Iñaki Urdangarin: 'sinónimo de lucro'
Cuando Iñaki Urdangarín entró a formar parte del Instituto Nóos, creado por Diego Torres en 1999, debió de confundir los términos ‘sin ánimo de lucro’ con ‘sinónimo de lucro’. Sólo así se entiende que el marido de la infanta Cristina se dedicase a usar la entidad adscrita como Fundación para falsear documentación, defraudar, realizar tráfico de influencias y desviar fondos para enriquecerse, delitos todos ellos por los que fue condenado en febrero de 2017 a seis años y dos meses de cárcel. Una sentencia que llegó 11 años y un día después de que estallara el escándalo que acabaría poniendo patas arriba, nada menos que a la primera institución del país, la Monarquía, hasta entonces intocable, incuestionable.
Cuando Iñaki Urdangarin entró a formar parte del Instituto Nóos, creado por Diego Torres en 1999, debió de confundir los términos ‘sin ánimo de lucro’ con ‘sinónimo de lucro’. Sólo así se entiende que el marido de la infanta Cristina se dedicase a usar la entidad adscrita como Fundación para falsear documentación, defraudar, realizar tráfico de influencias y desviar fondos para enriquecerse, delitos todos ellos por los que fue condenado en febrero de 2017 a seis años y tres meses de cárcel. Una sentencia que llegó 11 años y un día después de que estallara el escándalo que acabaría poniendo patas arriba, nada menos que a la primera institución del país, la Monarquía, hasta entonces intocable, incuestionable.
Nacido en la localidad guipuzcoana de Zumárraga en enero de 1968, Iñaki entró a formar parte de la familia real casi de la noche a la mañana, llegando a convertirse en el yerno favorito del rey Don Juan Carlos y en buen amigo del entonces príncipe Felipe con quien, por cierto, guardaba un parecido razonable – altos, guapos, y rubios con ojos azules los dos.
Ambicioso y seductor, el sexto hijo de los siete que tuvo el matrimonio formado por Claire Liebaert y el empresario e histórico del PNV, Juan María Urdangarin, Iñaki estudió en Barcelona y en Vitoria, iniciándose desde muy pronto en el deporte del balonmano. Con 18 años ingresó en el equipo profesional del F.C. Barcelona donde cosechó importantes triunfos y éxitos. De ahí saltó a la selección española, participando en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, donde conoció a la infanta Cristina, y en los juegos de Sydney en el año 2000, ya como duque.
Un año antes de que su vida diera un vuelco, Iñaki fue llamado a filas; debía incorporarse al servicio militar, que entonces era obligatorio, y al igual que muchos jóvenes, buscó la manera de librarse. Una «sordera de origen traumático» que no le impedía hacer su vida normal, ni jugar al balonmano, se transformó en «sordera total«, y fue declarado inútil. «Quizá hubo algo de exageración», se admitía en el informe del 27 de febrero de 1995.
Mejor deportista que estudiante, Iñaki estudió Empresariales, carrera que finalizó una vez colgó las botas de balonmano, ya como Duque de Palma, en 2001, para realizar a continuación un máster en Dirección de Empresas en la prestigiosa escuela de negocios ESADE. En su biografía oficial publicada en la página web de la Casa del Rey aparecía en su curriculum como «profesor colaborador del Departamento de Política de Empresas» en dicho centro. La propia entidad negó ese extremo y así fue cómo Iñaki entró a formar parte de la larga lista de personalidades españolas pilladas por engordar su curriculum -una práctica que en otros países lleva a los impostores a dimitir de sus cargos- y que cuenta con Luis Roldán como caso paradigmático.
Una biografía, la de Iñaki Urdangarin, que hace tiempo que desapareció de la página web de Casa Real, como todo lo que tenga que ver con el exduque de Palma o «duque empalmado«, como le gustaba firmar en broma los correos electrónicos que intercambiaba con su socio y amigo Diego Torres antes del escándalo Nóos, y que éste compartió con el resto del mundo, junto a otros muchos más comprometedores con la investigación judicial, cuando comprendió que iba a convertirse en el cabeza de turco a cambio de la absolución del marido de la infanta, si no se defendía como gato panza arriba, como así hizo. «Si caigo yo, cae él», vino a decir Torres cuando las cosas comenzaron a complicarse y el juez José Castro siguió contra viento y marea tirando del hilo de Nóos, cayera quien cayera.
Antes del escándalo, la vida de Cristina e Iñaki era como un cuento. Lo había sido desde el primer momento cuando se conocieron. Aunque en este caso, en vez de ser el príncipe el que busca los favores de la doncella, fue la princesa la que se fijó en el apuesto plebeyo, fue la hija del rey la que se quedó prendida del jugador de balonmano, vestido con los colores de la selección española, durante un partido en los Juegos Olímpicos de Atlanta. «Señora, nos ha dado suerte», le dijo él al acabar el partido en el que ganó España. «¿Quién es?», preguntó ella, que desde ese momento decidió que quería conocer al joven de casi dos metros de altura y sonrisa seductora.
Como en los cuentos, hubo que sortear dificultades antes de que el 4 de octubre de 1997 la pareja se diera el ‘Sí, quiero’ en una boda celebrada por todo lo alto en Barcelona. El primer escollo era que Iñaki tenía novia, Carmen Camí, con quien salía desde 1992 y a la que se le «pasó» contarle su relación con la infanta Cristina iniciada en el otoño de 1996. La joven parece que se enteró por los medios de comunicación del compromiso oficial entre la hija de los reyes de España y su novio ‘Txiki, como llamaba a Iñaki.
