En marzo cumpliré 35 años: No he plantado un árbol –no me acuerdo ni de regar las plantas-, ni tengo hijos, ni hipotecas, ni tampoco pareja. Pero sí un largo rosario de relaciones fallidas – una decena de ex novios, algunos amantes, dos psicópatas y un presunto amor de la vida… Mejor dicho, tres psicópatas-. Soy lo que se suele llamar una mujer moderna, neurótica, auto proclamada feminista, con una mochila bien cargada de fantasmas a la espera de que un príncipe azul venga a salvarme de mi solitaria y caótica existencia. Una contradicción andante, como la mayoría.
Así son las cosas, llevamos el amor romántico en la piel como los indígenas a sus ancestros y ni siquiera ellos, los hombres, son inmunes al mito. Y para no acabar enzarzándome en una de esas espirales autocompasivas a la que los Piscis, eso dicen, tenemos tanta tendencia, he decidido averiguar qué es eso que llamamos ‘amor’ y por qué demonios tuve relaciones más maduras a los 18 que ahora que casi empiezo a peinar canas. ¿Existe un amor para toda la vida? ¿Necesitamos a alguien que nos ame y nos haga la cucharilla en la cama, o nos basta con nuestros amigos?
‘Love is the Net’
Diana ha llegado a las oficinas de Zhazz con cara de cachondeo. Lleva toda la semana haciéndome bromas y prometiéndome que me pasaría un capítulo de ‘Black Mirror’ sobre citas a ciegas que todavía espero.
– ¿Hoy vamos a conocer a tu futuro marido? –me pregunta.
– No, vamos a entrevistar a un directivo.
– Mira que si es él… – continúa con el pitorreo.
Nos hemos citado con Benjamín Rodríguez, el director de una novedosa plataforma de búsqueda de pareja que emplea tests psicológicos, análisis morfopsicológicos (faciales) e incluso la astrología para encontrar a personas muy compatibles contigo. Benjamín llama a Zhazz el “after Tinder” o el “headhunter de parejas”, un híbrido entre las antiguas agencias matrimoniales y las modernas ‘apps’ nacida, como nos cuenta, del agotamiento de algunos amigos que ya rondaban los 40 y que estaban hartos de que sus ‘match’ fueran el juego de la ruleta rusa.
“Las relaciones son menos estables cada día. Queremos más libertad y, paradójicamente, nos sentimos cada vez más solos y algunos incluso han asumido que así va a ser el resto de su vida. No es que tenga nada de malo estar solo, pero la condición del ser humano es vivir en comunidad y la gente se ha atrincherado detrás de la pantalla del ordenador. Una de las luchas que tenemos en Zhazz es hacer que las personas no se limiten a chatear una vez les proponemos que se conozcan, sino que queden lo antes posible. Porque son los ojos, las facciones, los gestos, el olor del otro…”, dice Benjamín.
Cuando te registras en la plataforma debes completar tres test: uno sobre tus gustos y preferencias, que incluye categorías como “bisexual” o “asexual”, y dos más de carácter psicológico que cavan profundo en cuestiones personales como si son para ti importantes los preliminares en tus relaciones sexuales, cómo sueles reaccionar en una discusión de pareja o qué aspectos de la convivencia son los más importantes. De allí surge un porcentaje de compatibilidad con otros usuarios de Zhazz que se afina todavía más cuando unas astróloga realiza tu carta natal y la pone en relación con la de oros candidatos. Así que si no encuentras pareja, como mínimo te conoces al dedillo.
– ¿Pero es efectivo? –le pregunto-. Quiero decir… ¿puedes conocer así a tu persona ideal?
– El amor es un misterio, nosotros lo que hacemos es presentarte a gente que podría encajar contigo. Vivimos en una sociedad en que se tiende a tratar a las personas como productos distorsionando el cariño, de forma que aunque quedes un par de veces con alguien no te lanzas, porque… ¿y si hay otro candidato mejor? Y así se nos pasa la vida.
