Infiltrado en la Policía | Valentin Gendrot: «Los policías no están armados psicológicamente»
El periodista francés Valentin Gendrot se infiltró durante meses en la Policía parisina. Allí destapó algunos casos de abusos policiales, de violencia machista y racista y las precarias condiciones de la formación y del material de los agentes. Todo queda plasmado en su libro ‘Le Flic’ (‘El Madero’ en francés), traducido al español como ‘Poli’ y publicado por la editorial Principal. Esta no era su primera infiltración, ya se había infiltrado en empresas como Toyota o Lidl, donde también destapó lo que se cocía dentro de ellas, pero sí ha sido una de las más duras y complicadas. Entró en la academia de «adjuntos de seguridad» (auxiliares de Policía) y tan solo tres meses después ya estaba portando una pistola y realizando labores policiales en un hospital psiquiátrico. Unos meses después, con la pistola al cinto y un uniforme con la palabra Police a la espalda, Gendrot salía a patrullar con sus compañeros de la comisaría del distrito 19 de París. Ya era uno más de la unidad.
Quizás, uno de los episodios más duros que este periodista tuvo que vivir en su infiltración es una intervención en la calle en la que otro agente da una paliza a un adolescente y él mismo se calla para no inculparle. Todo comienza con un tortazo del agente al «bastardo» (como algunos agentes llaman a los inmigrantes) sin que ninguno de sus compañeros de patrulla haga nada al respecto. En respuesta, el adolescente insulta al funcionario. En ningún momento el muchacho le pone la mano encima, pero eso no quita que, una vez dentro del furgón, el policía le siga pegando repetidas veces e insultándolo. En comisaría, ambos se denuncian: el joven por abuso y violencia policial y el agente por las amenazas hechas contra él. Al final, sus compañeros deciden testificar a favor del agente, que deja de ser investigado.
¿Cuál es el perfil de un policía francés?
En realidad no existe un perfil tipo de un policía. Es un funcionario pagado por el Estado y hay muchas personas que se contentan con cumplir con su trabajo, pero hay otros que son personas que casi han delinquido. En mi libro hay una frase que dice: «Un policía es un delincuente que se las ha apañado bien». Personas que estaban del otro lado de la barricada pero que se han pasado al otro bando.
Por otro lado, hay personas que se unen porque tiene clara su idea de luchar contra la delincuencia. Es un poco como si jugaran a policías y ladrones, pero en otro contexto.
Hay una escena muy dura en tu libro en la que un policía propina una paliza a un chico de 15 años
Para mí fue una cuestión de conciencia porque me enfrentaba a una violencia gratuita. Luego está lo del falso testimonio del agente de policía que dio la paliza al muchacho y que yo no denuncié ni delaté en el momento, pensé que estaba yendo muy lejos y no sé hasta donde quería llegar con mi libro para luego describir lo que estaba pasando. Lo verdaderamente difícil fue aguantar durante estos seis meses de periodista infiltrado. Lo demás fue como una montaña rusa de emociones: miedo, ansiedad y aburrimiento; y había que gestionar todo esto. Era una prueba más y esto fue lo más difícil psicológicamente hablando.
Hablas de esta violencia pero también de racismo en la Policía
Es una violencia que se ejerce contra personas inmigrantes, contra personas deprimidas en un furgón de Policía y, en realidad, podemos decir que el oficio de Policía es el más controlado en Francia, pero esta violencia no deja huella ni en los software de la Policía ni en la radio. Hay casos que son mediatizados porque los filman viandantes, pero de todos los casos, de 50 o 100 casos, solamente uno está mediatizado y deja huella. Esto contribuye a crear una trivialidad de la violencia policial.
Mi libro no es un libro contra la Policía, porque lo que yo más o menos vi es que estuve trabajando con 32 policías y, únicamente, cinco o seis de ellos tenían comportamientos racistas y violentos. Siempre son los mismo policías, los demás agentes no tienen nada que ver, pero tampoco denuncian a sus compañeros y esto hace que la institución policial sufra por esta situación y que se genere cada vez más desconfianza por parte de la población hacia la Policía.
Te infiltraste como auxiliar de Policía. ¿Qué opinas del entrenamiento policial?, ¿debería existir más regulación?
La formación de auxiliar de Policía (adjunto de seguridad), que es más larga en otros países, dura tres meses y tiene muchas carencias. En primer lugar, no tiene en cuenta la violencia doméstica, los conflictos intrafamiliares y la violencia entre vecinos. En Francia existe desde 1986 un código deontológico pero únicamente se dedica un 1% del tiempo de la formación para estudiar este código. Cuando acaba esta formación como auxiliar de policía (tres meses) tienes la habilitación para llevar un arma con munición real, no es un juguete.
