“El escándalo, en nuestros días, no consiste en atentar contra los valores morales, sino contra el principio de realidad.” Mario Vargas Llosa
Los retratos de la patinadora de hielo Tonya Harding son menos rígidos de lo que se podría esperar de una de las personas más odiadas y veneradas de América. Con 1,54 metros de altura y una sonrisa que brillaba más en el hielo que en tierra firme, la estadounidense originaria de Portland, Oregón, es la prueba viviente de esa civilización del espectáculo de la que habla Mario Vargas Llosa.
El más reciente biopic de la deportista olímpica que le mereció el Globo de Oro como mejor actriz de reparto a Alisson Janney: I, Tonya, es un perfecto ejemplo de cómo el gusto del público puede determinar el valor de un productor “cultural”. Vargas Llosa trazó un libro entero sobre este fenómeno, y recordando solo algunas de sus frases pertinentes en este caso podríamos citar eso de que “cuando el gusto del gran público determina el valor de un producto cultural, es inevitable que, en muchísimos casos, escritores, pensadores y artistas mediocres o nulos, pero vistosos y pirotécnicos, diestros en la publicidad y la autopromoción o que halagan con destreza los peores instintos del público, alcancen altísimas cotas de popularidad”
La historia no es tan compleja como puede parecer cuando se busca darle sentido entre las montañas de información y registros mediáticos. Tonya Harding, hija de LaVona Golden comenzó a patinar a los 3 años de edad con la fallecida Sylvia Harpolscheimer como su principal instructora. A pesar de una infancia marcada por abusos físicos y mentales de parte de su madre y de una complicada situación económica que la hizo el centro de burla de sus compañeras de práctica, por, entre otras cosas, coser sus propios atuendos, Tonya continuó con el patinaje durante toda su niñez y juventud logrando levantarse dos veces como campeona olímpica y dos veces como campeona en el Skate América.
La cúspide de su carrera la alcanza al lograr ser la segunda mujer —y la primera mujer estadounidense— en completar un salto triple axel con una combinación de loop doble en competición, una de las maniobras más difíciles en el deporte del patinaje y que le mereció una puntuación técnica perfecta. En el Campeonato Mundial de 1991 al volver a completar el triple axel se convierte en la primera mujer americana en realizarlo en un evento internacional.
A pesar de batir récords Harding nunca fue capaz de realizar con éxito otro triple axel en una competencia posterior a 1991, y desde aquella cumbre su carrera se inmovilizó en cuartos lugares, denuncias y dramas familiares.
El verdadero interés en Tonya Harding y el motivo de la nueva película protagonizada por Margot Robbie y dirigida por el australiano Craig Gillespie no es precisamente el talento tal vez incomprendido de una joven que se negaba a seguir convenciones y vestir o actuar como las demás. Tampoco es el logro más alto de su carrera, ese que la convirtió en la primera mujer estadounidense en lograr un complicado y técnico salto de patinaje a la edad de 21 años. En I, Tonya aunque las actuaciones son estelares y la producción no escatima en vestuario y fotografía, la superficie sigue siendo sobre publicidad, autopromoción y escándalos americanos.
El ángulo de I, Tonya se enfoca en el género del falso documental o mockumentary para narrar el incidente más notorio de su carrera. En 1994 su competidora ante el Campeonato Nacional, Nancy Kerrigan, fue atacada mientras salía de una sesión de prácticas. Kerrigan recibió un fuerte golpe en el muslo por un desconocido que utilizó un bastón de telescopio para herirla unas pulgadas por encima de la rodilla. Aunque el golpe le impidió participar en las nacionales Kerrigan fue seleccionada para los Juegos Olímpicos de Invierno de ese mismo año junto a Tonya, quien obtuvo el 8vo lugar en los resultados de la competencia mientras que Kerrigan recibió la medalla de plata.
La extraña coincidencia temporal del accidente reveló poco después que el marido de Tonya para ese entonces Jeff Gillooly, interpretado por Sebastian Stan –con quien contrajo matrimonio a los 19 años- había conspirado con Shawn Eckhardt –amigo y supuesto guardaespaldas– y Shane Stant para atacar a la principal contrincante de Tonya y así abrirle paso a esta en el campeonato.
El frenesí mediático fue fulminante. Tonya se convirtió en uno de los personajes más perseguidos y buscados por el público americano, una de esas villanas deportivas de los años 90 cuya exacerbación mediática tuvo magnitudes similares a las de O.J Simpson en su momento. La retransmisión del programa corto de los Juegos Olímpicos sigue siendo una de las más vistas en la historia de Estados Unidos.
Más tarde ese mismo año, los cargos del ataque contra Kerrigan y el desconocimiento del tamaño de su participación en el ataque llevaron la Asociación de Patinaje Artístico de EE. UU a vetarla de por vida de sus eventos, declarándola persona non grata en el círculo profesional y vetándola prácticamente de la vida que hasta ahora había logrado construir entre abusos familiares y sistemáticos de organismos deportivos.
