Más de 400 deserciones en Venezuela, un revés para Maduro insuficiente para Guaidó
Ya son más de 400 los uniformados que cruzaron la frontera de Venezuela a Colombia desde el 23 de febrero, han informado fuentes oficiales de Migración Colombia
Ya son más de 400 los uniformados han cruzado la frontera de Venezuela a Colombia desde el 23 de febrero, han informado fuentes oficiales de Migración Colombia. La mayoría de estos –militares– se presentaron ante la delegación regional Oriente de Migración Colombia que abarca los departamentos de Santander y Norte de Santander, cuya capital es Cúcuta y que alberga el principal paso fronterizo con Venezuela.
Por qué esto es importante: Las deserciones militares en Venezuela suponen un revés para el régimen de Nicolás Maduro quien se sostiene en el poder, sobre todo, porque los altos mandos del Ejército continúan apoyándole.
El primero de una ola de desertores fue un sargento de la Guardia Nacional, informó The New York Times. Este cruzó la frontera a Colombia a principios de febrero y declaró que ya no apoyaba al régimen de Nicolás Maduro. “Comemos diariamente arroz y caraotas (frijoles negros), poco a poco”, comentó en aquel momento el sargento Harry Solano, pero la cascada de deserciones comenzó con fuerza tras el intento fallido de la oposición a Maduro de lograr hacer pasar los camiones con ayuda humanitaria al país el 23 de marzo.
Más de 270 uniformados, en su mayoría de baja graduación, huyeron en el plazo de tres días, dijeron funcionarios migratorios colombianos el lunes. Para el momento de terminar este artículo sumaban 411 los soldados desertores. “Es el quiebre de la base militar”, ha comentado para The Objective una fuente cercana al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado por 55 países de la región.
“Estas deserciones crean un gran impacto, tanto en la Fuerza Armada como en el Gobierno. La Fuerza Armada está fracturada por eso, precisamente, no hay una reacción contundente a favor del Gobierno de Maduro, pero tampoco en contra de él”, ha contado para The Objective la periodista venezolana experta en fuente militar Sebastiana Barráez.
Barráez en un artículo para el medio Libertad Digital sostiene que el 23 de febrero no sirvió para hacer llegar ayuda humanitaria a Venezuela, ni provocó la ruptura en el Ejército que ha de tumbar a Maduro, pero abrió una grieta importante en el aparato represivo del régimen. “Por esa grieta imposible de tapar se filtra desde el sábado un goteo lento pero imparable de deserciones de soldados que cruzan las fronteras hacia Colombia y Brasil en busca de proteínas y paz para sus conciencias”.
Los jóvenes soldados de la Guardia Nacional duermen en finas colchonetas sobre el suelo en Colombia. Varios chalecos antibalas descansan a lo largo de una pared en una de las habitaciones. En un balcón, las botas que se mojaron cruzado el enlodado Río Táchira se secan al sol. “Ya estaba cansado de que el pueblo me vea como uno más de ellos”, dice el sargento Jorge Torres refiriéndose al Gobierno de Nicolás Maduro. “Y no es así”, puntualiza a la agencia AP.
Maduro ya no se fía sólo del Ejército venezolano y recurre a paramilitares y a soldados cubanos para hacer frente al intento de obligarle a salir del poder, asegura Bárraez quien ha explicado sobre la presencia de los militares cubanos que “siempre se han mantenido un poquito en la sombra, sobre todo después de la muerte de Hugo Chávez bajaron la intensidad de la visibilidad que tenían, especialmente en el caso de la Fuerza Armada, pero ahora interrogan a oficiales y dan órdenes dentro de los cuarteles”.
Colectivos armados formados por exguerrilleros
Varios periodistas retrataron a los grupos civiles armados afectos al Gobierno de Maduro que actuaron en la frontera –sobre todo en San Antonio del Táchira y Ureña– el día 23, pero a diferencia de otras ocasiones y de lo que suele ocurrir, no dejaron en esa zona muertos. «Estos colectivos no eran cualquier colectivo. Se veía que tenían entrenamiento militar, y yo estoy casi segura de que son integrantes del grupo Los Pelusos y del Ejército de Liberación Nacional, que funcionan desde hace tiempo en la zona», ha señalado Barráez también para Libertad Digital. La periodista ha hecho referencia al Ejército Popular de Liberación (EPL, cuyos miembros son conocidos como pelusos) y al ELN, dos guerrillas colombianas con presencia en Venezuela.
