Comarca de Guadix: turismo troglodita de cuatro estrellas

La provincia de Granada al sur de España es mundialmente conocida por uno de los monumentos más visitados del país, la Alhambra que siempre anda disputándose con cifras la primera posición con la Sagrada Familia en Barcelona. A poco menos de 60 kilómetros y 40 minutos en coche desde la capital se encuentra la comarca de Guadix, la región de Europa con mayor densidad de cuevas enclavada entre la costa tropical, desiertos y parques naturales.

La característica orográfica de las tierras arcillosas dio lugar a la vida troglodita. El uso de cuevas como refugio es muy antiguo y está ampliamente documentado, arqueológica y antropológicamente a lo largo y ancho del planeta. Los orígenes de esta comarca en particular se remontan a las revueltas mudéjares y la conquista de los Reyes Católicos en 1498. Siglos más tarde, la comarca ha evolucionado junto con sus usos y costumbres de muchas maneras, pero ha mantenido intacto el disfrute de la comodidad de la vida en las cuevas.

En ciudades como Guadix o Benalúa casi la mitad de la población vive en cuevas. Maribel Requena, por ejemplo, nació en una cueva, aunque no siempre ha vivido en ella, con su chico decidió que no habría un mejor lugar para disfrutar de su pasión por la música y llaman cariñosamente, la Rock Cueva, a su casa, aprovechando todas las ventajas acústicas que confiere la cueva para ensayar y componer.

En el caso de Ramón Rodríguez, gestionando sus próximos años de jubilación a sus 63 años, ha vuelto a la cueva donde se crió junto con sus ocho hermanos y que sus padres le dejaron en herencia. Cuando cierre su taller de chapa y pintura en Almería disfrutará de la paz y tranquilidad de su aldea en Paulenca a las afueras de Guadix.

Guadix lleva 20 años invirtiendo en su actividad turística, es una zona joven respecto a su madurez turística y eso le confiere la difícil y valorada cualidad de ser un paraíso no masificado. Algo que los habitantes y visitantes valoran. Esta especial situación de diversidad y tranquilidad se plantea como una prioridad desde la agencia de turismo  y procuran mantener un turismo sostenible y responsable, no masificado como ocurre en otras provincias andaluzas.

La comarca mantiene un sabor auténtico, tanto en sus recorridos por la naturaleza como por su tradición troglodita. No solo hay viviendas cuevas, sino que también hay templos, panteones, comercios como panaderías o restaurantes que siguen desarrollando su actividad en cuevas lo que ayuda a mantener oficios vivos como el de “maestro del pico o picaor” encargado de conocer el terreno y saber donde y como trabajar en una cueva.

Antiguamente cuando se encontraba una veta, se seguía y las cuevas más antiguas mantienen sus habitaciones en fila, por lo que si uno se alojaba en la más profunda tenía que pasar por todas las otras, algo que con tono jocoso los lugareños mayores decían que era muy adecuado para aquellos padres protectores que poniendo a los hijos en la más profunda podían controlar la entrada y salida de la familia.

La arquitectura interior de las cuevas ha cambiado tanto por las costumbres como por la tecnología. La estructura de habitaciones también se acomoda más en abanico o se suman pisos. La cueva de Anabel Álvarez (en portada) es una excepción en la zona, con más de 600 m2 en dos plantas, destaca por su arquitectura donde prima un diseño además de útil, muy estético e integrado con el exterior. Esta cueva rompe con el tópico de la baja luminosidad ya que cuenta con enormes ventanales que comunican con la naturaleza del entorno desde el confort de la cueva.

El rango de temperaturas que mantiene una cueva, rondando los 20 grados durante todo el año logrando mantenerse fresca en verano y cálida en invierno, es una ventaja que todos los habitantes de una cueva destacan. El turismo ha sabido ver esta característica competitiva y han surgido complejos como las Cuevas La Granja en Benalúa que ofrecen una experiencia autentica a los visitantes.

Lo mejor es dejarse llevar y recorrer las distintas rutas de la comarca como la del marquesado con su castillo de la Calahorra y las minas. Los paisajes de sierra o baños termales por el valle. Pero lo que es un imprescindible es recorrer pequeños pueblos como Benalua, Graena, Marchal, Purullena, conocer a sus gentes, disfrutar de las viandas típicas acitanas como los embutidos caseros y de la arquitectura única. Para los más aventureros, el desierto de Gorafe o las Bad-Lands, barrancos semidesérticos de matorral bajo, darán un toque agreste al recorrido.