John Magdaleno: «En Venezuela hace falta reconstruir una fuente de presión interna, las presiones externas son insuficientes»
Hablamos con el politólogo John Magdaleno, uno de los analistas de entorno más respetado en Venezuela, sobre el futuro del país, las sanciones y el diálogo del chavismo con la oposición
El politólogo John Magdaleno es uno de los analistas de entorno más respetado en Venezuela, un país donde la palabra incertidumbre resalta en cada análisis que se intente para trazar escenarios. El tablero para el chavismo se debate entre las sanciones de EE:UU y Europa y el diálogo con la oposición.
Magdaleno, profesor universitario, consultor y analista político, es de los profesionales que tiene más trabajo por estos tiempos para dilucidar una Venezuela sumida en la más aguda crisis política, económica y social de su historia contemporánea.
Este país que hoy luce como «un alfil sin albedrio» parece tener una nueva oportunidad. Una incipiente jornada de diálogos y posibles negociaciones entre representantes del chavismo y de la oposición comenzó a escenificarse en México este fin de semana.
Pocos entre los venezolanos comunes muestran mayor interés por estos encuentros, vista la lista de fracasos en intentos anteriores. Pero, ¿cuál podría ser la posibilidad racional de avances concretos?
Buenas intenciones
El memorando de entendimiento firmado el viernes en México entre las partes dice que en esta negociación integral el objetivo es llegar a un acuerdo. Lo plantea «a través de una negociación intensa, integral, incremental y pacífica, para establecer reglas claras de convivencia política y social, con respeto absoluto a la Constitución Nacional».
El método de la negociación se dará bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo lo esté.
«Sin embargo, las partes podrán celebrar acuerdos parciales si consideran que el o los temas sobre los que versen ha sido suficientemente discutidos y si su implementación es urgente, necesaria o, al menos, verificable antes del término de la negociación. Los acuerdos parciales tempranos serán incluidos en el acuerdo final y serán irreversibles desde su emisión, sin perjuicio de que exista la posibilidad de ajustarlos a las circunstancias o de mejorarlos, atendiendo, entre otros al principio de progresividad», señala el texto oficial.
Para algunos analistas, el principio de que nada está acordado hasta que todo esté acordado siembra escepticismo sobre la posibilidad de resultados concretos en el corto plazo. Mientras, hay una población atribulada por la miseria y la falta de esperanza.
El peso internacional
Desde el rigor de la academia y del análisis científico, Magdaleno analiza el momento actual del gobierno chavista de Nicolás Maduro. También se pasea por el trance de la oposición, principalmente la encabezada por Juan Guiadó y los cuatro principales partidos que le dieron fuerza en el pasado.
Son los del llamado G4 (Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo). Todos están perseguidos, con líderes históricos prisioneros, inhabilitados o en el exilio. Muchos de ellos tienen confiscadas sus tarjetas e infraestructura.
Estados Unidos y la Unión Europea impusieron esas sanciones de forma gradual en los últimos años. Son represalias por los atentados del chavismo contra las instituciones de la democracia; por violaciones sistemáticas a los derechos humanos; y por acusaciones de presunto narcotráfico y crímenes de lesa humanidad que pesan sobre sus principales líderes, incluyendo el propio Maduro.
Este mismo sábado, en un comunicado conjunto, los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá reiteraron formalmente que están dispuestos a «revisar las políticas de sanciones» contra Venezuela. Eso si el gobierno de Nicolás Maduro «hace avances significativos en las negociaciones» con la oposición.
Derechos violados
«Tengo expectativas más bien modestas», dice Magdaleno sobre este diálogo en México y sus posibles efectos en una deseada transición camino al regreso de la democracia en Venezuela.
«Como sabemos, una transición a la democracia arranca cuando se produce una restitución sustantiva de garantías violadas. Esas garantías son libertades civiles, de pensamiento, de opinión, de expresión, de asociación, de comunicación, movilidad, habeas corpus. Un conjunto de garantías que protegen al individuo frente a las arbitrariedades del Estado y de terceros», explica.
«Eso es lo primero que habría que restituir. Y segundo, un conjunto de derechos políticos que también han sido violados».
