«Sobre nosotros, Dios»: así realizan sus saltos en la Brigada Paracaidista (BRIPAC)
Es verdad que, en cada salto, San Miguel Arcángel, su patrón, vela por ellos, y que los paracaidistas guardan en su mochila una segunda vida
Un soldado se santigua, otro mantiene fija la mirada en el casco de su compañero. Ninguno habla. La calma antes de la acción. Son parte del grupo de militares de la Brigada Paracaidista (BRIPAC) del Ejército de Tierra al que acompaño. Todos aguardan en la zona de carga de un helicóptero Chinook de las Famet, con el paracaídas a la espalda y el equipo colgando de la cintura. En menos de un minuto saltarán desde 500 metros de altura.
No es ni de lejos, uno de sus saltos más difíciles, ya que estos profesionales de una de las unidades de élite del Ejército de Tierra están preparados para misiones mucho más complicadas, y han llegado a hacer salto a más de 7.000 metros de altura.
Todo empieza con la espera, con la larga espera. Lo que un paracaidista tiene que saber hacer, ante todo, es guardar la calma. «Aquí se viven muchos momentos de espera, de tiempos muertos», me dicen. Se refieren a la espera antes de llegar la zona de salto; el tiempo que pasa antes de equiparse completamente y pasar la última revisión y los momentos mas tensos una vez embarcado y minutos antes de saltar al vacío.
Todos pasan una revisión exhaustiva. Una vez has saltado, no se permiten fallos. «Triunfar o morir», reza uno de sus lemas, y no le falta razón. Cada paracaídas lleva una etiqueta que indica quien lo ha revisado y quien lo ha plegado, para que no haya margen de error. Es verdad que, en cada salto, San Miguel Arcángel, su patrón, vela por ellos, y que los paracaidistas guardan en su mochila una segunda vida, la del paracaídas de emergencia, pero no siempre funciona.
Al Chinook se le oye llegar de lejos. Cuando está punto de tomar tierra, las hélices levantan un fuerte viento y levantan tierra y polvo. No paran. Los militares, en fila de a uno y en cuclillas, esperan a embarcar.
Una vez dentro, un olor a combustible y un ruido ensordecedor inundan la zona de carga del monstruo de metal de 30 metros de largo, más de 20 toneladas de peso y dos turbinas que dan una potencia de casi 4.700 CV cada una. Característicos de la guerra de Vietnam, estos helicópteros, que han sufrido modificaciones actualizaciones a lo largo del los años, pueden transportar hasta 50 soldados y llevar una carga externa de casi 12 toneladas de peso.
Todos los militares van vinculados con el arnés a la guía del helicóptero (es un salto en automático, no manual). En este sistema, el de uso más común en la brigada, la cinta extractora se sujeta al cable estático de la aeronave –helicóptero o avión– para que el paracaídas se abra automáticamente cuando se produce el salto. Una vez que atraviesan la rampa de lanzamiento –ya sea en un avión o en un helicóptero– están solos. Hasta que tocan tierra.
Cada vez que un paracaidista salta e impacta contra el suelo, es como si lo hiciera desde un segundo piso. Al menos eso me dicen. Más de uno guarda lesiones en su cuerpo; recuerdos de saltos en los que cometió un pequeño error o sobre un terreno que no era del todo idóneo, pero ninguno se queja.
Están aquí para servir a España, y a los españoles. Espíritu de sacrificio y valor que les acompaña allá a donde van. Un Caballero/Dama Legionario Paracaidista no entiende aquello de darse por vencido. «Por encima de todo está la misión; el calor, el frío, el hambre, el sueño y el cansancio, para mi serán estimulantes», reza su ideario.
Son una gran familia. El espíritu de fraternidad se nota en la unidad. Ellos son distintos, son especiales. No tanto como la Fuerza de Guerra Naval Especial, pero sí a su manera, como sus hermanos de La Legión.
Los soldados de la BRIPAC son legionarios, por tradición, por nombre y por fundación, pero además son paracaidistas. De lejos viene el pique –sano– entre paracaidistas y legionarios, entre brillantinas y lejías. A los soldados de la BRIPAC se les conoce por el apodo de brillantinas por la gomina que muchos llevaban en origen con el uniforme de paseo y por el especial cuidado que ponen a la uniformidad y al resto de muestras externas de disciplina.