La infanta estaba colada por Iñaki – algo que ha demostrado a lo largo de los años – y a él, aunque al principio le impresionó el entorno de ella y la posibilidad de formar parte de la familia real, «tardó muy poco tiempo en hacerse a la idea y en disfrutar con ella», asegura Silvia Taulés en su libro ‘Iñaki y Cristina. Historia de un matrimonio, secretos y mentiras’.
Cuentan también que al rey Juan Carlos al principio no le gustó mucho la idea de que su segunda hija se hubiera enamorado de un jugador de balonmano. No tanto por su condición de deportista sino porque le pareció que el joven era ambicioso y seductor. Cierto o no, el caso es que Iñaki encajó muy bien en la familia real y se convirtió pronto en uno más, ganándose el cariño de sus suegros y la amistad de su cuñado el príncipe Felipe, el mismo que ahora como rey no quiere verle ni en pintura.
La feliz pareja, ya convertida en Duques de Palma, fue ampliando la familia, primero con la llegada de Juan Valentín en 1999, después con Pablo Nicolás en el año 2000, Miguel en 2002 y, por último, Irene en 2005.
La actividad profesional de Urdangarin una vez que dejó el balonmano le llevó en febrero de 2004 hasta la Vicepresidencia del Comité Olímpico español. Su objetivo era llegar a presidente pero la cosa no le salió bien. Y entonces, en junio de 2006 fue designado consejero de Telefónica Internacional en Barcelona, además de presidente de honor del Foro Generaciones Interactivas, formado por Telefónica, la Universidad de Navarra y la Organización Universitaria Interamericana.
Un nombramiento que se produjo después de que en febrero, el Diario de Mallorca se hiciera eco de la primera denuncia pública sobre las actividades relacionadas con el yernísimo realizadas por el diputado socialista Antoni Diéguez en el Parlament balear, cuestionando un foro organizado en 2005 por el Instituto Nóos en Palma que costó una millonada al erario público y no sirvió para nada.
El resto de los medios no prestó atención. Ni entonces ni mucho después, cuando en 2009 los rumores sobre el enriquecimiento de Urdangarin empezaban a ser un secreto a voces, momento en el que el duque de Palma fue ascendido a consejero y presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica Latinoamérica y Estados Unidos, obligándole a irse junto a su familia a vivir a Washington D.C. Después se supo que la idea partió de Casa Real para apagar el conato de incendio que se había desatado. Pero la distancia no pudo impedir que la llamas se propagaran dando como resultado el escándalo. En 2011, el juez Castro abrió una pieza separada del caso Palma Arena con el caso Nóos.
Reina de Corazones
Iñaki se creía intocable, impune, porque era el Duque de Palma, porque estaba casado con una infanta de España, porque era el yerno preferido del Rey Juan Carlos, porque era amigo de Felipe. Era imposible que la investigación pudiera salpicarle. Casa Real no lo permitiría.
Lo que Iñaki no comprendió, ni la Casa del Rey tampoco hasta que ya fue demasiado tarde, es que España estaba cambiando. Que un juez como José Castro no se iba a amilanar por el hecho de que hubiera duques o infantas presuntamente relacionados en un caso de corrupción y que la Monarquía empezaba a dejar de ser indiscutible.
Urdangarin mantiene que es inocente, que Torres lo engañó, pero su principal queja es que la familia real lo ha abandonado a su surte, sintiéndose, quizá, como un súbdito de la malhumorada Reina de Corazones que, en el conocido libro de Lewis Carroll ‘Alicia en el País de las Maravillas’ , resolvía todo con su archiconocida frase «¡Que le corten la cabeza!«. El exduque está convencido de que si la Casa del Rey hubiera querido, su situación no sería tan dramática. Después de todo, la institución estaba al tanto de la actividad de Nóos, según aseguró en el juicio.
Urdangarin, que mostró tener una mala memoria para según qué temas, recordó en sus declaraciones, primero ante el juez instructor, y después en el juicio, cómo hubo entrevistas de altos cargos en Zarzuela en relación con los intereses de su empresa, cómo el entonces secretario de las infantas Carlos García Revenga participaba en Nóos como asesor, cómo nadie de la familia Borbón y Grecia – incluida Cristina, según el testimonio de esta en el juicio – preguntó con qué dinero pudo adquirir en 2004 el famoso palacete situado en el exclusivo barrio de Pedralbes, en Barcelona, donde se trasladó a vivir el matrimonio y sus hijos, y los gastos millonarios de la posterior reforma.
Por eso, nunca entendió – y la infanta con él – que en 2011 el rey Juan Carlos decidiera lanzarlo a los leones, en el sentido figurado, que actuara, también en sentido figurado, como la Reina de Corazones, una vez que ya no había vuelta atrás en la investigación judicial de la pieza separada de Nóos, y pronunciara la famosa frase en su mensaje de Navidad de “la ley es igual para todos”, apenas unos días después de que el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, hablara a los periodistas de “conducta no ejemplar” refiriéndose a la actividad del marido de la infanta Cristina.
Si fuera cierto que el rey Juan Carlos les hubiera abandonado a su suerte, Iñaki y su familia no vivirían en el exilio dorado en Ginebra, Suiza, desde donde esperó haciendo running hasta su entrada en prisión en la cárcel de Brieva, Ávila, en junio 2018. Por cierto, la misma en la que cumplió su condena el ex director general de la Guardia Civil, Luis Roldán.
Iñaki, que se sabe repudiado por el rey Felipe y la reina Letizia, que se siente injustamente tratado, cuenta desde el principio con el apoyo incondicional de la infanta Cristina, que ha demostrado ser más leal que él durante los más de 20 años de matrimonio; su principal apoyo, que se negó a divorciarse como le sugirió su familia Borbón, y que sólo espera que «acabe esto para no volver a pisar este país».