Según la psicóloga Isabel Moreno, el problema es el gran abanico de posibilidades de nuestra sociedad actual: “Antes había matrimonios que se lo trabajaban y otros que estaban por estar, pero hoy hay tanto donde elegir que acabas no valorando y cambiando a la gente como si fueran cromos. Eso va unido a que la cultura está mucho más centrada en el ego y cuesta crear una identidad conjunta. Siempre digo que hay una diferencia entre tener una pareja, lo que implica posesión y necesidad, y ser pareja, que es construir una identidad compartida de ese nosotros”, resume.
Pero si el amor es un misterio, como dice el director de Zhazz, ¿puede estar escrito en los astros el nombre de nuestra futura pareja?
Ni de Marte ni de Venus
– ¿Ya conociste a tu marido? –insiste Diana.
Le pregunto si es Tauro, por lo empecinada. Y ella me dice que soy tan Piscis que ni se me ocurra casarme con un Escorpio. ¡Ni caso!
Isabel, la astróloga de Zhazz, me ha hecho la carta natal y me explica por teléfono en qué casa tengo el Sol, la Luna y qué planetas influyen en mi destino amoroso… Me describe tan minuciosamente como si me conociera y no me avergüenza admitir que he recobrado la fe en esa ciencia antigua, matemática, que es la astrología. Cree que deberíamos dejarnos guiar más por las estrellas y menos por las primeras impresiones. “Si solo te quedas en la química puede ser un chispazo, pero si buscas una persona para compartir tu vida necesitas más de una o dos citas. Me acuerdo de dos personas que tenían la sinastria de parejas más fuerte que he visto en mi vida, pero no se gustaron en la foto y no se dieron la oportunidad. Puedes tener un tesoro que si no quieres verlo no lo ves”, concluye.
Para la investigadora en género y escritora Coral Herrera, creadora del Laboratorio del Amor, lo difícil hoy en día es cambiar nuestra manía de consumir relaciones por la virtud de disfrutar de y con ellas. “Hoy es complicado que alguien vaya al amor desnudo, se quite el casco y la coraza y deje ver las profundidades de su yo. Nos da miedo exponer nuestra vulnerabilidad, sobre todo a los hombres. La mayoría de las parejas están sumidas en luchas de poder porque todos queremos imponer nuestras necesidades y gustos a los demás, cuando el amor fluctúa. El amor es una energía viva que a veces crece o se desintegra, y hay que trabajar mucho los miedos, la comunicación y las diferencias culturales entre hombres y mujeres que ha creado el patriarcado y que nos atraviesan”, explica. Y eso incluye dos creencias especialmente programadas en nosotras: Que amar equivale a sufrir y que necesitamos a un hombre para sobrevivir. El eterno mito del príncipe azul…
«Ahora la gente ya no aguanta la marea, enseguida se van a la cama y eso no es conocerse. ¡Eso es un apaño!» – Jacinta y José, 80 años.
“Todas las princesas Disney están puteadas y a ninguna se le ocurre establecer estrategias para salir de la situación ni aliarse con otras mujeres, solo esperan que venga el hombre que las salve. Nos han hecho creer que en esta vida necesitamos a alguien que nos complete porque somos imperfectas. Penélope pasó 30 años esperando a Ulises y la Bella Durmiente un siglo a su príncipe. Y ese es el gran engaño, porque acabamos construyendo relaciones interesadas entre hombres y mujeres basadas en el intercambio político y económico que nos hacen perder mucho tiempo. Vivimos en permanente decepción”, explica la autora de ‘La construcción sociocultural del amor romántico’ (ed. Fundamentos).
¿Hasta que las muerte nos separe?
