José Antonio Abellán: Me da que a Florentino le tienen cogido por los huevos
Gonzalo Altozano entrevista a José Antonio Abellán, periodista y autor del libro ‘Asalto al Real Madrid: Diario de 838 días y noches al límite’, en el que repasa los claroscuros del club blanco.
Para los españoles de una generación, la generación E.G.B, José Antonio Abellán era un modo desenfadado de hacer radio. Abellán era Super Baby, y era Los Cuarenta, y era Tocata, y era La Jungla. Luego fue El Tirachinas, programa deportivo que ocupó el espacio que dejo García al marcharse de la Cope. Y no es que en Deportes Abellán dejara de pasárselo bien, pero se metió en una agria y larguísima polémica con Ramón Calderón, el entonces inquilino de la Casa Blanca; polémica que a punto estuvo de llevarle a montar guardia en los juzgados o casi. De todo aquello únicamente queda el recuerdo, aunque solo sea en la memoria de Calderón y Abellán. Este, por su parte, lo ha dejado todo consignado en un libro de reciente publicación, ‘Asalto al Real Madrid’. Aunque el lector sea de los que solo sigue el fútbol cuando se monta en un taxi, el libro se lee bien, aunque solo sea por asombrarse de lo que son capaces esos seres imposibles y, sin embargo, reales: los ricos y los nuevo ricos de Madrid.
Por Gonzalo Altozano
Cuando Ramón Calderón dejó la presidencia del Real Madrid, usted escribió un artículo en Marca diciendo que el ex presidente no era nadie.
No recuerdo ese artículo, pero me ratifico: Calderón no era nadie. Nunca fue nadie. Calderón solo fue un tonto útil, un muñeco de trapo, un instrumento en manos de una directiva que formó o que le formaron. Estoy seguro de que muchas de las cosas que pasaron entonces las ha descubierto él ahora leyendo el libro.
Pues si en 2009 no era nadie, supongo que en 2015 debe de ser menos que nadie. ¿Por qué un libro sobre él entonces?
Es que el protagonista del libro no es Calderón, es el Real Madrid y todo lo que en el club aconteció durante aquellos años.
¿Y no cree que todo queda demasiado lejos?
Eso mismo me dijo mi gente del Tirachinas -Miguélez, Fité, El Rubio…- cuando les reuní a principios de 2011, pasada la Navidad, para contarles que acababa de terminar del libro.
Y sin embargo…
Tres años después de aquello, vuelvo a leer lo escrito y, ¡coño!, veo que no ha quedado viejo. A lo que se añade entonces la necesidad que siento de que mi mujer y mis hijos, que fueron quienes más lo sufrieron todo, supieran qué había pasado exactamente, no fuera que con el tiempo se me olvidasen algunas cosas.
El libro, desde luego, es profuso en detalles: nombres, sitios, fechas, incluso horas.
Yo, que no soy amigo de llevar diarios, me vi obligado a hacerlo aquellos años.
¿Y qué le obliga a uno a llevar un diario?
Todo lo de Calderón empezó en octubre o noviembre de 2006. A los pocos meses, en febrero o marzo, empiezo a ir a los juzgados, y con una regularidad preocupante. Al acabar 2007, pude haber ido a juicio, a veces como imputado, a veces como testigo, a veces por la mañana, a veces por la tarde, a veces por la mañana y por la tarde, pude haber ido a juicio, digo, unos doscientos y pico días.
Son muchos días.
Muchísimos si quitamos vacaciones y fines de semana. Y, claro, en los juicios uno tiene que responder a preguntas en plan “diga usted si es cierto o no que el día 14 de febrero a las 14.15 horas…”. Por eso los diarios.
La experiencia debió de ser como un master acelerado en práctica jurídica.
Por desgracia, que no por placer, me hizo aprender algunas cosas de Derecho. Por ejemplo, que una querella no es como una denuncia que puedes poner en una comisaría o en un juzgado de guardia. Una querella es algo muy complicado de poner. Y muy caro. Eso es lo que me hizo sospechar de Calderón aquella noche.
¿Qué noche?
