Whitechapel, de Jack el destripador a barrio para salir de copas
Whitechapel, de Jack el destripador a barrio para salir de copas en el este de Londres.
Londres es una de esas ciudades de las que hay gente, como una servidora, que nunca se cansa. Cada visita sirve para conocer rincones desconocidos y para hacerse una mejor idea de lo que es. Pero también de lo que fue. Porque detrás de capital inglesa hay una historia que no es, precisamente, de cuento de hadas.
Hace unas semanas los periódicos informaban del incendio de torre Grenfell, el más grande sucedido en las últimas décadas, aunque hubo uno peor. Cierto es que fue hace mucho más tiempo, en 1666 para ser exactos, y aquella catástrofe destruyó más 13.000 viviendas, 87 iglesias, parte de la Catedral de San Pablo, el ayuntamiento de la ciudad y dejó a más de 80.000 personas sin hogar. La cifra de muertos es desconocida.
Actualmente, a 60 metros del lugar exacto donde se propició el Gran Incendio de Londres alza una gran columna dórica conmemorativa que se sitúa entre Monument Street y Fish Street Hill.
No es la única desgracia que ha vivido la capital británica, ni mucho menos. Quizá sea más conocida la historia de Jack el Destripador, un asesino en serie de identidad ¿desconocida? que actuó por las calles del marginal barrio de Whitechapel en 1888. Decimos desconocida porque hay varias teorías, algunas más realistas que otras y algunas más atractivas que otras, pero lo cierto es que nunca se llegó a dar con el autor de aquellos sanguinarios crímenes que dejaron una factura de cinco mujeres. Sí. Tan solo fueron cinco aunque la prensa del momento, impulsada quizá por el morbo, intentara atribuirle al menos una docena más. Incluso reprodujeron una carta manuscrita que el tiempo demostró que fue escrita y enviada por un periodista.
Este asunto, además de poner en jaque a la policía británica, vaticinó el poder de los medios de counicación en percutir en la opinión pública. Algunos pensarán, entonces, por qué es tan conocido este primer asesino en serie conocido, se podría decir, en todo el mundo. Pues bien, la razón no es otra que la crueldad y la sangre fría con que atizaba nuestro personaje, quizá de ficción.
Las cinco mujeres a las que asesinó tenían una cosa en común. Todas eran prostitutas. Y aunque algunos documentales nos quieran mostrar que eran bellas mujeres que no nos engañen. Hay que echar la vista atrás y pensar en la época de la que estamos hablando. Entonces, 1888, Whitechapel era un barrio marginal y paupérrimo que quedaba al margen, por situarse fuera de la muralla de La City, en el que ni la policía quería adentrarse. La decadencia del lugar atrajo a industrias contaminantes y el humo y el hedor eran algunos de los protagonistas del barrio junto a toda una gentrificación de gente de zonas rurales e inmigrantes de otros países de Europa. Esto tan solo empeoró la situación de un barrio que se sumió en la miseria y atrajo a todo tipo de delincuentes.
La gente vivía en la calle y los pocos afortunados podían compartir una habitación de albergue mugriento (algunos incluso dormían sobre una cuerda tensada de pared a pared que desataban al llegar el alba) y para ganar algo de dinero y evitar la inmundicia muchas mujeres vendían su cuerpo. Se llegaron a contabilizar hasta 1200 prostitutas y alrededor de 60 burdeles. Y, claro, con eso también llegaba el alcoholismo. ¿Nos imaginamos ahora mejor la situación? Sí, un barrio de calles estrechas y adoquinadas lideradas por bandidos, prostitutas y alcohólicos. Nada romántico.
En ese contexto actuaba Jack el Destripador. Y cada crimen su violencia era aún más despiadada. Nunca nadie llegó a verle aunque sí escucharon gritos de socorro en alguna ocasión. Claro que en un contexto de delincuencia todos hacían oídos sordos, al fin y al cabo, ¿quién iba a dar un duro por una prostituta o un criminal? Así es como Jack el Destripador pudo actuar hasta cinco veces sin que nadie le interrumpiera su desaguisado.
Las vísceras las colocaba de corona, el útero se lo llevaba y con un cuchillo y un corte perfecto las abría desde la vagina hasta el esternón. Aunque su última víctima, la más joven de todos, fue la peor parada. Si esta joven se mudó a Londres y ejerció la prostitución durante un tiempo, movida por el miedo a encontrarse con Jack, dejó de hacer las calles. El mismo día en que volvió se topó con quien no debía. Ambos se fueron al hostal, hoy en día residencia de estudiantes, donde ella residía y donde, al día siguiente, debía pagar su estancia. Nadie los vio entrar. Ni tampoco salir. Hasta que el propietario quiso saber si se encontraba para reclamar su dinero y a través de una ventana abierta vio lo que había pasado. Ni el mayor de los demonios, exclamó. La había depellejado.
«Las casas culturales proliferan, los bares hípsters se hacen a cada lado de las callejuelas, la galería Whitechapel lleva años mostrando arte contemporáneo…»
Pues bien, ese barrio de callejones en los que ni la policía se atrevía entrar en solitario se ha convertido ahora en otra cosa. Los peores lugares han sido reemplazados por altos edificios de oficinas y la zona está empezando a gentrificarse, uno de esos males que lleva años acechando a Londres. La peor de esas calles, la más sórdida, justo frente a la casa en la que perpetró su último crimen, ha sido tapiada por un edificio aún en construcción que ya solo sirve como una memoria antigua. No obstante, las rutas por los cinco lugares donde encontraron a las víctimas sigue siendo uno de los reclamos de la ciudad. Ahora bien, a pesar de que Whitechapel sigue siendo un barrio de clase baja, gris y un tanto sucio, no es lo que era. Las casas culturales proliferan, los bares hípsters se hacen a cada lado de las callejuelas, la galería Whitechapel lleva años mostrando arte contemporáneo y su situación próxima al demandado Shoreditch hace del barrio una de las zonas para gentrificarse.
Además, estar cerca de la emblemática Brick Lane, donde el mercardillo de los domingos hace que sus calles se atesten de gente comprando ropa de segunda mano y comiendo ramen en sus puestos callejeros, hacen el resto. Además, no hay que olvidarse del Box Park justo al lado de la boca del metro de Shoreditch High Street (otro de los barrios más de moda el este de Londres desde hace ya unos años), donde se pueden encontrar todo tipo de souvenirs y ropa, es un buen primer bocado antes de seguir, si el gusto así lo requiere, por Blitz, una de las tiendas vintage más grandes de la zona. Oh sí, delicioso universo de ropa vintage el que atesora Londres.
Ahora sí, para los curiosos el pub The Ten Bells, donde Jack conoció a dos de sus víctimas, sigue siendo el lugar de siempre: un bar típico inglés donde tomar una pinta y el lugar donde los riperólogos (todo aquel interesado en el personaje) se siguen reuniendo para intentar atar cabos, dar rienda suelta a sus teorías y charlar sobre uno de esos personajes que han dado la vuelta al mundo.
Sí, justo frente al mercado de Old Spitalfields, situado en Commercial Street, al caer la tarde, antes de cenar una carne a la brasa con una guarnición y bebida por menos de 16 libras (ojo, algo así en Londres es de agradecer) en el Flat Iron (en el número 77 de Curtain Road) una visita al Ten Bells puede resultar de lo más curioso si te encuentras con una de esas reuniones de estos fanáticos. O, seguir de pintas, que hasta la Heineken en Londres sabe diferente.