Roberta Marrero: “Me parece necesario poner etiquetas porque estamos en un momento de cambio”
La artista española Roberta Marrero lleva años mostrando su “simbolismo pop”, como ella misma lo califica, a través de sus diferentes facetas como artista plástica, Dj o actriz. Marrero es una obra de arte que se expresa a través de su personalidad.
Lo que me reúne con ella en el Hotel Gallery de Barcelona es la publicación de su nuevo libro, We Can Be Heroes (Lunwerg, 2018), un compendio de referencias de la cultura LGTBIQ+ que marcaron la vida de Marrero, a su vez que promueve la visibilidad de la cultura popular, la ambigüedad sexual y las expresiones artísticas tanto de España como del resto del mundo. A propósito del título del libro, podemos encontrar figuras como David Bowie, John Waters, Juana de Arco, Rocío Jurado y hasta el mismísimo Franco, quienes aparecen en el libro contraponiendo visiones que de una u otra forma han construido, oprimido o vanagloriado la diversidad de género.
Roberta Marrero se sienta divina a hablar conmigo en el lobby del hotel; su delicadeza y simpatía se contraponen a las ilustraciones pop recargadas que transitan por el libro; pero como la misma Marrero afirma: todo en la vida es una fluctuación y así comienza nuestro diálogo, conversando sobre las diferencias entre sus dos libros publicados por el Grupo Planeta.
Después escribir El bebé verde vuelves con We Can Be Heroes. Ambos son libros autobiográficos de diferentes etapas de tu vida. ¿Habrá un tercer libro para cerrar esa autobiografía?
Lo autobiográfico, si lo usas mucho, se vuelve manido; podría usarlo at infinitum, pero no lo creo. Tendré un libro nuevo pero voy a intentar huir de lo autobiográfico en ese sentido tan claro. Una de las cosas que yo siempre digo es que cualquier objeto creativo es un autorretrato y, al final, los artistas y los autores, de una u otra forma, siempre estamos hablando de nosotros, pero voy a intentar obviar hacerlo desde la primera persona otra vez, porque sino puede cansar mucho.
Más allá de una autobiografía para establecer la estructura de We Can Be Heroes, el libro también es un ensayo, un compendio de referentes de la cultura LGTBIQ+, un atlas. ¿Por qué seleccionaste estos personajes?
Es mi atlas, son mis referentes, cualquier persona no hubiese metido a la Ocaña, o a las trans de The Factory o a Sylvia Rivera, quizás hubiesen hablado de Harvey Milk. Pero a mí no me han tocado esas personas como me tocaron estas o como me tocó Bowie. Es un atlas súper subjetivo. Muchos periodistas decís que es una enciclopedia pero yo he huido mucho de la enciclopedia porque no tengo un carácter enciclopédico en lo absoluto (risas); porque hacer una enciclopedia de la cultura LGTB es imposible, siempre te vas a dejar a alguien fuera, entonces tiene un carácter de libro de artista, de libro de autor, de hablar de cosas que me gustan y de cosas que no me gustan.
Hay muchos referentes seriéfilos en el libro; comentas sobre Ryan Murphy, uno de esos referentes pro cultura LGTB. Sin embargo, si pienso en una de sus series más nuevas, The Assassination of Gianni Versace: American Crime , por ejemplo, sigo viendo lo mismo. Solo los que tienen el poder en la cultura LGTB son respetados. Versace es un caso de los 90, ¿qué pasa hoy en día?
¿Por qué Virginia Woolf podía vivir como una mujer bisexual y podía escribir? Porque era rica, aparte porque tenía muchísimo talento, y mejor para ella que fuese rica, no tengo nada en contra de las ricas, pero obviamente hay una clase que te ayuda. En otros casos puede ir en tu contra; por ejemplo, si pensamos en Caitlyn Jenner, ella tardó 65 años en salir del armario como mujer trans precisamente por la clase a la que pertenecía. Es un arma de doble filo; tampoco podemos pensar que la gente rica la tiene fácil todo el rato porque no. Me parece que es una cuestión de tener el valor de hacerlo porque al final, en la serie, cuando Versace sale del armario, justo en plena pandemia del SIDA, no lo tuvo todo a su favor. Al final, si eres rica te da más igual lo que piense la gente porque tienes ese colchón del dinero que te permite no depender de la opinión de los demás para poner comida en tu plato, pero no creo que tenga tanto que ver con la clase. Sin embargo, no siempre se confirma esta regla.
Sigue siendo difícil salir del armario entonces…
Casi siempre las personas más visibles son las que están en los dos extremos, o las que son muy ricas o las que pertenecen a un estrato social muy bajo, porque ambas partes no tienen absolutamente nada que perder. De hecho, hay mucha teoría feminista y cultura queer que viene de los estratos más bajos de la sociedad, que es de lo más interesante y de las más radicales. Obviamente es mucho más fácil salir del armario si eres rica que si eres pobre, pero aun así, no creo que sea fácil para nadie. La presión nos afecta a todos, a los ricos y a los pobres.