La noche en que le invitamos a cenar, a él y a Enrique Cerezo, poco antes de un derbi Madrid-Atleti. Recuerdo que Calderón llegó tarde, bastante tarde, y se disculpó con que venía de un lío judicial terrible en el Real Madrid, con trescientas querellas presentadas. Y me acordé de la colza.
¿Del aceite de colza?
Del escándalo del aceite de colza. El escándalo judicial más grave de la Historia reciente de España. Ciento y pico querellas. Muchas menos de las que hablaba Calderón. Todo como muy raro. Así que al día siguiente, en la redacción, le digo a Matallanas, que había estado también en la cena: “Mata, esto no puede ser, vamos a tirar…”.
Y tirando descubren que no hubo tal cantidad de querellas.
Y destapamos el fraude del voto por correo en las elecciones del Real Madrid, el primero de los muchos escándalos del mandato Calderón.
¿Era esa, la de la investigación y la denuncia, la idea que tenía del periodismo deportivo?
Yo a Deportes no llego ni para investigar ni para nada. Yo a Deportes llego un mes de agosto, con la Liga a la vuelta de la esquina, después de que García diga que se va de la Cope.
Se debió de montar un gabinete de crisis ¿no?
La marcha de García planteó una serie de cuestiones. La primera, la que el propio García, que es muy descarado, propone: que como él se va, pues que la Cope deje de hacer Deportes y ponga música o algo. Pero el consejo de administración descarta la idea y somete a discusión otras tres.
¿Cuáles eran?
Primera, seguir la línea de García fichando a uno de los suyos. Segunda, una fórmula más convencional, de información pura y dura. Tercera, hacer algo nuevo, algo cachondo, divertido. Y, claro, ¿en quién piensan para algo nuevo, cachondo y divertido? En Abellán.
Pues quien no le escuchara entonces y solo haya leído el libro, pensará que la Cope se decidió por la primera opción, por la de la línea García.
Es verdad que García siempre apostó fuerte por la investigación y que nosotros destapamos muchos escándalos, no solo los de Calderón. Y es también verdad que el periodismo deportivo español no ha sido de mucha investigación. La Ser no ha investigado nunca nada. Lo mismo que Onda Cero. O que el As. Marca alguna cosita, poca, en época de Inda. En cualquier caso, no fue la investigación la gran innovación de El Tirachinas en el periodismo deportivo.
¿Y cuál fue?
El humor, por ejemplo. “¡Pero cómo vas a meter humor!”, me decían. Metimos también música y lo mismo: “¡Música!”. Y yo: “Joder, que es deporte, que es entretenimiento”.
Y si solo era eso, entretenimiento, ¿por qué se escandalizaban?
Porque hasta ese momento el deporte en la radio era como la política, con dos tíos largándose un monólogo de noventa minutos, uno en un tono y otro en un tono distinto.
Se refiere, supongo, a García y De la Morena. ¿Cuál fue la postura de cada cual en el affaire Calderón?
A García le pilló muy lejos. García muere -profesionalmente, claro- cuando se va de la Cope.
¿Le guarda rencor por ser el responsable de la que le cayó encima?
A mí el deporte siempre me ha gustado y siempre lo he seguido. Por eso, cuando la Cope me propone que ponga al frente, me parece una idea graciosa. En cuanto a García, fue un tío muy grande. Yo presumo de lo mucho que le quiero y de lo que ha significado para mí.
¿Y De la Morena?
En el libro cuento que en los momentos de mayor tensión, cuando yo me enfrentaba al presidente del Madrid y toda su directiva, De la Morena retransmitía en directo un concurso de lanzamiento de pata de jamón.
¿Era su manera de ponerse de perfil?
Era su manera de aprovecharse. Lo hizo con Calderón, al que exprimió hasta que no pudo sacar más jugo. Y lo hace ahora con Florentino. Pero siempre en beneficio de su programa, lo cual es una forma de trabajar que no critico. De la Morena es listo. Listísimo. El más listo de todos.
¿Le escucha?
Todos los días, de camino a la radio, en la repetición del programa que hace la Ser de madrugada. Y me parece que está en el mejor año de su carrera. Es como si por fin se hubiera puesto las pilas ante la “ofensiva” Cope.
