Los amantes de las series conocerán este lugar pero no por su nombre, Zumaia, sino por Rocadragón, el lugar en el que desembarca Daenerys Targaryen con toda su tropa. La reina baja del barco, toca la arena y los acantilados se convierten en el lugar por el que vuelan sus tres dragones. Bien, pues en las piedras de este pueblo de la costa guipuzcoana se puede leer la Historia. La Historia de la Tierra y la nuestra. Y no es exagerar semejante afirmación, la formación rocosa que se ve en la séptima temporada de la saga que nos tiene en vilo se llama Flysch y en sus páginas se pueden leer 60 millones de años de historia.
A 36 kilómetros de Donostia se encuentra este mágico pueblo costero que hace muchos años fue una villa pescadora. Un lugar construido entorno al monasterio de Santa María, regalo del rey Don Sancho de Castilla IV al convento de Roncesvalles en el año 1292, tal y como declara el primer pergamino que lo cita. Estos monjes empezaron a ver poblarse la explanada en la que se encontraba el monasterio y, aunque no existe una conclusión unánime, parece que los habitantes del valle de Sehatz cansados de los ataques de piratería decidieron abandonar sus hogares para construir una pequeña aldea amurallada con el objetivo de protegerse. Esta es la razón por la que hoy en día se exhiben unos cañones en el paseo que lleva al faro y que hasta hace unos años no estaba a la vista más que la parte trasera del mismo. Parecían simples boyas para amarrar los barcos a su llegada. Cuando la alcaldía decidió renovar el emblemático paseo, que lleva desde el parque de Amaia hasta el faro en un recorrido repleto de casitas bajas (parte de ellas son casas de verano), se llevó la sorpresa de ver esos cañones que habían sido utilizados para la protección de las fronteras del pueblo y sus gentes.
Paseando por Zumaia una se da cuenta de que es como un circuito de obstáculos. Esquivas una, dos y hasta tres sillitas de niños en un espacio reducido. Madres que ríen, jóvenes padres que llevan a sus niños al parque. Todos se saludan. Todos se conocen. Con algo más de 9.800 habitantes (está creciendo pero pronto no habrá espacio para la construcción de nuevos edificios) es fácil recorrer los rincones más interesantes del pueblo en una mañana. La temporada estival es una de las más agradables (aunque ahora que ha adquirido fama por haberse rodado en su playa varias escenas de Juego de Tronos los turistas se multiplican) para descubrir sus recovecos. Si el clima acompaña, ya se sabe que en el País Vasco no siempre hace sol aunque sea verano, el paseo puede empezar por caminar hasta el paseo del faro. Con el mar en calma se puede disfrutar de todo el recorrido, hasta el final (aunque ahora se encuentra en proceso de renovación), ya que cuando el mar está bravo se cierra la zona más alejada debido a que en 1960 ola gigante se llevó por delante a 6 personas que pasaban por allí. Ahora, como medida preventiva, cuando hay marejadas fuertes se cierra a la altura del museo de Julio Beobide.
La siguiente parada, y quizá la más llamativa, es la playa (o mejor dicho, cala) de Itzurun, parada obligatoria, para seguir viendo esa costa que tan popular se está haciendo. En lo alto se ve la ermita de Arritokieta en un tira y afloja con el precipicio, como un funambulista luchando por no caer. No solo es el lugar en el que Daenerys y Jon Snow se reúnen para unir fuerzas contra Cersei Lannister, es también punto de encuentro de geólogos de todo el mundo. Sus acantilados, protegidos ahora en biotopo, nos muestran la edad de la tierra como los árboles nos ofrecen su edad mediante los aros de su corteza. Las formaciones rocosas, tan sutiles como caprichosas, han quedado al descubierto por el impacto del mar a lo largo del tiempo. 60 millones de años son los que nos muestran esta vieja y anciana costa que nunca se cansa y siempre está activa (el Flysch, así se llama desde hace unos años, se extiende a lo largo de 15 kilómetros que se pueden visitar en una excursión en barca que se reserva en el centro de información). Este enclave, en el que ahora se dan cita numerosos turistas, ha sido punto de referencia para diferentes películas y documentales. Tanto es así, que en la villa costera se abrió el Centro de interpretación Algorri para saciar la curiosidad de todo aquel que quiera saber más.
Visita a la rasa mareal
Pasear por encima del acantilado, hasta que el camino se convierte en una punta estrecha desde la que observar la inmensidad, era ir en busca de un relajante momento para los lugareños y los pocos turistas que llegaban atraídos por sus vistas, por su olor a salitre, por su quietud. Como un Ulises atraído por el canto de las sirenas. Ahora, debido al aumento de turismo que se está viviendo, la Diputación ha decidido aumentar las medidas de seguridad de un camino pedregoso y arenoso en la misma ladera del cortante. Unas vallas, dicen, se dispondrán a lo largo del mismo para evitar que la tierra pueda desprenderse a causa del impacto.
La otra playa, la de Algorri, conocida como ‘la playa de los curas’ (debido a que estos tenían un pasadizo bajo tierra desde la iglesia hasta la playa o eso es lo que se le dice) es un punto de referencia para las puestas de sol. Conocedores de la marea, su fuerza y poder, los zumaiarras saben esperar en la playa hasta pasadas las nueve de la tarde para recibir la energía de los últimos rayos de sol. El espectáculo hechiza. El sol baja por el acantilado y se esconde tras los montes de los pueblos colindantes creando un juego de colores anaranjados que se mantienen en el horizonte. El mar, la montaña y el sol que desaparece tras los rocas hacen que quieras pasar el resto de la eternidad viendo atardeceres como estos.
