Un refugio animal contra la caza furtiva

La codicia del hombre está acabando con la fauna animal. En El Salvador, una empresa local de energía geotérmica, La Geo, ha patrocinado un centro especial que protege a las especies más vulnerables ante la caza furtiva. Otoniel Vaquerano, coordinador de este espacio protegido, llamado El Tronador, ha explicado a la agencia AFP que trabajan «para que las especies rescatadas tengan un futuro mejor».

Pericos, guacamayas, loros, búhos, halcones, monos araña, mapaches, venados, cocodrilos. El refugio protege a estos animales y a otras especies -hasta 26- en un área de ocho kilómetros cuadrados en las afueras de la ciudad de Berlín, a algo más de cien kilómetros de la capital, San Salvador. Además, cuentan con veterinarios y biólogos para garantizar su bienestar.

«Muchos de estos animales son vendidos de forma clandestina en mercados, en carreteras del país y es un problema que lleva muchos años», dice Vaquerano, que luego agrega: «Hay otros animales que ya no se puede liberar debido a que fueron mantenidos en cautiverio o sufrieron graves daños y ya no son capaces de adaptarse a vivir libres».

En una columna para el periódico El País, el articulista Diego García Sayan esgrimió los riesgos del crimen organizado y el tráfico de especies en peligro de extinción. Ponía un caso, el del rinoceronte, que parece revelador: el kilo de cuerno de rinoceronte se vende ilegalmente a 60.000 dólares, «más caro —y más rentable— que el oro o la cocaína».

El tráfico de especies en peligro de extinción mueve, según la Interpol, cerca de 20.000 millones de euros cada año

Ante esta circunstancia, apremiaba a las autoridades (y especialmente a la Interpol) a tomar cartas en el asunto y a comprometerse firmemente en la persecución de estas mafias. Y para ello es necesario, para empezar, dejar de llamar crimen ambiental a la caza de estos animales. Al fin y al cabo, el tráfico de especies en riesgo mueve, según esta institución, cerca de 20.000 millones al año.