¿Ha de advertirse cierta ironía en lo de “ofensiva”?
¡Es que es cojonudo! Cinco años y noventa y tantos millones de euros después, Paco González y Manolo Lama tienen menos audiencia que yo.
¿Y a quién se lo echa en cara, a Paco González, a Lama o a Cope?
Paco es un buen profesional y ahí está lo que ha hecho. Lo que le critico, a él y también a Lama (más a Lama que a él, según la información que tengo), es la condición a Cope de que en dos o tres años yo no pudiera trabajar en radio, lo que explicaría las presiones de Cope para que otras cadenas no me contrataran.
En Cope hizo usted buena parte de su carrera.
Y por mucho que me haya metido el dedo en el ojo, no puedo hablar mal de ellos, salvo el reproche de que cuando lo de Calderón, cuando las cosas se pusieron mal para mí, pero mal ¿eh?, mal en lo personal, mal, mal, mal, cuando las cosas se pusieron así, digo, la empresa no estuvo a la altura, ni siquiera con un toque de cariño.
Volvamos un momento al comienzo de su andadura en Deportes en Cope, cuando aquellos larguísimos monólogos de De la Morena y García.
Yo quería romper con eso. Y esa es la razón por la que meto en el programa otras voces aparte de la mía. Voces incluso de periodistas muy ligados a los equipos. Periodistas con camiseta, como se les llama ahora. Tíos como Quique Guasch, Tomás Roncero…
Con Roncero no acabó demasiado bien.
El personaje Roncero se embutió hace ya tiempo al periodista Roncero. Hoy es un tío sin capacidad crítica alguna, alguien a quien le da lo mismo sobarle el morro al presidente del Real Madrid, sin importarle quien sea. Dice que vende madridismo, pero lo único que vende es roncerismo.
A usted le han acusado de lo contrario que a Roncero, o sea, de antimadridista.
¿Por qué, porque soy del Atleti? Eso es una soplapollez. Al final, cuando estás metido en esto, dejas de ser nadie, al menos pasionalmente. Hombre, siempre te quedan tus afinidades ¿no? De todas formas, ha habido años en los que, por ejemplo, he sido más del Madrid que del Atleti, pero porque a lo mejor había cuatro jugadores del Madrid con los que tenía una estrecha relación y ninguno del Atleti.
No me refería tanto a su adscripción a un equipo, como a su polémica con Calderón. Con los escándalos que destapó en una mano y el reglamento de disciplina deportiva en la otra…
… el Madrid pudo haber descendido de categoría.
¿Y no cree que los madridistas le hubiera responsabilizado a usted?
Pues no lo sé. Por una lado, me gusta pensar que la gente ya es adulta, que sabe distinguir. Por otro, sin embargo, tengo que reconocer que el Madrid tiene la habilidad de girar contra uno todos los cañones de la afición, señalándole como antimadridista. Eso, por ejemplo, en el Barcelona no pasa.
Cuando habla de los cañones de la afición ¿se refiere también a los ultrasur?
En una ocasión, creo que jugaba el Madrid contra el Racing, yo estaba en el estudio de Cope y Javi Pérez Sala en el estadio, narrando el partido. Y, de pronto, Javi empieza “¡ahí va, ahí va, ahí va!”. Y yo “¿pero qué pasa?”. Y Javi: “¡ahí va, ahí va, ahí va!”. Y yo: “¡pero que qué pasa!”.
¿Y qué pasaba?
Que en un momento dado, en el minuto dieciséis o diecisiete, los ultras empezaron a levantar carteles y pancartas con mi nombre: que si hijo de puta, que si indio, que si colchonero…
¿Cómo reaccionó?
Acordándome de mi padre, recién fallecido entonces, y en lo orgulloso que hubiera estado de ver el Bernabeú empapelado con el nombre de su hijo.
¿Y ya?
No le di más importancia. Lo que pasa en los estadios tiene que quedar en los estadios. Además, aparte de esto, nunca tuve demasiados problemas con los ultras. Y eso que en ocasiones les di fuerte. Pero peor eran los nanines.
¿Quiénes, los amigos de Mariano Rodríguez de Barutell, el chico para todo de Ramón Calderón?