¿Pero esa presión no existe precisamente porque existen las etiquetas? Cada día veo más letras en el colectivo LGTBIQ+, ¿por qué la necesidad de etiquetarse?
Las etiquetas que habían antes eran maricón, puta, etc., por eso me parece que etiquetarnos y renombrarnos es necesario porque es algo nuevo y si no lo hacemos somos invisibles. Para mí sería mucho más cómodo vivir en un mundo donde no tenga que hablar sobre que soy trans porque no importa, pero obviamente importa, entonces nombrarte como mujer trans y hacerlo públicamente te posiciona en un sitio en el que mandas un mensaje de luz a toda esa otra gente que no se atreve a decirlo o a no hablarlo claramente. Me parece necesario poner etiquetas porque estamos en un momento de cambio, la gente se tiene que acostumbrar a que hay trans, a que hay mujeres lesbianas, a que hay gente bisexual, a que hay hombres gay, gente intersexual o gente transexual; entonces las etiquetas son muy necesarias aunque sean cansinas. Sobre todo son necesarias que las usemos desde nosotros y desde nosotras, no esperar a que venga alguien a etiquetarte, sino tú mismo decir: “mira, es que yo soy trans”, “yo soy lesbiana” o “yo soy heterosexual”. Me parece que es interesante porque hace reflexionar a la gente.
Es un statement, una declaración de principios…
Sí es un statement, es una necesidad. Muchas veces en nuestro pequeño oasis feminista no nos damos cuenta de que todavía hay muchísimo que cambiar. Hay gente que dice “puta” todavía y que dice cosas muy heavys y muy desagradables sobre nosotros y sobre nosotras, sobre las mujeres en general. Y no solamente hombres, mujeres también. Las etiquetas, hablar sobre ellas y poner las cosas sobre la mesa, lo tenemos que hacer sobre todo porque es algo nuevo, es un momento histórico único el que estamos viviendo.
Quizás mi pregunta tiene que ver con que por qué no podemos ser simplemente categorizados como personas.
Sí, pero por ejemplo, en el caso de las personas trans y las mujeres trans en particular, en España y en el mundo entero, hay una memoria inconsciente colectiva, una historia sobre las mujeres trans que es terrorífica y que ha sido escrita por personas que no son trans. Entonces, cuando tú como mujer trans articulas un discurso en el que la gente empatiza contigo y puedes ver a las mujeres trans desde una perspectiva nueva, eso ayuda. Yo siempre que hago una exposición escribo: “esta exposición ha sido hecha por una mujer trans”, porque seguramente la mayoría de la gente que vaya a la exposición en la vida ha tenido contacto con una persona trans. Es importante que ese público vea que las trans son personas que hacen cosas y que tenemos algo que decir, porque esa etiqueta, una vez que se las pones delante y, de esa manera, tan absolutamente nueva para ellos y para ellas, les hace pensar, le cambia la perspectiva de las cosas.
Esa visibilidad que se le da al mundo LGTBQ+ en España, sin embargo, pasa por el filtro televisivo como “el raro” o “el “freak”, y no desde la empatía. ¿Por qué crees que se sigue perpetuando ese filtro, ese patrón?
Esa es la historia cultural de nuestro país y cómo se ha tratado en los medios de comunicación masivos, sobre todo a la figura del hombre gay y de la mujer trans, porque las figuras de la lesbiana o del hombre trans son casi invisibles. Entonces nosotros en concreto, las mujeres trans y los hombres gays, tenemos la carga de esa cultura televisiva y mediática de “monstruitos». Sin embargo, los hombres gays y las mujeres trans deberían dejar de prestarse para ese tipo de explotación porque no hay ninguna necesidad de hacerlo. Hay otros tipos de medios de comunicación que quieren otro tipo de entrevistas, entonces te aceptan y se acercan a ti como una persona distinta. Hay una manera de decir y de hacer las cosas, solo hay que querer decir y hacerlas de otra manera.
Sería igual con un hetero que se venda como un freak en televisión…
Cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera; nosotras no tenemos derecho de estar juzgando gente, pero a mí me da pena que por esos 15 minutos de fama la gente, en general, haga esas cosas tan humillantes frente a todas esas cámaras, pero bueno, allá cada uno. Yo no lo voy hacer, desde luego.
Quizás lo terrible es que se consiga la fama a través de esas fórmulas…
Sí, pero una fama que es una fama de mierda. Eso va mucho con quién eres, de dónde eres, las necesidades que tengas. Yo creo que en ese tipo de personas se esconde una necesidad de gustar muy grande y unas carencias afectivas muy tremendas, sin importar nada. Y eso le pasa a mucha gente, no solo a la gente queer.
Eres muy crítica con el movimiento, especialmente con integrantes del movimiento que son de derechas o que ha apoyado al autobús de Hazte Oír hasta criticar la mercantilización del orgullo. ¿Por qué se ha banalizado la fiesta del orgullo LGTBIQ+?
