Elías Cohen: "Las tensiones por los privilegios de los ultraortodoxos en Israel van a explotar cuando no haya problemas con los palestinos"
Año 2060. Diez años después de una devastadora guerra civil, Israel es una teocracia consolidada. Ese es el argumento de ‘Sueños de Nación’, la novela del abogado y escritor español judío Elías Cohen.
Elías Cohen (Málaga, 1983) es abogado, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria y secretario general de la Federación de Comunidades Judías de España.
Año 2060. Diez años después de una devastadora guerra civil, Israel es una teocracia consolidada. Ese es el argumento de ‘Sueños de Nación’, la novela del abogado y escritor español judío Elías Cohen. Una distopía futurista que para algunos expertos no dista tanto de la realidad. Y es que, en un país marcado por el bloqueo político, la población ultraortodoxa está creciendo a un ritmo muy superior a la del resto de la población.
Elías perdió a su padre cuando tenía 11 años. “Eso te deja roto para siempre y te marca toda tu existencia” me dice. “El judaísmo y el sionismo fueron el padre que nunca tuve durante mucho tiempo”.
Viste traje azul, camisa blanca y corbata a juego con la americana, que se quita para nuestra entrevista. Cohen nos asegura que ha escrito Sueños de nación para afrontar unos miedos como judío y como ciudadano occidental. “Para mí escribir es terapéutico. Siempre que albergo sentimientos o inquietudes los pongo en negro sobre blanco y me sirve, muchas veces, para purgar ese dolor”.
Su libro, más allá de centrarse en el problema de una supuesta teocracia en Israel, toca otros temas como la falta de privacidad y la automatización casi completa de todo. “Hoy día, los datos personales son el nuevo petróleo. Hay superordenadores apuntándonos al cerebro cada vez que vemos Youtube o las redes sociales”, asegura. Cuando hablo de estos temas, la gente me dice que no tiene miedo, que no tiene nada que esconder. Yo siempre les contesto con una frase de Harry Potter, cuando los mortífagos toman el Ministerio de Magia y dicen: “No tienes nada que temer si no tienes nada que esconder”.
Hablamos con Elías Cohen, secretario General de la Federación de Comunidades Judías de España, sobre su novela, la situación política actual de Israel y el futuro que le espera al país de la estrella de David.
¿Cuáles son tus miedos como judío?
Como creyente de que los judíos deben tener un Estado y de que ese Estado tiene que ser democrático, tengo miedo de que Israel se convierta en una teocracia. Es un miedo que ya tenía el padre del sionismo, Theodor Herzl, que en 1896 se preguntaba si Israel podría acabar siendo una teocracia.
Como judío y como heredero de una historia de más de 2.000 años, la cual está plagada en su mayoría de persecuciones y sufrimiento, tengo miedo a que los judíos acabemos enfrentándonos entre nosotros por razones políticas, ideológicas o religiosas.
¿Israel terminará siendo una teocracia?
La población ultraortodoxa y la religiosa nacionalista están creciendo mucho. Los partidos ultraortodoxos no ocultan que no les gusta la democracia como sistema de Gobierno, aunque se sirven de ella.
Israel es quizás uno de los países del mundo con más problemas y desafíos internos y externos, y el tema de los ultraortodoxos no lo enfrenta precisamente por esos desafíos, como el conflicto con los palestinos o la situación hostil en Oriente Medio.
Esta polarización de la población, en la que viven varias sociedades sin interactuar en un mismo país, no sé si generará una guerra civil en un futuro, pero sí va a acabar generando unas tensiones bastante importantes.
El sionismo defiende la necesidad de los judíos a tener un Estado, preferentemente en Israel. Como judío, ¿por qué se debe creer en el sionismo?
Por los más de 2.000 años de nuestra historia, de persecuciones. No fue fácil construir un Estado y no es fácil mantenerlo. El Estado sirve para proteger nuestra diferencia como judíos en el mundo. Creo totalmente en el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el sionismo es la autodeterminación judía.
Si nos metemos en temas legales, históricos, políticos y militares, podríamos hablar horas y horas, pero lo que es la legitimación moral del sionismo es clara.Insisto, un pueblo con más de 2.000 años de historia, perseguido y errante, que necesitaba autodeterminarse en esa tierra. En los últimos 60 años, las cosas buenas superan con creces a las malas.
¿Y qué pasa con los palestinos y los asentamientos?
Por supuesto que lo que quiero es que ambos se sienten a negociar y lleguen a una solución. Deben decidirlo todo en una mesa y no en un campo de batalla.
En cuanto a los asentamientos, la legalidad es un poco farragosa. Que hay una ocupación militar allí, es un hecho. Quien la niegue tiene un problema, porque se ve; está ahí. El Gobierno de Israel, el de ahora y los de antes, encuentra la legalidad en que hay una ocupación de facto, pero no de iure, porque como antes no había un poseedor legítimo de la tierra, no se considera ocupación.
Naciones Unidas dice que es una ocupación. Y tiene razón. Es un hecho. La ocupación militar está ahí y debería acabar. Es verdad que hay asentamientos donde hay ultraortodoxos, pero en otros, simplemente hay familias que se han mudado ahí porque las casas eran más baratas, y no tienen una opinión religiosa ni política extrema.