Un pueblo de calles de piedra
De vuelta en las calles del pueblo un buen alto en el camino es el bar Itzurun, justo donde arranca la cuesta que sube a la playa. Con una terraza tranquila, a pesar de que acaban de quitar los pequeños arbustos que te protegían de los transeúntes, el bar es una parada interesante para probar alguno de sus pintxos o una ración de rabas, quizá de las mejores de la localidad. De allí a otro de los puntos gastronómicos más interesantes nos separan tan solo dos minutos de paseo, con vistas al puerto el bar Idoia quizá sea una de las mejores propuestas para bolsillos lejos de los apuros económicos de la mayoría de jóvenes.
Tras este pequeño alto para reponer fuerzas se puede subir a ver la iglesia románica jalonada por pequeñas gárgolas que se encuentra rodeada de calles estrechas y casitas bajas que desembocan en la nueva biblioteca municipal. Y, bajando por sus escaleras, se llega a la calle en la que todo ocurre: Erribera. Tiendas, locales y bares se suceden unos a otros para dar cobijo en época de lluvia o se convierte en punto de encuentro cuando llegan las fiestas. Las escaleras desde el bar Zalla, en Upela Plaza, llevan a la fuente de San Juan, conocida actualmente por ser una de las localizaciones de la película Ocho apellidos vascos. Bajando las escaleras traseras de la iglesia se adentra en una callejuela estrecha de piedra, una cuesta que te lleva a la ermita de San Telmo, desde donde se puede observar la playa de Itzurun desde lo alto. De camino, hay un pequeño santo, San Telmo, que aun no siendo el patrón de Zumaia se ha convertido en el símbolo del pueblo, dando nombre a las fiestas más multitudinarias celebradas justo después de Semana Santa.
Camino de Santiago
Zumaia cuenta con un tramo del camino de Santiago, un paseo por la playa bordeando el museo de Zuloaga y el puerto deportivo (no exento de polémica en su momento por contribuir a la destrucción de la marisma) hasta llegar a la antes mencionada ermita de Arritokieta y el cementerio; poco antes de empezar la cuesta, al lado del convento de San José se encuentra un albergue para peregrinos. Con un camino asfaltado y fácil de digerir se obtiene una panorámica de todo el litoral, aunando mar, montaña, río y una vista general de Zumaia.
Pasado ilustre
Este pueblo de pasado pescador ha sido punto de encuentro no solo de geólogos de todo el globo sino también de personalidades ilustres de las artes y las letras. Una de sus calles, Juan Belmonte, es un homenaje al torero sevillano que solía lidiar de manera gratuita en la localidad a petición de su amigo, el pintor Ignacio Zuloaga, habitante de la localidad en las temporadas veraniegas. En su casa, convertida ahora en museo, se llevaban a cabo encuentros entre intelectuales como Ortega y Gasset, Unamuno, Pío Baroja o Valle-Inclán. Pero estos no son los únicos ilustres de la villa. De aquí también salió la bailarina de ballet clásico Lucía Lacarra.
Otros lugares que visitar
Si se dispone de más de un día en la localidad las posibilidades se disparan. Una visita a Elorriaga, un pequeño monte o ladera desde el que se puede ver parte del litoral, es una de las excursiones perfectas para un domingo por la mañana. 9 kilómetros y dos horas y media es lo que lleva subir y bajar de allí. Una vez arriba un bar, un parque y mesas para comer esperan los visitantes. Otra escapada puede ser llegar hasta Askizu, esta vez es recomendable coger las botas de monte. Desde la primera cuesta se puede ver todo el pueblo de Zumaia; montañas, mar, el faro y el pueblo. Desde aquí es posible echar la vista atrás, hasta el primer asentamiento y ver cómo Zumaia era una explanada ahora convertida en una preciosa y acogedora villa.
En definitiva, Zumaia es un lugar de ensueño para niños y mayores, un pueblo en el que desconectar y vivir de manera tranquila, lejos del bullicio de las ciudades y con todas las comodidades. El servicio de transporte público, compuesto de tren y autobús, conecta en poco más de media hora con Donostia y, en algo más, con Bilbao. Y cuando cae el sol, se llena de una paz y armonía que me recuerda a cuando coleccionaba piedras y las escondía en el cajón.
Algunos tips para pasear por Zumaia
Dónde dormir
– Landarte: una pequeña casa rural de siete habitaciones que se encuentra al principio de la subida al monte San Miguel. Rodeada de un jardín inmenso es uno de los alojamientos más tranquilos de la zona.
– Zelai: hotel con vistas a la playa, probablemente la opción más cara
– Hotel Flysch: hotel de nueva construcción cerca de la ermita
– Apartamentos Tomás: tres apartamentos en pleno centro
– Pensión Goiko: situado justo encima del bar homónimo cuenta con siete habitaciones en la calle Erribera
– Camping Zumaia: lugar para acampar compuesto también de bungalows
Dónde comer
– Idoia: pescado y pintxos
– Labarra o Itzurum: pintxos
– Gure Txokoa: raciones y bocadillos
– Zalla: platos combinados, bocadillos y pintxos
– Justa: raciones y menú del día