La fiesta se ha banalizado porque ha dado dinero; todo lo que el capitalismo absorbe, lo banaliza, porque sino no puede ser mainstream. Ningún pensamiento radical llega al mainstream; para que eso pase hay que suavizarlo y masticarlo mucho para que la gente lo pueda entender. Por ejemplo, en Madrid, cuando el Orgullo empezó a dar tantísimo dinero muchas marcas se plegaron a él. Esos grandes almacenes que siempre nombran hicieron un anuncio con dos papás pero lo quitaron por presiones de la Iglesia, sin embargo, luego hicieron una Semana del Orgullo; es decir, esto es una cuestión de política y de derechos civiles, o lo apoyas todo el rato o no lo apoyas nunca. “Me parece muy bien que te dejes presionar por la Iglesia”, pero entonces ya está, ya has hecho un statement, para ti es más importante lo que piense la Iglesia que los derechos de dos personas del mismo sexo a tener hijos o hijas. Entonces, después no hagas una Semana del Orgullo. Hay que ser consecuente porque esa mercantilización me parece inhumana y nefasta.
¿Por qué no hay una revuelta en contra esa falta de coherencia en el discurso de las marcas por parte del colectivo?
Sí la hay, en Madrid se hace el Orgullo Crítico en paralelo al Orgullo, pero siempre la crítica o el pensamiento crítico pertenecen a la minoría, porque la mayoría de la gente no piensa, así de claro. Lo importante es ir a celebrar e ir un poco pensando, un poco sabiendo, para que no nos usen con esto que se llama el pinkwashing. A mí me gusta que ambos Orgullos convivan porque nos visibiliza a nivel masivo.
We Can Be Heroes, el título del libro, viene de la canción de David Bowie, y contiene además de él otros referentes del mundo LGTBIQ+, sin embargo, ¿no necesitamos referentes que sean mucho más visibles en la actualidad?
Claro, la gente en general cuando piensa en Bowie no piensa en la cultura queer o en que se declaró gay en 1972 y no sabe lo revolucionario que fue ese hecho, aunque luego dijera que era bisexual y luego heterosexual. Yo creo que la sexualidad de Bowie era muy fluida. No tienes por qué ser bisexual para siempre o, no por ser heterosexual hoy significa que vas hacer heterosexual para siempre. Pero el hecho de que Bowie en aquella época, con esos peinados, de aquella forma tan desafiante, fuera diciendo abiertamente que era gay y cantando esas canciones, fue un escándalo para todos, hasta para niños y adolescentes. Los referentes son necesarios porque eso nos hace existir, no solamente para toda la gente queer que es jovencita sino para toda la gente que no es queer y que tiene referentes de nuestra cultura que son nefastos, así que me parece que está bien que tengamos nuevos modelos positivos de conducta y con eso no me refiero a gente que sea abogada y médico, sino gente que sean rebeldes de verdad.
Hablas del término “camp” –posar de manera exagerada– reintroducido por Susan Sontag en sus ensayos. Si quitamos la parte peyorativa del término, ¿el deber ser no es un poco «camp», un poco posar ante otros? ¿Ser un poco Bowie?
Yo creo que todos lo somos, lo que pasa es que la mayoría de la gente piensa que las personas como Bowie, que tenía unos aspectos físicos exagerados, son los que hacen ese tipo de cosas, pero todos lo hacemos. Nosotras estamos ejerciendo un rol ahora, tú de entrevistadora y yo de entrevistada, luego te vas a tu casa y estarás con un amigo y ejercerás otro, y luego escribirás esta entrevista desde otro rol. Todos estamos fluctuando, es parte de la naturaleza humana, pero es una parte que la gente se niega mucho; incluso nuestro pensamiento está fluctuando todo el rato. A mí me gustaría que la gente dijese lo que piensa de verdad; por ejemplo, yo creo que todo el mundo tiene pensamientos homoeróticos, de rabia, de alegría, de éxtasis, de pasión, de tristeza, pero estamos educados para que todo eso esté siempre como contenido, pero todos fluctuamos todo el rato y cuando quiero decir todos, son todos.
¿Por qué siempre tenemos que posicionarnos entre el blanco y el negro?
Porque vivimos en un mundo muy estricto, que tiende a polarizar todo, si eres blanco o eres negro, si eres gay o eres hetero. Al parecer todo tiene que estar en sus cajitas para que la gente se quede tranquila, porque cualquier aérea de grises entre hombre o mujer, gay o hetero, hace que la gente se confunda. Ese es el gran estigma que hay con la bisexualidad, por ejemplo. La gente tiene esa necesidad de que todo esté perfectamente delimitado.
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We Can Be Heroes es un homenaje personal a la cultura LGTBIQ+, sin embargo, Roberta Marrero no se queda ahí, saca a relucir miles de referentes que están allí y que visibilizan al colectivo queer desde una visión más empática, esa que nos hace dialogar sin resquemores, ni tapujos.