«Toda transición a la democracia arranca primero con una liberalización política. Antes del inicio de la transición hay una distensión política, una flexibilización del régimen no democrático, cualquiera que sea», dice.
Después se avanza en la dirección de una primera fase de liberalización política, que ocurre cuando se produce esa restitución de garantías.
«Podemos estar acercándonos a una distensión. Pero de ahí a una liberalización y luego a una democratización hay un trecho complejo», advierte.
La anhelada transición
En sus estudios Magdaleno combina las pruebas empíricas con la literatura especializada y el análisis de 102 casos de transiciones desde gobiernos autoritarios a lo largo de la historia en todo el mundo.
El caso de Venezuela no es para nada único ni demasiado particular, pese a ese empeño a veces «venezolano centrista» que muchas personas, especialmente en las redes sociales, le quieren dar a lo que aquí ocurre.
«¿Qué esperaría yo?» se responde Magdaleno:
«Como un logro muy significativo avanzar en la restitución de esas garantías. Avanzar. Obviamente mi deseo sería que la restitución de garantías sea cada vez más masiva, cada vez más nítida».
Dado que la oposición requiere rearticularse, reorganizarse, reconstituir la fuente de presión social y política, cualquier avance en esa dirección sería una conquista, señala.
«No estoy esperando que estas conversaciones conduzcan automáticamente a una democratización. No. Más bien estoy esperando que faciliten las condiciones como para que la oposición pueda operar con menos restricciones. Este es el punto de fondo», dice.
Premio y castigo
Como en la economía, en el juego político también suelen funcionar las relaciones de incentivos, las medidas de costos y beneficios, de ganancias y pérdidas, las consecuencias de actuar o no actuar oportunamente.
Hoy en Venezuela la oposición está debilitada, fragmentada, enfrentada en guerras intestinas y en su peor momento en los 21 años de confrontación con el chavismo.
Toda su fuerza descansa en el respaldo internacional.
Otros analistas observan que, por su parte, el régimen que encabeza Maduro como heredero de Hugo Chávez luce fortalecido internamente. Ejerce un cada vez más fuerte control social, aprieta el autoritarismo y se dispone a barrer en unas próximas elecciones de alcaldes y gobernadores. Extenderá su hegemonía pese a que el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) tan solo tiene 20% de apoyo electoral, según reconocidas encuestas.
¿Qué incentivos tiene entonces Maduro y la nomenklatura del chavismo para sentarse a negociar algo?
Para Magdaleno el encuentro en México ocurre por la urgencia del gobierno en flexibilizar las sanciones. A eso se unen «los altos costos que puede estar imponiendo el curso de la causa en la Corte Penal Internacional», contra el gobierno por presuntos crímenes de lesa humanidad.
El contexto propio
Esas sanciones se extendieron durante el gobierno de Donald Trump a la estatal Petróleos de Venezuela y a las finanzas internacionales de la República. Ya antes Maduro había declarado una moratoria unilateral de la deuda externa que se disparó durante el chavismo por encima de los $150.000 millones, aun en medio de la mayor bonanza petrolera de la historia.
Pero el hecho es que el gobierno hoy está quebrado, no tiene fuentes internacionales de crédito en el sistema financiero; Pdvsa, con su producción menguante, ya no aporta ingresos fiscales y debe miles de millones de dólares en facturas comerciales a proveedores de bienes y servicios. El país vive una aguda crisis energética con falta de electricidad, agua, gasolina, gas natural y diésel.
Además, cientos de empresas públicas confiscadas a sus dueños y que se convirtieron en antros de corrupción, arrojan pérdidas constantes y pagan salarios miserables.
Maduro y sus amigos insisten en culpar a las sanciones del completo desastre de la economía y las condiciones sociales de los venezolanos.
Varios analistas coinciden en que en efecto si se levantan las sanciones podrían regresar algunos flujos financieros internacionales, créditos de organismos multilaterales y hasta la importación de insumos y equipos para reconstruir a Pdvsa.
Inercia inconveniente
«El gobierno sabe que si las sanciones se mantienen eso no solo va a seguir afectando sus finanzas públicas sino su capacidad ejecutoria de gobierno», dice Magdaleno.
