La política participativa en Madrid: ¿por qué debe importarnos su papel menguante?
Los municipios desempeñan un papel cada vez más importante en el desarrollo democrático y de intercambio de ideas e innovación, antes un terreno privilegiado de los estados
Quienes han estudiado la intersección entre ciencia, cultura, tecnología y política en los últimos 20 años conocen el papel que ha jugado el laboratorio municipal de innovación de Madrid, Medialab Prado. Recibió una mención especial en el 2010 por Ars Electronica, uno de los premios más importantes del mundo de la tecnología y las artes, y el premio Princess Margriet Award en 2016 de la European Cultural Foundation. Este laboratorio ha sido un faro para la investigación en tecnologías participativas, en las que se invita al ciudadano a implicarse en las reflexiones políticas, yendo más allá de su rol tradicional de elector de representantes.
Resalta, entre muchas otras cosas, su trabajo sobre Decide Madrid, una de las plataformas de política participativa más exitosas del mundo y ganadora del prestigioso premio de servicio público de la ONU en 2018.
A pesar de su éxito, el laboratorio ha sido trasladado a la periferia, en espacios inadaptados para desarrollar su trabajo, sin director/a, y sin plan de futuro, poniendo de paso en peligro la candidatura de Madrid en la UNESCO, en la que el laboratorio es pieza clave.
Contradictoriamente, esto llega en un momento en que las instituciones públicas fomentan cada vez más la voz de los ciudadanos, en Francia, Bélgica, o la ONU. Veamos dos de las contribuciones principales realizadas por Medialab Prado para la formulación de políticas para el futuro.
Metodologías al ritmo de la ciudadanía
Es tentador ver la ciudad como una configuración estable de edificios que siempre han estado allí, pero esta visión se aleja de la realidad. Las ciudades viven en constante cambio y las direcciones a tomar dependen generalmente de expertos con una visión fundamentalmente técnica. Por ejemplo, diferentes configuraciones de iluminación son escogidas según criterios como el índice de criminalidad. Sin embargo, esta aproximación puede reforzar las desigualdades entre barrios y no responder a las necesidades de sus habitantes.
A través de experimentos con tecnologías de participación como Decide Madrid, Medialab Prado lleva años explorando cómo remodelar la ciudad, basándose en las preocupaciones de la ciudadanía. Su trabajo refleja la necesidad de desarrollar métodos de participación que permitan comprender qué necesitan los diversos actores de la urbe (por ejemplo vecinos o empresas) o cómo se crea tejido social.
Bajo este prisma, la participación ciudadana va más allá del voto, más allá de ofrecer opiniones sobre decisiones tomadas. La participación ciudadana permite que los habitantes de la ciudad compartan un conocimiento único que les es propio, de manera que se puedan beneficiar de los cambios introducidos por las instituciones que los rodean.
El trabajo de Medialab Prado nos ha enseñado que esta participación debe respetar los tiempos y ritmos de la ciudadanía, a menudo enfrentados a los de las instituciones. Mientras que estas últimas suelen marcarse ritmos adaptados al vaivén electoral (con objetivos a cumplir en cuatro años), implicar a la ciudadanía en su conjunto puede requerir ampliar los plazos de reflexión y planificación, y reducir notablemente los de ejecución.
La participación ciudadana, innovación abierta
En un mundo cada vez más complejo, con desafíos cruciales como las noticias falsas, y las desigualdades desenfrenadas, los problemas perversos son ubicuos y deben ser manejados de manera innovadora.
Los problemas perversos son aquellos que no se pueden definir fácilmente, que cambian rápidamente, que son contradictorios e interdependientes entre sí.
Un ejemplo de este tipo de problemas es el cambio climático, que toca a cantidad de actores distintos. ¿Qué problemas entraña el cambio climático? ¿Cómo debemos abordarlo? ¿A quién escuchar primero? El mero hecho de enunciar un problema perverso supone un quebradero de cabeza, ya que existen distintas formas de definirlos y todas ellas pueden ser válidas.
Una ayuda a la gestión de estos problemas puede ser aplicar medidas de innovación abierta, similares a las adoptadas por numerosas organizaciones en todo el mundo: es decir, incluir a la ciudadanía en la comprensión y manejo de estos problemas perversos. Por ejemplo, Francia está aplicando éstos principios para desarrollar políticas sobre el cambio climático.
Durante años, Medialab Prado ha estudiado cómo crear democracias colaborativas a distintas escalas: barrios, ciudades e incluso países. En cierta medida, su trabajo demuestra que la democracia participativa no es más que un proceso de innovación abierta a gran escala.
Los municipios desempeñan un papel cada vez más importante en el desarrollo democrático y de intercambio de ideas e innovación, antes un terreno privilegiado de los estados.
La innovación abierta es jaleada en las empresas, ¿por qué no debería ser una práctica habitual en las administraciones públicas, con laboratorios dedicados a ello? Medialab Prado ha sido un lugar central para facilitar ese intercambio, poniendo a Madrid en el mapa de las instituciones que han repensado empíricamente el rol de la ciudadanía. En un momento en que se aplican modelos de democracia participativa a través el mundo, se ha de esperar que su labor siga teniendo impacto y creciente trascendencia.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.