo musulmán. «Posteriormente nos adoctrinaban y pasábamos a hacer las tareas del hogar, como limpiar y cocinar». Muchos días eran los que se quedaba sin comer porque su comida era las sobras de sus secuestradores.
También las obligaban a memorizar varios versículos del Corán para, una vez aprendidos, inmolarse. «Yo quería que me dieran un cinturón de explosivos, pero nunca lograba memorizar los versículos», cuenta la joven, quien asegura que su único objetivo era escapar.
–¿Conociste a algunas de las niñas de Chibouk?
–Conocí a varias de ellas. Una de ellas me aconsejó que me convirtiera al islam –responde.
Pero Rebeca no lo hizo, y como consecuencia, uno de sus hijos, de tan sólo un año, fue asesinado por un terrorista de Boko Haram. Lo tiró al lago Chad. Murió ahogado.
Nigeria fue el tercer país más castigado del mundo por el terrorismo en 2016, después de Irak y Afganistán, y en lo que va de año más de 400 civiles han sido asesinados por el grupo terrorista Boko Haram. 12 de sus 19 estados están bajo la ley de la sharía.
La huida
Después de algo más de dos años, al fin llegó la luz de la libertad. Rebeca recuerda que fue una madrugada cuando escuchó hablar a varios milicianos que los soldados de Nigeria se acercaban. «Aproveché la situación de pánico para coger a mis hijos y huir», explica. Pasó un día entero escondida en el bosque: «Los terroristas me buscaban por todos lados, pude ver a varios coches patrullando el bosque para encontrarme, pero pude esconderme bien».
Finalmente, tras varios días caminando, llegaron a Diffa, sureste de Níger, donde se encontraron con soldados estadounidenses. Estos atendieron a su hijo y les dieron algo de pan. Al poco los llevaron a Damaturu, Nigeria, donde había soldados nigerianos. “Ellos fueron maravillosos: me llevaron directamente a la ciudad de Maiduguri, junto a mi marido”, sonríe al fin.
–¿Volverás algún día a tu aldea?
–Quizás algún día vuelva, pero ahora allí no hay nada –responde–. Todo fue quemado y destruido por Boko Haram.
Hoy, junto a más de 500 personas en su situación, se encuentra en un campamento de desplazados de la Diócesis de Maiduguri. Poco a poco, gracias al cariño que allí recibe ella, sus hijos y su marido, están saliendo adelante.