«Sabe que está perdiendo respaldo», agrega al recordar los resultados de una elección parlamentaria no libre ni competitiva celebrada el 6 de diciembre del año pasado.
Ese evento electoral fue confeccionado por el gobierno a su medida «con una de las peores reglas de juego que se han visto en años y aun así el oficialismo perdió respaldo. La votación disminuyó en comparación con la elección inmediatamente anterior».
Magdaleno señala que el gobierno lo tiene claro.
«Sabe que si se mantiene la inercia, que en parte está influenciada por las sanciones, y en parte también se debe a su propio desempeño en el pasado, la perdida de respaldo va a ser mucho mayor. Eso le puede llegar a plantear dilemas en el seno de la coalición dominante», explica.
Una colcha de intereses
Magdaleno suele usar el término académico «coalición dominante» para ejemplificar la composición heterogénea del chavismo. La fuerza que domina a Venezuela está conformada por grupos de intereses diversos, principalmente militaristas, civilistas, ortodoxos radicales de izquierda, ideológicos, pragmáticos.
El gobierno sabe, señala Magdaleno, «que si las finanzas públicas no mejoran y no se produce una recuperación sustantiva de la economía, eso puede impulsar a algunos actores de la coalición dominante a replantearse sus cálculos de costos y beneficios sobre si siguen respaldando o no al régimen autoritario».
«Ellos saben que puede estar planteada la amenaza de una fractura interna si ese desempeño del régimen político sigue afectando las agendas de intereses de esos factores de poder», añade.
Sabe además el chavismo que está frente a una amenaza que quizá no se concrete en el cortísimo plazo. «Pero sí puede ir socavando su base de respaldo y complicarle el sostenimiento o la perdurabilidad del régimen».
Vara alta en México
Desde meses antes del inicio formal de estas negociaciones en México Maduro dejó claras sus máximas aspiraciones para sentarse. Pide reconocimiento pleno internacional a su gobierno, levantamiento de las sanciones económicas y restitución a manos del chavismo del control sobre activos de Venezuela en el exterior.
«Es muy usual que los actores que van a una negociación formulen sus aspiraciones máximas en las primeras de cambio. En la propia negociación es que comienzan a considerarse opciones y cursos de acción y usualmente se producen intercambios que terminan desnudando los intereses vitales de cada uno de los actores», explica Magdaleno.
«Yo no le pondría demasiada atención a eso. Del mismo modo como la oposición lo ha hecho, se trata de la formulación de las aspiraciones máximas», agrega.
Lo que quiere Guaidó
La oposición oficial encabezada por Guaidó ha planteado elecciones presidenciales y parlamentarias adelantadas como aspiraciones máximas y sistemáticamente formuladas en cada ronda de conversaciones pasadas.
«Lo que hay que ver, lo relevante es, primero, en cuáles materias cada uno de los actores hicieron mayor énfasis y cuáles puntos se mantuvieron como el centro de los intereses de cada uno de los actores en conflicto. Por eso sí nos aproxima a cuáles son los intereses estratégicamente vitales», dice Magdaleno.
Lo segundo es saber lo que estuvieron dispuestos a conceder los actores para alcanzar esos intereses esos objetivos, agrega.
Cambiar el rumbo
Una de las grandes dudas es si lo de México podría en efecto conducir a una negociación real, después de los fracasos en Barbados, República Dominicana y en la propia Caracas, donde bajo auspicios de la embajada de España se sentaron las partes en 2017.
«Sí podría haber una negociación exploratoria. Pero tengo bajas expectativas de este proceso. De aquí no va a salir la democratización ni la transición en general. Pero ambos actores parecen presionados para hacer concesiones mutuas», insiste.
«Las sanciones tienen su impacto, no solo sobre el país sino también sobre la coalición dominante. La inercia en la que se ha metido la oposición le obliga a cambiar de rumbo y reformular la estrategia, y presentar algunas conquistas frente a la población para relegitimarse», recalca Magdaleno viendo la mesa desde el otro lado.