La formación de un policía titular duraba un año, ahora solo ocho meses, y se basa todo en enfocarlo a la represión, por ejemplo, esposar a la gente o cachearla. No se enseña a discutir tranquilamente, con serenidad, con la gente. Se adopta como una especie de actitud de cowboy. Las simulaciones que hacemos durante la formación para cachear a una persona se hacen con una cierta presión, como si todo el mundo llevara un arma.
Antes existía la Policía de proximidad, pero fue abolida en 2003, cuando Sarkozy era ministro del Interior. Esta proximidad entra la Policía y los ciudadanos es algo que habría que recuperar.
¿A los auxiliares de Policía les motiva más la adrenalina, la acción, frente a la protección de los ciudadanos?
Es verdad que lo que lleva a la gente a hacer esto es la adrenalina y la acción. En Francia existe la BAC, la Brigada Anti-Criminalidad, y esto es un poco como el súmmum, la unidad a la que todos quieren llegar. Esta brigada ejerce acciones que requieren un alto grado de adrenalina
También, otro de los aspectos que mueve a la gente que estudia para ser Policía es la lucha contra la delincuencia. También se sienten muy atraídos por el prestigio de llevar el uniforme. Recuerdo las miradas de mis compañeros en la academia y el orgullo que sentían al llevar ese uniforme por primera vez. Cuando yo me lo puse, me miré al espejo y dije: «En qué jardín te estás metiendo».
¿Qué decir sobre la precariedad salarial y material de la Policía?
Un auxiliar de Policía (adjunto de seguridad) cobra 1.340 euros, y los titulares, en su primer año, entre 1.800 y 2.000, unos 700 euros más que un obrero en una cadena de montaje. El sueldo de un auxiliar es claramente insuficiente si se vive en París. Es como si el día 10 de cada mes ya hubiéramos llegado al final de mes.
Las condiciones en la comisaría del distrito 19, donde yo estuve, no eran muy buenas. Fue construida hace 20 años y tiene aseos que no funcionan, algunas luces que no encienden, y muchos de los vehículos de la comisaría también funcionan mal. Asimismo, parte del equipo que reciben los agentes son de mala calidad, como las botas o los guantes, que son guantes de motorista, y por tanto, son ellos mismos los que deben comprarse el material.
Lo que he hecho en mi libro es señalar todos estos problemas para que se mejoren.
Hablas en tu libro de las altas tasas de suicidio en la Policía, ¿qué lleva a un policía a suicidarse?
En 2019 se produjeron 59 suicidios de policías. Es el segundo oficio con más suicidios en Francia, después de los agricultores. Podemos hablar de las condiciones laborales: una falta de reconocimiento por parte de la jerarquía policial y una falta de reconocimiento por una parte de la sociedad que odia a la Policía.
Los policías no están armados psicológicamente. Se enfrentan diario a la miseria humana, a la miseria social. Cuando se muere alguien en un domicilio quien va siempre es la Policía. Se enfrentan a la muerte y no tienen apoyo psicológico. En el universo policial hay que mostrar la fuerza, los músculos y no hay que hacer prueba de debilidad, aunque te sientas débil o estés deprimido.
Otro tema es que los policías se llevan su arma a casa y si las cosas van mal o están deprimidos, pueden usar el arma más fácilmente. Puede haber también personas que están esperando un traslado, un cambio de destino, y la jerarquía se lo niega y se desesperan.
¿Cómo ha influido tu libro en cambiar el sistema policial?
Considero que el libro es un reportaje en el que no he querido hablar sobre el conjunto de la Policía francesa, he escrito sobre lo que se hacía en la comisaría del distrito 19. El impacto ha sido la reacción de los lectores: se vendieron 50.000 ejemplares y va a ser adaptado a una serie. En cuanto al impacto político, es más difícil medirlo, pero el Sindicato de Policía estuvo de acuerdo en las descripciones que yo hago del malestar de la Policía, pero cuando hablo de la violencia policial, lo niegan, hay una especie de silencio total.
En cuanto a los suicidios en la Policía, hace 30 o 40 años que se habla de ello, se habla mucho pero se hace poco. Quiero que mi libro sea como una piedra dentro del jardín de las denuncias de este malestar policial.
¿Has recibido amenazas tras publicar el libro?
No he recibido amenazas, pero si he recibido unos 15 mensajes de insultos por parte de policías, y otros 10 mensajes felicitándome. Eso es todo. Creo que esta es mi última infiltración, porque es psicológicamente muy duro y es hora dedicarse a otro tipo de periodismo.