Esos.
¿Pero no eran unos niños pijos?
Pijos, sí, pero peligrosos. Muy peligrosos. Los ultras en diez años de venta ilegal de entradas no movieron lo que estos niñatos en tres meses con distintos trapicheos. Eran otra historia, otro rollo, otra dimensión. Estos jugaban en champions. Veías sus miradas, sus descaros, sus amenazas, los veías y los comparabas con los ultras y decías, qué coño, los peligrosos son estos, los nanines. Eran tíos como para tenerlos en cuenta.
En una ocasión, y sin apuntar directamente a los nanines, cuenta que dos encapuchados se bajaron de un coche pistola en mano y, tras amenazarle de muerte si seguía hablando de Calderón, le rociaron la cara con un spray.
Así fue.
Sin embargo, el atentado lo ha hecho público por primera vez en su libro, unos años después. ¿Entendería que alguien dudara de su veracidad?
Solo puedo decir que sucedió como lo cuento. Exactamente igual que el resto del libro. Mire, le voy a contar una cosa que me han contado. Hace poco, en una cena, Florentino me puso a parir. Que qué cabrón Abellán, que qué no sé cuántos. Por lo del libro, claro. Y uno de los que estaba en la cena, Eduardo Inda, le dijo: “Mira, Florentino, lo de si es un cabrón o un no sé cuántos, eso ya es tu tema, tu valoración. Pero en el libro de Abellán no hay punto o una coma que sean mentira” . Y Florentino: “No, no, pero si yo no he dicho que sea mentira”.
Luego le pregunto por Florentino y por Inda. Volvamos ahora a la escena del atentado que, no me diga usted que no, parece sacada de una película de mafiosos, como esa otra del Hotel Palace.
¿Cuál, la de la vez que un íntimo amigo mío, del que no diré el nombre, me cita para ofrecerme tres chalets en Arroyo Fresno, uno para cada uno de mis hijos, y todo a cambio de mi silencio?
Esa, sí.
Eso fue cuando destapamos lo de los pisos de protección oficial de los que eran propietarios los hijos de Calderón. Se me advirtió de que estaba dando una patada a un avispero, de que esos pisos no eran los únicos, de que había más, y de que detrás de todo había constructoras, políticos, bancos…
¿Y era verdad?
Era verdad. Los hijos de Calderón no fueron los únicos beneficiados. Hubo más. Hasta mil y pico. Y tengo los nombres.
Sin embargo, en el libro no los revela.
Porque me atengo a lo que afecta estrictamente al Madrid.
O sea, que tiene material suficiente para un segundo libro.
¿Que si tengo material? Tuve que alquilar dos módulos para meter toda la documentación que me iba llegando y no cabía ya en mi despacho. En cuanto a lo de la segunda entrega, ese es el miedo de muchos.
De muchos ricos, entiendo. Porque por el índice onomástico de su libro desfilan todos los ricos de Madrid.
Tras la experiencia de esos años, llegué a una doble conclusión. Una, que el dinero es muy sucio, deja rastro siempre. Y dos, que los ricos son muy miedosos.
¿Tienen miedo los ricos? ¿Ellos también? ¿Entonces son como nosotros, el resto, solo que con más dinero?
A los ricos el dinero se les olvidó hace años ya, es algo que no les preocupa. A los ricos de verdad, me refiero.
¿Y quiénes son los ricos de verdad?
Los que no se levantan por las mañanas preocupados por si tienen o no tienen. Tienen y punto. Y muchos van a tener siempre. Lo que les preocupa son otras cosas: el poder, la influencia, el estar en los sitios… Para un rico puede ser más traumático no conseguir mesa en un restaurante o que no le inviten a una fiesta o que cuenten sus trapicheos en un libro que trescientos mil euros de más o de menos en el banco.
A otros les preocupa lo contrario: no salir en su libro.
Hace unos meses invité a La Jungla a Josep Pedrerol. El libro todavía no había salido, era solo un rumor. Pues bien, al final de la entrevista, aún en antena, Josep me dice: “Bueno, qué, ¿en cuántos capítulos me sacas?”. Me quedé bloqueado. “¿Cómo?”. Y Josep: “Que sí, que no se habla de otra cosa que del libro de Abellán, en el que como no salgas no eres nadie”. Y yo: “Josep, perdona, no te molestes, pero creo que no te nombro”. Luego lo miré y sí, le nombro; una vez, creo.
