En una sociedad obsesionada con la juventud y la belleza, las personas mayores, especialmente ellas, no pintan nada ni la esfera pública ni, al parecer, en la privada. Pero te sorprenderá saber que tu madre también tiene vida sexual, e incluso mejor que la tuya. Rompemos el silencio que pesa sobre la sexualidad de las mujeres más allá de los 50 para hablar con la escritora Anna Freixas, autora de ‘Sin reglas’ (ed. Capitán Swing) y seis amigas maduras que no tienen pelos en la lengua.
Provengo de una familia donde se habla de dinero, pero nunca de sexo. El sexo es algo que ocurre a oscuras y deja de suceder cuando tienes hijos. Jamás pillé a mis padres en pleno salto del tigre, ni siquiera los he visto dándose un apasionado beso. En mi familia, las mujeres se miran a un espejo imaginándose que las mira otro y cuando llegan a abuelas dejan de ser mujeres y tampoco se miran. Ni mucho menos se exploran. Lo que hay entre nuestras piernas es un misterio. Pero hace unos años trabajé en una residencia de ancianos y descubrí con asombro a mujeres muy mayores coqueteando con los enfermeros y a hombres muy mayores coqueteando conmigo. Entendí que la edad cambia los cuerpos pero no el deseo.
Entre el montón de mentiras que se han tejido, especialmente, en torno a las mujeres (sexo es igual a coito y a maternidad; igual, necesariamente a amor. La falta de iniciativa y deseo son femeninos…), hay una que nos golpea sobre todo al traspasar el umbral de la 50, cuando dejas de ser un ser sexualmente activo para convertirte, según quienes nos narran (el sistema también envejece), en algo así como una planta de interior con más achaques que orgasmos, con más canas que ilusiones, sin más novios que tus nietos… Y sin más reglas, y aquí viene lo bueno, que la propia.
Escribe la profesora y feminista Anna Freixas, autora de ‘Sin Reglas: Erótica y libertad femenina en la madurez’ (Capitán Swing, 2018) que “Si algo define la sexualidad de las mujeres a todas las edades es el silencio respecto a su sexualidad, silencio todavía más espeso en mujeres que han traspasado el misterio de la menopausia”. Un silencio que para Freixas tiene sus razones biológicas, históricas y educativas: “En los últimos treinta años ha aumentado la esperanza de vida; antes las mujeres y hombres mayores no existíamos, o estábamos fuera de juego o muertos. Pero además hemos vivido un período franquista de durísima represión en el que la Iglesia ha estado controlando y atormentando nuestra vida sexual –curiosamente no controlaba la vida sexual de los suyos-. Todo este coctel de situaciones ha hecho invisible algo que ya empezamos a reconocer, que los seres humanos y, sobre todo las mujeres, somos seres sexuales desde que nacemos hasta que morimos”.
Porque la sexualidad, como dice la autora, va de cero a infinito y hay tantas vivencias de la menopausia como personas. Y así lo atestiguan las 719 mujeres de entre 50 y 83 años que participaron en su libro y los numerosos grupos de debate que organizó en el proceso de investigación de ‘Sin reglas’, cuyo objetivo, apunta, es “destapar la cazuela del silencio”, apropiarnos del discurso sobre nuestra propio placer. Sí, nuestro. Porque, aunque sorprenda en esta sociedad donde ser joven es sinónimo de saludable y de sexualmente activo, la mitad de las protagonistas de ‘Sin reglas’ disfruta y mucho de su intimidad, sola o compartida.“Hay mujeres de todas las edades a las que no les interesa nada el sexo, o que aprovechan la menopausia para cerrar el quiosco, y otras que afirman tener más deseo que en otros momentos de su vida porque han conocido mejor su cuerpo o renegociado con su pareja”, cuenta la autora. Y a veces incluso deciden aventurarse en territorios inexplorados…
«Debemos encontrar un modelo de belleza que nos reconcilie con nuestros cuerpos y no nos disfrace” – Anna Freixas.
“Cuando les preguntábamos a mujeres maduras si creían que una nueva pareja sexual animaría su vida sexual y si preferirían que fuese un hombre o una mujer, un porcentaje de heterosexuales afirmó que se animaría a probar con otra persona del mismo sexo. De hecho, algunas contestaban sobre su opción sexual: “Soy heterosexual por ahora… Las mujeres mayores fueron heterosexuales por mandato y pueden replantear su sexualidad”, resume.
Mientras que a las lesbianas les pesa menos la tiranía de la belleza patriarcal porque no se visten ni se miran en el Otro masculino, la idea de que a mayor edad menor es el atractivo está grabada a fuego tanto en nuestras cabezas como en nuestros cuerpos y, o bien nos borramos, o bien nos convertimos en la típica ‘madurita sexy’ (¿existe una categoría igual para ellos?). “Hay un modelo de mujer que trata de mantenerse atractiva y llamativa y tiene que ser una Barbie para seguir gustando a los hombres. Debemos encontrar un modelo de belleza que nos reconcilie con nuestros cuerpos y no nos disfrace”, asegura.