La historia es agua en el charco, todo los implicados incluyendo a Harding cumplieron algún tipo de castigo o condena por un crimen con múltiples actores y verdades inconclusas. Gillooly, Stant, Eckhardt y el conductor del coche en el cual se dieron a la fuga luego de golpear a Kerrigan cumplieron tiempo en prisión mientras que Harding recibió tres años de libertad condicional, 500 horas de servicio comunitario y una multa de $ 160.000 luego de declararse culpable de conspirar para obstaculizar el enjuiciamiento de los atacantes.
De aquí en adelante Harding se convirtió en un nombre más por el cual susurrar en las calles. Otra figura “pop” americana por la cual dividirse en dos bandos y restregarse en el fango.
Y aunque su carrera en el patinaje artístico culminó entonces, no así su carrera deportiva. Después del escándalo, las denuncias y el veto deportivo, Harding participó en programas de boxeo de celebridades y en distintas peleas en la rama del boxeo femenino, para así seguir recalcando una palabra que resuena con constancia en su vida y en la película: la violencia. «Era lo que yo sabía” afirma el personaje de Harding.
La cadena de televisión estadounidense ABC revivió recientemente ese escándalo deportivo que involucró a Harding en un especial llamado Truth and Lies: The Tonya Harding Story, en donde esta repite el papel que usualmente juega en las entrevistas tras su condena afirmando que nunca nadie le quiso creer y que «siempre fue la mala persona de la historia”. Sin embargo, en el mismo especial implica que tenía conocimientos previos sobre el plan de su ex esposo sosteniendo que sospechaba que algo estaba tramando.
Es difícil medir desde este lado, sobre todo para quienes no vivieron el escándalo en aquel espacio temporal, el alcance de los titulares en donde Kerrigan tirada en el suelo llorando y con una mano sobre su rodilla gritaba “porqué yo?” a todo pulmón. La película de Craig Gillespie no se aferra a ese alcance sino que introduce la historia mediante una serie de entrevistas basadas en grabaciones reales que se pasean por la vida de los individuos más allegados a la patinadora. Incluyendo un esposo obsesionado que según declaraciones la maltrataba físicamente y una madre extravagante que habla con un loro en el hombro y lleva demasiado lejos aquello del amor duro.
El estilo de burla de la película puede interferir un poco con la seriedad del asunto y con las verdades particulares de cada quien que nadie estuvo demasiado interesado en conocer ya que la esencia de Tonya siempre fue el escándalo y no el talento. La actriz Margot Robbie puede llegar a hacer que el público sienta empatía con la tragicomedia de I, Tonya, pero también produce sentimientos encontrados al intentar tomar en serio una de las escenas más recordadas y dramáticas del deporte del patinaje sobre hielo.
En cuanto a la veracidad de los hechos
Las verdadera Tonya Harding sirvió como consultora del film. El vigor físico y la violencia de la película no se tomaron a la ligera a pesar de lo que se puede proyectar en pantalla. El equipo pensó en ese retrato particular cuidadosamente para no llevarlo demasiado lejos ni cruzar una línea roja, sin embargo el leitmotiv es claro: «La violencia es todo lo que he conocido».
La película no se basa específicamente en hechos reales, sino en varias versiones de los mismos eventos. Las de los tabloides y las personas involucradas. Y aunque se ubica principalmente en el lado de la historia de Tonya Harding el guionista Steve Rogers también basó su guión en la perspectiva de su ex marido Jeff Gillooly, principalmente a partir de entrevistas separadas que realizó con Harding y Gillooly. Historias que apenas coincidían según afirmó el guionista a LA Times. «Incluso los detalles de su primera cita no se alinearon”, recuerda.
Pero hay otros detalles que si han sido comprobados, como el hecho de que la madre de Tonya abusaba de ella físicamente mientras bebía todo el día. O aquel momento icónico en el que LaVona se presentó a una entrevista con un abrigo de piel y un pájaro real posado en su hombro.
El personaje de Alisson Janney es uno de los más importantes de la narración, sin embargo gran parte de su esencia es ficción debido a que ni la actriz ni los realizadores de la película fueron capaces de localizar a la madre de Tonya. «No pudimos encontrarla en ninguna parte, así que usamos imágenes existentes y descubrí a través de Tonya cómo era su madre», explica Janney quien solo tuvo una entrevista en video para basar su actuación. «No sabíamos en ese momento si estaba viva o muerta, así que fue más o menos la experiencia de Tonya con su madre y su licencia artística», le comentó la actriz a Deadline.
I, Tonya no es sobre Tonya Harding, la primera mujer americana en realizar un salto triple axel a nivel internacional, o sobre su talento y aptitudes deportivas, I, Tonya es principalmente sobre América y el techo artificial del éxito al que muchos se aferran inclusive después de estrellarse. Es sobre esa civilización del espectáculo que crea sus propios productos culturales desde el escándalo y los grandes incidentes.