¿Considera que Pedrerol y demás compañeros de profesión le dejaron solo cuando lo del asunto Calderón?
Era raro, pero raro de cojones, que con el morbo que tenía los escándalos que levantábamos ninguna tele ni ninguna radio nos siguiera.
Bueno, con muchas de sus informaciones Tele 5 montó un programa de cámara oculta.
Pero por empeño de Vasile. Porque el jefe de deportes, J.J Santos, no sacó una promo ni hizo una mención. No es que J.J no estuviera a favor, es que estaba en contra.
¿Apunta todo a la figura del “sobrecogedor”?
Nunca he visto a un tío coger un sobre de dinero. O sea, que no lo puedo demostrar. De lo que sí tengo testimonios es de periodistas que están comprados por los clubs, bien en nómina, bien con operaciones puntuales. Y luego está el dinero que genera el Madrid con las promociones: que si el balón, que si la camiseta, que si la toalla. De que ese grifo siga abierto depende la supervivencia de un diario deportivo.
¿Se refiere al As de Relaño o al Marca de Inda o de Sopeña?
Sopeña no cuenta. Sopeña es un pobre hombre, un cagón, un tío que no mereció jamás ser director de Marca.
¿E Inda?
Las dos veces que me falló (yo entonces colaboraba con Marca) me avisó antes. Tuvo que ceder porque las presiones eran brutales y si no cedía, no le salían los números, se le iban. Pero fíjese si es íntegro el tío, que me decía: “de momento nos la tragamos, pero en cuanto firmemos el acuerdo, les das, y les das el doble de fuerte”. A Eduardo le quiero, le adoro. No puedo hablar mal de él. Es cojonudo. Y listo. Pero listo ¿eh? Listo para aburrir.
Relaño.
Le respeto, le admiro, le quiero. Y estoy seguro de que todos sus desencuentros conmigo entonces fueron en pro de su periódico y de su gente. Lo que no entiendo es que con lo mayor que es, que ya no le debe nada a nadie, siga jugando a lo que Florentino ordene.
¿Y no puede ser que los de la tribu de Deportes vieran en usted un intruso? Porque Abellán venía de donde venía, del periodismo musical.
Algunos incluso me acusaban de no tener el título de periodista. Lo cual es una gilipollez. El título, digo. Estoy harto de ir a las facultades de Ciencias de la Información y de decirle a los alumnos que lo que tienen que hacer es salir corriendo de allí, que aquello no sirve para nada.
Con título o no, ha dado usted no pocas exclusivas.
Pero nunca di ninguna para compensar mi pasado. Y luego está la casualidad. Quiero decir que en todas las exclusivas, en todas las investigaciones, ha jugado mucho la suerte. Por ejemplo, en el caso del EGM, quizás lo más gordo que he hecho.
Logró demostrar que las mediciones de audiencia eran, por lo menos, una chapuza, cuando no una concatenación de irregularidades.
Pues todo empezó una noche de discoteca de Antonio Fafián, mi jefe de investigación entonces, un auténtico monstruo. “Oye, que anoche estuve de copas con unos tíos que habían trabajado en la movida esa de las encuestas y me contaron cada cosa…”, me dice al día siguiente. Y yo: “Pues esta noche les invitas a otra, a ver qué más te cuentan”.
Eso fue hace casi diez años.
Y hoy cada vez que sale un EGM soy trending topic en Twitter. Y no solo en Twitter. Hace poco, José Antonio Sánchez, presidente de RTVE, en el Congreso: “Ya lo dijo Abellán”. Y Carlos Herrera en la radio. Y Cárdenas lo mismo. Y…
¿Le salió gratis aquello?
En plena polémica con Calderón, un EGM le dio a El Tirachinas un cuarenta por ciento menos de audiencia, lo nunca visto. Un tío tan potente como Antonio García Ferreras me habló de boicot.