Con pareja formal o amantes esporádicos, sin sexo por propia voluntad o en camas redondas; si la sexualidad, como dice la autora, va de cero a infinito, lo que apaga el fuego no es la edad, sino las circunstancias: los envites propios de la vida y la estrechez de miras de una sociedad que infantiliza a los mayores o los medicaliza. La solución: Crear dinámicas entre mujeres para que puedan hablar en libertad, así como que la vejez entre de una vez por todas en el debate feminista: “Gracias al feminismo hemos ido avanzando, pero a pesar de que las feministas nos hecho mayores el tema aún no se ha abordado en profundidad”, dice Anna Freixas. Por eso, porque ya es hora de que las escuchemos a ellas, congregamos a un grupo de amigas en la madurez para una pequeña sex party en la que la fotógrafa de The Objective, Diana, y yo fuimos las anfitrionas. Y hubo de todo, incluso maletas rojas…
Libertad sin reglas
Tienen entre 56 y 69 años y presumen de ser el terror de los cruceros y sobre todo de los capitanes de barco. Seis amigas, tres de ellas hermanas, que a pesar de no tener pelos en la lengua nunca antes se habían sentado a hablar de sexo, y así lo confiesan. “Entonces somos vírgenes todas, ¿no?”, les digo. Se ríen y empieza la juerga.
Juli: Para mí el sexo es una parte imprescindible del matrimonio necesaria aguantar a una pareja. Claro que luego no es como al principio…
Yo: Ojo, que has dicho ‘aguantar’.
Juli: ¡Acoplarse!
Yo: Casi lo mismo…
Mercè: Pues yo puedo pasar sin sexo porque llevo muchos años sola… Enviudé con 48 años y ya antes mi marido estaba enfermo. Así que ni quiero ni me apetece.
Yo: ¿Pero nunca tienes ganas?
Cande: Yo tampoco tengo ni echo en falta nada, solo cuando veo alguna escena en la tele y me pica un poco el gusanillo… Hace 12 años que soy viuda y no quiero pareja, si algún día tengo será porque me ha dado un aire.
Conchi: En mi casa yo soy la fogosa. Después de hacerlo le explico a mi marido cómo me he sentido y a él es a quien le da pudor. Nos duchamos juntos, nos llegan mucho las caricias también y me pongo lencería sexy para estar con él, aunque no sujete nada.
Nieves: Yo nunca he empezado el tema, y pedir menos aún. El sexo está sobrevalorado, dos segundos y ya. Lo importante son los preliminares.
Conchi: ¡Y el después! Llegar a un orgasmo es divino. Yo me masturbo cada vez que puedo y también nos masturbamos por separado antes de hacerlo.
Mari: ¡Qué moderna! Yo no me he comido una rosca en 10 años y cuando murió mi marido tuve que vivir otra vez. A veces pienso que me gustaría tener una noche loca sin compromiso. Pero tener una pareja… Debería ser un poco como yo, que fuera romántico y cariñoso y me dijera cosas que nunca me han dicho. ¿Dónde está ese hombre?
Yo: ¿Pero tú te masturbas?
Mari: ¿Yo? No. No me acuerdo de lo que era el sexo. Mi marido nunca me vio desnuda, hacíamos el amor a oscura. Y llegar al éxtasis no he llegado nada más que una vez o dos en 48 años, y tengo tres hijas.
Yo: ¿Se hablaba de sexo en vuestra familia?
Todas: ¡Qué va!
Conchi: Yo me casé a los 17 años con los ojos cerrados a la vida. Mira si sabía poco que fui al médico porque no me bajaba la regla y pensé que tenía algo en los riñones. Y una vez iba con mi prima de la mano por la calle, me llamaron ‘tortillera’ y pensé que era un piropo.
Yo: ¿Tú tendrías sexo con otra mujer?
Conchi: Dicen que es una maravilla y no me importaría probarlo si no tuviera a mi marido, porque no he experimentado con nadie más y esa chispa de curiosidad sí la tengo.
Nieves: A mí me llaman la atención lo bien que se llevan…
Yo: ¿Vosotras os sentís atractivas?
Juli: Sí que me siento atractiva. He cumplido 59 años y no me lo noto.
Cande: Yo también.
Nieves: Pues yo no.
Conchi: Yo reconozco que estoy pasando mala época, pero me gusta ponerme mis camisones sexy. A ver si un día traigo la maleta roja.
Mari: ¿Qué es eso?
Conchi: Juguetes eróticos… Hay uno que se pega en la pared y otro que da saltos.
Mercè: Yo tengo unas bolas chinas… Pero por razones médicas.
Mari: ¿Bolas chinas? No he visto unas en mi vida.
Conchi: Y luego hay otro tabú grande, además del de la edad. Me quitaron la matriz y los ovarios cuando tenía 35 años y todo el mundo te dice que ahora estás vacía y no disfrutarás. ¿Cómo que no? Me explicaban unas tonterías… Que yo pensaba, a ver si se me va a meter mi marido entero o si cuando lo hagamos pegará contra los intestinos. ¡Y disfrutas igual!
Yo: Si es que ya lo decía Anna Freixas, somos sexuales desde que nacemos hasta que morimos. ¿Y cuál es la principal ventaja sexual de tener la menopausia?
Todas: La libertad.