Yo creo que los intercambios de tierras, como defendía la administración Obama, pueden ser una solución. Es decir, que Israel se quede con algunos asentamientos y le de otro territorio a cambio a los palestinos. Yo lo veo razonable.
¿Cuál es el gran problema para alcanzar la paz en Israel y Palestina?
Los asentamientos son un problema, pero no son el principal problema para la paz. El principal problema es que ambas partes quieren imponer su narrativa y cada una de ellas está empeñada en decir que tiene razón.
El otro gran problema es que hay odio en ambas partes, pero sobre todo, un odio feroz por parte de algunos grupos terroristas palestinos, como Hamás, que no conciben la existencia de Israel. No te puedes sentar a negociar con alguien que no te reconoce.
¿Es Israel una solución o un problema para la identidad judía?
Israel, sin duda, ha potenciado mucho la identidad judía. Muchos judíos han encontrado refugio en Israel. Sin ir más lejos, en los años 50, unos 800.000 judíos provenientes de los países árabes que en su mayoría fueron expulsados o invitados a irse.
La existencia de Israel hoy no es fácil, pero está bastante consolidado como Estado. Hay que ser un poco aséptico. Israel existe y es la gran potencia militar en la zona, no tiene una amenaza real en la región que pueda acabar con él.
Israel es un proyecto que ha funcionado y que funciona pero tiene muchos asuntos que resolver para alcanzar una normalidad que igual tenemos en Europa pero que aún no ha llegado a Israel.
¿Israel debería tener una división clara entre Estado y religión?
Debería haber una aconfesionalidad completa. Eso viene de 1948. David Ben Gurion, el padre fundador de Israel, era una persona secular, no religiosa, pero a la hora de reunir a todos los grupos y sociedades judías de la época, él quería la unidad por encima de todo y llega a un acuerdo con Agudat Yisrael, que es la organización que aglutina entonces a la población ultraortodoxa, y se le da a esta población una serie de privilegios para que apoyen la idea de un Estado judío.
La población ultraortodoxa no concibe esa idea de un Estado judío a no ser que venga un mesías o lo imponga una orden divina. De ahí viene esa mezcla un poco rara que perdura hasta día de hoy en Israel, como por ejemplo, que no exista el matrimonio civil, que haya barrios o zonas que estén totalmente cerrados aunque son espacios públicos, y eso genera tensiones.
Todo ello, hace que la calidad democrática de Israel, que es bastante alta según los índices, tenga esas carencias.
¿Son los ultraortodoxos un gran problema para la democracia en Israel?
Que una población tenga privilegios y otra no, no es compatible con un sistema democrático.
Hay un chiste en Israel, que es verdad, y dice: “Hay un tercio de la población que paga impuestos, un tercio de la población que trabaja y un tercio que va al ejército, y siempre es el mismo tercio”. Eso es insostenible. Los privilegios de la población ultraortodoxa generan unas tensiones que ahora están contenidas, aunque a veces estallan, y que cuando no haya problemas con los palestinos ni con los países árabes, van a explotar.
En Israel se habla de la bomba demográfica: se dice que es necesario hacer un Estado palestino para que los árabes israelíes se vayan allí y no superen a los judíos. Personalmente creo que los árabes israelíes se quedarían en Israel. Además, hay otra bomba demográfica, la de los ultraortodoxos, que se reproducen mucho más rápido que la población secular.
¿No has encontrado tu sitio en Israel?
Cuando yo fui allí a vivir, Israel se convirtió en un juguete roto para mí. Porque seguía creyendo en el sueño idílico que me habían vendido. Yo en la diáspora era judío, y pensaba que en Israel sería uno más. No fue así. Resulta que allí hay muchas etiquetas diferentes para los judíos -sefardí, marrocano, Jiloní, haredí- y eso me produjo una tensión interna muy fuerte. Además, yo tenía complejo de Mesías. Mi sueño, en un momento dado, era ser un gran líder judío, sí o sí, como si el pueblo judío tuviera que salvarse y yo era su salvador. Un complejo de mesías que también se rompió viviendo y trabajando en israel.
¿Es difícil ser judío en España?
Mi relación con España ahora es de amor y reconciliación, pero no fue así durante mi adolescencia. He de decir que yo nunca he sufrido un episodio de antisemitismo legal o institucional, y he estado en colegios católicos casi toda mi vida y doy clases en una universidad católica. Nunca he encontrado rechazo, todo lo contrario.
Claro que he tenido algún caso de antisemitismo, pero nunca han sido graves, han sido niñerías. Lo que sí es grave, el duro, es tener que llevar todas las mañanas a mis hijos a un colegio protegido por la Policía, el hecho de que los judíos sigamos amenazados.
Durante el último siglo, España, ya fuera republicana, franquista o monárquica, ha ayudado siempre a los judíos. Eso es algo que me ha reconciliado mucho con mi españolidad.
Elías Cohen (Málaga, 1983) es abogado, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria y Secretario General de la Federación de Comunidades Judías de España.