«Fíjate que disparaban al aire, trataron de hacer las heridas en las piernas y no hubo muertos en esa zona», insiste sobre esta «acción controlada contra la población civil desarmada» que se hizo con una disciplina poco habitual en los llamados “colectivos chavistas”.
Los grupos paramilitares que Maduro sacó a las calles en San Antonio y Ureña también actuaron –como suele suceder– contra los periodistas, pero no les dispararon a quemarropa, ni los secuestraron, no los agredieron en las calles, como pasa a menudo en las protestas, sino que entraron en el hotel donde se hospedaban y les robaron material de trabajo. «No querían herir al periodista, sino causar miedo, y los periodistas empezaron a abandonar la frontera», añade la reportera.
Los colectivos continúan atemorizando a la población marcando las casas de aquellos que salieron a manifestarse en contra de Maduro durante el fin de semana.
(1/2) En San Antonio del Táchira, los colectivos dirigidos por @NicolasMaduro @DCabello y @FreddyBernal están marcando las casas de la gente que ha protestado desde el fin de semana. pic.twitter.com/mCwq3lFlaK
— Jose Manuel Olivares (@joseolivaresm) 28 de febrero de 2019
Debemos recordar la imagen de la ministra de Asuntos Penitenciarios de Maduro, Iris Varela, haciéndose una foto ante uno de los dos camiones con ayuda humanitaria que fueron quemados el fin de semana rodeada de civiles armados y detrás, guardias sin fusiles que se hizo viral en redes sociales.
Acabo de ver esta foto y me asalto la duda: Si según @jaarreaza el camión estaba del lado colombiano ¿Porque la Iris Varela se puede tomar selfies rodeada de hombres armados en territorio colombiano? No sé Rick, pero esas declaraciones del Pinocho moderno parecen falsas pic.twitter.com/xpN4fty7LQ
— Dewis Durán (@ratonaquiles) 28 de febrero de 2019
A diferencia de lo sucedido en la frontera con Colombia, en la de Brasil sí hubo muertos, según un informe presentado este martes por la Asamblea Nacional de mayoría opositora.
“Los indígenas pemón y ciudadanos de la localidad que acompañaban el ingreso de los camiones (con ayuda humanitaria) fueron atacados por efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana y por colectivos paramilitares, lo cual dejó 3 muertes confirmadas y un saldo de más de 34 heridos, según (la organización humanitaria) Foro Penal. Los heridos de bala fueron trasladados al Hospital Rosario Vera Zurita, que fue sucesivamente asediado por los colectivos y efectivos de la GNB, dificultando el traslado de los heridos a otros centros asistenciales. Reportes de dirigentes de la zona indican que se contabilizan más de 20 muertos, lo cuál representa una masacre continuada contra el pueblo pemón cifra que aún no ha podido ser confirmada”.
Dejarlo todo atrás
Sin familia en Colombia, varias docenas de soldados durante el fin de semana fueron a parar a un albergue gestionado por un sacerdote. La vivienda es el lugar desde el que rastrean nerviosos el paradero de los parientes que dejaron atrás, averiguando cómo solicitar asilo y cuáles serán sus próximos pasos.
“La única manera que este Gobierno salga, lamentablemente el pueblo de Venezuela lo sabe, es que haya una intervención directa”, apuntó el sargento José Gómez, padre de dos hijos. “Los únicos que tienen ese poder son los países internacionales”.
Nueve soldados de la Guardia Nacional describieron para AP el día en el que sus comandantes les ordenaron detener la entrada de ayuda humanitaria a Venezuela. Por temor a ser encarcelados, muchos cumplieron las órdenes y admitieron haber lanzado gases lacrimógenos a los manifestantes. Dos contaron que formaban parte de una trama fallida para introducir los suministros. Todos huyeron tras decisiones no planificadas de última hora y solo con su uniforme a la espalda.
“Hijo, si es por su vida y por que esto cambie, hágale”, recuerda Gómez que le dijo su padre en una breve llamada telefónica antes de pasar a Colombia. Las deserciones se producen mientras la oposición venezolana presiona a los militares para que reconozcan al líder de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como el presidente legítimo de la nación. Hace dos meses, Gómez vio cómo su hijo recién nacido moría en apenas 15 minutos porque el hospital en el que su pareja dio a luz no tenía oxígeno para sus pulmones.
Hasta el momento, los desertores representan un porcentaje pequeño del aparato de seguridad del Estado, pero el número crece día a día, al igual que las personas que mueren en los hospitales por falta de medicinas que niega el régimen de Maduro.