¿Y no sería que los oyentes se cansaron de todo aquello, que terminaron reduciéndolo a un asunto personal entre usted y Calderón?
Nunca tuve nada personal contra Calderón. Y sigo sin tenerlo. Lo mismo con su directiva. Es verdad que conté muchas cosas de ellos, cosas muy gordas, pero mientras fueron directivos del Real Madrid. En cuanto se iban a su casa, los dejaba en paz, ya no me interesaban. De todas formas, en toda esta historia los que se movieron por despecho fueron otros.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, la secretaria de un directivo a la que este -un sinvergüenza- llevaba meses sin pagar y que, en venganza, me pasó todos los recibís de la época en la que Calderón formó parte del equipo de Florentino y vendía los pases de palco a 350 euros el pase.
O sea, que a las fuentes no les movía el amor a la verdad ni cosas por el estilo.
Pues a algunas puede que sí. Pero a otras no. A otras les movía la venganza, el interés personal, el ajuste de cuentas… O sea, lo mismo, exactamente lo mismo, que en el periodismo político o en el del corazón, no nos engañemos.
Una pregunta: ¿le daría la mano a Calderón?
No. O sí. No lo sé. Le digo que no, pero si me lo encuentro, qué sé yo, en un restaurante, pues a lo mejor sí. O no. No lo sé.
¿Y entendería que Calderón le negara a usted el saludo?
Claro. Es que fui muy duro con él. Nada que no se mereciera, ¿eh? ¡Pero es que le quité su scalextric!
En su despedida del Madrid, Calderón dijo que se iba con menos dinero y con menos salud. ¿Y usted? ¿Salió de todo aquello con menos dinero y con menos salud?
Yo, de salud, a Dios gracias, ando bien. O sea, que nada de aquello me afectó. Es verdad que hubo noches malas, pero no por mí, que soy un inconsciente, sino por mi familia, por mi gente. Y en cuanto al dinero, mejor no hablar, que si no mi mujer me mata.
¿Le salió cara la cosa?
Cuentan que la directiva de Calderón encargó a KPMG un informe sobre mi pulmón financiero, a ver hasta dónde podía resistir, y en la pelea me dejé la mitad de mi patrimonio. La Cope, por cierto, jamás me pagó un abogado.
¿Valió la pena? ¿Volvería a hacerlo?
Esa es la pregunta que me hago todos los días. Reescribiendo y releyendo el libro he sido consciente de los jardines en los que me metí, de los charcos que pisé. Porque entonces no me paraba a pensar. Pero por falta de tiempo. A un escándalo sucedía otro escándalo y a un programa otro programa. ¿Valió la pena? ¿Volvería a hacerlo? Pues supongo que sí.
¿A pesar de que en el Madrid luego no levantaran alfombras, ni rodasen cabezas, ni se encargaran auditorias de infarto?
Mi opinión es que a Florentino le tienen cogido por los huevos. Pero no por él, sino por alguien a quien él protege. Eso o que no da más de sí. Me da que por el club va poco y que la crisis y los líos en ACS le ocupan todo su tiempo. Me da también que puedan estar abusando de él. Si no, no me lo explico.
Usted tiene su móvil. ¿Por qué no le pregunta?
La última vez que hablé con él fue hace unos meses, para avisarle de que sacaba el libro. “Vale”, me respondió. Y hasta hoy.
¿Esperaba su reacción?
Tengo un amigo íntimo, que también es amigo íntimo de él, y que lo define de
puta madre: “Florentino es ingeniero”. Y como un ingeniero -frío, calculador, cuadriculado- respondió a mi llamada. Esperaba su reacción, sí.
Entenderá que después de lo que cuenta en su libro no le inviten al palco del Bernabeú.
Tampoco es que fuera un habitual. Al palco he debido de ir dos o tres veces en mi vida.
¿Y qué tal se ve el partido desde la grada?
Al Madrid lo veo, y desde hace ya tres años, en proceso de autodestrucción. Eso que siempre se ha dicho del Barcelona, que tenía los cimientos tan frágiles que todas sus estrellas salían por la puerta de atrás, pues le está pasando al Madrid. Florentino se equivocó en volver. La gestión está siendo un desastre. Y le puede estallar en las manos.