Las puertas de la percepción: The Doors, Aldous Huxley y la mescalina
Una puerta puede servir para pasar del baño al salón o de la calle a una tienda, pero también existen las de otro tipo, aquellas que limitan lugares mucho más abstractos
Las puertas, reales o imaginarias, físicas o metafóricas, siempre conllevan cierto misterio. Cerradas, impiden pasar al lado oculto pero a su vez indican la existencia de una habitación más allá. Abiertas, hacen franqueable el límite y se convierten en canal de transición hacia un nuevo dominio. Como elemento recurrente en la simbología universal las puertas vienen a significar un umbral; separan dos espacios contiguos pero independientes, delimitan lo exterior de lo interior e incluso pueden llegar a servir como barrera entre la realidad y la ficción.
Una puerta-objeto puede servir para pasar del baño al salón o de la calle a una tienda, pero también existen las de otro tipo, aquellas que limitan lugares mucho más abstractos. Cuando Jim Morrison propuso para su banda el nombre The Doors no estaba pensando en cualquier tipo de puerta, sino en aquellas que esconden lo que el pensamiento consciente oculta. Eran las mismas que también traspasaron Antonin Artaud y Henry Michaux al consumir peyote; las que aparecieron en las mentes de Willian Blake y Aldous Huxley encauzando divagaciones metafísicas.
“Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito” -William Blake
Esta intrigante cita del místico poeta y pintor inglés Willian Blake fue la que dio nombre al grupo The Doors. No por coincidencia, la misma frase también aparece introduciendo el ensayo Las Puertas de la Percepción, escrito por Aldous Huxley en 1954. El aclamado escritor y profeta, autor de Un Mundo feliz, se interesó en los años 50 por el uso de las drogas alucinógenas, en concreto por la mescalina, impulsado por la creencia de que ésta podía servir como pasaporte hacia lo desconocido. Tomando la cita de Blake como base, intentó corroborar el hecho que el cerebro humano filtra la realidad, impidiendo el paso de impresiones e imágenes imposibles de procesar en una mente. De acuerdo con esta visión, el consumo de mescalina, la sustancia alucinógena presente en plantas como el peyote o el cactus San Pedro, podría reducir este filtro o “abrir estas puertas de la percepción”, tal y como expresa metafóricamente desde el título.
A los 58 años Huxley invitó al psiquiatra británico Humphrey Osmond a su propia casa en Los Ángeles, ofreciéndose como conejillo de indias para sus experimentos. Allí, el investigador le proporcionó una dosis de 400 mg de mescalina. De la experiencia nació el ensayo antes citado y dos años después, Cielo e Infierno (1956) completando la narración. En sus escritos, Aldous Huxley intenta descifrar lo indescriptible, consiguiendo extraer del viaje aproximaciones intelectuales brindadas la experiencia más allá del misticismo. Si el ágil pensamiento de Huxley, reflexivo e incorformista, ofrecía grandes ventanales desde los que observar el mundo, esta vez el horizonte aparecía infinito.
Muchos de los experimentos con drogas psicodélicas que se habían llevado a cabo en laboratorio hasta la fecha habían fracasado debido a que la mayoría de los pacientes, profundamente sumidos en la propia experiencia alucinógena, eran incapaces de interactuar con el mundo real para aportar respuestas inteligibles. ¿Un grupo de sesudos médicos intentando extraer conclusiones científicas sobre pacientes salidos de Miedo y Asco en Las Vegas? Imaginando se intuye que el resultado proporcionara escenas de entrenemiento más que verdaderas conclusiones. Pero Osmond encotró en Huxley a la mente perfecta: Aldous tenía un cerebro tremendamente estable y, lo que es más importante, su alto nivel intelectual le permitía extrapolar la experiencia.
Tras las pruebas con mescalina, durante sus charlas con el ciéntifico y más tarde en sus ensayos, el escritor consiguió trasmitir un rico puñado de intuciones existenciales y reflexiones ligadas a la estética, la filosofía y el arte. La palabra psicodélico, que significa «que manifiesta el alma» (del griego ψυχή, «alma», y δήλομαι, «manifestar», fue inventada entonces por Humphry Osmond gracias a la colaboración con Huxley. Es posible señalar sin miedo a equivocarse que Huxley puso los cimientos para la revolución que vendría en los 60 no sólo debido a la poderosa influencia que ejerció el libro Las Puertas de la Percepción en toda una generación en busca de la apertura, sino también, como indica Sam Jordison en The Guardian, porque fue el mismo escritor el que se encargó de introducir la experimentación con mescalina a otros influyentes intelectuales como Allen Ginsberg o Timothy Leary: “Huxley cambió el mundo. Sin él no habría habido Merry Pranksters, Sargent Pepper´s, Miedo y Asco en las Vegas”, a lo que añadimos que sin Huxley, la banda de Jim Morrison puede que nunca llegara a llamarse The Doors.