«Ambos parecen tener incentivos para producir avances, que esos avances van a ser integrales no lo creo, lo veo poco probable, tendría que desarrollarse la negociación y creo que eso va a tomar tiempo», explica.
«Creo que en el corto plazo se podrían conseguir algunas conquistas incrementales», dijo. Recalca que no ve factible un cambio de un régimen político en el corto plazo.
La amenaza externa
Por estos días la oposición formal se debate entre si va o no va a las elecciones del 21 de noviembre. Los partidos políticos ya están socavados por años de persecución y errores propios. Ahora corren el riesgo de ser llevados a su mínima expresión si se quedan por fuera.
Para Magdaleno, ocurre que los líderes opositores durante al menos cuatro años privilegiaron su estrategia internacional por encima de la conexión con las bases.
«En lo esencial fueron cuatro años en donde la capacidad organizativa menguó. Así que estas no son elecciones en las que el objetivo central es el número de gobernaciones o alcaldías o concejos municipales, sino el saldo organizativo social y político», dice.
«La oposición logró construir una amenaza externa que está operando», insiste.
Está conformada además por una mayor dificultad del gobierno para intentar mejorar su imagen en la comunidad internacional. Incluye el eventual avance de la causa venezolana en la Corte Penal Internacional (CPI), donde cursan demandas por crímenes de lesa humanidad contra Maduro y sus colaboradores cercanos.
¿Y la presión interna?
«Ahí están claros los costos, los riesgos, las amenazas. Pero en Venezuela hace falta reconstruir una fuente de presión interna. Las presiones externas, en particular las sanciones, son insuficientes para intentar promover una transición a la democracia».
Esas medidas pueden debilitar las capacidades estatales, pero también pueden debilitar a la sociedad que enfrenta al régimen autoritario, advierte.
«Entonces podemos convenir en que las sanciones han contribuido a elevarle los costos al régimen autoritario. Pero también han tenido efectos adicionales sobre la población», señala.
«A las sanciones se debe que el gobierno este cada vez más dispuesto a entrar en rondas de negociaciones. Es decir, tiene algo que perder y efecto tendría algo que ganar. El principal interés del gobierno en este momento es flexibilizar cuando menos las sanciones. Esta vez sí tiene un incentivo concreto para sentarse a la negociación, esperemos ver que resulta de ahí», insiste.
Adiós a las armas
«La oposición no tiene capacidad de articular un movimiento armado ni un golpe de Estado. Y en mi opinión es indeseable porque la mayor parte de los golpes de Estado no conducen a un régimen democrático. Eso está bastante probado en la literatura especializada y la experiencia comparada», dice.
La salida armada fue una de las apuestas más firmes por parte de algunos líderes de la oposición.
En algún momento del conflicto venezolano, especialmente durante la era Trump, cobró fama otra apuesta peregrina: algunos opositores radicales soñaban con una intervención armada extranjera.
Magdaleno también refuta esa hipotética salida como solución al conflicto venezolano.
«De los 102 casos que examinamos de transiciones a la democracia, 19 fueron por intervenciones militares extranjeras. De esos 19, en 16 hubo un conflicto armado previo a la intervención militar extranjera», explica.
John Bolton en la Casa Blanca dio pie a peregrinas ideas sobre una supuesta salida militar al conflicto de Venezuela bajo los auspicios de EEUU. En el block de notas el entonces asesor de Seguridad de Donald Trump escribió una cifra: 5.000 hombres.
Después de la tormenta
¿Qué le queda a la oposición además del diálogo en México?
«Reconstruir la fuerza social y política que ha logrado tener en algunos momentos de estos 22 años sobre la base del malestar de la gente, para canalizarlo. Y ese malestar se puede canalizar solamente de dos maneras: la protesta no violenta y las elecciones», sentencia Magdaleno.
«No hay otra manera de intentar articular esa fuerza social y política que está alimentada por el malestar, por la rabia de la gente, la frustración con el desempeño del gobierno y la naturaleza de un régimen autoritario, restrictivo, discrecional. Un régimen violador de garantías, que no respeta valores fundamentales de la Constitución, entre ellos los que están contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos», dispara.