Unos luchan bajo el amparo del Cristo de la Buena Muerte y otros bajo el del Cristo de Ánimas de Ciegos, pero ninguno teme a la muerte. «La vida se defiende luchando; la muerte es el mayor premio para el valiente y el mayor castigo para el cobarde». Está claro, son especiales, están hechos de otra pasta.
Una vez en el suelo, la misión no acaba, al contrario, es cuando empieza. El en este caso y al ser un salto de entrenamiento los militares recogen su paracaídas, lo meten en la bolsa y cargan con ella hasta el punto de encuentro, donde les espera el mando para comenzar la operación.
Una vez recogidos del campo tras el salto, los paracaídas llegan a las instalaciones de la BRIPAC, donde se desenredan y se lavan a mano, sólo con agua y cepillo, revisando cada centímetro de la tela para eliminar restos de barro, ramas u otros residuos. A continuación, pasan a la torre de secado, donde se cuelgan totalmente extendidos para airearlos. Aquí también se extienden aquellos paracaídas que superan el límite de seis meses sin utilizar. En este caso, hay que volver a desplegarlos completamente y colgarlos durante un par de días para quitarles la electricidad estática acumulada.
Finalmente, vuelven a ser plegados, un proceso en el que se invierten unos 15 minutos por paracaídas. Cada plegador se hace responsable del correcto funcionamiento de los paracaídas que pasan por sus manos. Una vez empaquetados, en una tarjeta queda anotado el empleo, nombre y apellidos de quien lo ha plegado y supervisado. En esa misma tarjeta también figura el nombre del último saltador que lo ha utilizado, la fecha y la zona del salto. En el plegado no se deja ningún detalle al azar. Saben que la vida de sus compañeros depende de ellos.
El 23 de febrero de 1954 se realiza el primer salto en paracaídas del Ejército de Tierra, y tan solo dos años después, el 16 de agosto de 1956, se produce el bautismo de fuego de las fuerzas paracaidistas en Ifni, en el Sahara Español. Desde entonces, los paracaidistas del Ejército de Tierra no han parado, y han participado en misiones en territorios hostiles como Afganistán, Irak, Paquistán, Mali o Líbano, entre otros.
De hecho, los soldados de a BRIPAC, concretamente los de la Bandera Roger de Flor, fueron los primeros militares españoles en participar en una misión fuera de España. Fue en 1991, en el Kurdistán iraquí.
Para alcanzar sus misiones, la unidad desarrolla un amplio y exigente programa de instrucción que le permite tener una alta disponibilidad y capacidad de despliegue. Mantiene permanentemente disponibles dos Grupos Tácticos (GT) y es capaz de preparar en 72 horas un GT para que sea desplegado en cualquier parte del mundo.
La boina negra con el águila de plata u oro que sostiene un paracaídas entre ramos de laurel, es un bien preciado. Una vez se coloca sobre su cabeza, supone una gran responsabilidad y busca un solo objetivo: convertir a cada paracaidista en «el mejor soldado de la Patria», según reza la oración de la unidad.
Lusitania 8: los «dragones» de la Brigada de Paracaidistas (BRIPAC)
Lo que no muchos saben es que dentro de la BRIPAC hay dragones, a los que una calavera con tibias cruzadas, la Madonna del Olmo, les acompaña allá a donde van. Ganada en combate por el arrojo y valor de los componentes del Regimiento, los Dragones de la Muerte del Regimiento de Caballería Lusitania n.º 8, la llevan en su boina negra.
Pero para ganarse esa boina negra dela BRIPAC, los miembros de Regimiento deben realizar un curso muy exigente: el curso de Dragones, que dura seis semanas y que persigue la adaptación del personal militar de nueva incorporación a la unidad.
El curso recibe su nombre en honor al tipo de unidad sobre la que se creó el Regimiento Lusitania en 1709. Los Dragones eran soldados cuyos componentes se desplazaban a caballo y podían combatir indistintamente montados o a pie
Desde que se integrara en la BRIPAC en 2017, el Lusitana 8 le ha otorgado a la unidad una capacidad que ante no tenia, la de caballería, y ha convertido a la Brigada Paracaidista en una unidad más potente de lo que ya era.