Pero, ¿qué es lo que en relidad ocurre al abrir “las puertas”? Numerosos textos de diferentes autores describen que el consumo de mescalina “cambia de lugar la conciencia”, de una forma similar a los efectos de la hipnosis o ciertas patologías psiquiátricas. El mundo real parece no importar ya que se experimenta la vivencia de trascender de éste y de uno mismo, desatándose en el cerebro una reacción química que provoca una especie de psicosis temporal. Es, entre otras condiciones, lo que científicamente ha venido a llamarse un estado alterado de conciencia, en el que el cerebro actúa de manera diferente al estado de vigilia. Son muchos los médicos, investigadores, escritores y artistas que han experimentado a lo largo de la historia el mecanismo y los efectos de abrir puertas mentales mediante el uso de sustancias químicas, pero llegaron a sacarle tanto partido como Huxley.
“La droga (refiriéndose a la mescalina) coge por sorpresa, descubre, desenmascara las operaciones mentales, poniendo conciencia donde no había ninguna, y paralelamente quitándola donde siempre la ha habido” -Michael Michaux.
Demasiado ocupado pensando en hacernos sobrevivir, el cerebro en vigilia de una persona normal, trabaja para que nos relacionemos, decidamos y continuemos inmersos en el constante acto de vivir. Liberado de esa carga, el individuo es capaz de trascender de sí mismo. Huxley explica cómo cree sentir una conciencia que no depende de un ego; olvidado de sí mismo es capaz de volcarse tomar conciencia de cuestiones que siempre han estado ahí pero que antes pasaban desapercibidas. Como en los dibujos animados, los psiconautas dibujan una puerta con tiza en la pared que les transporta a otra realidad donde, aparentemente, se vislumbran verdades y concepciones inalcanzables con “la puerta cerrada”.
En la linea de Huxley, Henri Michaux también experimentó con la mescalina, abriendo y cerrando puertas perceptivas y así lo relató en Misérable miracle, en 1956 o Connaissance par les gouffres, en 1961. En busca de lograr nuevas formas de pensamiento y en su desarrollada faceta mística, el poeta y pintor francés lo probó todo: éter, LSD, cannabis… Pero según él mismo narra, la mescalina fue la droga que le aporto la experiencia más intensa: “Está hecha para violar el cerebro y entregar sus secretos”. Sin embargo, si para Huxley y Michaux el consumo de mescalina supuso un acercamiento intelectual, Jim Morrison, convertido en ídolo de masas y rey lagarto, reforzó su halo de creatividad mediante el peyote convirtiéndose asu vez, encima del escenario, en solitario chamán de la contracultura estadounidense.
Tal y como capturó al personaje el director Oliver Stone en su película (The Doors, 1991), el cantante estaba obsesionado con el consumo de sustancias que psicoactivas y los rituales del chamanismo. Puede que sus viajes al desierto mexicano fueran menos estéticos que los representados en película de Stone pero la historia es cierta y más que verosímil. El peyote, cuyo activo es la mescalina, había formado parte durante siglos de los ritos de tribus de indios mesoamericanos y años más tarde, en los albores de la revolución sesentera, Jim Morrison creyó guiar a sus fans en el rito musical y escénico durante sus conciertos.
¿Esta todo el mundo dentro?
¿Esta todo el mundo dentro?
¿Esta todo el mundo dentro?
La ceremonia esta apunto de empezar
¡Despertar!
(del poema Despertar, Jim Morrison)
Encima del escenario y puesto hasta las cejas, Jim Morrison provocaba un espectáculo que pretendía trascender del propio concierto. Convertido en guía, intentaba provocar conciencias en un ritual iluminador, y en su mente, creyó llegar a conseguirlo. Huxley ya había advertido que la ingestión de sustancias psicodélicas podía incentivar la sensación de disfrutar de una conciencia libre, pero también causar malestar debido a la aparición de una angustiosa sensación de pánico. Los efectos de la mescalina, según Huxley, dependen de la naturaleza del sujeto en cuestión, por lo que una persona propensa al miedo, la ansiedad o la desorientación correría el riesgo de caer en aquel pozo de esos sentimientos negativos, sintiendo a la vez el deseo y la frustración ante la imposibilidad de compartir la experiencia. ¿Es lo que le ocurrió a Jim Morrison?
Al final del ensayo Cielo e infierno Huxley también declaró que la experiencia visionaria no es lo mismo que la experiencia mística. Sólo esta última está realmente fuera del ámbito de los opuestos, y en realidad no hay nada genuinamente trascendental en el uso de las drogas. Aunque pudiera contribuir en el camino, la mescalina no situaba al hombre cara a cara con la verdad absoluta, sino que a lo sumo ayudaba a abrir nuevas percepciones, o al menos, dar la sensación de tal experiencia. Mientras el sujeto permanece en este lado de la realidad, resulta difícil conectar ambas partes, por lo que a lo único que puede aspirar desesperadamente es pasar al otro lado, o en inglés musicado, Break on Through (To the Other Side).
Las puertas, reales o imaginarias, físicas o metafóricas, siempre conllevan cierto misterio y, a veces, no hay mejor opción que dejarlo sin resolver.