En su obra ‘Amor líquido. Acera de la fragilidad de los vínculos humanos’, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman describía las relaciones interpersonales que se desarrollan en la postmodernidad como superficiales, carentes de solidez y con tendencia a ser cada vez más fugaces como consecuencia de un capitalismo que mercantiliza nuestras vidas y convierte los vínculos afectivos en una suerte de consumo mutuo. Con el auge de las nuevas tecnología y la prisas que nos atraviesan a todos, la palabra ‘relación’ se ha convertido en ‘conexión’. “Las relaciones virtuales están provistas de las teclas ‘suprimir’ y ‘spam’, que protegen de las pesadas consecuencias (sobre todo, la pérdida de tiempo) de la interacción en profundidad”, escribe.
No obstante, a la mayoría de nosotros se nos enternece el corazón cuando vemos a una pareja de ancianos paseando cogidos de la mano y los consideramos unos afortunados en el amor. Antes la relaciones eran un ‘hasta que la muerte nos separe’ y había quien las disfrutaba y quien las padecía –la primera ley de divorcio en España se aprobó en 1981-, pero todavía hoy, como entonces, existen parejas que resisten incluso pese a ellas mismas y otras, en cambio, que han sabido tejer un nosotros basado en la humildad, la generosidad y la capacidad de adaptación. Y así lo asegura mi amigo Ricardo, que lleva 17 años con su pareja y todavía presume de que fue un verdadero flechazo.
– ¿Y cuál es el secreto del amor para toda la vida? –le pregunto sacando la libreta.
– Suerte.
– ¿Y?
– Pues eso, compartir unos principios y ser generosos.
– ¿Y?
– Suerte.
– ¡Bah!
Jacinta y José llevan 64 años juntos. Se conocieron en el baile a los 16 años y él la sacó a la pista, cuenta, por una apuesta. “Me tiré cuatro años picando piedra hasta que lo hicimos oficial, pero no nos casamos hasta los 25. Lo que yo he sufrido no lo ha pasado nadie…”, me explica. “Primero había que entrar en casa de los padres y pedirles permiso para salir con la hija y luego uno se iba tratando poco a poco. Claro que en aquel entonces en los pueblos era más fácil porque nos conocíamos todos. Ahora la gente ya no aguanta la marea, enseguida se van a la cama y eso no es conocerse. ¡Eso es un apaño!”. Y a Jacinta le da la risa, se muere de vergüenza de hablar de amor con una desconocida. “Uno no siempre es feliz, se pasa por cosas gordas también pero la gente de ahora no tiene paciencia. Lo quieren todo ya y si no te gusta, a otra cosa”.
Eso me recuerda a mi amiga Mercedes, que dejó de esperar a Romeo en el balcón equivocado para acuñar una teoría sobre los amores serenos que a mi comadre Natalia le parece de lo más aburrida. A saber: Que los amores imposibles son los que más gustan y los que más rápido acaban contigo, y que todo el mundo tiene varios amores que enganchan pero sobre todo uno que es el tranquilo y ese es el amor de tu vida. Y es que mis dos amigas son muy diferentes, aunque ambas coincidan en una cosa: El amor no se encuentra, se busca.
– Pues me he dado de alta en una web de pareja –les confieso.
– No me parece mal –contesta Mercedes-. Es una herramienta más, como conocer a un vecino en la frutería y que os deis un golpe, y de repente…
– ¿Y por qué no? –responde Natalia -. Aunque es menos espontáneo que conocerlo en un picnic y entonces…
– ¡O que se tire de un cuarto y se te caiga encima! ¿Os dais cuenta de que esto sigue siendo AMOR ROMÁNTICO?
Y mientras me debato entre la búsqueda y la espera, y dudo si hacer ‘zhazz’ a algún que otro muchacho que aparece en mi perfil con una compatibilidad del 79% y afinidades y gustos del 55%, me voy de picnic y entro en las fruterías pensando en conjunciones planetarias y sinastria de parejas. Hasta que un buen día…
– ¿Qué pasó con tu marido, amiga? ¿Ya lo encontraste?
– … Quizás.